Recuerdos de un Nobel

¿A quién no resuenan las primeras frases de Platero y yo, leídas y repetidas en cualquier oportunidad por alguna maestra de primaria? ¿Quién no habrá razonado retórica por primera vez con sus famosas líneas y aprendido el juego de las imágenes, comparaciones y otras figuras? Libro de arena publica una nota escrita por Alvar Torales en recuerdo de Juan Ramón Jiménez, destacado por el libro en que compone la narración lírica Platero y yo, de quien hoy se cumple un aniversario por haber sido merecedor del Premio nobel de literatura del año 1956.



Por Alvar Torales


¡Burro! ¡Asno! ¡Borrico! cuando le proferimos estas palabras a alguien en forma de epítetos, seguramente no estamos pensando en Platero, porque si así fuera el sentido de la calificación se invertiría totalmente. La ternura y la calidez de Platero no puede estar mejor descripta que por el propio Juan Ramón: "Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos duros cual dos escarabajos de cristal negros. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas. Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabaleo ideal..." Platero y yo es un texto adulto aunque por su sencillez y transparencia se adecua perfectamente a la imaginación y el gusto de los niños. El propio Juan Ramón Jiménez aclara: "Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren." Gran admirador de Rubén Darío, incursionó en el modernismo en su primera etapa, la llamada sensitiva; para luego pasar a una poesía caracterizada por la expresividad emocional, que se conoce como etapa intelectual y finalmente la llamada verdadera que desarrolló en el exilio poblada de neologismos y otros "inventos" idiomáticos que sumó al de toda su vida como el de escribir, tal vez como homenaje a la grafía de su apellido, con "j" en vez de "g" antes de "e,i". Pasó su vida entre picos y valles, los valles fueron sus estados depresivos, por los cuales tuvo que internarse varias veces y los picos sus amoríos; según su biógrafo, tuvo amores con solteras, casadas, amigas, la mujer de su siquiatra, ¡y hasta con monjas! De cualquier manera, en uno u otro estado, tuvo la sublime inspiración como para escribir:

                De tu lecho alumbrado de luna me venían,
                no se que olores tristes de deshojadas flores,
                heridos por la luna, las arañas reían
                ligeras sonatinas de lívidos colores...

                 Se iba por los espejos la hora amarillenta...
                 frente al balcón abierto, entre la madrugada,
                 tras la suave colina verdosa y soñolienta,
                 se ponía la luna, grande, triste, dorada...
                 La brisa era infinita. Tu dormías, desnuda...
                 tus piernas se enlazaban en cándido reposo,
                 y tu mano de seda, celeste, ciega, muda,
                 tapaba, sin tocarlo, tu sexo tenebroso

Fue traductor de Rabindranath Tagore y de varios poetas ingleses entre otras actividades de su prolífica vida, pero hay algunas facetas de su vida que lo hermanan a Neruda; fue republicano, como él; ensalzó el amor, como él; amó la mujer y el mar, como él; recibió el Nobel dos años antes de su muerte, como él  y escribió bellezas como las que sigue que bien podría pertenecer al chileno

Acabas de salir de tu alcoba... Yo he entrado.
está desarreglada, deshojada, marchita...
sobre una silla de oro, el corsé perfumado
que llevabas la tarde de la última cita...
En el sofá -¡oh recuerdos!- la magia de tu enagua,
tu huella en el desorden fragante de tu lecho,
¡ah, y en la palangana de plata, sobre el agua,
una rosa amarilla que perfumó tu pecho!
¡Y un olor de imposible, de placer no extinguido
y saciado, ese más que tiene la belleza,
laberinto sin clave, sin fin y sin sentido,
que nace con locura y muere con tristeza!
 
Es el tercer español en recibir el Premio Nobel de Literatura, (claro , en el Siglo de Oro, aún don Alfredo no había inventado la dinamita) nació en Moguer, Huelva el 23 de diciembre de 1881 y murió en Puerto Rico el 29 de mayo de 1958 .


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