Las virtudes de la desobediencia
Ayer se inauguró la 45º edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La encargada del discurso de apertura fue la antropóloga Rita Segato. Compartimos el texto completo de su intervención publicado en la Revista Anfibia.
Las virtudes de la desobediencia
Elizabeth Costello me salva siempre cuando me veo en una
situación como ésta. Ya lo ha hecho otras veces eso de venir en mi
auxilio, desde el cielo de la literatura donde seguramente se encuentra.
La profesora Costello, de mi misma edad, es el Ángel de la Guarda
femenino que protege a quienes, como yo, no se sienten felices con las
formalidades y circunstancias a que debe curvarse quien sobrevive a
costas de una profesión letrada. Lo que a mi me gusta y donde me amparo
en el célebre personaje que circula por las novelas de Coetzee no es el
tema del cual habla, sino el hecho de que habla de algo a lo cual no ha
sido convidada a hablar, es decir, su indisciplina, su fineza indómita,
su distracción con relación al protocolo académico que, al parecer, la
habría llevado hasta el podio que hoy ocupa. Puede haber sido invitada a
hablar, por ejemplo, de la literatura inglesa del siglo XVII, y
discurre, ante el desconcierto y decepción del público y la reprobación
de su hijo varón, sobre la Vida de los Animales. Lo de Costello conmigo
es prácticamente un estado alternativo de consciencia, una posesión: me
baja un santo, como se dice en el lenguaje del Candomblé, y ese santo es
Costello, a la hora de tener que hablar en circunstancias como ésta. Su
política, a mi ver, no es precisamente lo que dice, sino su permanente
acto de desobedecer, su distracción de la norma. Esa es mi lectura del
divino personaje. Y esa es mi lectura de lo más humano de lo humano:
examinar los chips que nos programan, y elegir cuál apagamos, a cuál le
damos baja, qué mandato extirpamos de nuestra matrix. A mis estudiantes
de Antropología les he preguntado muchas y muchas veces, a lo largo de
muchos años, ¿por qué estudiamos cómo la cultura nos hace ser de
determinada manera, nos formatea, en lugar de estudiar cómo, a pesar de
la cultura a la cual supuestamente “pertenecemos”, cada uno de nosotros
puede ser único, irrepetible, diferente. La estrella guía de la
humanidad es, precisamente, su capacidad de desvío, capacidad a la cual
le debemos nada menos que la historia.
Primera desobediencia:
Es
por eso que ando diciendo, entre otras cosas, que una politicidad
femenina, por una serie de razones, no puede ser principista, sino
pragmática y capaz de improvisar, dirigida a la vida aquí y ahora, a su
continuidad y a su esplendor, a pesar de todo o, como decimos, contra
viento y marea. Por lo tanto, y para esto, siempre alimentada por lo
que he llamado una “ética de la insatisfacción”, bastidor de toda buena
política, pulsión opuesta a la de una ética de la conformidad. Una ética
para la cual es más importante ser bueno que actuar bien. Se torna
necesario, en ese camino, ser pluralista antes de ser feminista; tener
un mundo radicalmente plural como meta histórica. Meta que no puede ser
alcanzada ni por el patriarcado ni por el proyecto histórico de las
cosas, que es el de la acumulación capitalista, siempre en tensión con
el proyecto histórico de los vínculos, el del arraigo comunal. Tampoco
podrán validarse ahí, en la meta de un mundo en plural, los monoteísmos
dogmáticos, ninguno de ellos. Porque para el patriarcado, el capital y
los monoteísmos fundamentalistas hay una única verdad, una única forma
del bien, una único dios, una única forma de futuro, una única justicia.
Son, de esta forma, monopólicos, regidos por una lógica exclusiva y
excluyente. Nuestra lógica, la lógica que permitió sobrevivir a tantos
siglos de masacre en nuestro continente, no es una lógica monológica,
monopólica, regida por la neurosis de coherencia y del control, la
neurosis monoteísta y blanca de los europeos. Nuestra lógica es trágica,
en el sentido de que puede convivir con la inconsistencia, con verdades
incompatibles, con la ecuación a y no-a,
opuestos y verdaderos ambos, y al mismo tiempo. Y por lo tanto,
siempre, siempre, dotada de la intensidad vital de la desobediencia. Una
lógica para-consistente para conservar la vida y garantizarle
continuidad y mayor bienestar para más gentes, para mantener el
horizonte abierto de la historia sin destino pre-fijado, para mantener
el tiempo en movimiento.
