El cuerpo ambiguo de la literatura

Escribió la Historia personal del boom, en 1972, y fue, sin embargo, el más renuente, escéptico y distante de la asunción de una línea política recta, argumento en que se sostenía la unidad y coherencia del grupo de escritores del boom. Libro de arena comparte una entrevista realizada por Alicia Torres al escritor chileno José Donoso, quien falleciera dos semanas después de publicada en el periódico uruguayo Brecha. Inclinado a la reflexión sobre la construcción formal de los relatos, a pesar de estar en el final de su vida y considerarse a sí mismo pesismista, el chileno acerca al lector a su mirada fresca y personal de la literatura y su futuro.

Tenuemente desencantado, irónico y melancólico, José Donoso se reconoce parte de una raza en extinción: los escritores. Mientras relee infinitamente a Tolstoi persiste en la costumbre de crear historias, no porque pretenda redimir la cultura sino simplemente porque apuesta a su propia salvación.

José Donoso: Mi vocación literaria ha sido bastante constante. Nace de un amor muy grande por los libros, por la novela especialmente. Recorrer la novela, siempre leerla, estar muy ahí, con ella. Creo que al principio era una apuesta de ambición. Mejor dicho, al principio, principio, era curiosidad. Era preguntarme a mí mismo hasta qué punto llegaba, qué era capaz de hacer. Después aparece la ambición, que después a su vez se acaba y quedan otras cosas como el deseo franco de hacer una obra importante. El virus de la literatura, si es verdadero, es como las enfermedades, tú no las eliges, pero siempre pueden más que tu voluntad. Sabes, nunca fui muy conceptual en esto. Creo que la literatura es algo muy indefinible, un cuerpo muy ambiguo, con miedo a la racionalidad. Algo fuertemente irracional, que tiene que ver con la imaginación, con la sensibilidad, con el afecto, con la memoria, pero poco con la razón.


Alicia Torres: Sin embargo, usted afirmaba en la presentación de Donde van a morir los elefantes, que no creía que la literatura durara mucho tiempo más. Textualmente dijo: "Tengo pavor de que se desvanezca la cultura, la memoria, la literatura...". ¿Cuáles son las amenazas?

JD: Bueno, hay una crisis del humanismo en todo el mundo. Estamos en la era posindustrial, de la ciencia y la tecnología. No hay ninguna seguridad de que vaya a desaparecer la literatura, como tampoco de que permanezca, y ahí caben mis conjeturas. El mundo está dejando de ser personal. Lo que podía ser una "voz parcial", fruto de la experiencia personal, está en extinción, a pesar o justamente porque la historia se lee a través de lo individual, se subsume en lo subjetivo. Así todo es relativo. Vivimos a la intemperie, todos los esquemas han caído en desuso, a pesar de que muchos creen que ahora todas son certezas que se proponen conquistar otras certezas, para demoler opiniones. Claro que hay algo positivo en esta crisis. Estamos una vez más sumergidos en un mar de interrogantes sin respuestas y eso viabiliza el camino de la imaginación. Por eso son válidas las conjeturas.

AT: Yo entonces podría conjeturar que para que desaparezca la literatura, deben desaparecer primero los escritores, y antes aun, el "virus" al que usted hacía referencia.


JD: Creo que sí, que la de los escritores es una raza, una estirpe que se termina, o quizás que ya no existe como tal.


AT: ¿Es apocalíptica su percepción?

JD: Es una visión un poco negra, siempre he sido una persona pesimista. Pero falta tiempo aún, y mientras tanto es una incertidumbre más. En los períodos de crisis como éste, la tradición es la gran tela de araña que sostiene al creador sobre el vacío existencial. Todos nos apoyamos en las obras ya escritas para escribir nuestros textos, especialmente cuando otras certidumbres se tambalean. Cuando el presente se tambalea. Recordando a T. S. Eliot: "la tradición se perpetúa mediante las rupturas con ella".


AT: ¿Le importa mucho permanecer?

JD: Bueno, nunca he creído en la posteridad literaria, pero me gustaría que me siguieran leyendo durante bastante tiempo después de mi muerte. También sé que no va a ser así. El público es muy voluble, va olvidándolo todo. La moda, el gusto, todo va cambiando. Son otros los personajes, los protagonistas de la cultura. Además estamos en una época en la cual en gran parte lo económico (la edición de masas, por ejemplo) define lo cultural.

AT: Qué queda de esa empresa que fue el boom?

JD: El boom pertenece a una época en la cual la novela latinoamericana era como un niño frente al espejo, tocándose para conocerse. Fue un proyecto unitario, "bolivariano", que sólo pudo ser en otra América, casi en otro universo. Esa unidad de que estaba hecho el boom, esa constelación que muchos se explican de diferentes maneras, o no se explican, se transformó en otra cosa y se acabó. En un momento pareció que estábamos todos alrededor de lo mismo, pero finalmente eso no fue verdad. De ese esfuerzo no quedó nada, o sí rescato cuatro o cinco novelas magistrales. Pero ahí quedó todo.

AT: ¿Cuáles son esas novelas?


JD: Rayuela, de Cortázar; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; La casa verde, de Vargas Llosa; Cienaños de soledad, de García Márquez... alguna novela de Onetti. ¿Sabes? Yo aprendí tanto de los clásicos como de mis contemporáneos, de los otros del boom. Aprendí por ejemplo de la novela que retrata espacios extensos: la ciudad como espacio vasto, al modo de Fuentes. Aprendí el sentido de lo mágico, de la maravilla, con García Márquez. De Cortázar aprendí que podía existir una gran hermandad entre los hombres. El estaba como yo, lejos de su tierra, tan extranjeros y exiliados ambos. Añorábamos a dúo. Siempre sentí a Julio en paralelo. Y así fui aprendiendo de todos los del grupo, aunque en ese tiempo no teníamos conciencia de pertenecer a un grupo como el público lo percibía. Éramos gente que se encontraba con frecuencia. Nuestras mujeres eran amigas, nuestros hijos jugaban juntos, veraneábamos y pasábamos mucho tiempo reunidos.

AT: ¿Se siguen viendo?


JD: Sí, con casi todos. Pero hablamos menos de literatura, y aprendemos menos unos de los otros. Con García Márquez siempre fue difícil hablar de literatura, no le gusta nada. Con Fuentes nos encanta hacerlo.


AT: ¿Cómo ve la nueva narrativa latinoamericana?


JD: Totalmente diferente, claro. No hay un proyecto, nadie conoce a nadie (o casi), es fragmentaria, está totalmente desarticulada. Una de las características de la gente del boom, fue el traspaso de fronteras. Esa unida d que la gente veía, sentía, hacía que se interesaran, leyeran, conocieran lo que se escribía en otros países.


AT: ¿Una mirada global sobre su obra, nos permitiría brevemente contar como se inició y en qué está?

JD: Podríamos empezar hablando de una etapa realista, que revelaba un poco lo que era la novela de esos tiempos en Chile, que reflejaba esa sociedad chilena. Después vino la época del boom, que era un período experimental, en el cual la "forma novela" era cuestionada, retorcida, puesta a prueba, y así se escribieron grandes novelas enciclopédicas, pero siempre montadas sobre una experimentación formal. Finalmente un período de conformidad, como una vuelta a las fuentes clásicas, pero llevando en sí todo lo que se aprendió en el camino y con todas las formas por las cuales uno ha pasado.


Extraído de: aquí

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