Versiones, reversiones, perversiones


Charla introductoria de Mario Méndez para el segundo ciclo del año del Laboratorio de Análisis y Producción de LIJ, en La nube, lunes 8 de abril de 2019.

Cuando hablamos de versiones (o de adaptaciones) hay primero que pensar qué son. Ya se sabe que intertextualidades, préstamos, homenajes se vienen realizando en la literatura desde siempre: sin ir más lejos, uno de los autores más versionado, para el cine y la literatura, es William Shakespeare, que tomó algunas de sus más famosas historias, como Romeo y Julieta o Hamlet, de cuentos y leyendas previos (fíjense que la famosa historia de los amantes de Verona forma parte de una larga tradición de romances trágicos que se remontan a la antigüedad, y se dice que el argumento está basado en la traducción inglesa “The Tragical History of Romeus and Juliet, de 1562, de un cuento italiano de Mateo Bandello, realizada por Arthur Brooke, que a su vez se basó en la traducción francesa hecha por Pierre Boaistuau en 1559.
 
En la Literatura infantil y juvenil, por cierto, el fenómeno de la adaptación y/o la versión libre viene dándose desde siempre. Sin ir más lejos, estoy seguro de que varios de los aquí participantes entramos en la literatura con las adaptaciones de la colección Billiken, editorial que ni siquiera avisaba que lo que nos daba a leer eran adaptaciones. En mi edificio corría el exagerado rumor de que Marito, el pibe del departamento 12, había leído el Quijote a sus tiernos nueve añitos. Y en verdad yo me creía que lo había leído. Como también había leído Moby Dick, Robinson Crusoe o La Eneida. Después supe (por suerte no tantos años después, como para que mi ego no saliera tan maltrecho), que había leído adaptaciones para chicos, y no los clásicos en sus versiones originales (o traducidas).

En el prólogo a De cómo Romeo se transó a Julieta (versión libre de Romeo y Julieta que hizo la novelista, cuentista y dramaturga María Inés Falconi), Susana Itzcovich, reconocida especialista de nuestra LIJ, ex presidenta de ALIJA, dice: “Adaptar una obra y realizar una versión libre son dos discursos diferentes frente a la obra original del autor. Las adaptaciones suenan a veces como deseos del adaptador de hacer más accesible un texto para un lector. En este caso prevalece la subjetividad  y la creencia –segura o no segura– de quién será ese “lector”. Esa subjetividad suele cometer errores irreparables, como ha sucedido con adaptaciones de textos folklóricos, populares o maravillosos, con la convicción de que se realizaría una comprensión lectora más eficiente para el pequeño lector o el adulto. Es así como han sido vulnerados algunos textos de Charles Perrault, los hermanos Grimm y Hans C. Andersen.


Una versión es un status diferente. El “otro” autor se basa en un texto previo y lo utiliza como intertexto para proponer un argumento original y su propia versión de la obra”. Me detengo acá: según Susana Itzcovich, entonces, la diferencia grande entre adaptación y versión radicaría en si se propone, o no, un argumento original que abreve, por así decir, en la obra original. De este modo, por ejemplo, sería versión libre la obra de Falconi prologada por Susana, o No hay más que candados para Helena, de Esteban Valentino (novela de la que hablaré luego, por cierto que muy bien, porque me pareció una maravilla) y no lo sería en modo alguno el Martín Fierro presentado como “una versión de Franco Vaccarini de la obra de José Hernández” ni, del mismo autor, Eneas, el último troyano, por ejemplo, dado que ambas obras lo que hacen es adaptar en un lenguaje más moderno y accesible, la poesía gauchesca de Hernández transformada en prosa, o los cantos de Virgilio, pero con el mismo argumento original, respetando la trama tal cual es, como en el caso de las viejas adaptaciones de la colección Billiken.
Un caso que vale mencionar, porque la verdad me he enterado hace muy poco, que viene a cuento y me pareció interesante, es el de la versión del escritor Andrés Trapiello del Quijote, que no es para niños. Lo que hizo Trapiello fue una especie de traducción o transcripción de la novela completa al español actual. Cosa, que, sin duda, ha traído más de una controversia. Fíjense estas comparaciones, del famoso inicio y de un par de pasajes más:
En un lugar de la mancha
–En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.

