¿Qué es? O la máquina de leer
Siguen llegando excelentes trabajos del Laboratorio de Análisis y Producción de LIJ. En este caso, compartimos las muy agudas reflexiones que Regalo Sorpresa, de Isol, despertaron en la compañera Patricia Jawerbaum.
Por Patricia Jawerbaum*
Uno de los mejores lugares que podemos asignar a los libros en la primera infancia es el del juego y la sorpresa, y el feliz descubrimiento de la plasticidad de la lengua como artífice de ambos. Este libro, y perdón por develar tan pronto el enigma, convierte a la lectura misma en la sorpresa resultante. Metaficción mediante va desplegando la pregunta-aventura por la que la ilustración y el texto cabalgan juntos.
El joven protagonista descubre un paquete de regalo y se empeña en intentar averiguar de qué se trata antes de abrirlo. ¿Será esto? ¿Será aquello? Una pregunta doblemente abierta por el paquete y luego por el libro, ambos cerrados.
Guiado por la incógnita del “¿Qué es?” el relato sigue al chico mientras expone la materia a distintas “pruebas de realidad” Para esto la autora se vale de variados recursos gráficos y textuales y expone su juego del ensayo y error como método. La repetición de la fórmula de pregunta y respuesta resulta un eficaz modo de otorgar un ritmo a la indagatoria y una entretenida propuesta lúdica al lector.
Es un recurso habitual en los libros para chicos este modo de generar ritmo a partir de la repetición de una fórmula o consigna. En este caso el juego se despliega con la secuencia desopilante y desparpajada que consiste en la exhibición, página tras página, de las pruebas exageradas a las que es sometido el pobre paquete sorpresa. Hipérbole que ejerce la autora a través del contrapunto gráfico, en saludable clave de humor, con el desborde de lo que comunica la imagen respecto del texto.
Así el pensamiento tentativo del chico se muestra “a través”, como en rayos X, dentro del contorno dibujado del regalo, libertad que permite al dibujo dejar a la vista lo que ningún paquete o pensamiento, a no ser por el artificio literario que desafía las reglas de la opacidad de lo real, mostrarían.
De entrada se nos pone en la perspectiva de la “mirada de niño”, que va siendo construida en el intercambio entre texto, ilustración y diseño. Se nos lleva a la identificación con su pensamiento, explícito cuando aparece en discurso directo. Este recurso dialogal alterna con la voz de un narrador omnisciente, que ve todo “desde arriba”. Esto último se evidencia en la ilustración a doble página que nos da una visión panorámica del plano arquitectónico de la habitación. Ahí mismo en donde asistimos a la intimidad de sus nocturnos devaneos de entre sueños dibujados. Son estos contrastes, entre cambios de planos y puntos de vista, los que vuelven a quien lee partícipe del desafío de lo que ha de ser descubierto.
Hacia el final los padres que aparecen en el relato funcionan como los ayudantes en los cuentos maravillosos, o como pícaros duendes que esperan al margen el efecto de su extraño experimento: regalar al niño, por primera vez, un libro. Con esta participación de los adultos, que por fin dejan al alcance la resolución del misterio, el protagonista pasa del entusiasmo de la ilusión a la decepción y la desconfianza. El regalo ha sido abierto, pero su enigma aún queda por ser realmente descubierto. Y ahí, otra vez, habrá que volver a poner en funcionamiento la máquina de pensar.
Por fin se da esa nueva vuelta de tuerca y revelada la primera sorpresa la aventura recomienza. Ya no se trata de ¿qué es? Puesto que el accionar filósofo del pequeño protagonista nos guía hacia un cambio de pregunta en la indagación, que se transforma del ¿Qué es? al ¿Qué hace? O ¿Cómo funciona?
Todos los objetos evocados en el previo ejercicio adivinatorio vuelven a comparecer, esta vez en un nuevo nivel, alcanzados por la fuerza que retorna del deseo previo, estos “posibles” del regalo son ahora reencontrados en la aventura materializada por el efecto de lectura. No, no era una broma, ¡ahí estaban!: Es que la máquina “libro” funciona y… volvamos a empezar desde la primera página, lo hace exactamente así.
