Federico Ivanier: “Me interesa mucho la percepción de los otros sobre las identidades, sobre quiénes somos”
En esta segunda parte de la entrevista a Federico Ivanier recorrimos su obra, le preguntamos por su relación con la música y con el deporte, por la marcada presencia de conflictos fuertes, que tienen que ver con las identidades, las máscaras, las familias rotas, disfuncionales. También hablamos de su trabajo como guionista, de su amor por el cine y de las dificultades, pero también las gratificaciones, de realizar proyectos de cine en Uruguay. Una charla para atesorar.
Federico Ivanier: Es un montón. Nunca nadie había leído tanto para una entrevista; es como una primera vez.
MM: Yo entrevisté a casi todo el mundo acá en Argentina, y siempre me leo todo, o casi todo. Y acá solamente conseguí estos seis que me prestó Paula. Lo que noté es cierta recurrencia. Por ejemplo, hay una cosa muy fuerte con la música. ¿Por qué? ¿De dónde viene eso? ¿Vos sos músico?
FL: No; la única anécdota que puedo contar con la música es que mi madre me llevó a los ocho años a la escuela de música. En un intento bien intencionado pero fallido. Y lo único que recuerdo de la escuela de música, de una clase, es que había que hacer un ritmo con unos toc toc, y yo a los ocho años, cuando todos paraban siempre hacía un toc de más. Lo hacíamos de vuelta, y otra vez el mismo resultado. Un par de veces. A la tercera vez decidí no hacer eso, quedarme quieto, y ahí la maestra dijo: “Muy bien, ahora que salió bien podemos seguir”. (Risas). Así que esa fue la síntesis de mi talento musical. Pero siempre quise ser un rockstar, eso seguro. Creo que hubiera sido divertido. Y creo que todas las novelas que escribo tienen una banda sonora. Tengo que escuchar algo que de alguna manera condense ese laburo que estoy haciendo. En algunos casos es más evidente, en otros menos, pero siempre está. De hecho, no soy capaz de escribir en silencio, esa música que escucho cuando me pongo a escribir me ayuda mucho a concentrarme. A partir de ser padre, comprendí que si yo tenía quince minutos para escribir, tenía que escribir en esos quince minutos. Y he escrito novelas, de a ratos de quince minutos. Para eso, es fundamental que mi nivel de concentración sea muy alto, para poder producir quinientas palabras en quince minutos. Entonces ahí la música juega un rol central.
MM: Otra cosa que noté es que hay mucho deporte. Y me sorprendí con Alas en los pies, en la que el deporte que elegiste fue el básquet.
FI: Sí, yo soy un poco alto. Y como en Uruguay hay relativamente pocos altos o un poco altos, como yo, siempre me dijeron que tenía que jugar al básquetbol. Lo cual posiblemente me habría hecho mucho bien, pero fui un adolescente conflictivo, conflictuado y conflictuante, y entonces no practiqué ningún deporte hasta después de los dieciséis años. Pero coincidió que yendo a un gimnasio, uno de los dos profesores ahí era un ex jugador de básquetbol, que además era entrenador en la parte física del básquetbol. Y estaba trabajando con la selección uruguaya en formativas. Muchas veces charlábamos. Y una de las cosas que él traía es que los jugadores de básquet con mucho talento muchas veces no entrenan lo que tienen que entrenar. Y cuando no tienen tanto talento sí entrenan. Y son los que terminan ocupando los lugares, porque los otros creen que con el talento les alcanza, y cuando se quieren acordar, ya no llegan. Porque los otros, con más entrenamiento, los superaron. Hablaba de eso, hablaba de cuál era el lugar del capitán y del verdadero líder, cosas muy interesantes, como que el capitán no tiene por qué jugar todo el tiempo. Puede