Los vecinos mueren en las novelas: un feliz acercamiento

Tentados estuvimos de poner “una reseña”, “una no reseña”, “una nota de opinión”, a esta suerte de crónica que la compañera Guadalupe Sánchez nos hace de su acercamiento, o tal vez mejor dicho, de su inmersión en la novela de Sergio Aguirre. Dan ganas de disfrutar con ella, una vez más, la gran historia de estos vecinos tan particulares.


Por Guadalupe Sánchez


¿Reseña? No sé si me sale esto de la reseña, no puedo escribir objetivamente sobre literatura, en realidad, no puedo escribir objetivamente.

¿Nota de opinión? Puede que lo sea, es más, me hace sentir más cómoda a la hora de escribir sobre los textos que vamos transitando en el laboratorio. 

Así que ahí voy, escribo y después lo suelto, que encuentre su lugar como una figura del tetrix.


Primera duda, qué voy a escribir para este encuentro de los libros de Sergio Aguirre. Pienso en mis opciones, la más sencilla en tiempos pandémicos sería arrancar por la que ya conozco muy bien, La Venganza de la vaca o, la que me tomaría más tiempo e inversión económica, ya que es una novela que no tengo en la biblioteca, y es justo acá donde se me presenta la segunda duda: ¿leer o no leer Los vecinos mueren en las novelas?

¿Les pasó alguna vez tener la sensación de que un libro los persigue para que lo lean? Bueno, a mí sí, me ha pasado varias veces y este libro no fue la excepción, si un libro te persigue hay que dejar que nos encuentre, esta metáfora se tiene que hacer literal yendo nosotros a buscarlo. Entonces me encamine en su búsqueda, San Google me tira el precio, okey, bolsillo ajustado, reviso otra opción: bibliotecas amigas, mando mensaje, "sí lo tenemos", agradezco la existencia de Sarmiento, con todo lo que representa su figura controversial, por la creación de las bibliotecas populares que siempre me rescatan de la deriva literaria.

Tengo el libro en mis manos, primera edición, año 2000, libro de biblioteca, no está subrayado, un alivio, sus hojas amarillas me hablan de sus veintiún años, lo abrazo, me miró en esa acción ñoña de la vida lectora que me salva de la realidad, qué ingenua, no sabía lo que me esperaba.

Comienzo la lectura y me sumerjo en el paisaje de Inglaterra, viajar, qué más pedir...

La novela se centra en dos personajes, vecinos, a través de ellos se abren las historias. 

Tomo las primeras impresiones de ellos mismos para presentarlos. La anciana dice de John Bland: "Era irlandés, sin duda. Pero le gustaba. Tenía un aspecto descuidado, y parecía ser alguien agradable.  Aunque... ¿siempre tendría esa expresión algo idiota?"

John Bland dice: "He aquí una abuelita inglesa. Fea y aburrida, como corresponde a una fiel súbdita de la reina". 

Con descripciones sutiles, pero a la vez muy acertadas la novela va soltando el hilo para mantener el barrilete de la atención bien en ascenso en una tarde de otoño ventosa, sube y baja entre sombras, entre matices, ¿será alcanzada por la oscuridad?

La anciana le cuenta a su vecino escritor un suceso vivido hace tiempo durante un viaje en tren. Una historia que capta la atención de comienzo a fin, un relato lleno de suspenso y, verdaderamente perturbador, donde la oscuridad propone la aparición de un personaje que realmente da escalofríos, "cuando estamos a oscuras las voces nos dicen todo, no nos pueden engañar. ¿Sabe?, hace falta algo de luz para engañar a la gente, o para esconderse...". 

La luz y la oscuridad van mostrando facetas impensadas de los personajes, van develando sus intenciones, "el único alivio para una mala noche es ver la luz del día", menciona la anciana en su relato. 

Pese al cansancio de un día agotador paso capítulo tras capítulo hasta quedarme dormida con el libro en la mano. Ahora pienso, ¿hace cuánto que no me pasaba esto? ¿Cuál fue el último libro que me atrapó tanto que no podía soltarlo? 

Me despierto muy temprano, miro el reloj en mi mesa de luz, 5:10 am, todavía falta para levantarme, veo el libro, cierro los ojos intento dormir, pero no puedo, agarro mi vincha linterna, obsequio de mi pareja para que no lo moleste con la luz del velador, me pongo los lentes y retomo la lectura.

Me enamoro de las descripciones del transcurso del tiempo: "las sombras parecían ocupar el espacio desde el fondo de la casa, opacando con la lentitud del atardecer los contornos de los muebles y los libros". La novela se va ensombreciendo, luz y oscuridad, la cosa se va poniendo más densa, ahora sí estoy completamente metida, capítulo tras capítulo voy quedando atrapada como esa muchacha en el tren, no lo puedo soltar, sé que me tengo que levantar pero me niego, la alarma del despertador rompe la hipnosis y abandono la lectura deseando que llegue la noche para volver a subirme al tren y a este viaje que no sé dónde terminará, estos vecinos son muy astutos y aterradores a la vez.

Tantos monstruos en el tren, con quién nos podemos cruzar, el miedo en algunos casos paraliza pero en otros transforma a las personas y los lleva a realizar acciones que nunca pensaron. La duda, la desconfianza, tantas cosas plantea esta novela, pero fundamentalmente este juego controversial donde la noche ilumina la verdadera cara de los personajes y el día oculta, enmascara, oscurece otras cosas.

Finalizo la novela, quedo en silencio apreciándola, disfrutando la existencia de un buen libro, de una buena historia.


*Guadalupe Sanchez se ha acercado a la literatura infantil y juvenil por varios caminos pero digamos que la docencia la llevó a descubrir su pasión por la narración, con su personaje clownesco, bautizado por ella misma como Narralupe, visita escuelas, jardines, plazas y bibliotecas. Y como se enamoró de estas, hoy es bibliotecaria en la Biblioteca Popular Arturo Jauretche de El Palomar. Lee de todo pero siempre, no sabe por qué, termina con un libro de literatura infantil en la mano.



Los vecinos mueren en las novelas
Sergio Aguirre
Norma, 2017.

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