García Márquez y la insólita superstición por la que nunca quiso volver a la Argentina
El pasado 17 de abril se cumplieron 5 años del fallecimiento de Gabriel García Márquez. Para recordarlo, compartimos esta crónica de Federico Frau Barros para Infobae, en la que repasa la única vez en la que el genial escritor y periodista colombiano visitó Buenos Aires, y la curiosa causa por la cual se cree que nunca volvió.
Por Federico Frau Barros
Muchos años después, cuando estuvo a cargo de abrir el IV Congreso de la Lengua en 2007 en su Colombia natal, Gabriel García Márquez recordó aquel momento cuando tenía 38 años y cuatro libros publicados en el que se sentó frente a la máquina de escribir y tipeó: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".
Desconociendo hacia donde iría la historia, escribió todas las mañanas durante 18 meses hasta que a principios de agosto de 1966 fue con su esposa Mercedes Barcha a la oficina de correo de la Ciudad de México, donde vivían con sus dos hijos, a enviar las 590 páginas que componían la novela Cien años de soledad. El empleado del correo pesó el paquete y les dijo cuánto costaría hacerlo llegar a Buenos Aires: 82 pesos mexicanos. Ellos solo tenían 53, así que tuvieron que dividir la novela en dos partes y enviar un paquete con la mitad. Luego, de regreso a su casa, se dieron cuenta que en lugar del comienzo, habían mandado la segunda parte.
El destinatario de esa encomienda era Francisco "Paco" Porrúa, un editor español que vivía en Buenos Aires y trabajaba en la editorial Sudamericana. Porrúa quedó fascinado al leer la segunda parte y les envió el dinero para que mandaran la primera. Al año siguiente apareció Cien años de soledad.
La primera edición se imprimió el 30 de mayo de 1967 en los talleres de la Compañía Impresora Argentina y salió a la venta en junio de ese año. En la primera semana se vendieron casi 2 mil ejemplares y a las dos semanas ya se habían agotado los 8 mil ejemplares de la primera tirada. De ahí en más vinieron nuevas ediciones que se agotaban a los pocos días. Y luego de eso, la historia que todos conocemos: un libro que forma parte de la literatura universal, que llevó a su autor a ser galardonado con un premio Nobel, que ha sido traducido a más de 35 idiomas y lleva ya más de 40 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Dos meses después de que se publicara Cien años de soledad en Buenos Aires, García Márquez estuvo por primera y única vez en la ciudad.
En 1967, Sara Facio era fotógrafa de la editorial Sudamericana y Paco Porrúa le dijo que venía un joven escritor colombiano muy bueno y que sería lindo que le sacara algunas fotos para tenerlas para prensa y presentaciones. "Vino con su señora Mercedes a mi estudio. Le tomé una serie de fotos y como el estudio estaba en la plaza Vicente López, salimos y le tomé algunas fotos al aire libre también. Él no posaba, tenía un traje raído, era joven, modesto y humilde. No le gustaba posar. En ese momento era muy tímido y estaba como asustado. Al otro día, volvió con Mercedes para ver los negativos y eligió una serie de fotos que le gustaron para tener para él y que por supuesto se las regalé. No hablamos de Argentina, hablamos de su novela. A mi me la habían pasado antes y me la leí en una noche. Me encantó", dice Facio en diálogo con Infobae Cultura.
"Me acuerdo que yo hice una nota con esas fotos, escribí un texto que las acompañaba. Se la mandé al diario La Nación
y no la quisieron publicar porque no lo conocían. Pero al mes, con el
éxito del libro, me llamaron corriendo para publicarla, así que
finalmente salió", dice Facio entre risas.
Esa estadía de 12 días en la que el colombiano leyó el primer capítulo de la novela en un estudio de grabación de la discográfica AMB, comió asado de madrugada apenas bajó del avión y fue al teatro a ver la obra Los siameses de Griselda Gambaro, tuvo que ver con una convocatoria para ser jurado de un premio literario. Junto a los escritores Augusto Roa Bastos y Leopoldo Marechal, fue convocado para elegir al ganador de un certamen organizado por la editorial Sudamericana y el semanario Primera Plana.
Tomás Eloy Martínez, jefe de redacción del semanario, contó cómo tomaron la decisión de convocarlo junto con Porrúa, en un artículo publicado en 1967 que se puede leer en la web de la Fundación Tomás Eloy Martínez. Apenas Porrúa leyó el original de la novela, lo llamó a Tomás Eloy y le dijo: "Tienes que venir ahora a mismo a mi casa y leer un libro extraordinario. Es tan delirante que no sé si el autor es un genio o está completamente loco".
Esa estadía de 12 días en la que el colombiano leyó el primer capítulo de la novela en un estudio de grabación de la discográfica AMB, comió asado de madrugada apenas bajó del avión y fue al teatro a ver la obra Los siameses de Griselda Gambaro, tuvo que ver con una convocatoria para ser jurado de un premio literario. Junto a los escritores Augusto Roa Bastos y Leopoldo Marechal, fue convocado para elegir al ganador de un certamen organizado por la editorial Sudamericana y el semanario Primera Plana.
Tomás Eloy Martínez, jefe de redacción del semanario, contó cómo tomaron la decisión de convocarlo junto con Porrúa, en un artículo publicado en 1967 que se puede leer en la web de la Fundación Tomás Eloy Martínez. Apenas Porrúa leyó el original de la novela, lo llamó a Tomás Eloy y le dijo: "Tienes que venir ahora a mismo a mi casa y leer un libro extraordinario. Es tan delirante que no sé si el autor es un genio o está completamente loco".
