Patricia Suarez: "La única manera de crecer es escribiendo cada vez más."
Libro de arena presenta la segunda parte de la entrevista a Patricia Suárez en La Nube. La charla retoma sobre la participación de la autora como jurado del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, sobre la experiencia difícil y compartida con otros escritores de decidir acerca de qué se considera literatura y elegir. La charla abordó entre otros temas, la participación de las nuevas voces en el ámbito infantil, la diferencia con el ámbito de la literatura para adultos, los inicios de la escritora, las primeras publicaciones, la lógica de los premios y las consagraciones, y el gusto por la dramaturgia como forma expresiva. En el final la autora compartió la lectura del monólogo de la primera escena de El escorpión con todo el público.
MM: Interesante. Fuiste jurado
del Premio Nacional, con Ani Shua, por eso me acuerdo. ¿Cómo te fue? Te leíste
los últimos cinco años de literatura infantil…
PS: Muy linda experiencia.
También difícil. Estábamos con Sotelo, María Teresa Andruetto, Ema Wolf y Ani Shua.
Hubo una discusión acerca del libro álbum. Sobre si un cuento contado con
imágenes es o no es literatura. La realidad es que a mí me parece, que con
algunos premios (pasa también con El Barco de Vapor), cuando el premio es para
un libro, que puede ser para un chico de cinco años, (y puede caber en una
hoja), y una novela para un chico de veinte (que puede tener doscientas
páginas), es muy difícil juzgar. Se decidió que literatura era texto. Si la
historia podía ser contada sólo por el texto, eso era un libro de literatura
infantil. Hay autores que son muy prolíficos, y entonces mandaron muchísimos
libros, y entonces había cosas que se repetían mucho. También libros lindos,
del tipo: ¿Cómo cepillarse los dientes? ¿Cómo peinarse? ¿Cómo no tener celos del
hermanito? Esto se consideró didáctico, no literatura. Como experiencia fue
difícil. Pero pudimos premiar a alguien que vive en Tierra del Fuego…
MM: Y de las “nuevas voces”, ¿qué
recordás, que sea destacado, que te haya gustado mucho?
PS: Yo peleaba por Hay que ser animal, de Verónica, que me
gustó mucho. Y me gustó el de La bellaGriselda, de Isol, que me parecía que realmente era literatura, algunos de
Sandra Comino que salieron en Comunicarte, Sergio Aguirre, hay cosas de Franco,
hay cosas tuyas…
PS: Igual, el ambiente de la
literatura infantil, al lado del de los narradores para adultos, es la panacea
de los dioses.
MM: ¿Sí? ¿Por qué?
PS: Yo creo que es así…un poco
por los géneros. El poeta es nada, es como un bicho bolita, porque la poesía no
se vende, y eso lo sabe desde que empezó. Entonces sabe que tiene que manejarse
con otras cosas. El prestigio es relativo, porque el librito no circula
demasiado. El autor de teatro es el más social, y en Buenos Aires tenemos un
ambiente teatral sumamente solidario, y que es una familia.
MM: Hay buena onda…
PS: Sí, en general sí. También
hay gente que está re loca, en todos los géneros pero…
MM: En la plomería también.
PS: Sí, pero incluso, en un año
en que viví en la ciudad de Santa Fe,
que es chica y conservadora, en la que hay, como mucho, ocho grupos teatrales,
es algo muy disputado, muy reñido: “yo no voy a ir a ver la obra de él”. Es
cierto que hay poco para repartir, pero bueno… Acá eso no pasa. También es
cierto que acá la gente puede vivir del teatro, porque tenemos la televisión
también, que es una fuente de trabajo para los actores. Entonces, ¿cómo te vas
a pelear a muerte si a lo mejor lo ves al año siguiente en otra obra, y te toca
compartir? También hay gente que se pelea a muerte pero me parece que es mucho
más solidario. Y están los sindicatos, acá. Entre los escritores de literatura
infantil, también es todo muy solidario. No familia, pero no se compite tanto.
Por suerte es una industria que exige un recambio continuo, de títulos y de
gente. Los narradores para adultos se sacan los ojos. Es un ambiente muy
competitivo. En general, trato de no leer los suplementos literarios, porque aparece
eso de “el mejor autor argentino de los últimos cuatrocientos años”. (Risas).
