Premio Nobel de Literatura para Olga Tokarczuk y Peter Handke
La
autora polaca es una notoria activista ecologista y vegetariana, con
una vigorosa voz narrativa. El premio a Handke viene envuelto en
polémica por sus posiciones políticas y con respecto al propio Nobel.
La visión eurocéntrica de la literatura es una rémora que la Academia Sueca
no conseguirá templar, por más que proclame que la prioridad es la
diversidad y mirar “por todo el mundo”. El mundo parece un pañuelo que
se despliega sobre el mapa de Europa desde Estocolmo. La polaca Olga Tokarczuk ganó el Premio Nobel de Literatura 2018, suspendido el año pasado por las denuncias de abuso sexual contra Jean-Claude Arnault –el marido de una ex académica, Katarina Frostenson, preso por violación-; y el austríaco Peter Handke obtuvo el correspondiente a 2019. Tokarczuk –que se convierte en la decimoquinta mujer
que recibe el galardón- fue reconocida por “su imaginación narrativa,
que con una pasión enciclopédica, simboliza el cruce de fronteras como
forma de vida”, según anunció el secretario de la Academia Sueca, Mats Malm.
En el caso del novelista, poeta, dramaturgo y cineasta austríaco se
valoró una obra “llena de ingenio lingüístico que ha explorado la
periferia de la experiencia humana”.
“Todo es político”
La literatura es un campo de experimentación para Tokarczuk
(Sulechów, 29 de enero de 1962), una de las voces más vigorosas de la
narrativa polaca contemporánea, ganadora en 2018 del premio Man Booker International por su novela Flights, que la editorial Anagrama publicará el próximo 6 de noviembre como Los errantes,
traducido por Agata Orzeszek. En esta novela la narradora polaca
explora el movimiento físico, el cuerpo mortal y el significado del
hogar, mediante un puñado de historias aparentemente desconectadas a
través del tiempo y el espacio, con ecos de W. G. Sebald, Milan Kundera y
Danilo Kiš. En el texto de la contratapa de la edición que lanzará
Anagrama se lo define como un libro “inquieto e inquietante, hecho de
‘historias incompletas, cuentos oníricos’ subsumidos en un libérrimo
cuaderno de viaje a base de excursos, apuntes, narraciones y recuerdos
que muchas veces tienen como tema el viaje mismo”. Uno de esos relatos
está inspirado en un hecho real sobre cómo el corazón de Frédéric Chopin llegó a Polonia escondido en las enaguas de su hermana.
La flamante Nobel de Literatura está comprometida políticamente con la izquierda ecologista y vegetariana. “La novelista con rastas”, como la suelen nombrar algunos periodistas, es una tenaz opositora
al actual gobierno nacionalista conservador del partido Ley y Justicia.
Hay dos libros más de Tokarczuk traducidos al español. Las novelas Sobre los huesos de los muertos (publicada por Siruela en España en 2016 y la editorial Océano en México) y Un lugar llamado Antaño
(Lumen, 2001), donde cuenta la historia de tres generaciones de
campesinos en un pequeño pueblo llamado Prawiek. La primera es un
policial sui generis que tiene como protagonista a Janina Duszejko, una
mujer mayor, ingeniera jubilada y profesora de inglés, cuyas
convicciones respecto al cuidado del medioambiente y los animales
resultan un tanto radicales.
En Sobre los huesos de los muertos –que ocasionó un fuerte debate en Polonia, donde la cacería es una actividad muy común–
se narra una serie de muertes misteriosas desde la hipótesis que
postula Janina: los animales son los responsables. Según la narradora,
la fauna del lugar, harta de ser cazada por los lugareños, está tomando
represalia contra quienes la amenazan con sus rifles. “Quería atraer la atención de la gente hacia el problema de matar animales,
que es un tema importante para mí. El tema principal del libro es ¿cómo
podemos ser buenos ciudadanos de un país cuando no aceptamos sus leyes?
¿Qué tan lejos podemos llegar si nadie nos escucha sobre eso que
queremos cambiar?”, se pregunta la escritora polaca. “Para mí la literatura es un campo de experimentación moral;
podemos hacer cosas que no podríamos hacer en la vida real, así que mi
provocación fue buena porque hubo discusión. Incluso el ex presidente
Bronislaw Komorowski, que era cazador, dijo, luego de leer el libro, que
prometía no volver a cazar”.
Aunque todavía no ha sido traducido al español, con Los libros de Jacob (2014) Tokarczuk ganó el premio literario Nike y recibió amenazas de muerte
de grupos de la extrema derecha por haber afirmado en una entrevista
que Polonia tiene un pasado del que nadie debería sentirse orgulloso. La
escritora polaca –que se graduó en Psicología en la Universidad de
Varsovia- se considera discípula de Carl Jung. Trabajó en una
clínica de salud mental durante algunos años en Walbrzych, al sudoeste
de Polonia, antes de dedicarse a la literatura. La ganadora del Premio
Nobel de Literatura confesó que cuando era joven creía que escribir era
un trabajo inocente. “Ahora creo que todo es político: lo que comes, lo
que vistes, qué tipo de libros lees. En Polonia preferiríamos vernos
como una nación de colores brillantes sin admitir que también hemos tenido momentos oscuros
y que se hicieron cosas horribles", advirtió. "En Polonia tenemos una
situación política muy frágil, me convertí en una suerte de víctima
inocente de esta energía violenta porque mi libro no es provocador, es
simplemente historia documental, todo está documentado en archivos”.