jugar muy poco pero ser el líder igual… Un montón de cosas que me resultaban interesantes y sobre las que me interesaba escribir. Y paralelamente, la parte que me gustaba explorar en esa novela era cómo todo el tiempo nos estamos enmascarando, y poniéndonos identidades que no son las nuestras, y cómo muchas veces eso lo hacemos a través de sustancias químicas. Entonces, el personaje tenía un padre que consumía alcohol, y una madre que consumía antidepresivos, que tienen un efecto psicotrópico. Todos, de alguna manera, están como alterados en ese mundo. E incluso, en un momento Lucas ve que la química puede ser un atajo para llegar a las cosas que quiere. La felicidad ya mismo. Esa cosa instantánea. Donde no importa tanto qué te hace feliz, sino que lo haga ya. Todo eso me interesaba mucho, y el deporte me interesaba no por el valor atlético que tiene, sino como algo que tiene un valor simbólico, que significa algo. Significa algo más que once tipos corriendo detrás de una pelota. Si significara solo eso, me daría igual. Ahora, si vos detrás de eso ves una sociedad organizándose de determinada manera, o como los roles van modificándose de determinada manera… Si vos mirás fútbol nuestro y fútbol americano, en el americano vas a ver una cosa mucho más cortada y más individualista, donde cada uno tiene un rol y es casi fordista en cuanto a la división del trabajo, mientras que en el fútbol nuestro todos tienen la posibilidad de ser héroes. Todos. No hay ninguno de los jugadores que no tenga esa posibilidad. Es casi el único deporte en el que David le puede ganar a Goliat. Y eso también conforma la identidad del fútbol. Y en el caso de los uruguayos, con el Maracanazo. Para aquellos que no tengan mucho conocimiento, simplemente fue una final del mundo en el año `50, en la que los brasileros iban ganando uno a cero (y supuestamente iban a ganar por goleada) y Uruguay termina ganando dos a uno con una gran leyenda de cosas que pasaron. Terminó siendo un momento muy famoso, en el que un equipo que no tenía las posibilidades “reales” termina ganando. Eso puede pasar. Cuando agarrás un deporte para contar, es como que agarrás un tobogán y bajás por él.
MM: El Maracanazo… Cómo les envidiamos eso…
FI: Está buenísimo tenerlo, pero es una carga también. No se puede mirar todo a través del Maracanazo.
MM: Bien, fuerte esa reflexión. Lo otro que encontré muchas veces es lo de familias rotas. En Papá no es punk. Para los que no lo leyeron el protagonista, adolescente, es punk, lo mejor para él es ser punk, por lo tanto su papá, que lo abandonó, y él no lo conoce, no es punk. Después resulta (perdón por el spoiler), que es metalero y es re copado el padre. Pero en esa historia tenemos una madre que está divorciada de su primer marido, una hermana mayor del protagonista que es madre soltera, y él, que vive buscando a su papá. En Tatuajes rojos, quizá una de las pocas en las que hay una familia completa, pero el papá y la mamá no escuchan. No miran ni ven que una de sus hijas gemelas es bulímica, o tiene algún trastorno alimentario serio. Y además el título viene por las lastimaduras que se hace. En Los viajes del capitán Tortilla, el niño protagonista vive con su madre ilustradora y no sabe (ni sabemos los lectores, aunque lo intuimos) donde se ha metido su padre, el famoso capitán Tortilla del que le llegan cartas, periódicamente. En El secuestro de Lucía Star la relación conflictiva se da entre una madre dominante y su hija, adolescente, a la que ha criado sola. ¿Por qué creés que se repite en tu literatura, por lo menos en estos pocos libros que yo leí, historias de familias de este tipo?