“Tiene solamente dieciocho años y publicó…”. Yo me quiero matar. Creo que es
tan competitivo porque los lugares que les dan prestigio son muy pocos. Y cada
vez menos. Con la proliferación de editoriales es muy difícil el acceso, es muy
dura la crítica. No tanto la que salen en los medios, que va a favorecer al
grupo editorial y no al autor en sí. Le da igual que sea Sidney Sheldon que
Selva Almada. Pero dentro del ambiente de Letras, es muy dura la crítica. Me
parece que es eso. Es una percepción mía, puedo estar equivocada.
MM: Uno de los lugares
“prestigiantes”, que vos has ocupado, es el de las antologías. De “nuevas
voces”, de “voces jóvenes”. Siempre aparecés.
PS: Sí. Como yo empecé a
publicar muy chica, siempre parece que tengo diez años más de los que tengo, a
pesar de que uso cremas. (Risas). Cuando empezó esto de la “nueva generación,
figuran Terranova, u otros autores que tienen hoy cuarenta años, y yo tengo cuarenta
y cinco, pero parece que no somos de la misma generación. (Risas). Lo que pasa
es que cuando ellos empiezan tenían, a lo mejor, un libro en una editorial
independiente, yo ya había ganado el
Clarín, a esa edad. Eso te pone como en otro lugar.
MM: Se habla mucho de las
“capillas”, Cuando vos llegaste al Premio Clarín, fueron las “capillas”…
PS: No, viste que yo soy atea.
(Risas).
MM: ¿Cómo fue?
PS: Yo escribí esa novela de
gente joven que se iba al exilio en el 2000… en realidad, exilio es otra cosa,
iban en búsqueda de un destino mejor porque acá estaba todo muy conflictuado
económicamente. Y a mí me dolía mucho. No entendía, cómo podía ser que un
arquitecto se fuera al País Vasco, donde iba a tener un sueldo cinco veces más
contundente, pero donde iba a palear nieve. No se comprendía ese descenso de
clase social, que es un logro de nuestros abuelos, nuestro, para sostenernos.
Nosotros tenemos una universidad gratuita, en la que ese arquitecto,
seguramente, se recibió. Ahí empecé a escribir Perdida en el momento, y escribí la mitad. Una Pascua, en la que
estaba cuidando una casa. Y me trabé. Siempre, en la mitad de un texto, sobre
todo narrativo, pienso que es una porquería y que no lo va a leer nadie. Lo
dejé como quince o veinte días, y alguien me dijo que tenía que terminarlo. Lo
terminé. Yo iba a un psicoanalista en Rosario, que me dijo que una manera de
que me fuera mejor, era mandándola al concurso de Clarín, por ejemplo. Yo,
siempre para arriba en mi estado de ánimo, le dije que no iba a ganarlo nunca.
Pasó un año, me vine a vivir a Buenos Aires, estaba embarazada, y dos días
antes de que venciera mi cuñada me dijo que me presentara, porque habían
postergado la fecha de presentación. Yo llevé el original de mi novela antes de
ir a hacerme una ecografía. Y había una pila como de sesenta originales. Cuando
me voy (era un departamentito en Palermo), vi dos habitaciones que estaba hasta
el techo de originales. Dos días después nació mi hija Alegría, inicié otro
mundo. Dos meses después, leí en el diario que estaba entre los diez
seleccionados. Yo, ilusionada, llamé al diario, con el seudónimo, que era
“Eleanor Rigby”, por la canción de Los Beatles. Pregunté cómo me enteraba, y me
dijeron que por el diario. Me llamaron un domingo desde un celular, y me
dijeron que me llamaban desde el Premio Clarín, que el martes era la fiesta,
que estaba entre los diez seleccionados, que tenía que ir. No pude preguntar
nada. Llamé a una amiga, y me dijo que me quedara tranquila, que me había
quedado grabado el celular. Que se lo pasara, y que ella llamaba al agente
rosarino para que avisara que yo no podía ir porque tenía una nena muy chica.
Esto lo cuento para hablar bien del Premio Clarín. Es verdad que nadie sabe
nada hasta que llega ahí. Yo siempre les digo, que hasta que no se les muera
uno de un infarto, no van a cambiar de idea. Me dijeron que tenía que ir igual.
