Poesía y tango: un ida y vuelta
En el recorrido por la relación entre tango y poesía que estamos haciendo durante el mes de mayo en Libro de arena, esta nota de Belén González nos acerca nombres y momentos que fueron centrales en la historia del género.
Por Belén González
Las letras de los tangos perfectamente podrían editarse como un volumen de poemas, por que lo son, en esencia y estructura. Y los tangueros y poetas son mucho más cercanos de lo que popularmente se piensa, tanto que la línea divisoria muchas veces no existe.
“El tango es un pensamiento triste que se baila”, dijo Enrique Santos Discépolo, al intentar definirlo en ese esfuerzo con el que se pretende explicar también a la poesía. La poesía, en tanto género literario, es ritmo y el tango-canción es poesía hecha acordes.
Este derrotero de poesía con fondo de bandoneón es un diálogo cultural que cuenta con casi cien años. Grabada en 1917 por Carlos Gardel, Mi noche triste fue el primer tango cantado en ser reconocido, divulgado y aceptado como tal. Su importancia se debe a que instauró una nueva época en la que el tango comenzó a contar una historia, se metió en el territorio de lo personal, siempre más ligado a la tragedia que a la alegría.
“La guitarra en el ropero todavía está colgada,
nadie en ella canta nada ni hace sus cuerdas vibrar,
y la lámpara del cuarto también tu ausencia ha sentido,
porque su luz no ha querido mi noche triste alumbrar”.
Y a partir de ese momento, las letras fundaron los cimientos que hacen del tango una especie particular de poesía: su relación con los acontecimientos de la vida cotidiana, expresada de manera totalmente transparente, sin avisos ni vueltas. Se va directo al grano en lo que se quiere decir, ya sea una tristeza de amor, una burla o una súplica al destino. Los motivos del tango son inagotables, pero podemos destacar cinco: los barrios, el amor, el sentimiento arrabalero, el pasado y la ciudad. Por este simple y muy básico escaneo, podemos notar rápidamente algunos de los motivos de su popularidad: todos hemos pasado (y sufrido) este tipo de vivencias y es muy fácil identificarse con ellas.
Y, como se dijo al comienzo, poeta y tanguero conforman una línea que se confunde muchas veces, Gardel por ejemplo, además de una voz legendaria, fue un poeta de fuste. Letras como las de “El día que me quieras” o “Golondrinas”, lo dejan claro. Otros poetas, como Blomberg y Maciel, también compusieron tangos memorables. Uno que alcanzó notoria fama en la interpretación de Alberto Castillo, fue “La que murió en París”, inspirado en Margarita Gautier:
“Yo sé que aún te acuerdas del barrio perdido,
de aquel Buenos Aires que nos vio partir.
En tus labios fríos aún tiemblan los tangos
que en París cantabas antes de morir”.
El tango, como la poesía, refleja ese desasosiego por lo que un día, para siempre, se fue.
Comentarios
Publicar un comentario