Lecturas junto a la primera infancia en el Hospital Piñero
Durante 2019 se llevó a cabo la 3° edición del Ciclo "Otras maneras de contar", organizado por el equipo de trabajadoras sociales y musicoterapeutas del Hospital Parmenio Piñero. En el marco de este curso, el 6 de septiembre, la Lic. María Laura Migliarino dialogó con las participantes sobre algunas experiencias que desde Bibliotecas para armar venimos desarrollando en relación a las prácticas lectoras en la primera infancia.
María Laura Migliarino: Buenas días a todas, gracias por venir a compartir este encuentro, esta conversación, donde particularmente voy a contar algunas experiencias en relación al trabajo que vengo realizando hace muchos años con primera infancia. Marisol Mancini me convocó porque dentro de Bibliotecas para armar, armé un proyecto que se llama Mariposa del Aire, en donde junto con las familias confeccionamos libros de tela para niños y niñas muy pequeñitos/as, de cuarenta y cinco días a tres años, que asisten a los Centros de Primera Infancia de la Ciudad. Para comenzar, quiero contarles un poco de qué se trata el Programa al que pertenezco, al que pertenece Pía también, que está grabando para luego colgar esta charla en nuestro blog Libro de arena.
Bibliotecas para armar es un programa que nació hace 15 años y que forma parte del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Surge a partir de la necesidad -post 2001- de muchos comedores comunitarios y asociaciones en la zona sur de la Ciudad, de sumar otras propuestas a su labor diaria y principal. Y así arrancamos, con la idea de armar bibliotecas comunitarias pensando a la lectura como un derecho de todos los ciudadanos y ciudadanas, pensando en la posibilidad de que todos y todas podamos acceder a los bienes culturales del lugar en donde vivimos. Dentro del marco del Estado empezamos a trabajar en ese sentido: promoción de la lectura, animación… Me gusta más hablar de “dar de leer”.
Bibliotecas para armar parte de dos cuestiones que nos parecen fundamentales: por un lado, estamos convencidos de la necesidad de disponer del bien, se necesita del libro en tanto objeto. Y por otro, necesitamos la disponibilidad de la práctica.
En relación a disponer del bien, todos los años nos ocupamos de pensar en cómo obtener libros para poder donar a las instituciones que trabajan con nosotros. Hacemos campañas, recibimos bibliografía, la clasificamos, la catalogamos, y después la vamos donando de acuerdo a las solicitudes y requerimientos de cada biblioteca.
Recibir libros para primera infancia o libros ilustrados es lo más difícil. Muchas veces no llegan en buen estado, y no se pueden repartir. Por otro lado, eso está bueno también, porque habla de que los libros circulan. Siempre decimos que si uno entra a una biblioteca, y están todos los libros perfectamente acomodados, de lomo, en perfecto estado, es una “biblioteca muerta”. Entonces, en la medida en que los libros no circulan, no tiene mucho sentido tener un modular con el material ahí expuesto.
En relación a la disponibilidad de la práctica puedo decirles que podemos tener muchos libros, pero si no sabemos qué hacer con ellos, cómo acercarlos a los niños, a los adultos que asisten a nuestro espacio, la biblioteca en cuestión se convierte en una biblioteca muerta. Por eso, en este sentido, desde que el Programa comenzó a funcionar estamos todo el tiempo reformulando actividades, para ver cómo trabajar con el material. Y por supuesto que hubo un crecimiento y un desarrollo. Al principio eran actividades específicas, y a medida que pasó el tiempo, y que fuimos adquiriendo experiencia, pudimos pensar en proyectos de trabajo más ambiciosos. Mariposa del aire es uno de ellos, pero hay muchos más.
Les decía que para garantizar ese derecho tiene que estar el Estado y nosotros trabajamos con bibliotecas comunitarias. También las llamamos “de emergencia”, “de campaña”, “próximas”… Son bibliotecas chicas, que trabajan y hacen mucho por la población en la cual se encuentran insertas, pero que además tienen muy poca visibilidad. Una biblioteca en un espacio de Pediatría, pequeñita, también es para nosotros una biblioteca comunitaria. Porque piensa en el bien común de las personas que circulan por el hospital. Proveemos bibliografía, y colaboramos con otros soportes a partir de las necesidades, perfiles, tradiciones y gustos de cada comunidad. Y pensamos en generar acciones para los lectores reales o potenciales de la biblioteca, y hacemos cursos de capacitación, que se vinculan entre sí y están abiertos a todo aquel que quiera participar. Ofrecemos un espacio de intercambio para pensar la importancia de la lectura en la primera infancia, capacitaciones en narración oral, en animación y promoción de la lectura. Esos son tres módulos diferentes, independientes, pero que en un punto se articulan entre sí (entre la teoría, la exploración de bibliografía y la puesta en práctica)
Acá veo muchas caras conocidas… ¿Dónde estuviste ayer?
Asistente: En el Ameghino.
Asistente: En el Ameghino.
MLM: ¿Y qué hicieron?
Asistente: A partir de colecciones que recordábamos de nuestra infancia, en este caso fue Robin Hood, buceando en la presencia de la palabra y de las historias en el interior de cada persona, intentamos recuperar el valor que tenían en nuestra propia historia, acudimos a los refranes. A partir de la lectura de Robin Hood, exploramos nuestra infancia, recordamos a quienes nos contaron, y pensamos en la posibilidad de hacer un trabajo de refranes con adultos mayores, para recuperar una tradición que está en vías de extinción, a través de juegos de cartas. Dividimos diez refranes en cuatro partes, y tenían que armar un refrán con cada una de las cuatro partes que les tocaban a cada uno. Se reengancharon con la actividad, con los libros que conocían, con los que les habían comprado a los nietos, los que ellos habían leído de chicos, y fue una experiencia buenísima, un taller de memoria. Con el juego, buceaban de dónde salía cada refrán. Fueron dos horas que se pasaron volando.