El joven protagonista descubre un paquete de regalo y se empeña en intentar averiguar de qué se trata antes de abrirlo. ¿Será esto? ¿Será aquello? Una pregunta doblemente abierta por el paquete y luego por el libro, ambos cerrados.
Guiado por la incógnita del “¿Qué es?” el relato sigue al chico mientras expone la materia a distintas “pruebas de realidad” Para esto la autora se vale de variados recursos gráficos y textuales y expone su juego del ensayo y error como método. La repetición de la fórmula de pregunta y respuesta resulta un eficaz modo de otorgar un ritmo a la indagatoria y una entretenida propuesta lúdica al lector.
Es un recurso habitual en los libros para chicos este modo de generar ritmo a partir de la repetición de una fórmula o consigna. En este caso el juego se despliega con la secuencia desopilante y desparpajada que consiste en la exhibición, página tras página, de las pruebas exageradas a las que es sometido el pobre paquete sorpresa. Hipérbole que ejerce la autora a través del contrapunto gráfico, en saludable clave de humor, con el desborde de lo que comunica la imagen respecto del texto.
Así el pensamiento tentativo del chico se muestra “a través”, como en rayos X, dentro del contorno dibujado del regalo, libertad que permite al dibujo dejar a la vista lo que ningún paquete o pensamiento, a no ser por el artificio literario que desafía las reglas de la opacidad de lo real, mostrarían.
De entrada se nos pone en la perspectiva de la “mirada de niño”, que va siendo construida en el intercambio entre texto, ilustración y diseño. Se nos lleva a la identificación con su pensamiento, explícito cuando aparece en discurso directo. Este recurso dialogal alterna con la voz de un narrador omnisciente, que ve todo “desde arriba”. Esto último se evidencia en la ilustración a doble página que nos da una visión panorámica del plano arquitectónico de la habitación. Ahí mismo en donde asistimos a la intimidad de sus nocturnos devaneos de entre sueños dibujados. Son estos contrastes, entre cambios de planos y puntos de vista, los que vuelven a quien lee partícipe del desafío de lo que ha de ser descubierto.
Hacia el final los padres que aparecen en el relato funcionan como los ayudantes en los cuentos maravillosos, o como pícaros duendes que esperan al margen el efecto de su extraño experimento: regalar al niño, por primera vez, un libro. Con esta participación de los adultos, que por fin dejan al alcance la resolución del misterio, el protagonista pasa del entusiasmo de la ilusión a la decepción y la desconfianza. El regalo ha sido abierto, pero su enigma aún queda por ser realmente descubierto. Y ahí, otra vez, habrá que volver a poner en funcionamiento la máquina de pensar.
Por fin se da esa nueva vuelta de tuerca y revelada la primera sorpresa la aventura recomienza. Ya no se trata de ¿qué es? Puesto que el accionar filósofo del pequeño protagonista nos guía hacia un cambio de pregunta en la indagación, que se transforma del ¿Qué es? al ¿Qué hace? O ¿Cómo funciona?
Todos los objetos evocados en el previo ejercicio adivinatorio vuelven a comparecer, esta vez en un nuevo nivel, alcanzados por la fuerza que retorna del deseo previo, estos “posibles” del regalo son ahora reencontrados en la aventura materializada por el efecto de lectura. No, no era una broma, ¡ahí estaban!: Es que la máquina “libro” funciona y… volvamos a empezar desde la primera página, lo hace exactamente así.
*Patricia Jawerbaum es licenciada en psicología, poeta, bailarina, a veces dibujante, narradora y realizadora de kamishibai (teatro de papel japonés). Está por recibir el título de postgrado de especialista en literatura infantil y juvenil por la UNSAM.
Regalo sorpresa
Isol
Fondo de Cultura Económica, 2011.
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