Recuerdos que mienten un poco, de Indio Solari


Uno de los primeros libros de 2019 es Recuerdos que mienten un poco- Memorias en conversaciones con Marcelo Figueras, del Indio Solari. En un recorrido por sus casi 900 páginas, María Pía Chiesino se detiene en las lecturas de Solari, y en la trama particular que entrelazó a la literatura y al rock argentino desde sus comienzos.


Por María Pía Chiesino

Cuando la vida de una está marcada tanto por la literatura como por el rock, hay libros que es imposible no leer. Pienso en los de charlas con Spinetta, en la edición bilingüe de las letras de Dylan, en los libros de Patti Smith, en Libertad, divino tesoro la biografía de Luca Prodan de Oscar Jalil…

Hace un mes y pico, se agregó a la lista Recuerdos que mienten un poco, el libro de Memorias del Indio Solari, armado a partir de sus charlas con Marcelo Figueras

Lo que me pasa con estos libros es que en muchos casos me recuerdo pasando por los mismos lugares (geográficos o existenciales) por los que pasaron los protagonistas, y que definieron en gran parte mi manera de plantarme frente a la realidad de “la vida que me tocó en suerte”, como dice Solari en el Prefacio/advertencia, del libro en el que cuenta su historia.

Desde que supe por las redes sociales que Figueras trabajaba en este libro supe que iba a tener ganas de leerlo, y que lo quería leer en cuanto saliera. Fue lo que hice.

A los cincuenta y ocho años, me interesa la mirada de un tipo de setenta, que va a pasar por una parte de los años que yo también recorrí, y que tiene una mirada atravesada por el rock, que es un ámbito de la música y de la cultura que yo transito desde que tenía catorce.

Es imposible agotar las lecturas de un libro de casi 900 páginas, pero un aspecto en el que puntualmente puse la mirada fue en aquellas zonas en las que el Indio se refiere a su historia como lector. La lectura es algo que asocia de manera inmediata mi vida con la de cualquiera.

Desde que dice que “toda la sabiduría” estaba en el Manual del Alumno Bonaerense, (el que yo usaba en la primaria, en la Avellaneda de los sesenta y setenta), pasando por Lovecraft, Lobsang Rampa (“un farsante sí, pero que me sirvió”), Mailer, los haikus, Philip Dick, Las mil y una noches y El banquete de Severo Arcángelo, de Leopoldo Marechal, la lista es ecléctica, y casi inagotable. Apelando a una imagen que podríamos relacionar con algo tan frívolo como la moda, Solari comenta que cuando era adolescente “se usaba leer o, al menos, llevar un libro al bar”. Y agrega: “Cuando me gustaba un autor me leía su obra entera, y todos los autores que me gustaban me derivaban a otros. Uno no hacía distinción, de dejaba llevar por el principio ordenador del placer”.  Yo firmaría eso.

Por supuesto, aparecen también los beatniks ( Kerouac y Ginsberg), y alguna cita de Burroughs (el “tío Bill”,referente de su relación con lo político) y de Sam Shepard (“la poesía es un pensamiento rítmico”).

Menciona el “dúo” Bob Dylan, Leonard Cohen, y destaca que más allá del Nobel, le reconoce un mayor peso poético al canadiense.

El recorrido lector del Indio sigue con Hugo Pratt, El Eternauta de Oesterheld y el cómic en general, la colección Minotauro, los cuentos de Ballard y las novelas de Huxley y de George Orwell, como las grandes distopías que se hicieron realidad.

 Mientras leía, por momentos sentía que hablaba de los estantes de la biblioteca que tenía en casa de mis viejos.

Y sigue con la Biblia, la Primavera negra de Henry Miller, y Roberto Themis Speroni (al que cita textualmente en Pajaritos, bravos muchachitos).

Casi al final del libro, cuando habla del arte de tapa de su último disco, enumera directamente a las figuras de la literatura con las que se anudan toda su historia estética, y su propia escritura. Ahí leemos entonces los nombres de Marcel Schwob, otra vez Burroughs, Jean Cocteau, Kurt Vonnegut, Joseph Conrad, Céline, Bataille, Alfred Jarry, Sartre, Chomsky, Gurjdieff, y John Steinbeck.

NO es un dato menor, que en el anteúltimo párrafo del libro mencione nuevamente a Leonard Cohen, esta vez para hacer referencia a la elegancia para despedirse.

Recuerdos que mienten un poco recorre la vida familiar pasada y presente del Indio Solari, el hippismo, la psicodelia, la vida comunitaria, Brasil, la violencia política, Cemento, Obras Sanitarias, Walter Bulacio, la televisión y el espanto por el sentido común que se instala desde allí.

Hace un recorrido intenso y extenso por cada uno de sus discos (con Patricio Rey y con Los Fundamentalistas); la separación de los Redondos, el kirchnerismo y la realidad política actual…

Como dije un poco más arriba, es un libro de casi 900 páginas, de un señor de setenta años que tiene una vida intensa para contar, que tiene puntos de cruce con mi propia vida en cuanto a lo que aportó con su música y su escritura, a la constitución de mi propia subjetividad.

Sabiendo que el tipo es un fóbico (lo dice él, en primera persona), se le agradece que haya decidido a sentarse a charlar con Figueras (un entrevistador impecable, que deja hablar a semejante figura), y a contarnos a quienes leemos, cuáles fueron y son las lecturas que moldearon su vida.

En muchos casos, yo podía adivinar que había coincidencias, porque los ecos de las lecturas comunes resuenan en lo que escribe. En los casos en los que no es así, hice lo que hago siempre que me cruzo con el nombre de algo nuevo para leer: agarré una birome, el primer papel que tenía a mano, y tomé nota. Gracias, Mister.


Recuerdos que Mienten un Poco. Memorias en Conversaciones con Marcelo Figueras
Indio Solari
Sudamericana, 2019.


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