FI: Yo valoro mucho las historias de familia, a la hora de pensar el lugar de los hijos ahí. Yo fui hijo único durante mucho tiempo, con padres separados, entonces el lugar de la familia tenía cargas emocionales de conflicto. Por otro lado, una familia medio rota da una posibilidad narrativa. Justo agarraste dos novelas en las que el padre no está presente. No ocurre en todas. Pero claramente me parece que esa búsqueda del padre es súper literaria. Buscar tu padre es buscar tu origen, es buscar tu identidad. Cada libro tiene una historia particular de por qué yo llegué ahí. Creo que en ningún caso es completamente gratuito. En El viaje del capitán Tortilla creo que era necesario que estos padres fueran separados. No quiero spoilear, pero eso me permite que los dos padres puedan funcionar de una manera interesante para el final de la novela. Los padres separados ahí me permitían ciertos diálogos, que ciertas cosas importantes pudieran ocurrir ahí. En el caso de Papá no es punk, empecé a escribirla dos días después de que nació mi primer hijo. No es casual, creo que estaban buscando cómo iba a ser yo como padre. Iba a ser un cuento breve muy infantil, muy mágico. Me di cuente mientras escribía de que era otra cosa, de que iba para otro lado. De hecho, esta historia de este personaje que no tiene padre, fue lo que le pasó a mi mejor amigo de la adolescencia. Literalmente. Hay cosas cambiadas, obviamente. Pero apenas empecé a escribir sobre la paternidad, pensándola desde el otro lado (el lado del hijo es mucho más sencillo que el lado del padre), uní eso, y rápidamente me di cuenta de que quería contar eso, la historia de un pibe que sale a buscar un padre. Me funcionaba bien para hacer eso. Y en el caso de El secuestro de Lucía Star también. La madre esa es súper tirante. Yo me la imagino como una madre peligrosa. Y está bueno para darle una orientación a mi personaje. En Tatuajes rojos hay dos hermanas gemelas, y una aparece como más
problemática, más díscola y empieza a tener una relación romántica con una chica. Ella se asume como problemática, en realidad no es así. Y la otra, que cumple el papel de perfecta, es la que tiene todos los problemas que no se ven. Porque tiene trastornos con la comida, porque vomita pero no se ve que vomita. Me interesaba mucho la percepción de los otros sobre las identidades, sobre quiénes somos. Qué identidades se construyen a partir de la mirada del otro. Porque en esta época de redes sociales, tenés que luchar porque sea tu ojo el que determine quién sos. Que no dependas tanto del ojo ajeno para ser quien sos.
MM: Muy bueno eso. Ser y ser percibido. Sobre todo un adolescente. Y hablando de percibir, de ver… A vos evidentemente te gustan los desafíos. Porque dedicarte el cine en el Uruguay debe ser todavía más difícil que en la Argentina. Contanos un poco el trabajo de adaptación de Anina Yatay Salas. Ojalá que cuando vean la película puedan leer la novela de Sergio López Suárez.
FI: Sergio López Suárez es un queridísimo amigo. De hecho cuando presenté por primera vez un libro, en un desayuno con libreros, fui con Sergio, que estaba presentando un libro también. A mí la novela me gustó. Lo que me motivó a meterme en esa novela fueron cosas que quería hacer. Como para mí Sergio es un autor súper talentoso, la adaptación requería capturar una esencia del libro y reconvertirla en imagen. Y darle, sobre todo a Alfredo, el director, posibilidades de trabajo. Un guion es un proyecto. No es un producto terminado. De hecho el final de un guion es el último corte de edición. Cuando ya se terminó la película. Podés modificar mucho un guion cortando o cambiando cosas de lugar. Si bien después de escrito hubo gente que agregó pequeñas partes, eso no fue un problema. Mi trabajo central ya estaba hecho. Después hubo que encontrar la estructura cinematográfica para esa novela. Su lenguaje visual. Eso requirió apropiarme de la novela. Y en un punto, asumir que la novela la había escrito yo. Y que por lo tanto podía manejarme con ella con mucha libertad. Ahí, tanto Sergio como Alfredo fueron súper generosos al dejarme hacer ese trabajo. Porque en realidad, lo que yo quería hacer era rescatar la novela. No quería interferir