Fui a buscar un vestido, fajada, gasté en un vestido. Yo trataba de no ir,
llamaba todo el tiempo. Y me preguntaban si había conseguido niñera para la nena. (Risas). Finalmente fui con mi marido, vamos
a entrar y no estaba en la lista de invitados.
MM: “¿Para qué vine?”. Otra
señal…
PS: Sí. Al final entramos. A él
lo perdí entre los bocaditos, y me encontré con un amigo de Santa Fe que me
preguntó si sabía que había ganado Spregelburg. Le dije que no, que para nada.
Y me dijo que era así. No sé de dónde salió, parece que había alguien entre los
diez que usó como seudónimo, “Spregelburg”. Con eso lo comprometía a Rafael
Spregelburg, como un tarado. Por supuesto que no era Rafael Spregelburg, pero
era un tarado el que usó su nombre. La verdad es que no sé de dónde salió.
Finalmente fui, me senté atrás, porque por los nervios iba al baño cada dos
minutos, me tomé como cuatro copas de champagne, ahí sentadita. Me llamaron, me
hicieron sentar adelante. Empezó la fiesta, que dura un montón, y al lado mío
estaba Ariel Bermani. Empezaron a nombrar las menciones, primera mención, Ariel
Bermani… Y yo estaba nerviosa. Le preguntaba a mi marido: “¿A vos te parece que
gané?”. Y después de que lo nombran a Ariel, empecé a decir que no sabía para
qué me enganchaba en esas cosas, hasta que escuché mi nombre. Debe ser la única
vez en mi vida en la que no tenía emoción por recibir un premio. Todo fue
bárbaro, me dio el premio Matilde Sánchez, no era Santo Biasatti, era alguien
de la literatura. Para mí fue importante. Estaban Jitrik, Tizón, Gusmán… No era
un jurado mediático. Ni estaban premiando el best seller de ayer. Me sentí muy
orgullosa, y de verdad, cambió mi vida. De un día para otro. Con otras
editoriales. El Barco de Vapor, que tenía el texto en la mano y estaba que se
atrevían y no se atrevían, a la semana siguiente Susana Aime con toda la
humildad y simpatía de siempre dijo que el libro se editaba. En el Cervantes,
donde yo había llevado un texto meses atrás, y no sabían si lo hacían, en
cuanto se enteraron lo de Clarín se programó. Ahora que estamos con el Mundial,
fue pasar de la B a la A. (Risas). Después, eso hay que sostenerlo. Como en el
fondo me tengo fe, creo que si no hubiera sido eso, hubiera sido otra cosa tres
o cuatro años después. A lo mejor no era Clarín, no tan prestigioso ni tan
mediático.
MM: El otro día, cuando les leí Mariposas de la noche, todos nos encontramos con la sorpresa de esta edición de San Luis. ¿Qué es eso?
PS: Nació muerto. Era un concurso de cuentos de
San Luis. En el jurado estaba Ani Shua, y estaba Alicia Steimberg. Tenía un
lindo premio. Yo tenía un libro de cuentos rechazado continuamente, porque los
cuentos para adultos no los quiere editar nadie, porque se tiene el prejuicio
de que los cuentos no se leen.
MM: Sin embargo tenés, Esta no es mi noche, en Alfaguara. ¿Cómo
es eso?
PS: Esos cada tres años los
destruyen. Por contrato, las editoriales grandes, como tienen un problema con
el depósito, vos firmás que si cada cierto tiempo no se vende una cierta
cantidad de ejemplares, los destruyen. En mi caso, destruyeron trescientos
primero, y después, de a sesenta. Es tremendo, es como si te cortaran un
pedazo, los pasan por la máquina que corta papel.
Asistente: ¿No podés pedir que te los
den?
PS: Te dan veinte, y podés
comprar diez más. No podés comprar todo. Si tuvieras la plata, o un amigo que
la tiene y te los compra, tampoco podés.
Asistente: O saldarlos…
PS: Alfaguara en ese momento no
saldaba, porque es desprestigiarse, para ellos. Yo me quedé muy angustiada. Un
día me lo encontré a Carlos Chernov y le conté y me dijo que no me hiciera
problemas porque nos pasaba a todos. Es tirar la leche al río. Hay superproducción,
no van a hacer que el producto baje de precio, se tira al río. La segunda vez
hice una movida en Facebook, y unos libreros, de estos de “Compro libros”, que
están en Avenida de Mayo, pudieron comprar una cantidad que inhibe a la
destrucción.
