Charlie y los círculos del Infierno

Estos días de encierro nos permiten, entre otras cosas, leer cosas nuevas, releer cosas viejas, cruzar textos que no hubiéramos cruzado entre sí en una primera lectura. Eso es lo que hizo en estos días Camila Castro Chiesino. Y asoció su reciente lectura de La Divina Comedia, con aspectos de Charlie y la fábrica de chocolates, el clásico juvenil de Roald Dahl, que leyó cuando era chica.



Por Camila Castro Chiesino

No es una novedad que todo acto de escritura está asociado de forma indisoluble a una lectura previa. Ya lo decía Borges, en referencia a la influencia de Mark Twain que se advierte en Don Segundo Sombra de Ricardo Guiraldes. Los escritores escriben porque primero han leído, e influenciados por ese recorrido de lecturas se permiten incursionar en la producción propia. Es a partir de esta idea que me voy a permitir una afirmación un tanto arriesgada: Roald Dahl el reconocido escritor británico de literatura infantil y juvenil, tomó elementos de La Divina Comedia, cuando escribió Charlie y la fábrica de chocolates; su propia versión novelística y edulcorada del poema del Dante. Si bien son dos historias completamente distintas, encuentro vínculos muy estrechos que me impulsan a reflexionar un poco con el tema.
La novela de Dahl nos presenta a Charlie, el personaje principal; un niño pobre que ama el chocolate más que a otra cosa en el mundo y vive con su familia en una pequeña y humilde casa frente a la fábrica de Chocolates Wonka. Su vida da un giro cuando el excéntrico chocolatero Willy Wonka decide invitar a cinco niños a visitar su fábrica, colocando al azar cinco billetes dorados en barras de chocolate que saldrán a la venta. A lo largo de varias semanas aparecen los primeros afortunados; el primero es Augustus Gloop un niño glotón; lo sigue Veruca Salt una niñita malcriada, la tercera es Violeta Bouregarde una amante del chicle, y el cuarto Mike Teve, un niño que pasa largas horas frente a la pantalla del televisor. Después de varios intentos fallidos Charlie encuentra el último billete dorado. 
Hasta acá, la única similitud con el poema de Dante es el propio Charlie: se lo presenta como un niño famélico e inteligente, que piensa de manera recurrente la manera de ayudar a su familia a salir de la pobreza. Así como La Divina Comedia nos presenta al propio Dante como a un joven ‘’perdido en una selva oscura’’, desorientado en el plano espiritual y en busca de la purificación. Ambos están en una búsqueda: Charlie ansía el ascenso social y Dante el espiritual. Willy Wonka oficiará de guía a lo largo del camino que deberán emprender Charlie y los otros niños por la fábrica; así como Virgilio guió a Dante en su camino hacia un intento de purificación.
Al traspasar la puerta, Charlie, su abuelo que lo acompaña y los demás invitados se encuentran en una especie de hall de paredes rosas, en el cual la temperatura es notablemente alta. Como si fuese el ante-infierno del que nos habla Dante. Wonka los conduce a través de unos pasillos que curiosamente van hacia abajo. Es decir, la mayor parte de la fábrica se encuentra bajo tierra, creo que no es necesario explicar cuál es la similitud en este caso.
El primer lugar de la fábrica que visitan es ‘’El recinto del chocolate’’ que es el núcleo de la fábrica. Dahl lo presenta como un magnifico valle con colinas verdes; en el fondo fluye un ancho rio de color marrón. Este paisaje es opuesto al valle de dolor y tristeza que nos muestra Dante, pero así como Dahl nos presenta un rio de color marrón por el chocolate, Dante nos muestra el Aqueronte, un rio negro y pestilente.
En el recinto del chocolate perdemos al primer niño: Augustus Gloop: después de asomarse a la orilla del río para tomarse el chocolate, cae en él y es succionado por un tubo que trasporta la espesa mezcla a  los otros lugares de la fábrica. 
Si a Augustus tuviéramos que asignarle un círculo en el Infierno de Dante este sería el tercero, destinado a aquellos que han sido juzgados por golosos. Su condena sería vivir sumergido en el barro, mientras una lluvia pestilente lo moja y es arañado por Cerbero, el perro que cuida el infierno. Para su suerte, Dahl, un poco más considerado solo lo envía de viaje por la fábrica hasta terminar en una sección donde se cocinaba una crema de frutillas recubierta de chocolate. 