MLM: Esto ejemplifica el trabajo de producción que se lleva a cabo en el curso de Animación a la lectura, a cargo de María Trombetta. Lo interesante, además, es que en el mismo curso hay otros grupos que han hecho trabajos para otras instituciones, y así se intercambian recursos, y se ve qué es lo que toma cada grupo, para trabajar en determinados espacios. A veces está más ligado con la narración oral, a veces con la lectura de un cuento, y a veces con la reinterpretación de lo que se leyó para armar otra cosa. Eso para nosotros, como Programa, es fundamental. Cuando vamos a trabajar en una institución o formamos temporalmente parte de un espacio, tenemos que brindar herramientas para que haya una reinterpretación de las lecturas que hacemos, y que desde ese lugar puedan pensarse otras actividades. Y que después, soltemos la mano y esas actividades puedan seguir su curso sin que estemos presentes físicamente. Porque uno puede ir a contar o narrar en un Centro de Primera Infancia determinada cantidad de tiempo, y retirarse, y estuvo todo genial, pero la idea es que en ese CPI haya iniciativa como para que eso pueda continuar. Si no, lo que hacemos nosotros queda en el tono del espectáculo: uno va, se sienta, escucha y se retira. Voy con mi valija y mis libros y me retiro. Y ahí queda la cosa, digamos. Todo el tiempo tratamos de superar esa instancia.
La diferencia sustancial entre una biblioteca y otros espacios de lectura, u otra situación de lectura, como la privada, es que se trata de una práctica mediada institucionalmente. Desde disposiciones físicas de los libros, horarios, hasta posibilidades de infraestructura, comodidades; y mediada a partir de personas mediadoras. Nosotros tratamos de fomentar el desarrollo de mediadores de lectura. No quedarnos solamente en hacer una actividad.
Trabajamos con cuestiones ligadas a la sustentabilidad, a las estrategias comunicacionales, a las relaciones con la comunidad, al establecimiento de proyectos institucionales de corto, medio y largo plazo.
Y abordamos el tema de los sujetos como mediadores. El mediador es el elemento clave de toda institución, de todo proyecto. Somos las personas que llevamos adelante los proyectos y las instituciones, y que tenemos la capacidad (o no) de transformación. El mayor desafío público es el trabajo codo a codo con los mediadores de lectura; los referentes comunitarios que promueven la lectura para que cada lector encuentre su libro; para que cada libro encuentre su lector. El novio y la novia, la pareja… (Risas) Es necesario que sean los propios mediadores los que elaboren nuevos discursos que conformen nuevos eslabones de la cadena interpretativa.
Eso es un poco lo que sucede acá en el Piñero; poder trabajar, y venir a narrar o a contar pero que eso se tome y se reelabore y surjan otros proyectos y actividades, y que la cadena siga. No sucede en todas las instituciones. Es un ejemplo.
Esto significa ser mediadores activos, elaborar discursos sobre la lectura. En este sentido, es central que los mediadores lean, pero que también hablen de lo que leen. Que generen textos críticos y reinterpretaciones.
Algunos ejemplos de los que les hablaba antes. Hay experiencias muy cortas y preciosas. Una es La leyenda del jaguar y el zorro, y otra es Mariposa del aire. La primera se trabajó con los alumnos de primer año de la escuela media del Distrito Escolar Nº 5, hace unos años, en el barrio de Barracas, pegadito a la 21-24. Habíamos generado un proyecto que se llamó Obra Abierta, en el que la idea era tomar distintas obras y hacer un trabajo con alumnos de escuelas de la zona, de distintos niveles; inicial, primaria, secundaria, y adultos mayores. Cada uno de ellos tomó una obra en particular, y a partir de eso se hizo una producción: en algunos casos fue un corto de animación, en este caso fue una historieta. Se trabajó, a lo largo de varios encuentros, una leyenda (en una versión de Jorge Accame) y después los chicos armaron la historieta. No era solamente leer el texto. Se trabajó sobre la temática, sus orígenes, la versión del autor, se revisaron otras obras del mismo, se hizo un seguimiento de lectura. En este caso, además, trabajaron con el lenguaje de la historieta: qué significa una viñeta, cómo pasar un texto literario a un texto en cuadros, tomar decisiones. Todo esto se hizo con los chicos.
El otro proyecto es Mariposa del aire, que surgió después de mucho trabajo en sala. Con el tiempo, comenzamos a notar que también era necesario trabajar con el equipo docente, porque veíamos que había poco conocimiento de la llamada “literatura infantil" y la verdad es que ellas tampoco sabían cómo hacer para acercar los libros a los niños. A veces el momento de lectura era “no sé qué hacer y entonces saco los libritos”. Esos tiempos muertos. Y ahí nació Mariposa, un proyecto en donde se trabaja con las docentes, en relación a por qué y qué leer en primera infancia, y en la búsqueda de bibliografía. Por supuesto que hay lectura en sala con los niños y niñas. Pero además se trabaja con las familias, convocándolas a una serie de encuentros semanales a la entrada de la escuela. En una primera instancia, trabajamos en forma de taller indagando qué se lee en casa, si es que se lee, cómo es ese acercamiento… En general, siempre aparece la pantalla como primer recurso. Ingresamos por ahí y empezamos a mostrar libros. Y mostramos que hay otras maneras de leer y de contar. Que no es necesario esperar a que un niño tenga cuatro o cinco años para compartir un cuento. Algo que para nosotros es una obviedad, en algunos ámbitos no lo es. Uno tiene que sacarse el prejuicio, correrse del sentido común y ver que no funciona para todos de la misma manera. Hay que “sacarse el guardapolvo” cuando uno trabaja con las familias que asisten a un Centro de Salud, o una biblioteca comunitaria, o un CPI.