MM: ¿Y por qué decís que lo de
San Luis nació muerto? ¿Qué pasó?
PS: El contrato era por un año y
no había distribución. Y no se puede vender tampoco. El Instituto Nacional del
Teatro, tampoco. Puede editar, y de hecho tienen una colección maravillosa de
libros de teatro, y de técnica teatral, pero no pueden venderlos. La única
manera de adquirirlos es ir al Instituto, pero no puede ir todo el mundo, si
no, se agotaría muy rápido la edición. Entonces, son como proyectos muertos.
MM: Así que este libro no se
vende en librerías…
Asistente: ¿Y si los pedís en San Luis?
PS: Te lo regalan.
MM: ¿Y el premio era importante?
PS: Sí, era como si te dijera,
cuarenta mil pesos. Me acuerdo que Ani me preguntó para qué me había
presentado, si cualquier editorial me lo hubiera publicado si lo llevaba y yo
pensé: ¡Está demente! Porque nadie me lo había querido editar y me lo habían
rechazado vez tras vez. ¡Y ahí a mí me daban cuarenta mil pesos! Así como digo
esto, a Philip Roth, por El lamento de Portnoy, le dieron de adelanto,
doscientos cincuenta mil dólares.
MM: A lo mejor se imaginaban
adónde iba a llegar.
PS: Hay otros montos.
MM: Me quedan tantas cosas,
porque sos tan prolífica…
PS: Puedo volver. Ahora que sé
cómo llegar…
MM: Dos cosas. ¿Vos hiciste un taller
con Franco?
PS: Sí. En el año ’97 y ‘98,
cuando venía de Rosario a un taller con Hebe Uhart, donde estaban Franco
Vaccarini, Eduardo Muslip, Gustavo Zappa, filósofo, y Laura Estrín, que es
poeta, y Doctora en Letras, Nora Domínguez, una dramaturga que falleció, Hugo
Men, otro director y dramaturgo y Pía Bouzas…
MM: Me acuerdo de que me dijo
que eras una “ganadora de premios serial”. ¿Así llegaste a la poesía?
PS: No, fue algo experimental.
Soy mala poeta, les aclaro desde ya, lo hice como algo experimental, y en algún
momento me entusiasmé.
MM: Pero tenés libros editados…
¿Y poesía para chicos?
PS: No, una vez sola, con
muchísimo esfuerzo. Cuando me piden así les digo que me den un mes, (yo, que
escribo rápido), para intentar un
versito corto, y después me los rechazan. No tengo la vena.
MM: ¿Y los encargos?
PS: Ay, qué difícil… Yo los
cumplo…
MM: ¿Te gustan?
PS: Cuando puedo conciliar con
el otro universo, sí. Los encargos de teatro, si me piden algo que me gusta,
los hago, si no, no. Modestamente, pero con el lugar que yo me gané en el
teatro, me puedo permitir decir que no voy a escribir una obra sobre la
dictadura y la tortura, si eso me hace sentir mal, o una obra sobre los
countries, si también me hará sentir mal aunque le vendan entrada y cobren
taquilla a Dios en persona. En la narrativa trato de cuidarme, pero a veces me
tiento. Hace un par de años me encargaron un libro sobre Cleopatra, para
adolescentes, Atlántida, y yo ya me veía en la presentación con la diadema.
(Risas). Tenía mucha curiosidad, porque a mí, Cleopatra se me unía con Liz
Taylor. (Luego investigando, supe que la mayoría de la gente cree que Cleopatra
es un personaje de ficción que Liz Taylor interpretó en el cine). ¡No sabés lo
que fue escribir ese libro! Es un personaje muy interesante, pero Cleopatra
tuvo una vida amorosa que era complicadísima para relatar a un adolescente.