Así como Dante y Virgilio cruzan el Aqueronte con la ayuda de Caronte, (el barquero del Infierno), para recorrer los nueve círculos infernales, Willy Wonka y sus invitados navegan por el río de chocolate a bordo de un barco de caramelo, que los conduce a través de túneles circulares (imposible no reparar en la analogía geométrica) hacia los distintos recintos de la fábrica.
Después de ese viaje se pierde la segunda niña: Violet Beauregarde: el señor Wonka ha llevado a los niños y sus padres hasta un cuarto de la fábrica llamado ‘’La sala de invenciones’’. Allí les muestra una gran máquina en la  que se produce un chicle. Al masticarlo se tiene la sensación de estar consumiendo tres platos de comida: una sopa de tomate, carne asada y tarta de arándanos como postre. 
Violet fanática del chicle se lo arrebata de las manos al chocolatero y empieza a masticarlo automáticamente, haciendo caso omiso a las advertencias de Wonka acerca de que el invento no estaba terminado y de que era peligroso probarlo. Al llegar al postre Violet comienza a ponerse morada e hincharse, hasta terminar convertida en un arándano gigante. Después de semejante espectáculo debe ser exprimida de urgencia en la sección correspondiente.
Es en el sexto círculo del Infierno donde vamos a ubicar a Violet Beauregarde: este es el lugar destinado a los heresiarcas. Así como los herejes creían escapar al juicio normativo de Dios, y habían sido castigados por ello, Violet minimiza las advertencias de Wonka, cree poder escapar de las órdenes del chocolatero y termina recibiendo su merecido por descreída.
La siguiente niña en perderse es Veruca Salt, que encuentra el fin de su recorrido en el cuarto de las nueces. Al entrar allí Wonka les muestra a sus invitados el particular método de pelado que se implementa en su fábrica. Las encargadas de ese trabajo son un centenar de ardillas. Según el chocolatero, son las únicas capacitadas para pelar las nueces sin romperlas. Cuando Veruca las ve, pierde la cabeza y comienza a exigirle a su padre que le compre una de esas ardillas.
Su padre, un malcriador serial, le insiste (sin éxito) a Wonka para que le venda una de sus obreras. Enojada porque no  haber conseguido lo que quería, Veruca intenta robar una. En segundos es atacada por cientos de ardillas furiosas que la arrojan a un agujero ubicado en el centro de la habitación y  que termina en el incinerador de la basura. Los padres de Veruca entran al recinto con intención de salvar a su hija, y corren la misma suerte que ella. 
Me pareció pertinente ubicar a esta familia en el octavo círculo del Infierno. Este a su vez está dividido en diez recintos; a los padres de Veruca  los ubicaría en el tercer recinto, que es el destinado a todos aquellos que cometieron la simonía (en el cristianismo, la pretensión de la compra y venta de valores espirituales a través de bienes materiales). En varias ocasiones,  a lo largo de la novela, tratan de comprar con dinero la felicidad de su hija. Si estos personajes estuvieran efectivamente en ese lugar, su condena sería pasar la eternidad con la cabeza hacia abajo y con llamas que les queman los pies.
A diferencia de sus padres, vamos a ubicar a Veruca en el séptimo recinto, donde son enviados los ladrones. Los custodia un centauro que escupe fuego (Caco), mientras que son perseguidos y mordidos por serpientes (es notable la presencia del fuego en ambos recintos).
Estos tres personajes son los únicos que corren verdadero peligro en esta novela ya que si el incinerador de basura estuviera prendido el resultado sería literalmente, negro. Para su suerte y nuestra tranquilidad el incinerador está apagado: no hay fuego ni serpientes  y la familia Salt solo termina sumergida de cabeza en la basura. 
El poema del Dante está dividido en tres partes o reinos: Infierno, Purgatorio y Paraíso. El Infierno tiene treinta y cuatro, cantos; los otros dos, treinta y tres.. Hasta el momento, siguiendo el análisis de la novela de Dahl, todos los personajes que se fueron perdiendo pudimos ubicarlos en el Infierno; al próximo y último niño en perderse vamos a llevarlo al Purgatorio. 
Dante describe al Purgatorio como una montaña con siete giros. En cada uno de ellos se expía un pecado capital (Soberbia, Envidia, Ira, Pereza, Avaricia, Gula, Lujuria). Los destinados al Purgatorio, deben subir la montaña para purificar su espíritu y así poder finalmente acceder al Cielo; es solo a través de la peregrinación hacia Dios que las almas pueden aspirar a la redención.