Luego elegimos un texto, un libro, a veces es una canción de cuna, una nana, y una vez elegida tratamos de hacer una reelaboración de esa obra y comenzamos a pensar en el libro de tela.
Esto lo hago con Belén Leuzzi, una compañera que viene de Artes Combinadas, tiene una mirada estética mucho más bella que la mía, sabe coser, sabe bordar, sabe surfilar… ¿Quién sabe surfilar? Bueno, ella tiene treinta años y sabe hacer todo eso (Risas)
Trabajamos con bolsones de retazos de donde elegimos las telas; grandes, chiquitas, de las texturas que se les ocurran, elegimos los hilos que vamos a utilizar, y siempre hacemos un libro por CPI, porque lleva tiempo, y se necesita mucha gente para hacerlo.
Son libros que pueden tener tres o cuatro páginas. Trabajamos por pliegos; tenemos grupitos de tres o cuatro mamás, y cada una se dedica a una de las páginas.
Como es un libro para niños muy pequeños tenemos mucho cuidado con los materiales que usamos y la confección. El libro está íntegramente cosido, no hay pegamento, no hay botones, no hay lentejuelas, nada de todo eso. Se hacen los bocetos, que se pueden recortar, coser… Y Belén después se lleva los pliegos y termina de armar el libro para la presentación.
Les traje uno, de un proyecto que no pudimos terminar, para que vean de lo que estoy hablando.
Empezamos a trabajar mirando libros en los que había frutas, básicamente. Y verduras. A ellas les había gustado mucho un libro de Didí Grau, que se llama Casamiento en la cocina, que es un libro de cartoné, chiquitito, que cuenta la historia de dos frutas que se casan: el limón y la banana. Invitan a la frutilla, al kiwi, a la mandarina… Y a partir de ahí, pensamos la historia.
El primer libro que hicimos, en Barracas, en el 2017, en el CPI “Pulgarcito”, era de pañolenci, todo plano. Pero tenía un conejito que iba pasando página por página.
Cada vez que tenemos que armar un libro pensamos en qué otra cosa nueva se puede implementar.
Al principio fueron libros sin texto. Después, cuando trabajamos con Sana, sana colita de rana, y pensamos todo el desarrollo, agregamos un bolsillito, donde traía la nana, para que pudieran leerla, contarla y acompañar con las imágenes.
Cada participante tiene que pensar toda la escena, no solamente el tema que se va a trabajar, sino cómo se va a presentar. Y qué va a poder contarse en relación a eso.
Buscamos distintas texturas. Acá hay un cascabel en una nube. Aprendimos cómo poner celofán… Uno piensa que lo pone y suena enseguida y no. Tiene que ponerlo sobre algo que sobresalga del plano para poder estrujarlo y que suene, porque si no, no suena. Cuanto más chiquita es la figura, menos suena.
Todas estas cosas las fuimos aprendiendo a medida que las íbamos haciendo. Se pueden hacer más sencillos. En una capacitación se me acercó una mamá que me dijo que ella también hacía libros de tela. Y me los regaló. Y yo juré que siempre iba a mostrarlos en las capacitaciones. Esto es una bolsa de mate cocido. Estos son pedacitos de trapo de piso, surfilados.
Los cascabeles no podés ponerlos sueltos. Tenés que armar una bolsita, ponerlos adentro, y recién ahí, coserlos a la nube o al objeto que hayas elegido. Yo soy la que arma la bolsita, porque no me sale lo otro. (Risas) Yo soy de las que cose, y después viene Belén y te descose. (Risas)
Este es de trapo de piso; un pedacito de lienzo. Un detalle: este tipo de lienzo que ella pegó, ¿ven cómo se deshilacha? Hay que ver qué telas usás, porque hay muchas a mano, pero cuando las recortás, y más en tamaño pequeño, es muy difícil que no se deshilachen; hay que ver qué tela elegir. Son escenas muy sencillas. Esta es una mariposa.
A este le dio una vueltita de tuerca, que se la critiqué, porque tiene este pompón, que el bebé se lo puede llevar a la boca y es peligroso. Y el corazón. Pero igual es una preciosura. Y adentro le puso algodón. Ella los hacía para los niños que cuidaba. Se los paso para que los miren.
Lo que tiene de maravilloso para mí esta propuesta, es todo lo que suscita el armado del libro. En muchas ocasiones las familias se encuentran por primera vez, se miran con un mate de por medio, un té, unas galletitas, algo para compartir… Se conocen, padres y madres de la misma sala que no se conocían cara a cara, y en esos momentos en los que cosemos y bordamos, seguimos trabajando y charlando sobre las lecturas. Hablamos de las lecturas de la infancia, las canciones, las nanas que se cantaban… Tratamos de traerlas al grupo y que puedan compartirse.
A veces surgen conversaciones insospechadas.
Una vez ocurrió que la mayoría había pasado toda su infancia en Bolivia. Y fue la primera vez que recibí a un montón de hombres en el grupo, y que se quedaron. En general, todavía es muy difícil separar el tema de la primera infancia de lo femenino; todavía siguen muy ligados. Igual que el cuidado del adulto mayor. Esa cadena todavía no se rompió; pero había muchos hombres. Y sabían coser muy bien, realmente muy bien. Incluso mucho mejor que otras mujeres que estaban en ese grupo.
