Bob Dylan: desafío a un concepto de la literatura
Por Hernán Carbonel*
Porque, vale recordarlo, Bob Dylan no nació como Bob Dylan, sino como Robert Allen Zimmerman.
En octubre de 2016 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura, y no fueron pocas las voces (la discusión se dio de manera álgida en las redes sociales, los corredores de críticos y opinólogos y demás cenáculos musicales y literarios) que tildaron de al menos discutible ese galardón. El argumento de la academia sueca fue que “las letras de Dylan incorporan una variedad de temas sociales, políticos, filosóficos y literarios que desafiaron la música pop convencional existente y apelaron generalmente a la contracultura emergente en la época”, ya que “como artista ha sido altamente versátil y ha trabajado como pintor, actor y autor de guiones”.
Sergio Pujol opinó alguna vez que “en la jerga tanguera se habla del ‘monstruo’. Es la forma de una letra antes que esta tenga palabras. Un molde que se puede musicalizar. Por cierto, a partir del rock las formas canónicas o tradicionales se modifican. Creo que eso se lo debemos a Bob Dylan. En Dylan la letra rompe moldes y conduce a la música”.
La letrística dylanesca se han alimentado de diferentes fuentes, sea la poesía beatnik, la picaresca, los amores sangrantes o la religión cristiana; de índole narrativa, cargan con un profundo compromiso sociopolítico; desafiantes, nunca listas para complacer, gustosas de incomodar. Tomemos como ejemplo Hurricane, la historia de Rubin Carter, un boxeador estadounidense negro que en 1966 fue acusado y detenido por un triple asesinato que no había cometido, y pasó veinte años en la cárcel. Escribió Dylan en esa canción: “No puedo evitar avergonzarme de vivir en un país donde la justicia es un juego (...) Esta es la historia de Huracán, pero no habrá terminado hasta que limpien su nombre y le devuelvan el tiempo que ha cumplido. Lo pusieron en una celda pero pudo haber sido campeón del mundo”.
Hábil constructor de un mito propio basado en su inaccesible vida íntima y su, dicen, reiterado malhumor; habilidoso reformulador de sus propias canciones (la sorpresa del público al oír que esa no era la canción que esperaba escuchar, o no al menos en la versión en que la estaba escuchando), supo ser desnudado en cientos de biografías –hoy el dylanismo biográfico casi alcanza cualidad de subgénero- y en el reciente y más que recomendable documental Rolling Thunder Revue.
*Hernán Carbonel escribe para el suplemento literario de La Gaceta de Tucumán y para la revista Acción Cooperativa. Da talleres de lectura y produce y conduce programas de radio. Publicó los libros Antiguos dueños de la tierra (en conjunto con Mario Méndez y Jorge Grubissich, editorial Amauta), El chico que no crecía y otros cuentos (Galerna Infantil) y la investigación periodística El caso Arroyo Dulce. Ha colaborado, también, en varios medios gráficos y digitales, y algunos cuentos suyos fueron publicados en antologías.
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