Entonces, tomé parte de la adolescencia de Cleopatra, y conté su historia de
amor con Julio César. Pero yo soy la que me meto en estas cosas porque abro la
boca. Ahora voy a hacer un libro sobre caníbales, para Nuevo Extremo, que es
una editorial de policiales, que es un género que a mí no me convence
demasiado. Viste que todo se soluciona la mayoría de las veces en los
policiales, y en la vida no… Y entonces voy a investigar y a escribir sobre
caníbales latinoamericanos. Gente que se comió gente. Las mujeres, no se comen
a sus víctimas, que en general, son sus hombres. Los cocinan y los venden.
MM: Tipo Tomates verdes fritos…
PS: Tal cual. Y los hombres, sí
se los comen. Gente totalmente sacada. Yo había propuesto hacer un libro sobre
eso porque me parecía interesante. Pero escribir cuentos sobre esto, va a ser
tremendo, voy a quedar destruida. Entonces decidí hacerlo investigando,
historiando, hacerlo con una pluma lo más literaria posible, pero no escribir
ficción, porque me va a matar. Con los años, a vos te debe pasar también, uno,
en realidad, se pone más sensible para percibir y para escribir.
MM: Hay una obra muy linda de Lucía
Laragione, que quizá la viste o la leíste, Cocinando
con Elisa, que toma el tema del canibalismo y la antropofagia.
PS: Yo empecé hace dos meses,
una obra sobre mujeres caníbales, que cocinan al amante. No es que lo cocinan.
Primero él se violenta, ellas se defienden, le dan un golpe mal… Bueno, ¿qué
hacen con el cadáver? Lo cocinamos, dicen. Me acuerdo de que el año pasado
había estado en una escuela en Gouin,
donde tienen la Fiesta del Pastelito. Y como todo sirve para todo cuando estás
en pleno proceso creativo, decidí que al tipo lo hacen pastelito de carne.
Tardé en encontrar el nombre de los personajes, porque yo espero que esas cosas
“se aparezcan”. Cosa que uno nunca puede recomendar en un taller. Tenés que
buscar, anotar en una libreta. Después de muchos años, volví a anotar. Yo me
mando mensajes a mí misma en el celular, para que me quede registrada la idea:
“ponerle de nombre Menena”. (Risas). Y yo empecé a pensar que estaba muy gorda,
mientras debatía qué nombre iba a ponerle a la mujer caníbal, y que tenía que
anotarme en el Dieta Club. Fui, me anoté, a la tarde volví y escribí la primera
escena de la obra. Después me di cuenta de que me había anotado ahí porque
estaba escribiendo una obra sobre caníbales. Esas cosas de la mente… se te escapan.
No es un oficio fácil. Tampoco para los que están alrededor de uno.
MM: Sobre todo si te da por el
canibalismo. (Risas).
PS: Yo creo que me anoté en el
Dieta Club para no volver a probar una empanada en mi vida.
MM: ¿Estás escribiendo algo de
literatura infantil ahora?
PS: Quedé en hacer un libro de
mitos griegos para Uranito, un juicio a Cupido en el Olimpo. Lo juzgan por
provocar esos amores encontrados entre los dioses.
MM: Pero narrativa, no teatro…
PS: Narrativa, sí.
MM: Porque vos habías hecho con
Graciela el de los mitos que estaba buenísimo…
PS: Está fuera de catálogo.
Tendría que ver… Bueno, Graciela Repún, que es una súper autora, que escribe
mucho teatro y es muy divertida. Tiene una voz muy singular.
MM: Una de las cosas de la que
nos faltaría, que salta a la vista, es que el recurso fundamental, que aparece
siempre en tu literatura infantil, es el humor. ¿De qué viene eso? Además de
que vos tengas sentido del humor. ¿Lecturas? ¿Búsqueda?
PS: No… Yo a veces miro a unos
“standuperos” con mi hija en el Comedy Channel. Los venezolanos son más
profundos. No cuentan una cosa que les pasó, sino que se meten en un tema. Uno
de ellos, que se llama Laureano Márquez, decía que el humor es filosofía de
contrabando. Y me parece que hay algo de esto, el humor tamiza lo que vos
querés decir y no podés, y menos en una editorial para chicos. Me parece que el
humor es una manera de filosofar, y es la manera que a mí me sale para
escribir. Más allá de que también me salga en la vida. Me parece que sin humor
no podíamos vivir.
MM: ¿Y en el teatro lo usás
bastante?
