La voz de Puig
En esta nota, Juan Forn circula por la obra de Manuel Puig, el peso que tuvo en ella su pueblo natal, y la importancia que tuvo la bibliotecaria Patricia Bargero, que consiguió que se lo lea sin los prejuicios y reparos que se presentaron cuando comenzó a publicar.
Por Juan Forn
Manuel Puig lo retrató en sus novelas
Esa mujer se llama Patricia Bargero y supimos de ella por el excelente documental Regreso a Coronel Vallejos.
Carlos Castro, el director del documental, nació y se crió en Villegas.
Como Patricia, oyó desde chico lo que se decía en voz baja sobre Puig,
pero también vio desde chico a Patricia Bargero pasar en su silla de
ruedas a motor rumbo a la biblioteca o a dar un taller sobre Puig en
alguna de las escuelas de la ciudad. Patricia Bargero quedó
cuadripléjica en un accidente que tuvo, muy jovencita, pocos días antes
de casarse: volvía a Villegas manejando el auto de su padre, traía el
vestido de novia en el asiento de atrás, el auto volcó. En algún momento
de su lenta recuperación leyó por primera vez a Puig y sintió que esos
libros le hablaban de tal manera, que podría decirse que ha dedicado su
vida a ellos (“La identificación con sus historias y personajes fue
total, empecé a hurgar en su vida, a buscarme adentro de las novelas,
terminé viviendo en una de las casas donde vivió, dando talleres de
lectura de sus novelas por las escuelas y escribiendo un libro
interminable sobre él”). Como le pasó al resto de los villeguenses,
Patricia Bargero no pudo leer esas dos novelas de Puig como si fueran
ficción; para ella eran pura realidad. Pero en lugar de escandalizarse,
vio en ambos libros un espejo y una herramienta para entender y
entenderse.
El problema de Villegas con Puig no fue por el modo en que retrató, en Boquitas pintadas,
a Danilo Caravera, un joven que era una leyenda por su despampanante
apostura, su gentileza y cordialidad, y su despiadada y prematura
muerte, de tuberculosis. Al tocar a Danilo, decían en Villegas, Puig
había manchado al pueblo y a su gente. La verdad de la milanesa es, en
realidad, la imagen de sociedad libertina e inmoral que daba Puig de
Villegas. “Acá hay muchos cuernos y todos hablan de eso. Pero ¿escribir
un libro? No, eso no se hace”: ése fue el veredicto. Lo que sorprendió a
Patricia Bargero fue que Villegas se escandalizara por eso e hiciera la
vista gorda, en cambio, a lo que Puig denunciaba de verdad en sus
novelas: la violencia silenciosa practicada contra niños y mujeres, en
especial de clase baja.
Puig rechazó desde chico el mundo masculino por la carga de violencia
que tenía: “En el colegio primario descubrí los primeros brotes de una
violencia que nunca entendí ni dejé de odiar. Esa sistemática
humillación de todo lo que fuera débil o sensible me aterró siempre. El
problema de defenderse fue una fuente de angustia para mí, porque yo
rechacé siempre la fuerza, el prestigio que tenía la fuerza en mi
pueblo”. Esa autoexclusión lo volvió muy observador: un chico molesto,
que veía toda la cadena de la violencia, que sabía entender ese silencio
de las víctimas, porque de eso no se hablaba. Que Puig haya elegido
voces de mujeres y de niños para contar la historia no es casual, ni
inocente. Su genio consiste en eso: todo ocurre camuflado en sus
novelas, debajo de la aparente banalidad y simpleza de lo que dicen sus
personajes.
En suma: Puig, el puto mentiroso, el frívolo chimentero, el
superficial sin remedio, como lectura indispensable, e invalorable, para
quienes viven en Villegas. Patricia Bargero lleva años transmitiendo
esto, porque en cierto sentido Puig ha dictado su vida: además de sus
talleres sobre él en las escuelas, Patricia participó activamente en la
investigación que sacó a la luz los ocho desaparecidos que hubo en
Villegas durante la dictadura, y desde hace años mantiene una incansable
labor feminista, para que las cosas cambien en Villegas.
Porque está bueno ese cartel en la ruta que dice “La ciudad del
escritor Manuel Puig”, pero no alcanza con eso. Los memoriosos quizá
recuerden un video que hace años circuló como una plaga, primero por
General Villegas y después por todo el país: tres adultos abusando de
una menor. Lo que no se supo es que, cuando estalló la cosa, amigos y
familiares de los victimarios convocaron a una marcha por las calles de
Villegas. ¿Cuánta gente podía asistir a una marcha en favor de tres
abusadores? Las imágenes de archivo del noticiero local muestran una
apretada aglomeración de más de una cuadra. Lo más tremendo es que hay
más mujeres que hombres en la marcha y la encabeza la pareja de uno de
los abusadores. La escena podría perfectamente figurar en una novela de
Puig, contada a través de las voces de distintas mujeres y niños que ven
la escena desde la calle o en el noticiero, por la televisión.
La relación de Patricia Bargero con Puig se manifiesta también en el
terreno más profundamente literario: aquella idea de Stendhal, de que el
autor va construyendo con sus libros a su futuro lector, a su lector
ideal. No hay fanático de Puig en el mundo que no haya peregrinado a
Villegas para hablar con Patricia Bargero y todos ellos esperamos con
igual ilusión el libro que ella lleva años escribiendo, un libro en
forma de cartas, que trata de abarcar todas las facetas de su relación
con Puig. Mientras tanto, cuando le preguntan cómo interpreta ella misma
ese vínculo, prefiere despojarlo de toda resonancia épica: “Si se sigue
creyendo que él era un resentido, se me puede considerar a mí también
una resentida que mira desde su silla de ruedas a los bípedos que siguen
viviendo su vida felices. Quienes prefieran el lado melodramático
pueden verme como la pobre tullida tratando de hacerse un espacio en
este pueblo donde todos son siempre los mismos desde tiempo inmemorial. Y
a quien le guste lo rimbombante puede decir que le debo mi feminismo y
mi conciencia social a Puig. Lo único que yo sé es que solamente
reconociendo cuánto hay de sus libros en nosotros podremos comprendernos
y transformar el Villegas que habitamos y que yo sigo eligiendo para
vivir porque es el lugar donde puedo trabajar, puedo soñar y puedo
además reírme mucho de mí misma”.
Fuente: Página12
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