La Ilíada de Fontanarrosa: una epopeya canalla
“La Ilíada”, de Los clásicos según Fontanarrosa, es una historieta del
reconocido caricaturista rosarino Roberto
“El negro” Fontanarrosa (1944-2007).
Se trata de una transposición del libro La
Ilíada, epopeya griega por antonomasia, que junto con La Odisea es adjudicada al poeta Homero. Ambos textos
versan, cada uno desde su punto de vista, sobre la guerra de Troya, llevada a cabo entre el
bando aqueo y troyano con la intervención de los dioses del Olimpo. Pero sobre el primero, el poema escrito más antiguo de la literatura occidental, Fontanarrosa urdió un
pérfido plan: el de convertirlo en historieta. Belén Leuzzi escribe un artículo
para Libro de arena en donde analiza
los avatares de esta transformación discursiva y del cambio de soporte.
Por Belén Leuzzi
En la transposición al discurso del texto clásico a la historieta,
como fenómeno relativo a la transtextualidad, asociado a la expansión de
los medios de comunicación masivos, muchos cambios ocurren; entre ellos hay que
prestarle especial atención al lenguaje
coloquial y a la figura del rapsoda. El fenómeno
transpositivo presenta múltiples aspectos, complejos e interrelacionados. El
tipo de transtextualidad hipertextual, es entendida por Gerard Genette como
“toda relación que une un texto B (al que llamaré hipertexto) a un texto anterior
A (al que llamaré hipotexto)
en el que se injerta de una manera que no es la del comentario”. Pero esto no
significa que los cinco tipos de transtextualidad (inter, para, meta, hiper y
architextualidad) son independientes y aislados. Por el contrario, están
intrínsicamente relacionados entre sí. Por ejemplo, entre “las Ilíadas” existe
necesariamente la relación intertextual dado que el texto B alude
explícitamente en su título al A, además de las semejanzas dentro de la historia.
Por ejemplo, en la contratapa de Los
clásicos según Fontanarrosa, el autor agradece consciente de este fenómeno:
Roberto Fontanarrosa agradece la colaboración de
Herman Melville, Robert Stevenson, Walter Scott, Daniel Dafoe, William
Shakespeare, Homero, Miguel de Cervantes, Enriqueta Beecher Stowe y otros sin
cuya estimable, invalorable e involuntaria ayuda, no hubiese sido posible esta
obra.
Volviendo a la transposición en sí, se puede decir que consiste, de manera
general, en un cambio de lenguaje, de soporte o dispositivo. Es en este punto,
el del cambio de lenguaje y soporte, que aparece una de las cuestiones
centrales de la transposición: la producción de sentido. Todo texto es un
proyecto y una estrategia comunicativa. La transposición de un poema épico a
una historieta implica la confección de una nueva estrategia, pues se producen
grandes cambios de dispositivos y de géneros, que conllevan instancias de
producción y consumo muy diferentes. Consiste en una modificación de soporte y
estilística que lo transporta del registro noble que le es propio a un registro
más coloquial, e incluso considerado “vulgar”. Por otra parte, en la literatura
existe una fuerte participación de la mente imaginativa del lector, dado que
los signos presentados son simbólicamente abstractos. En cambio, en el registro
historietista las apariencias de los personajes y los lugares se encuentran
definidos de antemano. Por otro lado, desde el punto de la temporalidad, se
encuentra que el tiempo de lectura está librado a la decisión y gusto del
lector que se permite hacer pausas y retomarla luego si la extensión le resulta
pesada; esto no sucede con la historieta pues al ser tan breve es leída de
corrido por lo general. Entonces, cabe preguntarse: ¿Cuál es el sistema
de valores y la estrategia que presenta la historieta de “La Ilíada” de Roberto
Fontanarrosa? La figura del rapsoda comparada con su contrapartida en el texto
original es eje de los efectos de sentido que produce la transposición, sobre
todo en sus compatriotas, al valerse del recurso cultural del discurso propio
del tango. La transposición de un género es un movimiento complejo y nunca
mecánico.
El origen de La Ilíada original
La historia popular de Homero y sus poemas cuenta que entre el siglo XII y
el XI a. C. los griegos sitiaron durante diez años la ciudad de Troya (Ilión),
en el Asia Menor, la tomaron, la saquearon y la destruyeron. “Homero, poeta
ciego y pobre, nacido en una de las ciudades del Mar Egeo, isleñas o
continentales (…), había vivido después de la guerra, entre el siglo XI y el X,
y había escrito sobre ella dos poemas, la Ilíada y la Odisea: el primero en la
madurez, el último en la vejez (…) Los dos grandes poemas fueron adoptados como
obras nacionales en Atenas, para recitarse íntegros en las fiestas
panatenaicas, según disposición de Pisístrato, a mediados del siglo VI; se
leyeron en las escuelas de toda Grecia”. Así pues, esta epopeya tiene origen primeramente en la tradición oral, dado que
pasó al menos un siglo entre la guerra de Troya y el momento de la escritura
del relato atribuida a Homero. Asimismo, éste fijó esta historia que estaba
destinada a sus contemporáneos y a su descendencia, quizá sin imaginar que
formaría parte de la base de la educación griega y, menos aún, que sería
aludida muchísimos siglos después en formato de historieta. Es importante notar
la relevancia de la constitución de un público específico para la definición
del género épico en función de su fin, ya que si se lo piensa en relación a la
transposición en historieta ésta última se dirige a un público más amplio,
tanto niños como adultos con el propósito de generar humor; en cambio, su
sentido original fue el de transmitir a las generaciones venideras la tradición
e historia griega.
