El enigma de París, de Pablo De Santis

En esta secuencia del capítulo 8 de la novela policial, El enigma de París, de Pablo De Santis, los lectores nos encontramos con este pasaje, en el que el narrador se enfrenta a la lectura de un poema de Gerard de Nerval, que le permite reflexionar sobre los contenidos ocultos que pueden encontrarse en un poema.

“Había frases en griego, en latín, en alemán. Algunas estaban firmadas por nombres conocidos, como Hölderlin o Novalis, pero otros nombres me eran por completo extraños: Stanislaus de Guaita, Laterzin, Guillaume de Leclerc. Sobre el piano cerrado había unos papeles en desorden; encontré también una tarjeta postal, con la imagen de una mujer nadando en el hielo. Estaba desnuda y sólo algunos bloques, distribuidos con cuidado, impedían que su desnudez fuera total. Cuando me di cuenta de que la mujer era La Sirena, guardé la fotografía entre mis ropas. No supe entonces por qué lo hacía y no o sé ahora. Al instante me arrepentí, pero no había modo de volver atrás. Me consolé al pensar que debía ser una simple propaganda del espectáculo, y que Grialet no la echaría en falta.
Toda una pared estaba dedicada a un poema de Nerval, “El Desdichado” (…)
El poema no me era desconocido, porque un poeta centroamericano había publicado una traducción en la página literaria de La Nación. Yo recordaba de memoria la primera estrofa del soneto.
Soy el Tenebroso-El Viudo-el  Inconsolado
El Príncipe de Aquitania de la Torre abolida;
Mi única Estrella está muerta, -y mi laúd constelado
Lleva el Sol negro de la Melancolía.

Tal vez, Grialet ya había perdido toda esperanza de que me marchara, porque dejó sola a la muchacha y se acercó a mí.
-Gerard de Nerval se colgó de un farol no lejos de aquí, en la calle de la Vielle Lanterne. Todo lo que escribió escondía siempre un conocimiento cifrado. Durante muchos años me entretuve en descubrir nuevos significados a las palabras de este poema.
- No sé si es porque soy un extranjero, pero me es difícil entenderlo.
-Las claves están en el tarot y en la alquimia. El que habla no es el poeta. Es el Plutón allquímico que representa a la tierra filosófica, la materia antes de su transformación. Además aparecen mencionados los arcanos del tarot. La carta XV corresponde al Diablo, que es el príncipe de las tinieblas y, en este caso, el Príncipe de Aquitania. La carta XVl es la torre derrumbada. Y la XVll la estrella.
Leí en voz alta la segunda estrofa;

En la noche de la Tumba, tú, que me has consolado
Dame el Pausilipo y el mar de Italia,
La flor que tanto gustaba a mi corazón desolado
Y la parra donde el pámpano a la rosa se une.

-Aquí entiendo todavía menos que antes-le dije.
-No me extraña. Es en la historia escrita donde los detectives se pierden. Pueden leer lo no escrito, pero cuando llegan a las letras, ahí se extravían. La noche de la tumba expresa lo mismo que el sol negro y la melancolía; la oscuridad, la putrefacción de la materia que luego será transformada. El pausilipo es una piedra roja, es decir, el azufre, la materia preferida de los alquimistas. Y el mar de Italia es el mercurio. En definitiva todo el poema expresa la transformación de la materia, en la segunda operación alquímica.


El soneto continuaba:

¿Soy Amor o Febo?... ¿Lusignan o Biron?
Mi frente está roja del beso de la Reina;
He soñado con la Gruta donde nada la Sirena

Y dos veces vencedor crucé el Aqueronte
Modulando por turnos en la lira de Orfeo
Los suspiros de la santa y los gritos del hada

-No lo voy a agobiar con los secretos que esconde palabra por palabra, todas las noches encuentro nuevas interpretaciones posibles. Pero quiero que observe como el laúd constelado, oscuro, de la primera estrofa, e convierte en la lira de Orfeo, luminosa, del final. Nerval se propuso narrar una transformación alquímica, pero aquí, en el anteúltimo verso, se ve que lo que de veras le importa es la otra transformación: la de la materia y el trabajo que se convierten en arte. Orfeo es el poeta capaz de dar una versión alegórica de la alquimia y de los misterios, es el artista capaz de poner en palabras esas y otras artes secretas. Y el resultado de esa operación verbal es tanto o más importante que su contenido. Lo que necesitaba Nerval, no era que supiéramos el secreto: lo que le interesaba era señalar que había un secreto imposible de resolver.
Leí el poema una vez más y luego le dije a Grialet:
-Pero lo interesante de los enigmas es que escondan la posibilidad de una respuesta. Sus explicaciones me agradan, y aunque no las entienda del todo, me gusta saber que, así como existe un misterio, existe una explicación, aunque yo no llegue  comprenderla. Cuando era niño yo leía las grandes hazañas de los detectives, y me encantaba saber que aquello que parecía imposible, un crimen en un cuarto cerrado, por ejemplo, alcanzaba su explicación.”


El enigma de París
Pablo De Santis
Planeta, 2007.

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