110 años del nacimiento de Eudora Welty


Eudora Welty es una de las grandes representantes del llamado “gótico sureño”. Pero a diferencia de otras autoras (como Flannery O’ Connor, y Carson McCullers) la obra de Welty no fue reeditada en Argentina, y recién en este momento se consiguen ediciones españolas, bastante costosas, de sus Cuentos Completos, y de algunas de sus novelas. En esta nota, María Fiorentino cuenta su experiencia como lectora y relectora de Welty, desde que la descubrió, siendo muy chica, en la biblioteca de su padre. Mañana se cumplen ciento diez años del nacimiento de esta gran escritora, y compartimos la nota en su homenaje. 



Por María Fiorentino     


El mundo exterior es muy resistente. Muy resistente.
                                                                              Eudora Welty
Guardo aún viva gratitud a mis padres por haberme iniciado, y además a la temprana edad en la que se lo pedí —es decir, sin hacerme esperar—, en el conocimiento de la palabra: en la lectura y la ortografía por medio del alfabeto. Me enseñaron a leer en casa, para que lo hiciera a la perfección cuando empezase a ir a la escuela. Tengo entendido que el alfabeto ya no se considera un artículo imprescindible para viajar a través de la vida. En mis tiempos, en cambio, se veneraba como la piedra angular del conocimiento. Se aprendía el alfabeto igual que se aprendía a contar hasta diez, como se aprendía a rezar «Jesusito de mi vida» y las demás oraciones, y el nombre de tu padre y tu madre, y la dirección y el número de teléfono de tu casa por si te perdías.
El texto anterior lo escribió Eudora Welty, pero bien podría pertenecerme. Aprendí a leer porque mi padre era un obrero lector fervoroso y ecléctico y amante de la poesía, y consideró a Federico García Lorca un vehículo apreciable para iniciarme en la lectura, antes de ingresar a la primaria.
Así fue como heredé el amor a la poesía y a la novela negra, a Freud, al Convenio Colectivo de Trabajo, a Héctor Gagliardi y a La comunidad organizada, a Vaccarezza, Laferrere y Jauretche. Es decir, lo que hallaba en mis voraces excursiones por la variada y pequeña biblioteca.
Así encontré un día un libro con cuatro cuentos de autores norteamericanos: Crane, Welty, Benet y Capote. Me lo devoré. Era un fascículo, casi, de Editorial Ágora, usado. Bastante maltrecho. Cuando partí a Buenos Aires a estudiar lo que hoy es mi oficio, lo traje en una caja con otros pequeños tesoros. Nunca volví a encontrar un libro de Eudora, mientras iba leyendo todo lo que Capote escribió y todo lo que sobre él se escribió y se filmó. Hace un tiempo se reeditó la obra (casi) completa en lo que a cuentos se refiere de Eudora Welty, la mujer que toma un hecho y convierte su lectura en un viaje transformador.
Por ejemplo, resulta que un tipito joven se va de parranda con unos amigos y vuelve a su casa por la mañana y su esposa, embarazada de tres meses, ha desaparecido dejando una notita en un sobre, donde le informa que se tirará al río por su conducta. Entonces, el tipito sale a buscarla acompañado por sus amigos, organiza tremenda redada infructuosa y cuando vuelve finalmente a su casa, sin mujer y con pescados propios y ajenos que termina vendiendo, se topa con que la esposa nunca se había movido de la vivienda.
Pero resulta que si te lo cuenta Eudora Welty, y se llama La red grande, empezás a participar de una búsqueda alocada narrada por la pluma increíble de una mujer que parece estar describiendo vecinos de tu infancia, poniéndote un espejo delante todo el tiempo, diciéndote que el mundo exterior es muy resistente.
Entonces dejás el libro, para buscar la caja en la cual está aquel fascículo con aquel primer cuento que leíste de Eudora.
(No voy a mencionarles El Silbato, que fue el primero que leí cuando compré el volumen, porque para desamparo, tristeza y dolorosa miseria tenemos bastante con la realidad. Igual te lo encargo.)
Pero entonces buscás la caja, y sacás el pequeño tesoro que descubrís, por una rara curiosidad que te asalta, que hoy puede hallarse en Mercado Libre, usado también, por sólo $59, y lo abrís y sabés de repente y todo junto que La red grande es el primer cuento que leíste de Eudora Welty a los 12 años, al igual que Niños en día de cumpleaños de Truman Capote. Y que por eso no dejaste de leer Capote y buscabas a Eudora Welty.
Porque esos cuentos fueron los que te dijeron que toda mujer es una potencia increíble que puede mover un mundo, vencer todo obstáculo, emprender la batalla impensada poniéndose al frente, alguien capaz de cualquier audacia.
Toda mujer puede creer, incluso, que tiene una íntima amiga en Jackson, Mississippi, que le escribe cuentos hablándole de la infancia que compartieran antes de que ella viajara a los Estados Unidos para dedicarse a la narrativa, y que estaría siendo hora de escribirle un email, contándole noticias del barrio. Haciéndole saber que si bien el mundo exterior es muy resistente, ellas dos y muchísimas otras también.
Te quiero siempre, Eudora.
Ese sería un buen final.

                                                                  

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