La era del hipertexto
La palabra es volátil y el hombre inventa
dispositivos y maquinarias para fijarla. El último de los hitos en la historia de la codificación
gráfica de la palabra es la aparición de las tecnologías que permitieron su
digitalización. Pero esta misma posibilidad técnica de archivar y transmitir
toda la información guarda dentro de sí una contradicción, que es que vuelve a
la palabra cada vez más "libre", desterritorializada, desapegada de
la autoría y de las leyes de propiedad conocidas por la modernidad. Libro de arena presenta como parte de las discusiones entorno de los conceptos de escritura
y de lectura que reúnen a los participantes de la Capacitación para auxiliares de
bibliotecas un conjunto de apuntes y notas elaboradas por Mateo Niro, para
reflexionar al respecto.
Por Mateo Niro
Estos apuntes pueden comenzar con algunas
preguntas y alguna cita.
Acá van las preguntas:
- ¿se puede considerar a
la irrupción de la digitalidad como una revolución en las prácticas de
lectura –de acceso a la información?
- ¿qué cambios de
conductas lectoras supone con respecto al libro?
- ¿qué problemas
ideológicos y jurídicos con respecto al ideario de autor que se inscribió
en la tradición técnica (modernidad)?
- ¿es fiable el uso de
textos digitales sin cotejo del mundo fiable (el del libro)?
- ¿es perenne
(documental) como los libros o es efímero como las palabras que se las
llevan el viento o el mar en este caso?
- ¿no se puede pensar el
hipertexto como una gran biblioteca, la biblioteca utópica de Babel?Y acá la cita de “La biblioteca de Babel” de Borges,
extraído de El jardín de los senderos que se bifurcan (1941):
“El universo (que otros llaman la Biblioteca) se
compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales,
con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas.”
Así comienza el cuento y luego de la descripción de ésta, acaba por decir: “Yo
afirmo que la Biblioteca es interminable.”
“De esas premisas incontrovertibles (un bibliotecario)
dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las
posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número,
aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos
los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de
los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos
falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la
falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el
comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la
relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas,
las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo
escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos
de Tácito.”
En este caso, lo que propone Borges a través de este
cuento, es la utopía –el no lugar- de la biblioteca infinita. ¿Y qué es una
biblioteca infinita? ¿Puede pensarse como una biblioteca, más bien,
indeterminable? Seguramente, la idea de totalidad sobrevuela. Pero hay otra
cuestión que quizá nos acerque más a lo que estamos tratando: al tratar un
conjunto de textos (la biblioteca, por ejemplo), ¿cómo se relacionaría uno y
otro?
Esto nos permite aproximarnos a la noción de
"hipertexto". Definámoslo prvisoriamente: un texto en soporte digital
con múltiples enlaces a otros textos. George Landow (1992) lo define como un
“texto compuesto por medio de múltiples caminos, vínculos, enlaces en una
textualidad abierta, perpetuamente sin acabar”.
Quien primero utilizó el término ‘hipertexto’
fue el ingeniero norteamericano Theodore Nelson en un congreso en 1965 y lo
refirió a una nueva modalidad de escritura en computación, según la cual “cada
unidad textual podía dar paso a un acceso no secuencial”. Pensemos que la
textualidad (la escritura y lectura) tuvo algunas “revoluciones” cuando pasó de
la oralidad a la escritura; de la escritura en tablas al rollo; del rollo al
códice; del códice artesanal a la imprenta; de la imprenta a la computadora.
Para Roger Chartier: “La revolución del texto
electrónico es y será también una revolución de la lectura. Leer sobre una
pantalla no es leer sobre un códice. La representación electrónica de los
textos modifica totalmente su condición: sustituye la materialidad del libro
por la inmaterialidad de textos sin lugar propio: opone a las relaciones de
contigüidad, establecidas en el objeto impreso, la libre composición de
fragmentos manipulables indefinidamente; a la aprehensión inmediata de la
totalidad de la obra, hecha visible en el objeto que la contiene, hace que le
suceda la navegación en el largo curso de archipiélagos textuales en ríos
movientes”.
Pero lo interesante de lo que propone Chartier es que
cada nueva tradición trae consigo una coexistencia no pacífica entre la antigua
(o las antiguas) tradicione(s). Veamos en este caso: el hipertexto trabaja una
idea de página-mosaico (acumula fragmentos que provienen de experiencias en las
que que se enuncia por proliferación) que había sido utilizado en la edad
media; la idea de duración de la oralidad; la idea de rollo (pensemos en el
modo de lectura del html); entre otros.
Dónde podríamos precisar, para dar cuenta de aquello
que hace del hipertexto, lo revolucionario: por un lado, en la materialidad
(dar cuenta de la idea de digitalidad); por otro, en la idea de
"enlace". Si en la cultura del códice existía la idea de límite
(paratexto) en el hipertexto está la idea de traspaso, de una puerta a otra, de
pasaje, de ventana. Por eso la metáfora que más se utiliza para el uso de Internet
es "navegación". Gianfranco Bettetini dice del hipertexto que se
organiza según la modularidad, reticularidad, multidireccionalidad, e
interactividad. Por eso, contra la unicidad del códice, el
hipertexto parece plantear un continuum, una serie textual en la que
se explora como el explorador que sale tras una aventura. Las relaciones que se
establecen entre texto y texto son de paralelo, no de incrustación.
Ahora bien: al carácter de prodigalidad de la Internet
se le adjudican "daños colaterales". A la digitalidad (virtualidad)
se la considera más efímera, escurridiza. Tanto es así que en las referencias
se consigna el avistaje y no tanto la producción. Por otro lado, por la
profusión y la poca instancia de mediación editorial se la considera como una
fuente poco segura. Esto, en muchísimos casos, es considerado, como el mito de
la caverna, una simulación imperfecta del libro, de fácil acceso. Otra de las
cuestiones que se problematizan es la del autor y el aparataje jurídico. El
lector se apropia, lo baja en su disco rígido, lo anota ya no marginalmente
sino que se incorpora al texto. Además se ponen en cuestión las leyes de
protección al autor cuando el autor, que ya no mantiene la inasibilidad de la
obra, ahora tampoco puede hacerse cargo de su materialidad. Nada le es
propio.
Estos, como anticipamos, son unos breves apuntes para
interrogarnos y reflexionar sobre la irrupción de la Internet en la escritura y
la lectura (esto que estamos haciendo en este momento) y cómo esto transformó
no solo nuestras vidas, sino esta rica y profusa historia de la fijación
(¿fijación?) de la palabra.
Comentarios
Publicar un comentario