Una historieta “canalla”
“La Ilíada” del rosarino hincha de Rosario Central (los canallas) forma
parte de Los Clásicos según
Fontanarrosa, publicado por ediciones de la Flor en 1980. Luego fue
extraído y publicado también en Los
Clásicos en Globo de ediciones
Libro del Quirquincho, en 1990. La historieta, según Carla Ornani, pertenece a la familia de los medios
nacidos de la integración del lenguaje icónico y del lenguaje literario. Es un
“género propio de la cultura de masas”. Este género se caracteriza por ser una
estructura narrativa que se encuentra conformada por una secuencia de
pictogramas, en los cuales pueden integrarse elementos de escritura fonética
–aunque no es necesario-. En el caso de la historieta analizada la escritura es
muy importante para entender la historia que relatan las imágenes y porque en
los globos del rapsoda se da un interesante
fenómeno en donde Fontanarrosa instaló fragmentos de tango cambiando la letra.
Las historietas, para Ornani, se basan en un lenguaje elíptico. La articulación
de las viñetas permite una supresión de redundancias y de tiempos muertos, a la
vez que posibilita al lector la restitución del continuum narrativo. Es decir,
que no sigue estrictamente el tiempo del texto fuente porque puede hacer
elipsis y está en la total libertad de elegir y seleccionar qué núcleos le
parecen significativos para representar el nuevo sentido que quiere crear. “la
caricatura gráfica es a la vez una ‘imitación’ (representación) y una
transformación satírica” asegura Ornani. Genette adopta el término transformación para los géneros que deforman al
hipotexto (la parodia y el travestimiento) y el de imitación para los que se diferencian por su
función y su grado de intensificación estilística (la imitación satírica y el
pastiche). Pero cabe señalar, que el sentido que le da Fontanarrosa a su
historieta no es vulgar y no lo hace para ridiculizar al original sino que,
según señala Pablo De Santis, “es un acto de amor con respecto de aquello que
es parodiado”. Además, el hecho que se trate de una historieta implica que se
encuentra dentro de la mass
media puesto que que sea
masivo no quiere decir que no sea culto, y para entender bien la historieta es
necesario contar con cierta competencia literaria. Por ello, la imitación es
una transformación mediante un procedimiento complejo que “exige la
constitución previa de un modelo de competencia genérica (llamémosla épica)
extraído de esa performance singular”, [en este caso, La Ilíada] “capaz de engendrar
un número indefinido de performances miméticas”. Como sostiene Genette en su
obra Palimpsestos, para
transformar un texto, puede bastar con un gesto simple y mecánico; para
imitarlo, en cambio, es preciso adquirir un dominio al menos parcial, el
dominio de aquel de sus caracteres que se ha elegido para la imitación. En
cuanto a este punto es interesante traer a colación una respuesta que da
Roberto Fontanarrosa a una entrevista cuando le preguntan por esta historieta:
(Se ríe) Bueno, yo nunca leí La Ilíada... Leí el libro chiquitito de la
colección Billiken (risas) Mientras publicaba en Satiricón se me ocurrió hacer
esas parodias y leí algunos. Ahora hace no mucho tiempo mandé a una revista de
Colombia una nota sobre lecturas importantes, donde incluía La Ilíada, por lo
que tuve que leerla un poquito más y además ya había visto la película Troya
con Brad Pitt. Y la verdad que la lectura me resultó muy divertida, esa mezcla
de mitología y realidad. No hay buenos, y los dioses son más malos y
desgraciados que los seres vivos.