PS: Sí. Está el humor en el
diálogo, en una obra que es una tragedia. Como en la última que pusieron en
escena, en un “semimontado” (estás con vestuario, algo de escenografía y texto
en mano), de una obra que se llama Marcela,
que es la historia de un paranoico, que cela todo el tiempo a su mujer. La
vuelve loca con los celos. Y una de las cosas que hace un paranoico celoso, es
que el otro le tenga celos a él. Provoca celos para poder largar los propios. Y
el celoso hace todo el tiempo chistes misóginos. La gente se reía como loca… y
termina cuando ella lo mata… Entonces no había una transición desde el momento
de humor, a aquel en el que el espectador tenía que quedarse más conmovido.
MM: Vos comentaste cómo llegaste
al teatro después de las charlas de Kartun. ¿Eras una espectadora habitual de
teatro?
PS: No, jamás. Ni lo soy. Sí,
había escrito teatro como jugando, a los veinte años. Me había ganado un premio
y todo, pero era como jugando.
MM: ¿Y actuación, nunca?
PS: La primera vez que fui, me
dijeron que me quitara la ropa. No, no. (Risas).
PS: Traje, pero esperame que lo
busco. De paso les traje un ejemplar de Hablael lobo. Este es mi best seller.
MM: Una vez, hablábamos con la
editora, que ya no está, de que Habla el
lobo fue un gran éxito, y luego hiciste Habla
la madrastra, con la misma idea.
Y hablábamos de estas cuestiones que pasan con la edición. La editora, que era
nueva, me decía que no sabía quién había autorizado la tapa. Decía que en
comparación, se vende poco, porque la tapa es políticamente muy poco correcta.
Es muy negativa. Es la madrastra poniéndole un revólver en la nariz al espejo. Esas chambonadas pueden costar la
edición de un libro.
PS: Ahora, en teoría, porque
todavía no firmé nada, va a salir uno que se llama Habla la madrina, pero que ya no es tan mala. Es un hada madrina
que al final acaba chateando y casándose con un sapo, al que no logra darle la
forma de príncipe con ningún encanto.
Bueno, traje un libro de teatro que todavía no salió, pero cuando salga
les voy a avisar. Es el primer lunes de agosto en Clásica y Moderna. Voy a
convocar a algunos actores para que lean, y sale este libro, Teatro 1. Quiere decir que hay un dos.
Yo escribí tres obras sobre el mismo tema: mis bisabuelos italianos y su
relación con la tierra. Estas tres se llaman La tarántula, El escorpión,
y Natalina. Después, alguien me contó
una historia de una familia tartamuda del campo, en la que había un hermano que
no era tartamudo pero se tentaba mucho de la risa. Y no entendía qué pasaba,
porque la tartamudez no es genética. Y me contaron que la mamá de esta gente,
que era muy lenta para hablar, y la llevaron a operar en los Estados Unidos,
porque tenía un problema en la cabeza, algo así como un Alzheimer. Y cuando volvió,
cada vez que veía a su marido le decía que ella siempre lo había odiado, que
siempre le había tenido asco, que era un inmundo, y le gritaba cosas así, de
mucho rechazo. Y entonces yo pensaba que ella no había dicho nunca esto antes,
y que los hijos sí sabían qué era lo que la madre no podía decir. Esa es la
reconstrucción que uno hace desde un lugar poético. Y puse que el padre termina
matándola.
MM: ¿Y ese se llama…?
PS: La dificultad. Porque los tartamudos nunca dicen que son
tartamudos. Lo investigué. Dicen: “Tengo una dificultad para hablar”.
MM: ¿Eso donde lo investigaste?
PS: En libros de foniatría. Para
mí, la parte más linda de escribir es cuando estás investigando. Y ahora estoy
escribiendo una que no quiero decir que se me pinchó, pero veré qué hacer.
Sobre un cuento que escribí una vez. Ocurre en el campo, en la provincia de
Santa Fe. Una adolescente se va de la casa, pierde la memoria, hace otra vida,
el padre la encuentra, era menor de edad
y la trae de los pelos de vuelta a su casa. Y ella nunca más vuelve a recordar.
