El ensayo que lo cambió todo. A 90 años de la habitación propia de Virginia Woolf
Es uno de los textos
capitales del feminismo y fue publicado por primera vez el 24 de octubre
de 1929. Esta basado en una serie de conferencias que Virginia Woolf
desarrolló en el Newnham College y el Girton College, ambas
universidades femeninas de la Universidad de Cambridge.
"Una mujer debe tener dinero y
una habitación propia para poder escribir novelas": desde allí parte uno
de los ensayos capitales del feminismo. Fue publicado por primera
vez el 24 de octubre de 1929, basado en una serie de conferencias que
Virginia Woolf desarrolló en el Newnham College y el Girton College,
ambas universidades femeninas de la Universidad de Cambridge.
"¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué era un
sexo tan próspero y el otro tan pobre? ¿Qué efecto tiene la pobreza
sobre la novela? ¿Qué condiciones son necesarias a la creación de obras
de arte?", se preguntó la autora de obras como Las olas, Orlando, Al faro y La señora Dalloway, una de las grandes renovadores de la novela moderna.
Woolf también fue editora, publicando libros de autoras también
fundamentales como Katherine Mansfield. A los treinta se casó con
Leonard Woolf, un economista con el que compartía lo que se conoció como
"el grupo de Bloomsbury." El matrimonio fundó, en 1917, la editorial
Hogarth Press: además de a Mansfield, y de la obra de la propia
Virginia, publicaron obras de T. S. Eliot y Sigmund Freud. Esos días están relatados en sus diarios.
Como editora, sabía de los valores que custodiaba. En Una habitación propia leemos:
"Escribir una obra genial es casi una proeza de una prodigiosa
dificultad. Todo está en contra de la probabilidad de que salga entera e
intacta de la mente del escritor. Las circunstancias materiales suelen
estar en contra. Los perros ladran; la gente interrumpe; hay que ganar
dinero; la salud falla. La notoria indiferencia del mundo acentúa además
estas dificultades y las hace más pesadas aún de soportar. El mundo no
le pide a la gente que escriba poemas, novelas, ni libros de Historia;
no los necesita. No le importa nada que Flaubert encuentre o no la
palabra exacta ni que Carlyle verifique escrupulosamente tal o cual
hecho. Naturalmente, no pagará por lo que no quiere. Y así el escritor
—Keats, Flaubert, Carlyle— sufre, sobre todo durante los años creadores
de la juventud, toda clase de perturbaciones y desalientos. Una
maldición, un grito de agonía sube de estos libros de análisis y
confesión. «Grandes poetas muertos en su tormento»: ésta es la carga que
lleva su canción. Si algo sale a la luz a pesar de todo, es un milagro y
es probable que ni un solo libro nazca entero y sin deformidades, tal
como fue concebido. Pero, para la mujer, pensé mirando los estantes
vacíos, estas dificultades eran infinitamente más terribles. Para
empezar, tener una habitación propia, ya no digamos una habitación
tranquila y a prueba de sonido, era algo impensable aun a principios del
siglo diecinueve, a menos que los padres de la mujer fueran
excepcionalmente ricos o muy nobles".
Virginia Woolf vivió entre enero de 1882 y marzo de 1941,
en Inglaterra. "La indiferencia del mundo, que Keats, Flaubert y otros
han encontrado tan difícil de soportar, en el caso de la mujer no era
indiferencia, sino hostilidad. El mundo no le decía a ella como les
decía a ellos: «Escribe si quieres; a mí no me importa nada.» El mundo
le decía con una risotada: «¿Escribir? ¿Para qué quieres tú escribir?»",
se lee en su ensayo capital.
"La vigencia y la cercanía de Virginia Woolf tienen que ver con la
imposibilidad de permanecer indiferentes ante una escritora que ha
difuminado los límites entre lo público, lo político y lo privado; entre
ficción, historia y biografía; pero también con el interés por
dilucidar al ser humano que se expresa a través de sus diarios y cartas.
El tiempo transcurrido desde su muerte, lejos de convertirla en polvo y
ceniza, ha construido una imagen cambiante, le ha otorgado una vida
nueva", escribió Irene Chikiar Bauer.
Fuente: Eterna Cadencia
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