Volvamos a la novela de Dahl; después de la pérdida de la familia Salt, solo quedan dos niños: Charlie y Mike Teve. Como sus invitados están cansados de caminar Wonka propone seguir el recorrido a bordo de un peculiar ascensor de cristal. Propone a los niños que elijan el sector de la fábrica que desean visitar y el pequeño Mike Teve presiona rápidamente un botón que dice ‘’Sala de televisión’’.
 Así como las almas destinadas al Purgatorio emprenden su camino en ascenso por la montaña para purificarse, Wonka y sus invitados realizan un turbulento viaje hacia arriba con destino a la ‘’sala de televisión’’; donde vamos a  perder a Mike Teve.
En esta sala Wonka les enseña su último invento: el chocolate de televisión. Es una enorme barra de chocolate desintegrada mediante un aparato, en miles de trocitos que son enviados a través del espacio hacia una televisión que está en el otro extremo de la sala. Cuando esta recibe la transmisión Wonka les pide que tomen la barra de chocolate directamente de la televisión. Mike Teve que desde que entraron a la sala no deja de contradecir al chocolatero, le contesta con soberbia que es imposible tomar una imagen de la televisión. Wonka lo ignora y le pide a Charlie que lo haga. Para su asombro, el niño estira el brazo y toma sin problemas la barra de chocolate.
Al ver esto Mike Tevé se desquicia, grita y le pregunta a Wonka en un estado de excitación descontrolado, si es posible enviar a una persona de ese modo. Al otro lado de la pantalla. Antes de escuchar la respuesta el niño sale corriendo hacia el extremo de la habitación  en donde se encuentra la Cámara. En menos de un segundo presiona el botón y desaparece de la vista de todos, para reaparecer instantes después en el monitor de la televisión. Mike tiene la suerte de no perder ningún pedazo de su cuerpo durante su viaje pero, se encoge considerablemente.
Es por su actitud soberbia que me parece correcto ubicar a Mike Teve en la primera grada del Purgatorio. Ésta es la destinada a los soberbios; aquellos que han mirado a los demás con superioridad y desprecio. Mike debería pagar su actitud cargando en su espalda piedras que lo obligan a mirar constantemente al suelo. Pero como ya hemos notado, Dahl no es tan severo con sus castigos, así que Mike solo debe ser estirado en una máquina para estirar caramelos. hasta recuperar su altura normal.
Ya dejamos atrás a cuatro niños. Solo nos queda Charlie, que a lo largo de la novela demostró ser obediente, respetuoso y tener fe. 
Al notar que solo queda él, Wonka se alegra. Y le comunica que es el ganador del premio, que consiste, ni más ni menos que en convertirse en el nuevo dueño de la fábrica. Después de darles esta noticia a Charlie y a su abuelo, les pide que suban de nuevo al ascensor de cristal y que aprieten el botón que dice ‘’Arriba y fuera’’. Al hacerlo el ascensor sube rápidamente rompe el techo y sale al exterior. 
Este último viaje en el ascensor podemos interpretarlo como el ascenso definitivo al Paraíso. La Divina Comedia debe su clasificación de ‘’comedia’’ a que más allá de las penurias que aparecen en el desarrollo, el  poema, tiene un final feliz.
Dante logra llegar al Paraíso y purificar su alma. En la novela de Dahl el protagonista logra el tan ansiado ascenso social al convertirse en el nuevo dueño de la fábrica, poniendo fin, de esta manera, a los largos años de hambre que pasaron él y su familia.  
Una de las interpretaciones que podemos hacer de la obra de Dante es que tiene un rol aleccionador: nos muestra el ideal del hombre cristiano de la Edad Media y el Renacimiento; qué debe y qué no debe hacer para ser recibido en los brazos de Dios y tener un alma pura. 
La novela de Dahl hace algo parecido. Nos muestra cómo debemos comportarnos para ser considerados  buenos niños. Y al igual que La Divina Comedia se basa para ello en la moral y los valores cristianos.
Dahl murió en 1990, así que no podemos saber si nuestra conjetura es cierta, o es el resultado de largas horas de rosca mental en cuarentena. Pero es innegable que las obras tienen muchos elementos en común que nos empujan a  hacer estas presunciones.

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