Segunda desobediencia:
Me remite a Europa, el continente de la neurosis monoteísta, como le llamo en mi libro Santos e Dáimones
(sin traducción al castellano). El continente de la neurosis de
control y del juicio moral sobre el mundo. Y así llego a la otra
evocación inevitable al preparar esta incómoda conferencia es el
malestar que me causó, 36 años atrás, el discurso de García Marquez, al
recibir el premio nobel en 1982, llamado La soledad de América Latina. El
recuerdo de ese vago e incomprensible malestar me acompaña desde
entonces, y solo ahora encuentro el espacio para hablar del mismo ante
una audiencia. En aquel tiempo, la palabra eurocentrismo ni rondaba mi
cabeza, inclusive porque en esos años yo vivía en Europa. Veamos: García
Márquez me parecía decir que América Latina estaba sola porque Europa
no la miraba, no la veía, no registraba su existencia y no la
comprendía. Definitivamente me desagradaba, como me sigue desagradando
hasta hoy, que el subtexto de su discurso indicaba claramente la
convicción del autor de que solo en el ojo de Europa era posible que
nuestro continente alcanzara su existencia plena. ¿Será que un ser para
otro es nuestro destino? Sería problemático, porque para ser para el
otro eficazmente /con eficiencia es necesario que de ese otro
aprendiéramos a ser. Con los años, y con los vocabularios a que fui
teniendo acceso, ese malestar se fue transformando en consciencia. Una
consciencia que me permite hoy hablarles, como gente del libro que son,
de nuestro tema: la circulación de la palabra y la forma de la palabra.
Como afirmé hace unos veinte días en el Museo Pompidou de Paris, en una reunión con directores de museos de Europa
en la que se me propuso responder una pregunta importante, inteligente,
muy poco habitual: ¿Cómo incide en Europa el eurocentrismo?, es Europa la que esta sola.
Se mira en el espejo narcísico de sus museos, pero carece del verdadero
espejo, el que puede ejercer resistencia y mostrarle los defectos, pues
esos objetos no pueden devolverle la mirada. Europa carece de ese
potente utensilio femenino que es el “espejito, espejito” de la Reina
Mala de los cuentos: no ve su defecto en el reflejo que podrían
brindarle los ojos de los otros, porque al otro lo tiene solamente
atesorado en la vitrina de su poder colonial. La visita al Museo Chirac
en el Quai de Branly me confirmó esa impresión, pues no vi otra cosa
allí que “belleza encarcelada”, objetos retirados de su destino propio,
de su lecho histórico, del paisaje en el que vivían arraigados. Desde
allí hubieran podido seguir su camino e irradiar su influencia. Lo mismo
pasa con los libros.
Nosotros,
según García Márquez, necesitamos vernos en el ojo de Europa, en los
libros de Europa, para no estar solos. Sin embargo, no registra que
Europa siquiera percibe su soledad, soledad que la ha ido llevando
lentamente hacia una decadencia de su imaginación creadora, la que en
otro tiempo nos deslumbró, y a un tedio insoportable.
Tercera desobediencia:
Desesperaba
a mis maestras, maestras de elite, en el Lenguas Vivas Juán Ramón
Fernández de mi infancia, cuando nunca jamás, desde los seis años, en
hipótesis alguna, acepté escribir mis redacciones en el modo del tú, y
del háces en lugar del hacés.
Así como continúo hasta hoy con la ardua tarea de modificar el
corrector de lengua, todo el tiempo, a cada línea, para poner un acento
en la i de decíme, en la i de veníte, en la e y en la a de si querés pasá por mi casa. A
contracorriente de la conformidad, en desobediencia. Más tarde
aparecería mi amado Arguedas, con su lengua quechua en español, con sus
inflexiones del quechua en la lengua sobre-impuesta, su verdadero
secuestro del castellano para decir lo que deseaba y era necesario
decir: que era el indio quien llevaba la bandera de la historia y de la
soberanía en nuestro continente.