–En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo de los de lanza ya olvidada, escudo antiguo, rocín flaco y galgo corredor. Consumían tres partes de su hacienda una olla con algo más de vaca que carnero, ropa vieja casi todas las noches, huevos con torreznos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos. El resto de ella lo concluían un sayo de velarte negro y, para las fiestas, calzas de terciopelo con sus pantuflos a juego, y se honraba entre semana con un traje pardo de lo más fino.
(Quijote, 1, 1)
 Si no os picáredes
–Si no os picáredes más de saber más menear las negras que lleváis que la lengua –dijo el otro estudiante–, vos lleváredes el primero en licencias, como llevaste cola.
–Si os hubierais jactado de utilizar la lengua tanto como os jactáis de manejar esas espadas que lleváis, habríais sido el primero en la licenciatura, y no el último de la cola.
(Quijote, 2, 19)
 Castígame mi madre, y yo trómpogelas 
–(…) muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes, y que te vayas a la mano en decirlos, pero paréceme que es predicar en desierto, y castígame mi madre, y yo trómpogelas.
–(…) y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes, y que te sujetes, pero me parece que es predicar en el desierto, y ríñeme mi madre, por un oído me entra y por otro me sale.

Da mucha tela para cortar, ¿verdad? De esta traducción o adaptación al español moderno habla con admiración el escritor Fernando Aramburu, en una nota del diario español El cultural: “En ningún momento se me ocurrió abordar ese libro como quien tira por el atajo para ahorrar camino. Lo único que lamento es que no existiera esta versión comprensible cuando yo era adolescente”. El editor Azpeitia, que califica de “necesaria” la versión “léxicamente simplificada” del Quijote, recuerda en este punto cómo nos llegan los clásicos de otros idiomas: en traducciones a un español más o menos actual. En la misma nota, se lee que “La experiencia de los escritores, lectores antes que nada, suele ser comparable: amaron la literatura a pesar de que todo jugaba en contra”. “Yo siempre digo que soy lector a pesar de que me obligaron a leer a los quince años El cantar del mío Cid en castellano antiguo -señala Luisgé Martín-. Si después de eso sigues leyendo es porque eres un bendito y estás destinado a ello”. 

De todas maneras, estemos de acuerdo o no, y sobre todo en LIJ, adaptaciones, versiones, reversiones y si se quiere, jugando un poco, perversiones, hay muchísimas. Yo propongo un pequeño recorrido.

Ya que hablábamos del Quijote, es conocida la Adaptación (así presentada) de Horacio Clemente, con ilustraciones de Saúl Rojas, en una editorial cooperativa que lamentablemente ya no existe: Astralib. (Por suerte, y nos enteramos luego de la primera edición de esta nota, la adaptación que Horacio Clemente hizo del Quijote fue publicada por la editorial Hola chicos, y está disponible). En ella, hay, claro está, una reducción: Clemente elige partes y las escribe a su modo. Versión, en cambio, del Quijote es una de las obras de teatro más festejada de Adela Basch: Abran cancha que aquí viene don Quijote de la Mancha. En esta versión, rimada y muy graciosa, Adela decide tomar siete u ocho episodios y hacer una doble versión, porque es a la vez una versión para teatro y además utiliza su propio lenguaje, tan diferente del de Cervantes.

Por el lado del teatro ya hablamos de la versión de Falconi de Romeo y Julieta. Otra que me gustaría presentar es Monstruos al teatro, escenas teatrales escritas a cuatro manos por Graciela Repún y Patricia Suárez, en las que se versionan mitos y obras de la antigua Grecia, como Edipo Rey: “La esfinge que no finge” o la historia del Minotauro y el hilo de Ariadna: “Teseo, Teseo, que laberinto más feo”. (Dicho sea de paso, y para seguir con las intertextualidades, así como en la secundaria nos hacían leer capítulos salteados del Quijote, que no entendíamos y más bien sufríamos, recuerdo haber leído en quinto año, maravillado, la versión de Borges de este mito, en ese cuento genial que es “La casa de Asterión”). 

