Casa de dragones
Con este texto de Vir Silva Finger dedicado a Un mago de Terramar, la primera novela de la saga, cerramos el tema del fantasy con el que trabajamos durante el mes de octubre, para homenajear a su autora, Ursula K Le Guin.
Por Vir Silva Finguer*
En 2001, con el país en llamas, mi abuela materna viajó a Brasil. Sin dominar el idioma y sin mi abuelo, emprendió un viaje iniciático. Para quienes no la conocen, mi abuela siempre fue una mujer de mirada serena, pero en esa época danzaba en la tristeza. Volvió distinta y con Un mago de Terramar debajo del brazo. En un acto casi ritual se lo regaló a mi madre encargándose de que el libro continuara en la memoria de su linaje.
En mi casa, en la casa que mis padres construyeron para mi hermanx y para mí, nunca faltó la comida pero tampoco sobraba. Por suerte y por decisión, abundaban otras cosas. Es por esto que, después de cenar, algún día que no recuerdo pero me permito imaginar épico, mi madre puso el libro sobre la mesa y leyó en voz lo suficientemente alta como para convocar a los espíritus de la noche: “La Isla de Gont, una montaña solitaria que se alza más de mil metros por encima del tormentoso Mar del Nordeste, es una famosa comarca de magos”.
Para quienes no la conocen, mi madre siempre fue una mujer de mirada sensata, pero esa noche danzó entre las sombras y nos presentó a los dragones. Y así fue como nuestro departamento de Caballito se convirtió en comarca.
Día tras día, continuamos la ceremonia. Abrazamos al mago y escuchamos su nombre verdadero, descubrimos lenguas antiguas, exploramos aldeas, aprendimos sobre el Ser. Pero en algún momento los libros se terminan. Y este libro no pudo sortear aquella regla ancestral e inequívoca, pues al parecer, después de todo, la magia no habita en esta tierra.
El reloj siguió su curso, pasaron los meses, los años. Con mi hermanx dejamos que el tiempo operase sobre nosotrxs y despedimos nuestros cuerpos niños. Los dragones se fueron por las ventanas y no nos preocupamos por ir a buscarlos.
Para quienes no lx conocen, mi hermanx siempre fue unx musicx de mirada tierna, pero una mañana danzó entre los confines. Me desperté sin el sonar de su voz: evidencia irrefutable de su ausencia. Me acerqué a su habitación en búsqueda de algún cigarrillo abandonado entre su jungla de cables y amplificadores. Desde la puerta escuché el resoplar del dragón. No hace falta ser adivina para saber por qué vuelven los dragones a una casa, la respuesta está al alcance de la lógica: alguien los llamó. Mi hermanx había abierto trazado nuevos caminos hacia Gont.
Para quienes no me conocen, nunca fui una mujer de mirada serena, ni sensata, ni tierna, pero ese instante dancé en el silencio.
“Un hombre puede saber a dónde va, más nunca podrá saberlo si no regresa y vuelve a su origen, y atesora ese origen. Si no quiere ser una rama desgajada que va y viene y se hunde a merced de la corriente, entonces tendrá que ser el torrente mismo, todo él desde el nacimiento hasta la desembocadura en las aguas del mar”.
* Vir tiene 22 años, es actriz y docente de teatro.
Ursula K. Le Guin
Minotauro, 2000.
La ceremonia de las voces
ResponderBorrarLas voces que convocan
La voz de quien lee a otrxs, la voz de quien escribe la ficción, la voz de lxs personajes, la voz de quien lee para sí, la voz de quien escribe acerca de la ceremonia y de las voces que convocan....
Lo que nos provoca Ürsula.
Bellísimo texto