Y lo que se comentó, es que ellos en la escuela primaria, en su infancia, tenían una materia obligatoria donde les enseñaban a coser. No ahora, no sé si ahora, pero sí cuando eran chicos. Estamos hablando de hombres que tendrían treinta años. Todos sabiendo coser. Y el otro día, en uno de los cursos de capacitación, una mujer boliviana también lo contó. Yo no sabía que dentro de la educación formal tenían una materia de costura. A partir de ahí, surgieron un montón de conversaciones en relación con eso, y de las cosas que hacen los hombres y las mujeres en las casas, los estereotipos sobre lo femenino y lo masculino… Conversaciones que se armaron entre ellos, mientras cosían y se pasaban el mate.
Asistente: Depende de la edad. Nosotros en la escuela secundaria cosíamos y en la primaria también. En Actividades Prácticas.
MLM: Yo llegué a tener Actividades Prácticas pero nunca me enseñaron a coser. Recuerdo que si me enseñaron a tejer, y mientras todas mis compañeras tejían bufandas yo tejí un moñito ínfimo para ponerme en la cabeza. La maestra me quería matar. (Risas)
MLM: Yo llegué a tener Actividades Prácticas pero nunca me enseñaron a coser. Recuerdo que si me enseñaron a tejer, y mientras todas mis compañeras tejían bufandas yo tejí un moñito ínfimo para ponerme en la cabeza. La maestra me quería matar. (Risas)
“Mariposa del aire / ¡qué hermosa eres! / Mariposa del aire / dorada y verde.
(…)
Luz de candil… / Mariposa del aire, / ¡quédate ahí, ahí, ahí! / ¡Quédate ahí! / Mariposa ¿estás ahí?”
Este es un verso de Federico García Lorca que encabeza un texto que tuve que escribir para un congreso donde planteo algunas cuestiones teóricas que van a resonar en relación con lo que ustedes estuvieron trabajando con la especialista María Emilia López y con otros textos de autoras y autores entendidos en primera infancia. Comparto algunos fragmentos:
“Haciendo un poco de memoria seguramente muchos de nosotros podemos evocar aquellos cuentos, aquellas canciones, que nuestros padres y abuelos nos cantaban y contaban antes de dormir. Momentos claves de nuestra existencia -que hoy como adultos recordamos- en donde aparecen esas historias que nos han ayudado a conciliar el sueño. Relatos que se transmiten de generación en generación, que perduran a lo largo del tiempo con la impronta personal y el amor de quien los cuenta. (…)
“…cuando acercamos buenos libros a los bebés y a los niños pequeños, estamos poniendo a disposición la lengua del relato con todas sus características, y eso ayuda a construir un lenguaje más rico no solo en vocabulario, sino también en metáforas, gramaticalidad, imaginación, sentidos. La lengua del relato ordena el pensamiento, le da estructura. Las nanas, los juegos de manos y palabras, los libros que aún no pueden tomar con sus manos pero que les mostramos y leemos mientras ellos están en brazos de sus padres, el tiempo que les dedicamos a las palabras y a las imágenes, son modos de introducción y vivencia en la lengua del relato.”.
Esto para mí es fundamental, porque cuando uno habla de acercar material para leer a los chicos, primeramente tiene que haberse producido ese primer encuentro, ¿cómo vamos a lograr que un niño/a se interese por la lectura cuando no tuvo una experiencia fundante a una edad temprana? Cuando uno es muy pequeño, no importa el libro en tanto objeto. Uno puede tenerlo, pero si uno no puede vincularse con un bebé, a través de la literatura y la palabra, ¿qué sentido tiene que tengamos un libro? Podemos tener hermosos libros alrededor, pero a mí, en lo particular, me parece que por ahí no va la cosa. Primero tiene que haberse dado ese encuentro que tiene que ver con la circulación de la palabra, para luego pasar a los libros. Eso lo trabajamos mucho con las docentes, que están en un lugar en el que se encuentran todo el tiempo con las familias. O los profesionales de la salud, que están en los hospitales, en los centros de salud y tienen acceso a las familias. Es importante trabajar estas cuestiones. Después hay que ver cómo uno va a relatarlas. Tengo que ver de qué manera transmitir esto. No puedo hacerlo en estos términos; parece obvio pero no lo es para todo el mundo, entonces la responsabilidad es de uno:
El trabajo que vengo realizando desde hace 15 años y mi paso por la educación formal y no formal me han permitido corroborar que “la primera infancia es una de las etapas más importantes de la vida porque allí se establecen las potencialidades de lo que seremos y haremos en el futuro. El vínculo temprano con las diversas manifestaciones artísticas -en este caso la literatura- es una experiencia fundante. Comenzar a pensar junto a un otro, el desarrollo de la creatividad y la imaginación, son las herramientas que ayudan a un niño y a una niña a crecer en la comunidad en la que le toque vivir…”
María Emilia habla también de aprender a “leer niños”. Cuando uno elige un material para compartir, tiene que tener mucho cuidado y pensar a qué niño o niña irá dirigida esa lectura, porque en esa etapa de la vida “leemos con todo el cuerpo”. ¿Quién es ese niño? ¿Cuáles pueden ser sus intereses, en qué contexto vive, a qué cultura pertenece? Porque los niños, como los adultos, son todos diferentes. Uno tiene que tomarse el tiempo al elegir un libro. Y si bien se pueden pensar algunas categorías y temáticas en relación con las edades, o el desarrollo, como primera manera de establecer el vínculo con un niño pequeño, después uno tiene que tratar de levantar la apuesta. No es que siempre, porque es un niño pequeño, voy a darle un libro chiquito, de cartoné, con imágenes y con el pictograma. Puede que en determinadas circunstancias quizá uno trabaje de esa manera, pero siempre hay que tratar de correr el borde. Y poder mostrar otro tipo de material. A veces va a rebotar, pero eso tiene que ver con la pericia de uno de ver quién es el niño que está enfrente. Cuando una lee una novela que le gusta mucho pero mucho, sabe a qué amiga recomendársela. Con los niños pasa lo mismo. Uno tiene que tomarse el mismo tiempo y la misma dedicación cuando elige para un adulto que cuando elige para un niño.