Recién mencionaba a Patricia Suárez, y podríamos hablar de “perversiones”, para jugar con el concepto: dos de sus obras más conocidas y graciosas, con la misma estructura juguetona, son “Habla el Lobo” y “Habla la madrastra”, en los que Patricia Suárez les da voz a los más odiados villanos de los cuentos de hadas. También toma a Caperucita y el lobo Esteban Valentino en Caperucita II, libro que cuenta con un La sirenita II. Los cuentos de hadas, los clásicos, han dado pie para muchas versiones modernas que yo llamaría, graciosamente perversiones: Cenicienta a la pimienta, de Gabi Burín o La bella demente, de Patricia Suárez. 

Muchos escritores y escritoras de la LIJ argentina han jugado con los personajes clásicos para transformarlos. El hermoso libro de María Teresa Andruetto, que no va por el lado del humor sino por el de la cuestión de género, Había una vez, en la que Scheherezade es el personaje principal y las Mil y una noches la base, es otro ejemplo de versión, reversión, “perversión”.
Más cerca en el tiempo, pero ya clásicos, por cierto, otros personajes y obras han tenido muchas adaptaciones, versiones y conversiones: Sherlock Holmes, por ejemplo. A la exitosa saga de Andrea Ferrari compuesta por El camino de Sherlock, No es Fácil ser Watson y No me digas Bond, podemos sumar la de Esteban Valentino, compuesta por El hombre que creía en la luna y Las lágrimas nacen en Grecia, donde el detective y su ayudante toman el nombre de Chelo y Guaso, o la divertida Molly Holmes, la gallina detective, de Liliana Cinetto. 

Mencionaba antes a No hay más que candados para Helena, del propio Esteban Valentino, una de las novelas que dio inicio a una nueva colección que aborda los clásicos, “Clásicos contemporáneos”, junto con Es tan difícil volver a Ítaca y, una vez más, Holmes: Sherlock en Buenos Aires. En esta colección, que intenta un acercamiento a los clásicos, hay versiones libres y libérrimas, que parten más o menos de la obra original o, como en el caso de Sherlock, simplemente toman prestado el personaje. No  hay más que candados para Helena cuenta el rapto de una bella y un posterior sitio, pero el lugar del que Helena ha sido raptada es un prostíbulo de campo, los aqueos son los matones del poderoso proxeneta, Aquiles un gigante que es el guardaespaldas del dueño del lupanar, Héctor el hermano mayor de la familia sitiada y Paris un  muchachito enamorado de la esplendorosa Helena, la pupila más rara y más cara, por añadidura comprada en Grecia. Maravilla de versión la de Esteban Valentino, que además pone en escena en la literatura juvenil cuestiones prostibularias como nunca había leído antes.

Para finalizar recorreré parte de la obra de nuestro invitado de cierre, mi amigo Franco Vaccarini. Escritor sumamente prolífico, Franco ha versionado y/o adaptado muchas obras clásicas, de la antigüedad, o más cercanas, del siglo pasado. E incluso ha dirigido la colección La estación, de la editorial Mandioca, donde me tocó participar con Los piratas del Halifax, de Julio Verne, presentada como versión y creo que adaptación. Entre las muchas obras de Franco Vaccarini, agregaría a los ya mencionados Martín Fierro y Eneas, el último troyano, su versión de un mito como es El misterio del holandés errante, logradísima novela. La versión de Drácula, que es una de las más pedidas en los colegios secundarios, y las versiones o adaptaciones de nada menos que Frankenstein, Moby Dick, Las novelas ejemplares de Cervantes, La Odisea, Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, Los miserables de Víctor Hugo, El extranjero misterioso, de Mark Twain, transformado en su El ángel viajero y El mortal inmortal, de Mary Shelley, versionado como Operación final. Realmente, un especialista al que, cuando nos toque entrevistarlo, tendremos que sacarle jugo. Si hay alguien que sabe de adaptaciones, versiones libres y reversiones es don Franco Vaccarini.


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