"Llovía a cántaros. En la acera de la calle donde vivía Porrúa había dos baldosas flojas. Al pisarlas, me empapé. El largo pasillo que iba desde la entrada del apartamento hasta el estudio estaba alfombrado por hileras de papeles que invitaban a limpiarse los zapatos embarrados. Fue lo que hice: los pisé. Eran los originales de Cien años de soledad que Porrúa, en la excitación de la lectura, había ido dejando por el camino. Por suerte, las huellas de los zapatos no borraron ninguna de aquellas frases que los lectores de García Márquez siguen repitiendo devotamente, como si fueran plegarias. Al amanecer del día siguiente, después de la lectura, Porrúa y yo nos pusimos de acuerdo en invitar a Buenos Aires al gran escritor. El pretexto no fue el lanzamiento de Cien años de soledad previsto para el 10 de junio sino un concurso de novela al que Sudamericana y el semanario Primera Plana convocaban todos los años, en agosto. García Márquez iría como uno de los tres jurados", escribió Tomás Eloy en ese artículo.
En ese mismo artículo, Tomás Eloy cuenta un episodio de la visita de García Márquez donde pinta la inmediata fama que el colombiano se había ganado en Buenos Aires gracias a su reciente obr: "Entramos en la sala poco antes de que se alzara el telón, con las luces aún encendidas. García Márquez y Mercedes parecían desorientados por el despliegue de pieles innecesarias y de plumas resplandecientes. Yo los seguía a tres pasos. Estaban por sentarse cuando un desconocido gritó '¡Bravo, bravo!', y empezó a aplaudir. Una mujer lo secundó: '¡Por su novela, García Márquez!'. Al oír el nombre, la sala entera se puso de pie y encendió la lumbre de una larga ovación. En ese instante preciso, sentí que la fama bajaba del cielo y se posaba sobre los hombros del novelista, como si fuera una criatura viva."
Tomás Eloy tuvo mucho que ver con el nacimiento de ese éxito al poner a García Márquez en la tapa de Primera Plana. En la portada de la edición del 20 de junio de 1967 apareció una foto del colombiano con el título "La gran novela de América". Luego de esa visita a Buenos Aires, ambos formaron una larga amistad y el propio García Márquez le escribió una carta a Tomás Eloy y a Lilian von Ziegler, su esposa de ese momento, donde aparece quizás lo único que dijo García Márquez sobre Buenos Aires: "Queridos Tomás y Lily, si no hubiésemos ido a Buenos Aires seríamos felices aquí, pues no sufriríamos de nostalgia persecutoria".
Pero hay una historia menos conocida de García Márquez y Argentina y es justamente antagónica al éxito que comenzó en 1967. Gerald Martin, crítico literario británico y autor de la biografía Gabriel García Márquez. Una vida, cuenta en ese libro que "la mayor decepción literaria de García Márquez había sido causada por Argentina". Esto tiene que ver con que en 1951 el colombiano había trabajado para el representante de la editorial Losada en Bogotá y aparentemente éste le dio a entender que si mandaba La Hojarasca, libro que estaba terminando en ese momento, a Buenos Aires, él podía hacer que Losada lo publicara. García Márquez lo envió y al año siguiente recibió una carta desde Buenos Aires diciéndole que su novela había sido rechazada y recomendándole abandonar la literatura porque "carecía del talento necesario y jamás sería un novelista exitoso".
Quince años después, Buenos Aires le dio revancha, catapultó su carrera
literaria y lo convirtió en un novelista exitoso. Dicen que justamente
por eso nunca quiso volver, temía que todo terminara en el mismo lugar
donde había comenzado. Ezequiel Martínez, hijo de Tomás
Eloy, periodista, actual director del área de cultura de la Biblioteca
Nacional Mariano Moreno y coordinador de la muestra El año mágico de García Márquez que se realizó en la Biblioteca Nacional en 2017 a 50 años de la publicación de Cien años de soledad,
dijo en una charla ese año en la librería El Ateneo Grand Splendid, que
el hecho de que el colombiano no hubiera regresado tenía que ver con la
superstición. "Gabo era muy supersticioso, tanto que hasta no se
sentaba frente a los espejos, y probablemente creía que, como todo había
comenzado en Buenos Aires, si volvía iba a perder ese impulso vital".
Mucho se ha dicho acerca de por qué nunca regresó, sin embargo él tenía una explicación. Sara Facio cuenta que una noche de 1974 comiendo juntos en la casa de Julio Cortázar en Paris, le preguntó a García Márquez por qué nunca había vuelto. "'No vuelvo porque me comen', me dijo. Decía que tenía miedo de que se lo comieran. El cobraba los derechos de autor así que sabía cuánto se vendían sus libros acá y sabía todo lo que lo querían los argentinos", dice Facio. "'Y yo le contesté: 'Vení, no te vamos a comer, pero si te vamos a llenar de besos'".
Mucho se ha dicho acerca de por qué nunca regresó, sin embargo él tenía una explicación. Sara Facio cuenta que una noche de 1974 comiendo juntos en la casa de Julio Cortázar en Paris, le preguntó a García Márquez por qué nunca había vuelto. "'No vuelvo porque me comen', me dijo. Decía que tenía miedo de que se lo comieran. El cobraba los derechos de autor así que sabía cuánto se vendían sus libros acá y sabía todo lo que lo querían los argentinos", dice Facio. "'Y yo le contesté: 'Vení, no te vamos a comer, pero si te vamos a llenar de besos'".
Fuente: Infobae
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