“El deseo de pensar, la curiosidad, la exigencia poética o la necesidad de relatos no son patrimonio de ningún grupo social. Y cada uno tiene derechos culturales: el derecho al saber, pero también el derecho al imaginario, el derecho a apropiarse de bienes culturales que contribuyen, en cada edad de la vida, a la construcción o al descubrimiento de sí mismo, a la apertura hacia el otro, al ejercicio de la fantasía- sin la cual no hay pensamiento-, a la elaboración del espíritu crítico. Cada hombre y cada mujer tienen derecho a pertenecer a una sociedad, a un mundo, a través de lo que han producido quienes lo componen: textos, imágenes, donde escritores y artistas han tratado de transcribir lo más profundo de la experiencia humana.”
Esto no lo digo yo, lo dice Michelle Petit, una antropóloga que trabaja mucho sobre lectura, y que fue de vital importancia para mí -junto a Yolanda Reyes y María Emilia López- a la hora de pensar en el proyecto Mariposa del aire.
“Si desde antes de nacer los sonidos corporales y la voz de la madre atraviesan el crecimiento de una nueva vida, en los primeros arrullos, las canciones de cuna, los versos y las palabras que acompañan los cuidados cotidianos, se encuentra presente una herencia de palabras que tiene como principal función iniciar al bebé en los primeros pasos por el mundo de la representación. El niño ingresa a su lengua materna mediante estas operaciones-ritos-pasajes que lo adscriben a un mundo y le brindan las herramientas para afrontar la aventura interpretativa que requiere todo acto de lectura”
¿Por qué un libro de tela? Porque se confecciona con materiales en desuso que se encuentran en las casas, porque para su elaboración requiere de técnicas muy sencillas, porque en el propio hacer permite el acercamiento y el inicio de conversaciones entre las familias y porque, principalmente, estos libros facilitan el desarrollo sensorial, la motricidad gruesa y fina, la coordinación de manos, la creatividad y despiertan la curiosidad y la exploración por los materiales, las formas y el lenguaje. (…)
“Conversamos sobre autores, temas, personajes y libros ilustrados. Abordamos algunas cuestiones sobre las etapas de desarrollo, sobre lo que implica la lectura compartida y las conversaciones posibles en torno a lo leído, sobre las tensiones que se suscitan a partir de las expectativas del adulto, analizamos cómo se relacionan los niños con los textos según sus potencialidades y decidimos emprender el desafío de crear un libro de tela para la biblioteca de cada institución.
Fundamentalmente, detenemos el tiempo para que cada mediador/a pueda experimentar qué le ocurre en cada lectura, cómo lo/a interpela un texto -en tanto también sujeto de lectura-, porque nada podemos ofrecer, no hay inicio en un camino lector, cuando una historia no nos convoca y no toca esa fibra que nos hace íntimamente humanos.”
Insisto en que estos fragmentos tomados de las autoras me ayudaron muchísimo a pensar el proyecto que comenzó en 2017 en “Pulgarcito”. Allí trabajamos a partir de un poema de María Elena Walsh que se llama “Las estaciones.” Fue nuestra primera experiencia. Muy movilizante para nosotras, pero sobre todo para la institución; que haya algo hecho por las propias manos de las familias y que quede allí; eso tiene un valor incalculable. Porque como dice Belén, deben haber miles de libros que traten sobre las estaciones. Pero para esos nenes y nenas hay uno solo, que tiene esa huella de mamá y papá que está plasmada en el libro que reciben.
Las posibilidades que se abren con estas propuestas son ciertamente sorprendentes e infinitas; experiencias en torno a la lectura donde se conjugan diversas disciplinas, nuevos sentidos y descubrimientos que fomentan el desarrollo de comunidades lectoras. Como dice Yolanda Reyes:
"Si es cierto que todos venimos de la infancia y si está demostrado que lo que se construye en esos años incide en la calidad de vida, en las oportunidades educativas y, por consiguiente, en el desarrollo individual y social de cada persona, “dar de leer” a los más pequeños puede contribuir a construir un mundo más equitativo y a brindar a todos las mismas oportunidades de acceso al conocimiento y a la expresión desde el comienzo de la vida”.
Este es un poco el soporte teórico de este libro y muchos otros que andan girando de mano en mano.
Asistente: Una pregunta. En algunos CPI yo te entendí que llegaron a elaborar un libro, entre todas las salas. Pero ahora, cuando te oía, me parece que hubo un papá y una mamá que elaboraban el libro.
Asistente: Una pregunta. En algunos CPI yo te entendí que llegaron a elaborar un libro, entre todas las salas. Pero ahora, cuando te oía, me parece que hubo un papá y una mamá que elaboraban el libro.
MLM: No, no. El libro es elaborado en conjunto por todas las familias que quieran participar y circula por todas las salas.
Asistente: Por ahí trabajás con distintos padres y madres…
MLM: Eso es. Yo siempre sugiero que se convoque a todos. Vienen los que vienen, a veces no vienen siempre todos, y hay algunos que vienen de manera sostenida, pero eso es difícil de prever. Como lo que te pasa en Sala de Espera: hoy hay, mañana no hay, a veces hay muchos y a veces pocos… No hay forma de manejarlo.
