Viviendo de las apariencias
Igual que los fantasmas las ficciones pueblan la mente y el mundo. Si ocupan el espacio de lo real y lo reemplazan se convierten en aterradoras formas de manipulación y poder difíciles de sustituir. Una vida entre cuatro
paredes puede ser más aterradora aún cuando se trata de la vida de un niño nacido en cautiverio que no ha visto la luz del día. Libro de arena publica una lectura de La habitación de Emma Donoghue, recomendada por Camila Passera.
Por Camila Passera*
Me leí un libro que está
en el límite. Después de tanta noticia sobre abusos y secuestros en nuestro
tiempo a uno no se le ocurre pensar que una historia así lo puede llegar a
atrapar. El libro se titula La habitación, de Emma Donoghe. Se trata de una mujer secuestrada que vive con su hijo nacido en
cautiverio luego de siete años de abusos del secuestrador que es su padre. No el de
ella, cosa que a esta altura ya podríamos suponer posible, sino del niño. La
historia, terrible, es vista desde la perspectiva de él, que a resguardo de la
violencia gracias a la protección prodigada por su mamá ha logrado crearse un
mundo ficcional en el que habitar, dentro de los límites impuestos por la
reclusión. Después de un infancia vivida entre cuatro paredes su mundo se le ha
vuelto diminuto, y el verdadero inabordable. La esclavitud moderna en la que ha
transcurrido su vida dramáticamente recuerda el mir¡to de la caverna de Platón
o producciones cinematográficas como Matrix, basadas en textos que hablan del
mismo problema: el de la verdad. El problema de la ficción es cuando se
convierte en mentira, en la mentira que suplanta a la verdad. No siempre la
vida que creemos vivir es la verdadera, muchas veces las apariencias, que es un
tema platónico, nos engañan al punto de tomarlas por la realidad. Hoy en día,
este problema tiene una versión muy trágica en los casos de personas privadas
de su libertad, y abusad a la vez que viven en otro mundo, el mundo gris y sin
profundidad de las apariencias.
La habitación
Emma Donoghue
Barcelona, Alfaguara, 2010
*Camila Passera: viaja de vez en cuando a Buenos Aires a visitar a su familia cuando no está trabajando dando talleres de arte plástico en el interior del país, y disfruta de las lecturas que le alivianan los viajes en micro.
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