Así
como Polanyi ha hablado de la economía arraigada destruida por el
capitalismo, necesitamos hablar de un arraigo de la palabra de su camino
re-existente a pesar de la instituciones y en los gestos verbales de la
gente.
Cuarta desobediencia:
El
7/08/2018, a las 19:12, Juan Pérez (nombre ficticio) de la muy
prestigiosa editorial española La Eterna (nombre ficticio) escribió:
Estimada Sra. Segato,
Mi
nombre es Juan Pérez y soy el editor de Ediciones La Eterna. Solo
quería ponerme en contacto con usted para invitarla cordialmente a
incorporarse de alguna forma a nuestro fondo editorial.
Su
trabajo crítico me parece una joya intelectual que debería ser conocido
y leído en todo el mundo. En España, por ejemplo, no llega con
facilidad.
Por
supuesto, sé que espacios editoriales para publicar no le faltan, muy
concretamente Prometeo, con quien trabaja de forma continuada.
Aun conociendo esta situación, me permito invitarla desde la admiración de su trabajo.
Un cordial saludo,
Juan Pérez
Editor Senior
Madrid (España)
De: Rita Segato
Enviado el: viernes, 10 de agosto de 2018 3:13 Para: Juan Pérez Asunto: Re: Ediciones La Eterna
Estimado
Juan, le agradezco mucho los términos de su mensaje. Es estimulante
saber que el esfuerzo de uno es apreciado, y sobre todo por un editor de
una editorial tan prestigiosa. Pero creo que me va a entender si le
digo que, como sabe, escribo desde la perspectiva de la Colonialidad del
Poder y también del Saber. Mi perspectiva es crítica con relación al
eurocentrismo, que no es otra cosa que un racismo aplicado a los saberes
y productos de quienes habitamos y trabajamos en estas costas, en este
lado de acá del mar, en un paisaje marcado y demarcado por el proceso
colonial, que perdura hasta el presente. Entonces, yo tengo un editor,
que es el primero que me tendió la mano en 2003, cuando deseaba retornar
a mi país y nadie me conocía en Argentina. Lo estimo y me ha ayudado en
una serie de situaciones de vida que fueron difíciles. Publico con él
en español, de la misma manera que publicaría con uds. Sin embargo, por
el hecho de que La Eterna queda del lado de allá del mar, la
distribución es más fácil en todo el universo de los lectores en lengua
española, y aunque mucho me alegró su mensaje, no me es posible
concordar con eso, curvarme a eso, reconciliarme con eso. Se puede
entender, verdad? Soy terca como una mula, lo sé. Pero es que me duele
saber que un editor de América Latina no tiene las mismas facilidades
para circular que una editorial española. Lo único que se me ocurre,
entonces, es sugerirle que establezca una colaboración de algún tipo con
mi editorial, Prometeo, para que entre las dos en asociación editen
próximamente algo mío…. Qué le parece esa idea?
Sea cual sea su respuesta, le mando un abrazo y mi sincero agradecimiento por el aprecio hacia mi obra.
Rita
De: Juan Pérez
Asunto: RE: Ediciones La Eterna
Enviado el: viernes, 13 de agosto de 2018 12:22:11 GMT-3
Para: Rita Segato
Estimada amiga,
Lo
entiendo perfectamente, por supuesto. Debo decir que me reconforta
encontrar una intelectual que es consecuente con su discurso (eso no
siempre pasa)…..
Juan Pérez
Editor Senior
Madrid (España)
Cito
este intercambio con el editor Senior de una muy apreciada y por demás
respetable editorial peninsular por su gran elegancia y el respeto
mutuo, personal, que se revela entre el corresponsal que representa el
interés de la empresa y yo, como su interlocutora. Se trata de una entre
diversas invitaciones a publicar en editoriales globales que he
recibido, todas declinadas por la razones que le expongo a Juan Pérez.
Básicamente, como me decía en estos días mi querida Claudia Schwartz,
que se crió entre los anaqueles de Fausto y ahora edita poesía con gran
dificultad en Leviatán: ¿Por qué no puedo conseguir un libro de Chile,
por qué no puedo conseguir un libro de Uruguay? ¿ Por qué no puedo
acceder a autores de esos países desde Argentina, si no a través de
España?