Asistente: Y en esos casos, ¿lo empieza uno y lo sigue otro?
MLM: Sí. En general vienen muchos a la primera reunión, y a la siguiente algunos te dicen que a la próxima no pueden venir pero que se suman la otra, y así. Pero le seguimos dando continuidad. Cada vez que nos juntamos, si hay alguien nuevo retomamos y se va sumando. Por ahí, algunos solamente cosieron, otros bocetaron...
Asistente: ¿Ese proyecto sigue funcionando ahora?
MLM: Sí.
Asistente: Hay que hacerlo allí; nadie puede traer una flor o una mariposa hecha de su casa… ¿La idea es compartir ese hacer?
MLM: Sí, puede, pero tiene que asumir el compromiso de volver a la semana siguiente y traerlo, o dejarlo. En general, nadie se lleva nada a casa para hacer. Muy pocas veces han surgido esas posibilidades.
Asistente: Lo que pasa es que crear ese compromiso que vos decís, es un proceso que lleva su tiempo.
MLM: Absolutamente. Pero uno no puede dejar de intentarlo. Para eso es fundamental, en este proyecto, que la Dirección tome la iniciativa para lograr ese compromiso.
MLM: Aquí traje un par de lecturas para compartir; narrativa y poesía. Convengamos en que la poesía nos permite mirar la vida de otro modo, ¿no? Uno puede darle un sentido nuevo, a objetos que en la vida práctica tienen otro sentido. Por eso se hace hincapié en la palabra poética en la primera infancia. ¿Por qué? ¿Qué se les ocurre?
Asistente: El baño de palabras del que hablaba María Emilia.
Asistente: El baño de palabras del que hablaba María Emilia.
MLM: EL baño sonoro. ¿Qué más?
MPC: La memorización por la rima.
MLM: Eso es más utilitario, sí.
Asistente: En la rima hay algo de la retención que ayuda a poner orden en lo caótico.
MLM: Ayuda a organizar esa vida que empieza a rodar…
Asistente: La transmisión generacional…
MLM: Ese hilo invisible que pasa de generación en generación, del que habla Yolanda Reyes.
Asistente: La metáfora, la simbolización; la luna no tiene por qué ser la luna…
MLM: Yo les voy a recomendar este libro de María Emilia, La formación de los bibliotecarios y la lectura en la primera infancia. Es hermoso. En relación a la poesía, dice: “A través del contacto con la poesía, los niños ingresan en la lengua desde el lugar más grato y a la vez más efectivo: el juego, y a la vez, de la forma más abstracta, vaya paradoja: los niños comienzan a relacionarse con el lenguaje desde su forma más compleja. Pero lo complejo de esa abstracción para ellos es abarcable, porque su mente, su base emocional, les permite construir significados y atar significantes allí donde los adultos solo pueden replicar los existentes. Los niños no exigen tanta racionalización de la palabra. Se permiten el absurdo y el humor, sin ningún resquemor. Los niños, nunca le pedirían a la poesía otra utilidad más allá de su existencia. Porque para ellos, el juego es lo más interesante del mundo”. Y después, retomando a Beatriz Robledo, en relación con el ritmo dice: “La poesía en la infancia es mucho más que un juego con el lenguaje. Es, ante todo, ritmo. Ritmo que sostiene, que protege del vacío, que no permite la sensación de vértigo, porque cuando nos entregamos al ritmo, este nos acoge: lentamente unas veces, de manera rápida o cadenciosa otras, devolviéndonos el ritmo original y binario del corazón: sístole, diástole”. Juegos de manos, palmas, remiten a las primeras vivencias de relación con la madre. El ritmo de su corazón de la respiración, su forma de mecer. Encontrar ritmo en la música, en la poesía, es reencontrarse con los primeros signos de la intersubjetividad. Por eso, todas las acciones que buscan un ritmo armonioso son segurizantes, continentes.”
A veces es difícil encontrar bibliografía o textos en relación a esto que acabo de leer. Hay uno muy lindo, de Yolanda Reyes que se llama El libro que canta. Ella se tomó el trabajo de hacer una recopilación de canciones, juegos, retahílas, de distintas partes de América, de Sudamérica fundamentalmente. A veces, de país en país hay alguna variación. Nosotros acá cantamos “la naranja se pasea de la sala al comedor”; ese es un estribillo popular que María Elena retoma, y hace una canción. En Colombia y en Venezuela cantan “la manzana se pasea”. Yolanda arma todo un recorrido desde el recién nacido hasta que sale corriendo a los dos o tres años. Está ilustrado, es lindo para regalarle a una mamá.
Uno tiene que animarse a compartir y disfrutar. Cuando uno no está cómodo con el texto no se puede transmitir ni compartir. Si no estás cómoda, y segura y contenta de que lo que estás leyendo es hermoso, no lo podés compartir. Por más que sea políticamente correcto o que te lo recomienden, no funciona. Una tiene que creerse lo que va a contar. Acá tienen la colección Veo Veo, que son diez títulos de poesía pictográfica, en la que hay imagen y palabra. Lo que tiene esta colección es que está basada en la búsqueda de un ritmo de lectura. Cada uno de estos libros tiene un ritmo propio. Trabajan con distintas figuras retóricas; la metáfora, la anáfora…
Asistente: ¿Cómo se llama la colección?
MLM: De la cuna a la luna, editado por Kalandraka.
Asistente: ¿A qué te referís cuando hablás de ritmo?
MLM: Voy a leer…
Una luna y otra luna
fueron juntas de paseo
y subieron a un columpio
a jugar al Veo Veo.
