Federico Ivanier: “Toda escritura, no solo la de ficción, es un acto de libertad”

En el mes dedicado a Uruguay nos dimos el gusto de tener una charla con un amigo escritor de la otra orilla, el montevideano Federico Ivanier, guionista, novelista, sociólogo y docente, que nos había brindado un panorama de la LIJ uruguaya –ya publicado- y en vivo conversó con nosotros sobre la situación de la literatura en su país, su obra, sus proyectos. Una delicia de charla.



Mario Méndez: Hola. Bienvenidos. Les cuento al papá Ivanier, acá presente en el zoom, y al hijo entrevistado, Federico, que esta es la primera vez que hacemos una entrevista internacional. Es nuestra primera experiencia. 


Federico Ivanier: Qué responsabilidad que me pusiste en los hombros, Mario….


MM: Sí, estás representando a todo un país, no es poco, aunque el país sea chico.


FI: Es una suerte que tengo. 


MM: Hay gente del grupo de cine de los martes, del laboratorio de LIJ, van sumándose. Siempre empezamos los encuentros, haciendo una presentación más o menos oficial. Así que, de la solapa de El secuestro de Lucía Star, que es la novela más reciente que tengo yo, vamos a leer. Federico Ivanier nació en Uruguay en 1972, es sociólogo, docente de inglés y escritor. Ha publicado numerosos libros de literatura infantil y juvenil, trabajó como guionista radial en Los Ángeles, y en el largometraje animado Anina, que vimos algunos el otro día, y que vamos a programar el mes que viene. Anina es una novela de Sergio López Suárez, Anina Yatay Salas, y hay un gran laburo de guion ahí. Tengo una pregunta anotada, porque es bastante distinta la novela del guion que hiciste. En Uruguay ganó el Premio Bartolomé Hidalgo, y el Premio Nacional de Literatura en la categoría “Novela Inédita”, otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura, por El secuestro de Lucía Star. Este es su primer libro en esta colección. Es la colección Zona Libre, de Argentina. Además es hincha de Peñarol, eso me imagino que es importante decirlo…


FI: En un momento complicado, pero sí. 


MM: Feo momento, sí. Bueno, también tenemos a una compañera, Ana Quijano…


FI: Es mi novia. Te sumé a toda la familia. 


MM: Bien, y Alicia, que es vecina. Así que tenemos una mezcla de cine, literatura, y familia uruguaya del entrevistado. Varias cosas, para empezar. Entre sus muchos títulos, tuve la suerte de tener una amiga en común con Fede, que es Paula Bombara, que me prestó los libros y me los encargó mucho, porque todos están dedicados, así que no me los voy a poder quedar. Esta semana he leído El secuestro de Lucía Star, Papá no es punk, (alrededor de la que, tengo entendido, hay un proyecto sobre el que ya voy a preguntar), Tatuajes rojos, Los viajes del capitán Tortilla, Alas en los pies, y Lo que aprendí acerca de novias y fútbol. Esto es lo que he leído tuyo. ¿Cuál otro debería haber leído, Fede? 


FI: Son muchos libros. Lo que me pasa como autor, es que hay ciertos libros que me representan más que otros. A mí, por lo menos, me pasa eso, partiendo de la base de que todos los libros me representan. Así, en una pasada muy rápida, se me ocurre Martina Valiente, porque fue la primera novela que escribí, entonces tengo un gran enamoramiento por ese personaje y por toda la historia que transcurre ahí. Yo agregaría el último que es Nunca digas tu nombre, que es la novela más breve de todas las que escribí, pero la que tuvo procesos más largos. Empecé a escribirla estando en España, en los años 2005, 2006. Recién este año salió. Yo soy de procesos largos con las novelas. Fruto del proceso y fruto de la búsqueda de la novela, porque escribir una novela es como aprender a escribir esa novela también. Por lo menos me pasa eso a mí. Esas dos novelas, junto con los Tatuajes rojos, Alas en pies o Los viajes del capitán Tortilla son esas novelas con las que yo me siento más indisolublemente ligado. Después hay otras con las que me siento muy ligado, pero si me dicen que me vaya a una isla desierta, y me quede con esas cinco cosas indispensables, o las cinco novelas que deberían quedar en una biblioteca que se estuviera prendiendo fuego y no tuviera otra copia, elegiría esas. 