La
verdad es que la dictadura persiguió a grandes libreros argentinos y
destruyó el gran parque editorial que teníamos por medio de la
persecución política, y Menem terminó el trabajo por la total
desprotección en que dejó a la industria editorial argentina, que gozaba
de gran prestigio en el mundo de habla castellana por su incontestable
calidad. Honorables empresarios libreros persistieron y o surgieron para
intentar resucitar lo perdido… Otros murieron de tristeza, como el
padre de Claudia, con el cierre final de sus librerías Fausto y de su
editorial, Siglo XX, en una supuesta “democracia” que, apenas
recuperada, sucumbió a la colonialidad del poder y del saber. Las
editoriales españolas compraron las editoriales de textos y manuales
escolares, beneficiándose con el know-how ya existente en el país, y
amenazaron así la belleza y el valor del pluralismo de la lengua y los
modos de decir del arraigo argentino. Lloro por eso: era hermosa la
Argentina de Fausto. Como es insubstituible la Argentina del Centro
Editor de América Latina. El valor y meta histórica de un mundo en
plural quedó así en situación muy frágil, en un proceso no muy diferente
a lo que se dio con los sellos globales de grabadoras musicales, que
compraron la música del mundo y la “ecualizaron” en un “world music”
pasteurizado y rápidamente obsolescente. Quiero rendir homenaje aquí a
los editores que sobrevivieron aquel tiempo destrucción y a las que
comenzaron después de la ruina: Corregidor, Coligue, de la Flor, Biblos,
Manantial, Lugar editorial, Espacio Editorial, Homo Sapiens, Pequeño
Editor, Prometeo, Godot, Leviatán. Y discúlpenme si no he conseguido
nombrar todas, o si alguna de las que nombré ya ha perecido.
Quiero que se entienda que no se trata del valor del patriotismo; se trata, sí, del valor del pluralismo.
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Quinta desobediencia:
Nombremos
nosotros. Demos los nombres. No le pasemos el mensaje a los jóvenes,
como hacemos generalmente, de que vienen a la escuela, a la universidad,
meramente para aprender. Porque ese aprender se refiere automáticamente a un aprender lo ya pensado, y por debajo de ese ya pensado contrabandeamos inevitablemente la idea de lo ya pensado en otro lugar.
La faena del intelectual es la producción y donación de nombres. Lo
aprendí de mi amado maestro Aníbal Quijano. Autoría viene de autorizar.
Son dos términos profundamente emparentados. Pensemos desde acá, no
deleguemos a que nos piensen el mundo en que vivimos desde afuera.
Nos
pasa a nosotros, y le pasa a España también. Al igual que nuestro
continente, se encuentra del lado del consumo y la aplicación de
categorías teóricas, no a su formulación. No nos engañemos… Le pasa a
ese país tan tristemente colonial y criollo como nosotros que es
España, una nación que se conquistó a sí misma y siguió por el lado de
acá, sin solución de continuidad, en el mismo año, 1492. La lengua
española es numerosa, pero no es hegemónica. No produce un pensamiento
teórico destinado a atravesar la Gran Frontera Global desde el Sur hacia
el Norte. Libros editados acá por grandes conglomerados de editoriales
destinadas al lucro global no son catapultados a las lenguas en las que
las ideas alcanzan circulación e influencia planetaria. La reserva de
mercado del Norte sobre lo que bien podríamos llamar “patentes” en el
campo de las Humanidades es cerrado, inexpugnable. Porque, no nos
equivoquemos: es el campo de las Humanidades, con su usina de palabras,
su poiesis
de conceptos, lo que da forma al futuro de la historia. Es por eso que
se encuentra en manos de pocos, pocos que no están por aquí, la llave
del camino de las Humanidades que cierra la puerta de esa circulación
planetaria a los conceptos teóricos acuñados en nuestra lengua, con
soberanía y autonomía, desde acá mismo, desde el suelo en que nuestros
pies se asientan.
