Oficio de Búhos
Liliana Bodoc es la figura más importante del Fantasy en la literatura argentina. En La Saga de los Confines advertimos su recorrido como lectora por la literatura de Úrsula K. Le Guin, y su operación de resignificación del género, ya que las tres novelas de la saga se asocian con las historias, los mitos y las leyendas de los pueblos originarios de América Latina. Posteriormente, publicó Oficio de búhos, un libro de relatos que se desarrollan en el mismo espacio-tiempo, y en el que los personajes tienen la misma cosmovisión que los de la Saga, como se ve con claridad en esta reseña de Irene Ferrari.
Por Irene Ferrari*
“La memoria sólo perdura si se reinventa”
“Y debo decir mi nombre porque tratándose del Tiempo es más cierto que posible mentir, equivocarse. Que sea Nakín de los Búhos quien mienta y se equivoque, por si alguna vez fuera ella quien acierta”. Así se presenta la voz que inicia el relato en Oficio de Búhos y que, hacia el final de la trilogía que lo antecede, ya nos había confiado que “la memoria sólo perdura si se reinventa”.
Y está bien que Nakín nos alerte. No es ésta una narración epílogo; es la memoria que completa, sólo en parte, las dimensiones del antes y el después de lo que conocimos en La Saga de Los Confines. Y nos acerca también la dimensión de un mientras tanto, de un presente que se desdobla.
En la continua lucha contra el Odio Eterno en las Tierras Fértiles y en las Tierras Antiguas, la poética de Liliana Bodoc enhebra voces que evidencian la necesidad del registro de la humanidad y su época “¿Quién cantaría aquello? ¿Quién podría elegir las palabras adecuadas? Acaso sería necesario inventar otro lenguaje”. Es ésta la cuestión vital que atraviesa todo el libro. Que no se pierda nada, o casi nada, de lo que necesita ser contado.
“Yo, Nakín de los Búhos, digo que no es posible narrar todo, porque todo no puede ser narrado” Sin embargo, ni los pueblos que los lectores llegamos a vislumbrar como originarios de nuestra América, ni los seres que nacen de la búsqueda creativa de Bodoc, ni éstas tierras ni aquellas, ni el bien ni el mal, permiten ser silenciados.
En ese cantar de la memoria caben todas las melodías posibles: “¿O no sabes que las historias cambian según la voz que la cuenta?”, se oye en uno de los capítulos. “¿Creen que están absueltos de recordar por el sólo hecho de que aún no habían nacido?”, se oye en otro. Oficio de Búhos ancla en la necesidad de perdurar en el tiempo. La transmisión oral y otras formas del lenguaje son la garantía. Memoria en un tiempo que no empieza ni termina.
Así como la muerte es parte de la vida y anda natural entre nosotros, La Sombra, según relata Nakín, desobedece y le da un nombre al hijo del Odio Eterno. Misáianes crecerá en un monte de las Tierras Antiguas y se comportará muy distinto a la Muerte que es parte de la vida. Hasta la misma Sombra aullará de dolor por los arrebatos apresurados y sin sentido.
Y en este ir y venir conocemos un poco más al conquistador de las Tierras Fértiles. “No es un niño, es un instante impensable”, murmura el padre de Drimus al ver al hijo recién nacido. Y no hay nada que justifique el horror que nos hace vivir en las cientos de páginas de la trilogía, y que ahora nos aproxima a su oscuridad.
Nakín, debe irse más atrás, como ella misma afirma, para que nos podamos conmover por las Nuberas quemadas a orillas del mar en las Tierras Antiguas. “Las hogueras solo lograrán que estos días se vean desde lejos”, y se mueren cantando “la canción más importante” precisamente para no morir.
Porque la vida y la muerte son la misma cosa, La Sombra es capaz de conceder lo que Vieja Kush le pide. Y sólo podemos saberlo en este presente de la vida en Los Confines. Porque en el mismo momento en que ellas “engarzan un collar sin sentido”, un libro atrás, Cucub, el zitzahay poeta y orador por excelencia, está muriendo. Dos planos del mismo Tiempo que demora en años la vuelta al propio terruño, y quién sabe cuánto en la eternidad de la conversación entre Vieja Kusch y La Sombra.
Atravesamos un espejo que se desvía en todas direcciones porque confiamos en la épica fantástica con la que Bodoc inauguró el género en La Saga de Los Confines. Donde es posible que un hombre se transforme en brujo y sea de agua o de aire sin que esa maravilla nos resulte extraña. Un regreso desde la ficción, a sentir a la humanidad hermana de la naturaleza con todas sus criaturas y seres. Y el “contra canto” a la Historia casi siempre en la voz de los que ganan por la fuerza.
La narración, en el cantar de Nakín, se detiene más en algunos pueblos y personajes que en otros, pero no porque antes hayan quedado abandonados. Por algún motivo hay un espesor que llegó, quizá, con la nostalgia del final en la última página de la trilogía. Y así sucede con el punto final en este libro; y ya es Liliana Bodoc la que dice: “No importa cuánto nos esforcemos en contar. La memoria tiene infinitas puertas y por eso nunca estará completa. Es solo dar cuenta de algo para que se abran cien vacíos, cien preguntas”.
*Irene Ferrari explora en la escritura narrativa y poética desde hace muchos años. Actualmente integra el taller de Iris Rivera. Cursó la diplomatura en LIJ de la UNSAM; el Seminario de poesía "Materia poética e Infancia", dictado por Cecilia Bajour; colabora en el blog "Avión que va" de LIJ y continúa formándose como mediadora de lectura y escritura en distintos espacios formales y no formales.
Liliana Bodoc. Ilustraciones de Gonzalo Kenny.
Suma de Letras, 2012.
Excelente nota de Irene Ferrari excelente persona!!!!
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