MM: ¿Nunca digas tu nombre es juvenil?


FI: Es juvenil. Para mí, es la más grande que he escrito, en el sentido de “para lectores más grandes”. Me parece (y lo he comprobado acá en Uruguay), que es una novela que admite un lector adulto. Por lo menos, un tipo de lector adulto. Todas las novelas lo admiten en realidad. Pero en esta me parece que es más clara la cercanía de un adulto con la novela. Yo también estoy en un momento de transición, planteándome escribir cosas para adultos, no por otra razón que por una necesidad expresiva. Me encanta la LIJ, es algo que he escrito toda mi vida, pero también, en un punto hay cosas que no me deja hacer. O sería que mi incapacidad me impide tener ciertas posibilidades de experimentación con algunas cosas o del tratamiento de algunos temas. Entonces estoy queriendo ver qué pasa con un lector adulto. Son veinte novelas que he escrito hasta ahora infantiles y juveniles, y necesito pensar en un lector distinto. No para quitar al otro, sino para incorporarlo como uno más, y plantearme cosas y proyectos distintos. De hecho, mis novelas son todas bastante distintas. 


MM: Te cuento que está presente en la sala virtual Analía Saccone, maestra y amiguísima mía hace muchos años, está nuestra común amiga Paula Bombara, que vino a saludar y a quien ya le confesé públicamente que voy a tener que devolverle tus libros, que tengo gracias a ella. Una pregunta de contexto, ya que estás largando esta búsqueda de escribir para adultos. Surgió ahora en la cuarentena, que supongo que en Uruguay es un poco más leve. ¿Cómo está Uruguay ahora?


FI: En Uruguay hemos tenido un gobierno que ha ligado bien. Si bien se han tomado medidas, hay factores que hacen que el virus no se propague tanto. Supongo que un factor importante debe ser la densidad poblacional, y también, en un primer momento, una adhesión muy ordenada por parte de la gente respecto de las medidas de seguridad y de aislamiento físico. Me parece también que fueron un poco contradictorias en algún momento, pero en definitiva hay una recesión que se siente en el mundo de los libros, porque las librerías, claramente, han estado mucho tiempo cerradas. Está todo como volviendo a andar de manera más o menos normal. Tenemos clases la mitad del tiempo. Mis hijos van a una escuela pública; tienen la mitad de días de clase, dos días a la semana más uno cada quince días. Y las instituciones privadas tienen mayor margen horario y, como pueden tener mayor capacidad en los salones, tienen clase todos los días. Para mí, es un misterio qué va a pasar con nosotros de ahora en más. No sé qué va a pasar el año que viene… Pienso que en algún momento tendría que haber más casos, creo que es algo que en algún momento va a pasar. Se nota más la crisis económica, y habrá que ver qué pasa con el gobierno. Si se pone las pilas o no. 


MM: Acá todo lo contrario, ya sabrás. El gobierno que tenemos ligó muy mal, le tocó tomar un país que veía muy baqueteado. Y es interesante escuchar cómo está el tema de la educación allá, porque muchos de los que estamos en este encuentro escribimos literatura infantil, otros son docentes, y es una gran incógnita saber cómo se va a organizar el año que viene en las escuelas. Esa pregunta de contexto era necesario hacerla. Más que nada, porque viniste nadando desde la vecina orilla, así que vamos a honrar esa visita del extranjero. Escribiste para nosotros, el Programa Bibliotecas para armar, una nota buenísima acerca de las fortalezas, debilidades y la actualidad de la literatura infantil y juvenil en Uruguay. ¿Cómo está la cosa hoy con la cuarentena, y en general en los últimos años, en la literatura uruguaya? ¿Cómo la ves?