Veo veo. ¿Tú qué ves?
Una estrella sobre un pez.
Veo, veo. ¿Qué ves tú?
Un pez, en la nube azul.
Veo, veo. ¿Tú que ves?
Una nube sobre un ciempiés.
Veo, veo. ¿Qué ves tú?
El ciempiés sobre un iglú.
Es precioso. Este otro se llama “Violín”
Din, di, din,
hace el violín.
Pom, pom, pom,
hace el tambor.
Turuleta,
la trompeta.
Din, don, dana,
la campana.
Plas, plas, plas
Las manos al chocar.
Mua, mua, mua,
un beso de papá.
Asistente: Hay muchos que se cantan, y que están en You Tube.
MLM: La verdad es que los libros son un poema completo. Hay otra colección de cuatro títulos de Paloma Valdivia y Estrella Ortiz, que también están pensados para la primera infancia. Fíjense que vienen en cartoné, son redondeados… Antes los libros venían en punta. Un libro, para un bebé, es un juguete. Y un juego no es lo mismo que un juguete; un juego tiene reglas. Un juguete puede servir para muchos juegos diferentes. Las cartas son un juguete con el que se pueden jugar infinidad de juegos. Un libro se puede transformar en tren, en casitas, en edificios, en lo que se les ocurra. Y el adulto, en la medida en que comparte lecturas, empieza a darle un sentido social al libro.
A paso, al paso, al paso
El pato.
El gato.
Y el ganso.
Al trote, al trote al trote.
El burro.
El caballo.
Y el coyote.
Al galope, al galope, al galope.
El caballo.
La jirafa.
Y el bisonte.
¿Y al vuelo?
El colibrí.
La cigüeña.
Y el mochuelo.
Y el niño
en los brazos
del abuelo.
Nosotros no usamos la palabra “mochuelo”, ¿no? Y entonces, ¿qué hacemos? Si uno está narrando en un grupo y aparecen estas palabras, ¿qué hace? ¿Para la narración? ¿Explica? ¿No explica? Yo no puedo decirles a ustedes lo que deben hacer, pero sí puedo decirles lo que hago yo. Y yo respeto el texto así como está, no necesitamos explicar todo cuando leemos, ni en la infancia ni nunca. En ocasiones, nosotros tampoco comprendemos todo lo que leemos e inferimos por contexto también. ¿Por qué los niños y las niñas no podrían hacer lo mismo? Hay que dar lugar al pensamiento, a que cada uno pueda elaborar sus preguntas y pedir respuestas si es que las necesita.
Asistente: ¿No hay receta, entonces? ¿Depende del criterio de cada uno?
MLM: Tiene que ver con lo que uno quiere trabajar. Porque a veces uno hace la lectura por la lectura en sí misma. Pero a veces tenés que trabajar ciertos contenidos; una maestra en el aula tiene que hacerlo, y está bien. Una cosa son los bebés, y otra cosa son los chicos de cinco años, que van a pasar a primer grado y en donde el sistema te pide que trabajes algunas cuestiones. Ahora, si siempre pensamos en objetivos en relación a la lectura estamos fritos.
Yo no espero ni busco una devolución de lo que se lee, tampoco la doy. Pero en las escuelas este sigue siendo un tema de discusión. Por ejemplo, una palabra como “bolitas”. Si vos tenés un grupo donde hay pibes de otros países, donde les dicen “canicas”, está bueno poder retomar esa palabra. Y que los chicos aprendan que las mismas cosas, en distintos lugares, tienen distintos nombres; eso está bueno. Yo creo que hay que “dejar ser” a la infancia, como dice Jorge Larrosa. No es fácil para uno como adulto. No a todos los chicos les gusta lo mismo. Te pueden tocar niños más o menos inquietos. Los niños leen con el cuerpo. Y leen en capas, encuentran detalles que a uno se le pasan. A los adultos les cuesta dejar que los niños lean a su manera.
Otra colección muy linda, de poesía, es “Los morochitos”, de Colihue.
Asistente: ¿Y a un chico recién nacido?
Asistente: ¿Y a un chico recién nacido?
MLM: Le cantás, lo mecés, lo mirás a los ojos, le susurrás, podés contarle las cosas que hiciste en el día, contarle lo que va a suceder… No necesariamente tenés que mostrarle un libro a un recién nacido. Ahora, si vos me pedís que te diga cuándo mostrarle un libro podría decirte que cuando se sienta y aprende a prensar. Pero podrías también antes; no hay recetas. Depende de vos y ese vínculo íntimo con ese niño.
Volviendo a Los morochitos, acá tengo María, Mariana, Mariela, de María Teresa Corral.
María, Mariana, Mariela
salieron a pasear.
María encontró un pajarito.
Con él comenzó a cantar.
María, Mariana, Mariela
salieron a pasear.
Mariana encontró un pececito.
Con él aprendió a nadar.
María, Mariana, Mariela
salieron a pasear.
Mariela encontró un arbolito.
Como un gato se puso a trepar.
María, Mariana, Mariela
salieron a pasear.
Las tres niñas de esta historia,
Sabían encontrar.
Por aquí traje algunos libros que tienen agujeritos o solapas. Este es un libro de Taro Gomi, editado por FCE. Hay un ratón en la casa:
Sin ninguna invitación entra en la casa un ratón. Tumba en su carrera un castillo de madera. Salta y trota, junto al perro y su pelota. Pasa sin hacer ruido, junto al cerdito dormido. Por la sala de lectura, muy mucho se apresura. Donde el cocodrilo estira, corre y no respira. La sorpresa aprovecha, y pasa como flecha. Y al final acierta, a cruzar la puerta. Cuando al fin la traspasa, ya no hay ratón en la casa.