en ella para contarte mi historia, sino encontrar algo de la novela y agregarle cosas. Como siempre, el resultado de una película es un misterio para vos como guionista, pero toda la experiencia fue divina. Después, en cuanto a hacer cine en Uruguay, tenemos una pequeña industria acá, hay premios que se dan que por lo general no permiten financiar proyectos muy ambiciosos desde el punto de vista de producción. Por ejemplo, yo ahora estoy trabajando en un proyecto en el que estamos haciendo una serie animada 3D. Cinco capítulos de cinco minutos, es un laburo gigantesco. Yo doy clases de guion en un lugar en el que hay una carrera de animación 3D. Unos ex alumnos de allí armaron una productora y, juntos, estamos sacando adelante el proyecto. Escribí el guion y quería trabajar como productor ejecutivo también. Todos sabemos que una serie de cinco capítulos de cinco minutos es muy difícil de colocar en una plataforma, pero nosotros tenemos el deseo ferviente de hacerlo, nos gusta hacerlo más allá de las condiciones económicas. Todos vamos a haber cobrado algún dinero, pero vamos a trabajar mucho más allá del dinero que cobramos. También tomar eso como un aprendizaje para proyectos más ambiciosos que queramos llevar a cabo. En esos estamos; es complicado, como es complicado en todos lados. Pero ante algo complicado tenés que decidir qué hacés. Podes decir que te bajás, y que renunciás a una parte de quien sos, o no. Para mí hubiera sido muy sencillo tener una carrera exitosa como cirujano, digamos, porque mi padre era cirujano y eso me habría facilitado ganar experiencia muy rápido. Yo decidí complicarme la vida y no seguir ese camino. Las decisiones traen consecuencias. ¿Qué vas a hacer?
MM: ¿Y esta que están haciendo es sobre Papá no es punk?
FI: No, se llama Willy en el espacio, y se trata de un astronauta que se va a buscar una muestra de un trébol a un planeta desconocido y hay otros en disputa por ese trébol, que quieren llevárselo. Es una serie muda, que mezcla aventura con humor. Es un proyecto divino, porque además lo estoy haciendo con amigos, y entonces tiene eso que tiene el cine, de todas las cabezas funcionando juntas en lo creativo. Con roles claros, pero con interpenetraciones entre esos roles. Con Papá no es punk estamos también con el proyecto de hacerlo serie. Es más complicado, porque hay menos fondos. He escrito muchos guiones de cómo serían dos temporadas de Papá no es punk. En un momento hubo un interés cercano de una productora extranjera, pero finalmente no se dio. Así que ahora estamos con el proyecto de trabajar acá y se aprovechar todo el trabajo que se hizo para tratar de conseguir los fondos acá. Es un trabajo larguísimo, con el que nunca sabés si vas a llegar a buen puerto. Para mí, por la gente que está en el proyecto, que tira para adelante, está bárbaro. Ya poder hablar con Pablo Stoll, el director, es imponente. Eso solo vale la pena.
MM: Es “imponente”. Me gusta ese adjetivo. Acá haya varias personas de las que estamos escuchando que estuvimos viendo en el sitio de cine debate. Vimos Whisky, vimos 25 Watts, ayer debatimos sobre El baño del Papa. Y ahora tenemos programada El candidato. ¿Hay alguna recomendación de cine uruguayo que quieras hacernos?
FI: te mandé una lista. A mí me parece que 25 Watts y El baño del Papa son las películas con las que yo me quedaría. Después, disfruté mucho de Los modernos, una película en blanco y negro que además se hizo cooperativamente, que se fue filmando de a poco, en las locaciones que conseguían, Mr. Kaplan es una película atractiva… Me gustó también Una noche sin luna, de Germán Tejeira… Con esa productora se supone que se filma otra película, Variaciones de Koch, de Emanuel Soriano, un autor argentino que está radicado acá, y cuyo guion yo escribí, en este caso junto con el director de la película que es Julián Goyoaga. No me acuerdo, pero creo que alguna cosa más te había recomendado.
MM: Sí. Quería que lo comentaras acá.
FI: Es un cine lento el uruguayo, por lo general. Es un cine lento, más de autor que de género. Hay algunos casos aislados de cine de terror. Te tiene que gustar ese cine, te tiene que gustar ese ritmo, de caminar por la rambla tomando un mate.
