Un año sin Juan Forn
Ayer se cumplió un año. Cuando terminaba el 20 de junio del 2021, nos enteramos de la sorpresiva muerte de Juan Forn en Mar de las Pampas. Se dijo y se escribió mucho en esa semana, acerca de su vida y de su muerte. El suplemento Radar del fin de semana siguiente, titulado en su homenaje, Radar de noche, fue (es) de colección. Esa semana nos enteramos también, de que había dejado listo su último libro: en el que enhebraba de otra manera los textos de Los viernes, las contratapas del diario Página 12. El libro póstumo de Forn se llama Yo recordaré por ustedes. Es hermoso, y nos lleva de viaje al glorioso siglo XX. En el último texto del libro aparece en un poema de amor, Wislawa Szymborska, la gran poeta polaca que recibió el Nobel de Literatura en 1996. Anoche, leyendo poemas de Szymborska, dos versos saltaron desde el libro, como si fueran convocados por el ausente: "La eternidad de los muertos dura/ mientras se les paga con memoria".
Wislawa, Mariusha
Estoy
enamorado es poco
de Wislawa
de apellido Szymborska
y primer nombre Mariusha.
Su padre quería un varón
le decía: Nada de berrear
nada de exponer entrañas,
ella escribió mucho después:
Sé componer los rasgos de la cara
para que nadie divise la tristeza
soy quien soy
un caso insólito
podría ser yo pero sin asombro
pero eso significaría
ser alguien totalmente distinto.
Ah, Wislawa, alma vieja
nadie en tu familia murió de amor
y vos en cambio viviste así
amando el color azul y
buscando siempre a aquel de
ojos color cerveza
que lleno de amor te dijo un día:
Mañana y todas las mañanas de mi vida
estaré bajo tu balcón
salvo que llueva,
ah, Wislawa,
Mariusha,
qué ojo tenías
aunque ignoraras de qué iba la obra
y qué papel representabas.
Haga lo que haga, dijiste,
se convertirá para siempre en lo que hice
y nos advertiste:
Aun con toda mi buena fe
sé que contaré cosas que jamás
existieron.
En tu primer viaje al exterior (a Bulgaria)
te alojaron en un hotel lejos de la ciudad
había un enorme globo terráqueo
vos hiciste una isla minúscula
le pusiste el nombre del hotel
y la pegaste en el lugar más vacío del Pacífico,
quien pase alguna vez
por ese rincón de los mares
que nos diga si esa isla aún existe.
Cómo nacieron tus poemas
te preguntaron una vez:
Escribía cuentos cortos
que se volvían más y más cortos
hasta que sólo tenían unas pocas líneas
así nacieron mis poemas, dijiste,
y también:
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos,
y también:
Prefiero escribir a mano en hojas pequeñas
para asegurar el contacto
entre lo que tengo en la cabeza y la mano,
y también:
Para traducir un poema mío,
primero hay que comprenderlo
y luego basta encontrar algo bonito
pero no demasiado, para que suene natural
mis poemas son como
respiración
reposada
Y cuando Polonia te quiso abrazar
la sofrenaste con estas palabras:
En este país por tradición
una poeta tiene que ser maldita
infeliz por exceso de espiritualidad
y por causa de sus amantes
que no están a la altura de su talento
perdón perdón por no ser así
aunque mis señas de identidad
sean el
frenesí
y la
desesperación
así en minúscula.
Todas las sillas eran duras en tu casa
para que las visitas no se quedaran demasiado
y lo que más te gustaba de los viajes
era el regreso
y cuando no querías hacer algo decías:
Será un placer aceptar su propuesta
cuando sea más joven,
ah, Wislawa,
Mariusha.
Eras de la opinión que
en nuestra época se hablaba demasiado
así que diste el discurso más corto
de toda la historia del Nobel
que empezaba así:
En un discurso lo más difícil es la primera
frase.
Así que ya la he dejado atrás
y contraviniendo el protocolo
saludaste al público
antes que al rey y a la reina
y después saliste a fumar
y cuando el rey te ofreció
un chicle de nicotina le dijiste:
Dudo que sean tan benéficos como el cigarrillo
para la literatura,
ah, Wislawa,
Mariusha.
Y ustedes,
díganme,
¿ni un poco enamorados de ella
están ustedes también?
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