Otra colección que les recomiendo es esta de Graciela Montes. Son libros de los noventa que se están reeditando; son historias circulares, o con varios personajes… o con uno: “EL paraguas del mago”, “Tres chicos muy valientes” y “La valija de doña María”. A mí este me gusta contarlo, porque habla de una nena que se encuentra una valija, en la valija hay una caja y en la caja hay un sombrero. Y en el sombrero hay una paloma, y la paloma trae un sobre que es de una amiga que la invita a comer una torta de chocolate. Y ella se va, y ahí termina la historia. Uno puede narrar esta historia con distintos objetos. Este otro es de un mago, que tiene un paraguas del que llueven los objetos que le pidan. Un día deja de llover y le piden que traiga la lluvia. Y él va caminando y haciendo llover pero siempre llueve debajo del paraguas. Me gusta mucho esta colección porque habilita la posibilidad de utilizar objetos diversos para narrar a niños muy pequeñitos.
Otra colección que les recomiendo, es Los Duraznos, de Pequeño Editor. Libros de cartoné, para leer, cantar y jugar.
También está mi querido Chigüiro, que es como le dicen al carpincho en Colombia, de Ivar da Coll, editado por Babel. Cada libro cuenta lo que hace Chigüiro con distintos elementos o en distintos momentos: con un palo, cuando se baña, con un lápiz. También pueden verlo en You Tube.
Aquí tengo El globito rojo, un libro ilustrado, un libro álbum que no tiene palabras, salvo por el título, los datos de edición, y el texto que nos vamos armando en el silencio de la lectura. Cuando muestro un libro que no tiene palabras, el lector internamente va generando un texto. Y el trabajo de la ilustración, junto con el editor, es muy importante, porque nos ayuda a construir el significado. En este libro funciona mucho la doble página, que ancla el presente con el pasado y nos permite seguir con la trama.
Al tener pocos colores, en este libro la centralidad narrativa está puesta en el color rojo; que nos permite seguir la narración. Hay un video, en el que una narradora decidió ponerle palabras a este libro. Está en You Tube y lo traje para compartir (PROYECCIÓN DEL VIDEO)
Hay entonces, distintas maneras de contar este tipo de libros, en los que la significación surge cuando uno los está leyendo. Y no todos los libros ilustrados funcionan con todos los niños pequeños, dependerá de la propuesta y de cada lector/a en particular.
Para terminar, me parece importante señalar algunas cuestiones: céntrense en el argumento, en una historia que esté bien contada, con introducción, nudo y desenlace. Una historia verosímil, uno tiene que poder meterse en la historia y creerla. Una historia que tenga coherencia: las acciones y los acontecimientos deben seguir una lógica. Tengan en cuenta el punto de vista del narrador. Si hay uno o más narradores; hay libros como los de Anthony Browne, en el que hay tres voces narrando la misma historia. Tengan en cuenta con quién van a compartir el texto, qué edades tienen. Fíjense en la ambientación: si son espacios reconocibles o no. Presten atención en como cuentan o narran. Cuando se comparte una historia con niños y niñas se pone el cuerpo y la voz. No tengan miedo de mostrar un libro y hacer la pausa para pasar las hojas, o de leer un fragmento si lo necesitan. Y léanlo muchas, muchas veces, aprópiense del texto. En todas las historias, hay líneas que hacen avanzar el relato y otras que lo ralentizan. Hay que buscar esos momentos para poner énfasis, y que eso se transmita al lector. Los cambios de tono de la voz, cantar en algún momento para atraer la atención, si algún chico se dispersa, los cambios lo traen de vuelta. Y pensar que la lectura construye un montón de competencias: el pacto de ficcionalidad, el reconocimiento del uso literario de la lengua, el reconocimiento de las marcas textuales que hacen ingresar en la historia, quedarse, despedirse… Por algo está el “Había una vez” de los cuentos tradicionales. El pasaje al pacto ficcional funciona con los tradicionales y con cualquier otro cuento. El “Colorín colorado, y este cuento se ha acabado”, que todas dijimos alguna vez, permite cerrar ese pacto. Los marcadores temporales. Por ahí ustedes en este momento no los recuerdan, pero están ahí y ayudan a la organización del texto. El uso de los tiempos verbales, que van ordenando la historia. El desarrollo de los personajes, que tienen vida propia.
Me parece que uno, como adulto responsable, tiene que poder ver estas cosas, que prenden una lucecita y nos dicen que estamos en presencia de un buen libro. Y después bancarse también la frustración de llevar un libro que amamos y que a ellos no los convoca. Te rompen el corazón, pero es así.
Yo también trabajo en una biblioteca a la que vienen familias con niños pequeños. Y cuando son muy chiquitos, uno o dos años, y van a comprarles un libro les dicen que elijan… Un niño tan chico no puede elegir todavía. Hay que acompañarlos en esa elección. Seleccionar material y ponerlo sobre la mesa. Tampoco eligen lo que comen. Para algo estamos los adultos. Pero va a llegar un momento en el que sí van a poder elegir y vamos a tener que bancarnos esa elección (para los adultos es muy difícil) Hay que dejar que se desarrollen en libertad, pero uno como adulto tiene que ser continente, intervenir en algunos momentos y en otros, no.
El niño viene con mucho; uno también aprende mucho de ellos. Es un momento para compartir, no para llenar de conocimiento. La construcción del pensamiento a través de la lectura es de a dos. Ahora que lo sabemos tenemos que acompañar, mirar, comentar, tratar de dialogar. Así me imagino la lectura junto a una niña o un niño.
Muchas gracias.
APLAUSO FINAL
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