Acerca de las biografías
Laura Ávila nos cuenta su historia de lectora precoz de biografías de todo tipo. Y su elección y fanatismo por las de Mariano Moreno, acaso la figura de nuestra historia que más quiere y admira.
Por Laura Ávila*
¿Las biografías son literatura?
¿Las biografías son literatura?
Para
contestar este interrogante primero tendríamos que precisar qué es una
biografía.
En general
son textos que narran la vida de una persona, a veces desde su nacimiento hasta
su muerte. Con este criterio, los evangelios serían biografías de Jesús, que
además cuentan con el bonus track de
la resurrección.
Las primeras
biografías surgieron cuando todavía no existía el papel. Estaban pensadas en
verso y se fiaban de la memoria humana como único soporte para ser transmitidas.
La Ilíada y la Odisea, suerte de biografías de Aquiles y Ulises, sobrevivieron
hasta nuestros días porque alguien las recordó de pies a cabeza.
Y aquí viene
otra pregunta: ¿las biografías tienen que ser de hombres y mujeres que hayan
existido? ¿O pueden inventarse vidas y peripecias? ¿Si una biografía se
inventa, es biografía o simple literatura?
Surge
entonces una división entre la imaginación y los hechos históricos.
Según Manuel
Pulido Mendoza, autor de Plutarco de
moda, la biografía moderna en España (1900-1950), existen novelas
históricas biográficas, pseudo-biografías (ficciones con forma de biografías) y
biografías historiográficas, es decir, aquellas que vienen con notas al pie,
bibliografía y documentación señalada.
Con este
largo prólogo les vengo a decir que durante mi infancia y adolescencia leí
infinidad de biografías. De santos y de próceres argentinos. La mayoría fueron
libros heredados de alguien llamado Vicente Felice, un italiano amigo de mi
abuelo, que nunca conocí y que gustaba de encuadernar los libros baratos de la
editorial Sopena y Claridad con tapas de cuero presuntuosas. Amé a ese
desconocido en silencio, porque le regaló a mi abuelo toda su vasta biblioteca,
sí, esa donde cada ejemplar salía lo mismo que un completo (un café con leche
con pan y manteca), en los puestos de diarios de las primeras décadas del Siglo
XX.
Así, desde
1983 y con menos de diez años, leí la anacrónica Vida de Tolstoi, San Agustín y
Santa Mónica, pero también las
biografías de Álvaro Yunque del cacique Calfucurá y la vida de Leandro N. Alem.
Por suerte para mí los autores de la editorial Claridad eran de izquierda,
amantes del pueblo y de su instrucción.
Mi mamá vio de
reojo que me gustaban las biografías y en una casa de usados me compró Mariano Moreno, una edición de la
biblioteca Billiken de la vida del Secretario de la Revolución de Mayo.
Su autor era Alberto
Larran de Vere, un periodista y dramaturgo que igual escribía libros de pesca
que semblanzas de prohombres. También fue el fundador de la biblioteca
argentina para ciegos. Tenía una pluma correcta y se solazaba en los pasajes
conflictivos de la vida de Moreno, especialmente en el brindis de Atanasio
Duarte y la renuncia a la Primera Junta. No era una biografía muy documentada,
pero me encantó, y busqué al hilo otras biografías de Moreno, para comparar.
Así leí Mariano Moreno, el numen de la
Revolución de Mayo, del puntano Galván Moreno; Mariano Moreno, ciudadano ilustre, el noble ladrillo de Guillermo
Elordi (que venía con una línea de tiempo hermosa al final), El Mariano Moreno de Sergio Bagú, que en
una primera versión rechazaba el Plan de Operaciones y en las ediciones
posteriores lo defendía como de la autoría de Moreno, y así hasta llegar al
colegio secundario, donde mi profe de historia me sorprendió leyendo uno de
esos libritos embozados dentro del texto prescripto por él de A-Z. Me secuestró
eso que para él era literatura
obscena por lo fantasiosa y falta de rigor histórico y me recomendó la
biografía oficial de Moreno, la de tres tomos de Ricardo Levene: ¡esa sí que
era una biografía historiográfica! Hasta apéndice documental tenía.
A mis 16 años me volví loca. Y a pesar de que
Levene era bastante religioso y santurrón, su prosa era legible, entretenida, y
de ese libro pude leer otros, especialmente los de Manuel Moreno, el hermano. Su Vida y memorias del doctor don Mariano Moreno no será muy preciso,
pero fue escrito a un año escaso de la muerte de Mariano, conserva detalles de una
infancia compartida y destaca lo chistoso y joven que era, después de todo.
De Mariano
Moreno también hay guiones publicados pero ninguna película argumental hecha.
Esto es un misterio que amerita otra entrada a este blog.
Siempre me
gustaron las biografías, no solo las de Moreno. Lo que me pasa con él es amor, y
lo de sus biografías, un vicio perpetuo. Las colecciono, así que ya saben qué
regalarme en Navidad.
Hoy estoy leyendo
Manuel Dorrego, Vida y muerte de un líder
popular, de Gabriel Di Meglio. Es una bio rigurosa, escrita con belleza, documentada,
un gran trabajo de investigación.
Pero a mí me
intriga más el misterioso paso de la vida real a la ficcionalización. Y si bien
a la hora de escribir lo mío es más la novela histórica que la biografía, algo
de esas indigestas lecturas de la infancia se me traducen en los temas y los
tonos de las cosas que escribo, porque creo, como esos autores olvidados, que aquellas
vidas pasadas fueron extraordinarias, dignas de un buen relato.
* Laura Ávila es escritora. Autora, entre muchas obras, de La sociedad secreta de las hermanas Matanza, Moreno, Escondidos y Los músicos del Ocho. Desde este año, integra el grupo de docentes de promoción de la lectura en el Programa Bibliotecas para armar.
* Laura Ávila es escritora. Autora, entre muchas obras, de La sociedad secreta de las hermanas Matanza, Moreno, Escondidos y Los músicos del Ocho. Desde este año, integra el grupo de docentes de promoción de la lectura en el Programa Bibliotecas para armar.
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