TODO PASA
Por
Julián Emilio
Mi primer encuentro con el libro
fue a los dieciséis años. Los edificios destruidos de la ilustración de tapa de mi
edición de Minotauro solían transportarme al romanticismo y a la estética de
las ruinas -tema que estaba viendo en la
escuela secundaria-, a lo sublime y a la finitud del humano frente a las fuerzas
de la naturaleza.
Fue la primera novela que generó
en mí un impacto. Tanto es así que volví a leerla de nuevo a la semana siguiente
de haberla terminado.
La historia trata sobre la vida de Isherwood Williams, un joven estudiante que mientras trabajaba en su tesis en una cabaña en las afueras de California pierde la conciencia tras ser mordido por una serpiente. Al despertar días después, la gran mayoría de la población humana ha sido aniquilada por un virus mortal. La Tierra permanece retrata la vida de Ish, cual Noé con su arca, busca sobrevivientes para formar una nueva comunidad en las ruinas de la civilización.
Esta novela fue de gran influencia para los autores de ciencia ficción del siglo XX. Precursora de Soy leyenda y La carretera, hasta el mismo Stephen King admitió su influencia en Apocalipsis (The Stand). Pero el escenario postapocalíptico que presenta la novela es realista, posible. Se asemeja a La carretera, películas como Threads o la serie francesa El colapso. Las contingencias y disyuntivas que se les presentan a los protagonistas tienen que ver con la sobrevivencia sin la ayuda de una comunidad mayor, de instituciones gubernamentales, en definitiva, de la civilización. La idea disparadora tiene poco de fantástico y, por el contrario, nos invita a pensar fuertemente en qué sucedería si todo el Sistema se cayera de un día para el otro.
Aunque la novela tiene sus momentos oscuros, su espíritu tiene más que ver con la literatura juvenil que con el “terror distópico” de Soy Leyenda o The walking dead. Es una historia “coming to age”, toca temas del devenir adulto: la independencia, la responsabilidad, el amor conyugal, pero también la soledad y la vejez. Ish vive entre la nostalgia por el mundo perdido para siempre y el deseo de re-fundar una nueva comunidad desde cero, que de alguna manera preserve el conocimiento, los rasgos, o al menos el recuerdo de aquella vieja humanidad.
En la novela domina un fuerte mensaje ecológico donde el planeta parece funcionar como un personaje más. George R. Stewart parece confiar mucho más en las fuerzas de la naturaleza que en las de la propia humanidad. Su visión parece ser más bien escéptica respecto a que el progreso permanente del humano lleve a algún otro lado que a la propia extinción o al menos a algo parecido como un futuro primitivo.
Las historias post apocalípticas por lo general suceden en un período posterior a una catástrofes naturales, pandemias o ataques nucleares. Y en pleno 2022, ya habiendo sobrevivido a la pandemia de la COVID19, podemos pensar a La Tierra permanece como una novela que a pesar de haber sido publicada hace más de setenta años está más vigente que nunca. Tal vez el fin de la humanidad esté mucho más cerca que el ruido de las bombas nucleares, o quizás estemos en la antesala de un nuevo comienzo. Hasta ahora, solo sabemos que los hombres van y vienen, pero la Tierra permanece.
George R, Stewart
Minotauro, 1995.
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