MM: A muchos de los acá presentes nos gustaría mucho estar ahí. Bueno, quedan pocos minutos, así que me gustaría abrir a las preguntas. Ana ya levantaste la mano…
Ana Vergara: Hola. No tuve oportunidad de leerlos, pero estuve investigando y vi que tenías dos libros que no tienen que ver con los que nombró Mario. Uno es Las ventanas invisibles que sería más de fantasía, de viaje en el tiempo, de universos paralelos… A mí me gusta ese género, y estuve leyendo unos capítulos, que encontré en Internet, y voy a ver si consigo el libro.
FI: Buenísimo, me alegro. Viste que ahí también hay una familia que está medio entregada en un momento…
AV: Hay un padre con dos niños.
FI: Sí. Yo creo que tengo dos o tres escritores distintos adentro. Y de a ratos hacen cosas distintas. Tengo un autor más de corte realista, que es el de Tatuajes rojos, o Alas en los pies, que no tienen ningún componente fantástico. Tengo ciertos libros que quieren jugar más con un costado de género; me gustan los géneros, me gusta tratar de encontrar una nueva entrada para el género. Tengo algún intento por el lado del terror, con El bosque o con Música de vampyros, con Nunca digas tu nombre, que es la última novela que saqué. Y después tengo un cierto costado con los mundos paralelos también.
AV: Eso me encanta.
FI: Martina Valiente es una historia en un mundo paralelo. La ventanas invisibles tiene que ver con un viaje a un mundo paralelo, y Centro del universo, una novela que puede llegar a ser sobre mundos paralelos también. Tengo algunas novelas que pueden ser de aventuras con elementos de ciencia ficción, como El colegio de los chicos perfectos, o Nico López. Coexisten, y me doy cuenta de que por momentos me voy más hacia un lado que hacia otro. Me imagino que debe ser raro para un lector confiar en mí, en el sentido de que sabe lo que va a obtener de este escritor. No sé si está claro en cada novela, pero a la larga mis novelas tratan de la búsqueda de la identidad, y de cómo construirla.
Laura Gutman: En el marco de la propuesta de Bibliotecas para armar de la literatura uruguaya, yo leí Lo que aprendí acerca de novias y fútbol, y como lectora adulta me sentí atrapada por el tempo de la narración. Por el tiempo dentro del que suceden las cosas. Que haya algo paralelo, aunque es realista, entre el tiempo real en el que suceden las cosas, y el tiempo interno en el que el personaje procesa lo que le va sucediendo. Eso me parece muy interesante, estaba pensando en cómo sintetizar eso, que es algo muy cinematográfico también. En el sentido de que un beso puede durar un montón de tiempo, con música de fondo y con la cámara que gira alrededor. Y me llamó la atención que eso es un poco lo que sucede en la novela. La cantidad de páginas que anteceden al acontecimiento del beso hasta que llega. Y la cantidad de páginas hasta que llega el gol, pero que no son la acción futbolística, sino todo lo que le va pasando a él adentro mientras corre y patea la pelota. Eso quería comentarte, que eso, como estructura, me atrapó. Además me resultó muy tierna.
FI: Está buenísimo eso que decís, de que adentro llevamos un mundo paralelo. Eso es así. Por ahí hay que pensar en la estructura del camino del héroe, donde nuestro personaje abandona su aldea en busca de aventuras y, en definitiva, de sabiduría. Ese viaje es externo y es interno, también. Esa posibilidad que tenemos de acceder al paisaje interno del personaje es una de las armas potentes de la ficción. Porque nunca accedemos al paisaje interno de los demás en la vida real. Vos podés estar todo el tiempo haciendo hipótesis acerca de cómo se siente el otro, pero no lo sabés. Tenés sospechas. No son más que sospechas. En este caso, en la literatura, por ejemplo, podés meterte adentro del personaje, y tenés la posibilidad de hacer que eso, el paisaje interno del personaje, se vuelva natural. Eso es lo que hace que la literatura también exista. ¿No?
MM: Muy bien, antes de que se corte los invito a saludar. ¡Muchas gracias Federico!
FI: Muchas gracias a ustedes. .
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