Dice que no se acuerda de nada y nunca más se acuerda de quién es. Todos
sospechan que sí recuerda pero ella dice que no. Entonces yo digo que ella se
hace la que no sabe o no recuerda, porque pasó algo horrible con el padre. Toda la obra está
sostenida, por una edición de cocina que me compré, donde está todo lo que se
puede hacer con la leche de vaca. Una edición de cocina de El Trébol, que es un
departamento de la provincia de Santa Fe. Hay recetas piamontesas, recetas de
polenta con leche. Tienen un tambo y están todo el tiempo con esto. Y las
cremas que se ponen en las manos las personas que ordeñan… ahí me enteré de
cosas maravillosas. Y ahí vale la pena escribir, porque te metés en mundos
diferentes…
PS: Sí, así que lo que les
traje, son dos monologuitos que dan inicio a las obras. La del escorpión, que
es la que les voy a leer, es la historia de esos hermanos. Mi abuela tenía a su
hermano Fiore, que era el menor, su hermana mayor, que era Isolina, y las
historias de estas chicas que eran semianalfabetas, y que crecen y se van a la
ciudad de Rosario, donde se casan y tienen su familia. El hijo varón se queda.
Se le había dado la oportunidad de estudiar pero él era cabeza dura, no estudió,
se quedó en el campo. Su padre le prometió siete cuadras de tierra si se
quedaba a trabajar con él. Él se queda. Se casa, y lleva a vivir con él a su
mujer, que era una mujer preciosa de otro pueblo. Y tienen tres hijos. Entonces
le dice a su padre que le dé las siete cuadras de tierra. Y el padre, que era
un gringo entre malicioso y amarrete, le dice que se las había prometido a él.
Pero que estaba alimentando a la mujer y a los hijos. Entonces, él lo amenaza a
punta de escopeta, hasta que le firma una escritura y obtiene las siete cuadras
de tierra. El padre se muere años después. Cuando llega la sucesión, la
herencia de este hombre, mi abuela y su hermana se encuentran con que les
faltan catorce cuadras de tierra, siete para cada una, o siete en total, no me
acuerdo bien. Entonces mi abuela decide hacerle juicio. De eso se trata El escorpión. Porque estaban por hacerle
el juicio, y una dijo que hacerle juicio a un hermano era un pecado. Y no lo
hicieron. Y hasta el día en que se murió, mi abuela decía: “Ay, Dios lo tenga
en la gloria a mi hermano Fiore, qué hombre tan bueno, yo lo quería tanto, me
robó. Me robó siete cuadras de tierra”. (Risas). Nunca perdonan. Después de que
sucede todo esto, él se queda con la tierra, se queda a vivir con su madre, su esposa y los hijos en el campo. Y
esta es la última de las obras que se llama Natalina,
que era el nombre de mi bisabuela. Y la empiezan a arrumbar. Le dicen que ella
tiene la habitación más grande, y que para qué la quiere si es una mujer sola,
y que por qué no se va a la chiquitita. Ella dice que se ahoga y le dicen que
le agrandan la ventanita. Se odiaban a muerte con la nuera. Y ella queda hecha
una mendiga en su propia casa. Es como la historia de Hécuba, que pasó de reina
a esclava. Son obras del campo, que son difíciles de hacer en Buenos Aires
porque no está esta sensibilidad con la tierra. En Rosario también hay mucha
gente que ya no tiene nada que ver con el campo, pero es una ciudad que fue
industrial con mucha población de los campos de alrededor. Las hicieron en
Rafaela, una ciudad del norte de Santa Fe, y fueron un éxito. Son todos gringos
campesinos que me decían que esa era la historia de su tío. Bueno, este es El escorpión, y este es el monologuito
de la primera escena de la obra:
Escena 1: La
habitación de Fiore
Isotta, detrás
de un mueble en el dormitorio de Fiore y su esposa.
Media escondida,
tapándose con la puerta abierta del ropero.
Vestida de luto,
se retuerce entre la culpa y la lascivia.
Tiene
desabotonado el cuello de la blusa negra.
ISOTTA: ¿Qué me ha dado de beber? Este
aguardiente enseguida se me subió a la cabeza. ¡El aguardiente y los besos! No
está bien esto que hacemos (hipa)
Usted me hace hacer un pecado, Ivo. Un pecado grandísimo. Mi padre, yace ahí en
su… ¿cómo se dice?... Igual me entiende lo que quiero decir. Que está muerto,
papá. (Lloriqueo). Yo no pude ni
despedirme de él, que llegué y ya se había ido. Este es un licor fuerte. Será
de ciruela, que es una fruta que no tiene la culpa. Pero… es fuerte. Lecho
mortuorio, me acordé de la palabra. (bebe;
trivial) Está rico. ¿Quién lo prepara? ¿Su mamá? ¿Sigue bien su mamá, Ivo?