FI: A la LIJ en Uruguay hay que mirarla como a una especie de isla en la región. En Uruguay se dice que el día en que venga la invasión zombie va a llegar cuarenta años después. Porque todo llega un poco después. Creo que incluso la visión en torno al libro y la LIJ en particular, por lo menos desde un lugar de decisión política y de decisión económica, funciona sin ningún tipo de red. La cuestión es que si tenés que llegar de acá a España en una bicicleta no vas a llegar, por más que seas el mejor ciclista.  No alcanza con ser bueno en algo, hay que tener las herramientas adecuadas. El problemas es encontrar las herramientas adecuadas para que esa gente pueda trabajar; esas herramientas tienen que tener una apuesta en la que el Estado considera que el acceso a los libros (y el acceso de los niños y de los jóvenes a los libros) es relevante y necesita un soporte. En Uruguay en un momento se planteó una ley de fotocopias. Se proponía fotocopiar a mansalva. No estamos hablando de un libro de cuentos para una clase, sino de la reproducción de cualquier cosa en cualquier circunstancia. Se contraponía el derecho de autor con el derecho a estudiar. No tenía sentido. Por otra parte, en Uruguay todo termina funcionando muy a partir del impulso personal. Tanto a nivel de las editoriales como al nivel de los docentes que llevan ese material a clase. La regla general es que el docente tiene un solo ejemplar, lee en clase en voz alta y trabaja a partir de ahí. El parque de bibliotecas que tenemos funciona sobre todo a partir de donaciones, con todas las debilidades asociadas que eso trae, desde la gestión del material, hasta la calidad, no porque sea malo, sino porque no hay muchas posibilidades de que haya ediciones nuevas. Y por supuesto hay mucha gente excelente trabajando en las bibliotecas, con una gran vocación, y un gran talento para ese trabajo, pero también otra, que piensa que el orden es la prioridad. Recuerdo haber ido a ciudades del interior del Uruguay, en donde el gran orgullo de la bibliotecaria de la parte de infantil y juvenil era que los libros estaban ordenados. Y eso no es lo más importante en una biblioteca para niños y jóvenes. Por supuesto que hace falta un orden, pero no es un atributo que buscamos. Después desde el punto de vista autoral, tenemos siempre autores que están surgiendo. Y el problema es que es muy difícil pensarse en Uruguay como autores de literatura infantil y juvenil, o como autores en general, y pensar en una profesionalización. Y es muy difícil porque el mercado es muy pequeño, está muy invadido por oferta extranjera contra la cual es muy difícil competir.