Sexta desobediencia:
Junto
a la valla que se erige para que nuestras palabras no atraviesen,
también se levanta un cerco inexpugnable para impedir el atravesamiento
del estilo de escribir. La tecnología del libro de la academia del Norte
se nos impone en las universidades. No nos curvemos a esa tecnología
del texto originaria de una época en que la información, por su escasez,
era un problema, y era un problema que las universidades del Norte
imperial no tenían. Un texto o un libro eran la forma de exhibir el
acceso a la información, el poder que significaba acceder a esa
información. Hoy la información es un problema también, pero de signo
opuesto. Estamos asfixiados en información, por eso lo que importa es la
capacidad de elegir una ruta autoral en el fardo informativo que nos
aplasta. Lo importante es desarrollar la habilidad de identificar lo que
existe a nuestro alrededor sin ser nombrado y no abdicar del ensayo,
que es nuestra forma de argumentar. No abandonemos el ensayo: el “yo
digo”. La voz del ensayista es inexorablemente una voz autoral, que no
se esconde por detrás de la coartada del fichaje. Tengamos en cuenta que
la verdad es un acuerdo entre interlocutores. Los nombres bien
encontrados son como pergaminos en botellas arrojadas al mar que llegan a
destino. Puedo afirmar que sencillamente me consta.
Séptima desobediencia:
Construyamos
nuestra propia desobediencia. No confundamos el Ni una Menos con el Me
Too, y no nos enredemos en su tensión con el Manifiesto de las
intelectuales francesas. Cada movimiento y cada feminismo solo puede ser
construido con los elementos de su propia historia. En la disputa entre
el feminismo anglo y el francés, yo leo claves de dos historias de la
conyugalidad, dos formas de la sexualidad y el amor instaladas por
civilizaciones y líricas diferentes, como lo ha hecho notar hace tiempo
ya Peter Gay y también Josefina Pimenta Lobato. Están en juego allí dos modelos del amor, el anglosajón y el francés.
En
lo que al Ni una Menos respecta, recordemos que existe sí una
colonialidad al interior de los movimientos sociales. Esa colonialidad
suele traicionarnos y desorientarnos. El Me Too, con su raíz en el
feminismo pilgrim norteamericano,
se dirige y le hace señas a la paternidad del Estado, a un tercero como
árbitro indispensable de las relaciones, a un abogado en la almohada,
posiblemente como única herramienta en un mundo de individualismo a
ultranza. Mientras el Me Too le habla al Estado, el Ni una Menos le
habla a un nosotras y nosotros, le habla a una sociedad.
Nuestro
feminismo pertenece a un mundo en el que aun en las metrópolis
blanqueadas la vincularidad es vital y puede y debe ser conservada por
el amparo que nos brinda y la felicidad que nos trae. Un mundo en el que
se han preservado jirones de comunidad. Estoy convencida de que no
debemos delegar el arbitraje de nuestra vida erótica a un tercero.
Todavía
creo que la gestión del deseo debe ser posible en nuestro mundo cuerpo a
cuerpo, cara a cara, y que debemos luchar por eso, creando las
condiciones para que sea posible. Para eso habrá que trabajar arduamente
sobre las relaciones de poder en el campo del trabajo y del estudio, en
los cuales la jerarquía es decisiva y el patriarcado se manifiesta con
más saña, y regenerar las estructuras comunales capaces de vigilar y
cuidar la forma en que llevan la vida las personas. El resto corre por
cuenta de desmontar el orden político patriarcal, e inaugurar una nueva
era de la historia. Vamos claramente hacia allá.
Epílogo. La Octava
¡Abajo el mandato de masculinidad!
¡Por el derecho de los pueblos a sus territorios y a su estilo de vida en el arraigo comunal!
¡Sí al aborto legal, seguro y gratuito!
¡Ni una menos!
¡Justicia
para Sabina Garnica, niña de 11 años habitante del barrio Virgen
Desatanudos de La Rioja y entusiasmada militante de La Garganta
Poderosa, violada y asesinada el 14 de abril!
¡Ni una trabajadora de prensa menos!
¡Reconocimiento para los bachilleratos populares!
¡Por un mundo radicalmente plural!
Fuente: Revista Anfibia
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