¿Cómo está doña Bizerka? Yo la quería mucho a su mamá; ¿ella me quería a mí?
¿Se acuerda de mí? Me habrá agarrado rabia. (Picara) Usted también me tenía rabia. Fueron cosas de chicos. ¡Pero
cómo lo quería yo! Usted me quería… Fue el destino que se cruzara don Antonio.
(se desabrocha unos botones.) Usted
dice que me perdona; pero está muy mal esto que estamos haciendo. Dios no me lo
perdona, Dios… ¡Dios tiene una libreta negra así de gorda con mi nombre en la
tapa! Isotta Filiberti. Ahora me anotará otro pecado. ¡Y qué pecado, Ivo! (se asoma fuera del biombo) ¿llora usted?
Está tan silencioso. Mire, si viene mi cuñada. Si entra de golpe; ella se huele
estas cosas. Es propio una loba. Viene Fiore con el trabuco. Espere, es cosa de
un momento. (se quita la blusa) Esto
no será como fue en el campo, entre el lino. Cuando cantaba “Tutti mi chiamano Bionda / ma bionda io non
sono./ Porto i capelli neri!” (Junta
valor) ¡Va a llevarse un chasco cuando me vea! Tengo treinta y cinco años,
tuve dos niños. Y tengo una cicatriz muy fea que me cruza la pierna… De una
vez, un accidente. ¡Que me enfurecí con la vecina! (La perra aúlla) Oiga allá, Ivo, otra desgracia sobre esta casa. Si
alguien nos descubre… Si alguien… Dicen por ahí que yo estoy loca. Creen que
estoy loca. Pero yo no estoy loca. ¡Ay, Santa Clara de los pobrecitos! Quiero
que usted vea la cicatriz. Vea, vea. Acá, donde da la liga. (Saca la pierna, se alza la enagua. Al otro
lado, él toca su cicatriz). No pudo haberle dado impresión. Me pasa que a
veces no duermo. Me quedo tirada a la noche, mirando el techo. Noches y noches
y después me levanto y hago alguna burrada. Lo que sucede… lo que sucede es que
vivo con el alma fuera del cuerpo. Como dice usted: ‘La sangre no es agua’. Alla finestra t'ho visto,/ non t'ho potuto
parlare./ M'hai fatto innamorare! (Se
persigna, horrorizada) ¡Cantar hoy que papá está muerto! (oscura) No, no. (Sigue desnudándose) No puedo quitarme la ropa y hacer esto para que
usted me perdone. Usted anduvo diciendo por ahí que le hice una perfidia. Mire,
no sé qué quiere decir perfidia, pero no me gusta que anden hablando mal de mí.
(Querendona) Aparte, yo quiero que
usted me perdone. (Un tiempo) Come porti
i capelli bella bionda, /tu li porti alla bella marinara. No, no. Esa era otra canción, es una polka, y papá está en el lecho de
muerte. ¿Cómo se sabe cuando es una polka y cuando no es una polka? Tu li porti come l'onda / come l'onda in
mezzo al mar ¡Yo soy tan desdichada, Ivo! Pero es como dice usted ‘hay que
cagar o salir del pozo’. Olvídese; no puede tenerme. Yo, yo no puedo quitarme
la ropa. Si no fuera porque lo quiero tanto, me haría sentir una cualquiera.
¡Pero lo quiero tanto! No puedo (se quita
las medias). En cualquier momento llaman y hay que enterrarlo a papá.
Queda con
enaguas.
Se quita las
enaguas por encima de la cabeza.
Sale del biombo.
Apagón.
Y ahí es el apagón de la primera escena.
(Aplausos).
MM: Bueno, la verdad es que estuvo muy muy lindo. Muchas gracias,
Patricia.
PS: No, les agradezco a ustedes,
espero que vengan al teatro, o a la presentación de mi libro. Mario tiene mi
mail por si necesitan cualquier cosa, me buscan en Facebook, la verdad es que
fue un placer.
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