Cuento un par de anécdotas sobre esto para que se entienda. A mí me pasó sacar una novela que se llama Música de Vampyros. La saqué cuando Alfaguara ya tenía creo que las dos primeras partes de Crepúsculo. Y no habían vendido nada, creo que habían vendido cuatrocientos ejemplares en el año. Cuando ya estaba entregada mi novela, y estaba por entrar a imprenta, me llaman para decirme que no podían sacarla. Les pregunté por qué. Y el asunto era que se iba a estrenar la película Crepúsculo en Uruguay. Se la habían propuesto a los principales exhibidores de cine del Uruguay, que dijeron que no tenían mucho interés en exhibirla. Pues bien, desde Hollywood les mandaron un pasaje a Los Ángeles, para encontrarse con los productores de la película y que la estrenaran. Las productoras necesitan que las películas se estrenen en cine por dos razones: una es la de ganar plata con la venta de las entradas, y la otra es que a la hora de venderla, por ejemplo, a Netflix, vale más si fue estrenada en cine que si no lo fue. Y además les dijeron que les iban a dar un dinero para que se pudiera promover la película. Y ahí empiezan a trabajar con la editorial. Se conectan con Alfaguara y le dicen que tienen ese dinero. Y que nunca en la vida en la editorial habían tenido ese dinero para promoción de. En un mes se vendieron diez mil ejemplares de Crepúsculo. En Uruguay eso es una fortuna. En una primera edición, yo solía vender mil quinientos ejemplares en el primer año. Y estaba muy bien. No te voy a decir que eran súper ventas, pero estaba bien. Hoy eso no ocurre más. Está muy saturado el mercado, y nosotros no podemos competir con productos que tienen un trabajo de marketing previo. O en el caso de las novelas de Divergente. Costaba tres veces lo que costaba Martina Valiente. Pero tenía la tapa de la película. Eso solo ya permitía que tuviera un lugar destacado en la librería. Y eso es un problema, porque nosotros vendemos a las librerías, no vendemos directamente a colegios. ¿Cómo hacés para competir con eso? Es muy difícil. A los autores que comienzan a publicar les cuesta hacerse un lugar, ganarse un pequeño sueldo. Entonces es gente que se dedica también a hacer otras cosas. Eso hace que el número de autores de calidad sea potencialmente más limitado. Es como alguien que tiene facilidad para las matemáticas, y quiere vivir de eso, quizá no elija un profesorado de matemática sino una ingeniería. Porque ahí va a tener más posibilidades económicas. Ni que hablar de lo que es una proyección hacia afuera. A mí no me mandaron a una feria más que cuando Uruguay estuvo invitado en la Feria del Libro de Buenos Aires en un momento. Hay otras ferias en las que se puede proyectar la obra de un autor, y no me pasó. Y no es porque no haya tenido reconocimiento como autor. Parece como que estoy lloriqueando, pero no, no estoy en ese lugar. Amo lo que hago y lo voy a seguir haciendo, pero a veces he sentido como envidia al ver cosas que pasan en otros lugares, porque está bueno que haya mediadores que te den un apoyo para que puedas hacer tu trabajo. Que haya planes de lectura que se efectivicen. Cuando estuve en la Argentina y fui a colegios, todos los pibes tenían el libro. Y eso que para ustedes quizá sea una cosa corriente, para nosotros en Uruguay es una novedad. Acá, lo que suele pasarme cuando voy a un colegio es que hay alguno que tiene algún libro, y hay otro que tiene muchos, porque se copó y compró varios. Pero es raro, y también depende de las condiciones económicas de los padres. 


MM: Sí, es muy diferente. Algo sabía de la cuestión. Igual, te señalo una cuestión que me llamó mucho la atención: Mil quinientos ejemplares, de una primera tirada, en un país tan pequeño, sin pasar por la escuela, es un número, la verdad, sorprendente. Acá no sé si es porque hay demasiada competencia y muchos autores y autoras, no cualquier libro de literatura infantil y juvenil vende mil quinientos ejemplares de una primera edición. La verdad es que es muy meritorio, y yendo solo por el canal de las librerías, sin pasar por la escuela. 


FI: Y tampoco tenemos librerías en todo el país. Las librerías están asociadas a la zona más costera. En la zona sur, que es donde se acumula la gente que tiene mayor poder adquisitivo. Si vos querés comprar libros en la zona note es mucho más complejo, tenés que ver bien adónde hay librerías, y muchas veces puede ser en un supermercado, como una cosa más, cerca de las cajas. 