A contracorriente
“Vivo de aquello que los otros no saben de mí”. La frase extraordinaria de Peter Handke (Griffen,
6 de diciembre de 1942), dicha para importunar como un aguijón que
irrita la piel de las buenas conciencias –un aspecto que lo conecta con
otro austríaco maestro en el arte de la diatriba, Thomas Bernhard-,
podría condensar el camino literario y vital del prolífico escritor
austríaco en lengua alemana. La soledad y la falta de comunicación son
la médula espinal de una obra que abarca la poesía, la novela, el teatro, el ensayo y el cine.
Los
personajes angustiados y desterrados de la sociedad o que deciden
apartarse de las convenciones de una vida burguesa para apostar por la
experiencia radical de una introspección “silenciosa” abundan en sus
mejores páginas, como en la obra de teatro Kaspar (1968), donde
indaga en el caso de Kaspar Hauser, un adolescente del siglo XIX que
creció aislado y al que la sociedad destruye al imponerle su lenguaje y
sus valores racionales. O en Ensayo sobre el Lugar Silencioso
(2015), una suerte de elogio del retiro y la meditación, cinco textos en
los que explora temas y lugares aparentemente marginales como el
cansancio, los bares de extrarradio de las ciudades o las estaciones de
tren; pero también impera una suerte de sublevación contra la amenaza
del lenguaje periodístico. “La invención, la ficción son la verdad. (…)
Hoy, la literatura está en peligro de volverse periodística, de
resultar indistinguible del periodismo. Cuando lo precioso de la
literatura es la ficción, la transformación, el relato sin receta
previa”, explicó Handke en una entrevista con El País de España.
Nadie como el escritor austríaco para despeinar las estanterías mentales. Entre sus primeras piezas como dramaturgo está Insultos al público
(1966), en la que cuatro actores analizan la naturaleza del teatro,
lanzan sus dardos envenenados contra los espectadores y elogian sus
propias actuaciones. Visto desde la infame distancia temporal, que la obra haya sido un escándalo parece una ingenuidad anacrónica. En su primera novela Los avispones, también de los años 60, esquiva las convenciones del género y expone el método de escritura en las narices de los lectores.
En
1971 la madre de Handke se suicidó con una sobredosis de somníferos. El
hijo, acaso para intentar calibrar el efecto de esa pérdida, escribió
una de sus mejores obras, Desgracia impeorable, en la que escarba
en la llaga de ese suicidio para “no volverse loco machando con un dedo
la misma tecla de la máquina de escribir”. La escritura está lejos de servir para algo.
“Escribir no fue, como creía al principio, una forma de recordar una
etapa ya concluida de mi vida, sino únicamente un continuo trasiego de
recuerdos en formas de frases que lo único que hacían eran afirmar unas
distancias que yo había tomado. Todavía a veces sigo despertándome por
las noches de un modo brusco, de golpe, como si desde dentro un contacto
me arrancara del sueño y, reteniendo el aliento, de terror, experimento
como si me estuviera pudriendo minuto a minuto”, plantea el narrador.
También de la década del 70 es su novela policial El miedo del arquero al tiro penal,
situada en la Alemania de la posguerra, donde un ex arquero de fútbol
asesina a una mujer, pero en vez de huir para evitar ser detenido por la
policía continúa con su vida con “normalidad”. La novela fue llevada al
cine por Wim Wenders, con quien Handke escribió el guión de un film
emblemático del director alemán: Las alas del deseo.
Las últimas dos décadas del autor de notables novelas como Carta breve para un largo adiós, La mujer zurda, La tarde de un escritor, Historia del lápiz y El año que pasé en la bahía de nadie, entre otros títulos, han estado marcadas por la polémica a partir de la publicación de Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Sava, Morava y Drina, o justicia para Serbia (1966), considerada por los críticos como un “panfleto proserbio”. Algunos además sostuvieron que ponía en cuestión el genocidio de Srebrenica,
en el que fueron asesinados unos 8000 musulmanes por fuerzas
serbiobosnias. Handke rechazó que minimizara esa matanza y afirmó que
solo intentó criticar que se hubiera demonizado a los serbios y se les
atribuyera todos los males de la Guerra de los Balcanes. No solo defendió al autoritario presidente serbio Slodoban Milosevic, acusado de crímenes de guerra y apodado “el carnicero de los Balcanes”, sino que habló durante su entierro en 2006. Entonces tuvo que renunciar al Premio Heine por “una campaña de difamación por pensar a contracorriente”, según alertaron los que apoyaron al actual Premio Nobel como Elfriede Jelinek, Patrick Modiano, Wim Wenders y Emir Kusturica.
“Debido a los problemas que tuve hace 20 años, nunca pensé que me elegirían”,
declaró Handke desde su casa en Chaville, Francia. “Este tipo de
decisión es muy valiente por parte de la Academia Sueca”, subrayó el
escritor austríaco que llegó a pedir la “supresión” del Premio Nobel de
Literatura por ser “una falsa canonización”, que “no aporta nada al
lector”. ¿Llegará a la ceremonia en Estocolmo, el próximo 10 de
diciembre, o habrá presión para obligarlo a renunciar al premio?
¿Prevalecerá el criterio literario por encima de la política? Preguntas
que, por ahora, no tienen respuestas.
Fuente: Página12
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