2 de abril - Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas
Además de reivindicar el justo reclamo de soberanía territorial argentina sobre las Islas Malvinas, el 2 de abril se recuerda a los soldados que combatieron allí, hace 38 años. Muchos no volvieron. Otros regresaron y se encontraron con una sociedad que les daba la espalda. Parecía negarse a entender que más allá de su juventud, del espanto que habían tenido que vivir, sin siquiera una preparación militar adecuada, esos jóvenes eran combatientes de la última guerra anticolonial del siglo XX.
La literatura argentina recorrió y recorre Malvinas. Rodolfo Fogwill, Carlos Gamerro, Sandra Comino, Liliana Bodoc, son algunas de las voces que nos hablan de las Islas. Pablo Ramos, también, o Inés Garland. Para este aniversario, en Libro de arena elegimos acercar las voces de dos poetas que son, además, ex combatientes de la Guerra de Malvinas. Así, compartimos algunos de los Haikus de guerra, de Martín Raninqueo, y también algunos de los poemas publicados por Gustavo Caso Rosendi en su libro Soldados. A 38 años de la guerra, sobre Malvinas hay mucho todavía por decir, y de muchas maneras. Esta es una de ellas.
Haikus de guerra, de Martín Raninqueo
Percute la lluvia
El techo del pozo
(hago que leo)
Tras la bruma
los niños que fuimos
nos están gritando: adiós
Luciérnaga de muerte
llegando el ocaso
vienen del mar
Helada tarde
Aturde el silencio
si duda el mortero
Copos sobre copos
Caen gotas rojas
(unas sobre otras)
Nadie a la vista
salvo el viento
jugando con una olla
Ventisca y tristeza
Camino al Canberra
que está en alta mar
Soldados, de Gustavo Caso Rosendi
Se está como
en otoño
las hojas
en los árboles
Giusseppe Ungaretti
soldados que salen
marchando de mí mismo
entre temblores de frío y de resaca.
Hojas perennes en la rama
Florcitas de ceibo incendiadas con la tarde.
TRINCHERA
Comenzamos cavando como si
fuera nuestra propia tumba
Pero cuando el cielo escupía fuego
nos dábamos cuenta
que era un buen hogar
después de todo
Cuando cayó el soldado Vojkovic
dejó de vivir el papá de Vojkovic
y la mamá de Vojkovic y la hermana
También la novia que tejía
y destejía desolaciones de lana
y los hijos que nunca llegaron a tener
Los tíos los abuelos los primos
los primos segundos
y el cuñado y los sobrinos
a los que Vojkovic regalaba chocolates
y algunos vecinos y unos pocos
amigos de Vojkovic y Colita el perro
y un compañero de la primaria
que Vojkovic tenía medio olvidado
y hasta el almacenero
a quien Vojkovic
le compraba la yerba cuando estaba de guardia
Cuando cayó el soldado Vojkovic
cayeron todas las hojas de la cuadra
todos los gorriones todas las persianas
MONTE LONGDON
es como un corso es como si fuera el último febrero desde una vitrola oxidada canta castillo siga el baile una mujer con rostro de ibis pasea en el chingui-chingui llueven serpientes de papel la avenida con lamparitas de colores gualeguaychú todo nevado pero no le parece raro porque sabe que le tocaba mirar hacia el frente y ganas de tomarse una cerveza y un cabeceo y otro y otro más y ahí está buscando a la marcela entre la gente pero una estatua lo detiene le besa la frente la bufanda se le escapa como un pájaro ciego se va enganchando entre las ramas se deshilacha escocesa en el cielo y llega un frío oscuro oscuro oscuro y ya no puede enterarse de aquel filo que se le apoya en la garganta justo cuando se encienden los primeros alaridos de la noche
Se persignan los tatadioses
mientras comulgan un pedazo de luna
Rezan rezan casi sin fe
mientras se alza otra bengala
GURKAS
Mercenarios de perfil bajo
(los únicos que los vieron
ya no están)
Cuchillos fantasmales
cortando los sueños
¿Pero acaso nosotros
no veníamos del país de
las picanas sobre panzas
embarazadas?
¿Quién le tenía que tener
miedo a quién?
CANTATA
Pasa la esquirla y al soldado Martínez
le salen puentes amarillos
de la media oreja
y abajo la sangre
corre turbulenta
y Spinetta rema
sobre su guitarra
y gira el paisaje
como un cuadro de Van Gogh
Es por eso que hoy
cuando alguien le habla
adopta una postura
de figura egipcia
como si el silencio
de aquel hospital
le perdurara
(Pero yo sé bien que
cuando Martínez está solo
ese oído se le abre
como una ventana
y es cuando vuelve
a escuchar el silbido
y luego el trueno y luego
como un viento las voces
de los muertos que le cantan)
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