MM: Otra cosa que mencionás en tu nota y he leído por ahí, por lo menos ahora que los estoy leyendo más, a vos a Helguera, a Pedrozo, y algunos autores uruguayos más, es que la forma de llegar a los lectores, bastante independiente de la escuela, les permite una cierta libertad de temáticas. No hay ese problema que a veces tenemos algunos, (me hago cargo) de autocensurarnos. De pensar que un tema “no va a pasar”, no va a entrar en la escuela, va a ser objetado por promotores, maestros… En tus novelas he visto muchísimas cosas muy fuertes. Por ejemplo, en Alas en los pies, el papá alcohólico, con una escena de violencia fuerte, en la que se burla del hijo, el hijo manoteándole el vaso en público… Mucha historia de familia rota, disfuncional, de padres que se las tomaron, de padres que hay que buscar, que aparecen o no aparecen… Eso es interesante. No he leído todo, pero en tu literatura lo he visto bastante. En la de Magdalena Helguera, también. ¿Pasa bastante en la literatura uruguaya en general?

FI: Es un tema divino ese, para discutir y polemizar. Gran tema. Acá traigo siempre lo que dijo la hija de una escritora amiga, Andrea Ferrari. Ella contó que su hija decía que le gustaban los libros que leía en su colegio, pero que era libros para maestras. Y a mí me recontra quedó eso en la cabeza. Lo dijo al pasar, en una charla. ¿A qué se refiere todo ese fenómeno? Yo creo varias cosas ahí. Creo que toda escritura (no solo la de ficción), es un acto de libertad. A mí me costaría mucho escribir algo, si no sintiera que me estoy otorgando esa libertad a mí mismo. Por otro lado, la libertad total no existe. Esa libertad en la que decís que todo te da igual y que hacés lo que querés, es falsa. No es así. Y también es falso que lo ideal no pueda estar en tu cabeza. Yo tengo novelas a la que puede entrar un adulto, pero sé que en realidad le estoy hablando a un pibe de doce o trece años. En una de esas me estoy hablando a mí mismo a los doce o trece años. Ahí, entonces, hay una tensión permanente, que hay que ver cómo la resolvés en cada caso concreto. Yo trato de equilibrarme siempre, de encontrar mi vector. Pero trato de no quedarme corto. O no sentir que me quedé corto. A eso se suma esa tercera pata que es la de la escuela. Cómo se incorpora un texto dentro de una institución educativa, que no es lo mismo que incorporarlo en tu casa. Necesariamente funciona distinto, se ve distinto, necesariamente hay expectativas colocadas sobre ese texto de manera distinta. Y para mí sería extraño, quizá no en lo filosófico, pero sí en lo práctico, no tener un cierto cuidado cuando estás escribiendo. No sé si la palabra es “autocensura”. Cierro un poco la idea: la presencia de la institución educativa dentro de lo que son los planes LIJ, evidentemente va a afectar a la LIJ. Me parece que no hay manera de evitar que eso ocurra. Hay que tratar de poder encontrar la manera de hacer lo que querés, seduciendo y creando una historia en la que te permitas explorar todo lo que quieras explorar. No renunciar a nada que vos sientas que no podés renunciar, y adaptarte cuando las circunstancias lo requieran. Pero tratar siempre de que eso que escribas te represente. Y seas vos, porque de eso se trata. Hay una historia muy interesante sobre la censura en España franquista, la menciono porque creo que indirectamente puede tener que ver con esto. Diferentes estudios muestran que lo que consiguió la censura fue que los autores, ante la disyuntiva de publicar o no publicar, siempre van a preferir publicar. Es una reacción súper humana, me parece. Entonces los censores consiguieron lo que estaban buscando, que fue generar un cambio en cómo se escribía LIJ en ese momento: hacer que en ese momento se produjera la LIJ que deseaba el franquismo. Las necesidades de la literatura y las de la educación pública no siempre son las mismas. Y depende de los escritores que cuidemos nuestro territorio, que demostremos por qué vale la pena, que demostremos que un libro no va a valer necesariamente porque sirva para enseñar geografía. Eso es una cosa muy burda. Creo que a veces la potencia de un texto es que no tenga utilidad. Cuanto más inútil, ahí aparece su utilidad, porque es potente para otras cosas. 

MM: Está bueno. Ahí me diste un título para la nota. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

La lectura del tiempo

“Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, por Ricardo Piglia