El cantar de los cantantes
Como se ha mencionado, en el libro el sujeto enunciador se encuentra
“huyente”, delega en boca de los personajes los diálogos y su participación es
visible sólo cuando es necesario. Por estas características, se podría
asimilar, según los postulados de Casetti, cercana a la narración, como un narrador
intradiegético. Además, ni siquiera se encuentra explícito que el
narrador del poema sea Homero, y mucho menos que el autor sea él, puesto que su
figura se ha convertido en un verdadero mito. Aunque es cierto que la mayoría
de los críticos y teóricos concuerden con que sí es el autor. Cuando se
traslada el relato con los efectos de un “cambio de soporte”, ése cambio
“despliega con una amplitud desacostumbrada su registro. De la literatura a la
historieta, un cambio de materia
significante (…) implica en
todos los casos un cambio en las condiciones de producción de un discurso
social”, como sostiene en Semiótica de
los medios masivos, Oscar Steimberg. A estos cambios
propios de los diferentes dispositivos se agrega la elección del dibujante de
incluir como personaje a Homero, quien supuestamente relata la historia. Este
pequeño homenaje se intensifica con las canciones que recita el rapsoda. Las
mismas están formadas a través de la deformación de letras de tango (Milonga
triste; Malena; y, Sur), todas de la autoría de
Homero Manzi. La caricatura del Homero griego se fusiona con los cantos del
Homero argentino. Otro guiño más para el lector atento y con competencias
musicales. Fontanarrosa es harto sensible a los giros coloquiales, a los clichés, a
las jergas, a los refranes, para viciar, viñeta a viñeta, el aire sagrado o
solemne que pudiera desprenderse auráticamente de algunas de las historias de
origen, que a veces parecen meros trampolines para lanzarse al disparate
verbal. Para ello, suele asimilar rasgos de estilo, deforma los
argumentos a través de referencias a la canción popular, las prácticas y
costumbres nativas, los sucesos de la actualidad, los productos de consumo
masivo. Los fragmentos que transforma son: En la primera viñeta cuando dice
“Llegabas por el Olimpo delantal y trenzas sueltas” se corresponde con el
fragmento de Milonga
sentimental “Llegabas por el
sendero / delantal y trenzas sueltas.” En la sexta viñeta dice, “Minerva canta
en Argos como ninguna, y en cada verso pone su corazón, a friso del Parnaso su
voz perfuma, Minerva tiene pena de Aganmelón”, con el estribillo de Malena “Malena canta el tango / como
ninguna / y en cada verso pone / su corazón; / a yuyo del suburbio / su voz
perfuma, Malena tiene pena / de bandoneón”. En la doceava viñeta, recita “Tal
vez allá en Esparta su voz de alondra tomó ese tono oscuro del Partenón. Tal
vez de aquel auriga que solo nombra cuando se pone triste con el alcohol”
también perteneciente a Malena,
“Tal vez allá en la infancia / su voz de alondra / tomó ese tono oscuro / del
callejón, / o acaso aquel romance / que solo nombra / cuando se pone triste /
con el alcohol”. En la vigésima viñeta cambia la letra de Sur, cuando versa “Augur…
Partenón y después augur…” hace referencia a “Sur... paredón y después... /
Sur... una luz de almacén...”. En la trigésimo quinta, cambia “San Juan y Boedo
antiguo y todo el cielo, / Pompeya y, más allá, la inundación,” de Sur por “Esparta y Troya antigua… cielo
perdido Pompeya y al llegar a Colofón”. Finalmente, en la última viñeta
concluye “Nostalgias de las cosas que han pasado. Arenas que la guerra se
llevó. Pesadumbre de amores que han cambiado. Y amargura del sueño que murió”,
también de Sur, “Nostalgia
de las cosas que han pasado, / arena que la vida se llevó, / pesadumbre del
barrio que ha cambiado / y amargura del sueño que murió.” Esto es lo que
Steimberg llama “Grado de originalidad o nacionalidad del proceso de la historieta
argentina”, como volcar lo propio de la cultura nacional de fuentes
importadas. El efecto que produce la aparición del poeta con una especie de voz
argentina no puede más que generar en los coterráneos de Fontanarrosa cierto
orgullo, humor e identidad en aquellos versos. Le quita lo solemne a lo
mitológico, lo trágico al tango y los mezcla para homenajearlos de la mejor
manera que dispone: el humor. Es posible, entonces, concluir que en la
comparación de las citadas viñetas del rapsoda y el texto fuente se hacen
visibles proyectos comunicativos y producciones de sentido distintas entre sí,
con propósitos disímiles –uno pretende forjar la educación y tradición del
mundo griego y el otro generar humor en los lectores-. Si bien desde un
comienzo se desvalorizaron las transposiciones por considerárselas como
“bajas”, hoy estamos en condiciones de apreciar la riqueza de significados que
se entraman entre la obra fuentes y sus transposiciones. Además, éstos últimos
no son productos de sustitución sino que simplemente son diferentes. Cabe
señalar que, si bien la historieta está destinada, en un principio (porque
luego fue traducida a otros idiomas), a un público argentino, esto no quiere
decir que todos reconozcan en los versos del rapsoda, letras de tango y la
autoría (Homero Manzi) de ellas.
Es por ello que resulta preciso destacar la
importancia de las competencias en materia cultural (tanto mitológica, como
musical) para poder interpretar en todo sentido, y no sólo parcialmente, la
transposición de la historieta.
Los clásicos según Fontanarrosa
Roberto
Fontanarrosa
Buenos Aires: Planeta, 2013
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