Leer y escribir en la pandemia: la hora del fragmento
A partir de una conversación con la escritora y gestora cultural Alejandra Correa, Eterna Cadencia fue a buscar algunos de los diarios que florecen por estos días, entre otras estrategias de escritura y lectura ante lo extraordinario.
Foto Daniel Saldaña París. |
Por Valeria Tentoni
¿Cómo se están moviendo las ideas en
durante estos días? ¿Vienen? ¿Llegan a desarrollarse en las mentes de
quienes regularmente trabajan dándoles la bienvenida? Las escritoras y
los escritores, ¿están pudiendo escribir? ¿Y qué cosa quienes sí?
"Este tiempo para mí es un tiempo de
detención. Todo me dice que debo detenerme. Y escuchar. A medida que
escucho, los pensamientos se enhebran y vuelven a deshilacharse. Y
vuelvo a enhebrarlos. Así paso los días", explica Alejandra Correa,
poeta, artista visual y gestora cultural nacida en Uruguay. La autora de Si tuviera que escribirte advierte:
"Por momentos, me encuentro muy molesta con las fórmulas de
aturdimiento y autoayuda que nos bombardearon en estos primeros días
desde las redes (a aquellxs que accedemos a ellas, claro). Ese
imperativo de no te caigas, hay tanto con lo que podés distraerte.
Y si algo no quiero es estar distraída. Aunque comprendo. Comprendo la
lógica de la red, el discurso que a veces es perverso y lo alimentamos,
la desesperación, lo que conlleva el estado de encierro. Y también
comprendo las buenas intenciones. Pero mi estado general es el
fragmento. Fragmentos de discursos, imágenes, palabras que dice una
amiga en el chat, algo que se recorta de una noticia con el número de
muertos. Siento que ahí está hablando el mundo, diciendo su verdad".
Un buen ejemplo de trabajo con fragmentos, por caso, son las columnas
que Gonçalo M. Tavares está llevando adelante con traducción de Paula
Abramo en Infobae: el autor de Aprender a rezar en la era de la técnica (LetraNomada) y Los señores (InterZona) elabora su Diario de la peste a partir de sus impresiones y observaciones.
Correa, que ha sido, entre otras cosas,
codirectora de la Audiovideoteca de Escritores de Buenos Aires cuenta
que la lectura además se le dificulta y se retira al fragmento: "No
puedo pensar en leer algo de manera sostenida. Entro y salgo a los
libros. Por eso elijo releer. Corro a la biblioteca buscando algo que
alguna vez leí. Libros que puedan brindarme fragmentos luminosos,
fragmentos de saber. Pascal Quignard ha sido una gran ayuda en estos
tiempos. La barca silenciosa, por ejemplo. Esa voz que parece enumerar pedazos de historia para darles un entramado, me hace bien", dice.
En esa misma línea, y en este mismo blog, hace unos días Eric Schierloh recomendaba también la relectura y
la navegación de nuestras propias bibliotecas: "Hacer de nuestra
biblioteca-museo un alegre y siempre bizarro gabinete de curiosidades
sumamente personal".
Uno de los escritores que comparte sus experiencias lectoras en
Twitter es Guillermo Martínez (lecturas y relecturas con subrayados
notables en hilos que hacen esperar a quien lee hasta el final para enterarse de quién es el autor o la autora).
En esta pandemia, además, agregó la "Simultánea de cuentos", en la que
convocó además a otros autores a una suerte de cadáver exquisito en
interacción con lectores, donde participaron firmas como las de Enzo
Maqueira y Claudia Piñeiro. El breve espacio de la pataforma los obligó
allí a avanzar paso a paso, recorte a recorte.
En Twitter también arrancó la convocatoria para el Mundial de escritura,
dirigido por Santiago Llach: una catarsis literaria por equipos en la
que se inscribieron unas 3000 personas en todo el mundo que ya están
jugando.
Entre los que también están escribiendo y surfeando la coyuntura
están los autores convocados por el Centro Cultural Kirchner:
"¡Pensamiento ya!" tiene entre sus colaboradores a Mariana Enríquez,
Martín Kohan, Gabriela Cabezón Cámara y la dupla de Esther Díaz y
Albertina Carri en intercambio. Registros textuales de los tiempos que
corren, sus piezas pueden leerse por aquí. Por su parte, la editorial Mardulce lanzó una revista temática especial, donde se cuenta la colaboración del autor de El sentido olvidado, Pablo Maurette, con su registro propio. Además, Maurette continúa con sus lecturas de clásicos en Twitter (y aquí está el cronograma,
para quien se quiera sumar y leer en compañía, por ejemplo, nada más y
nada menos que de Margo Glantz una tragedia cada dos semanas).
Por supuesto, no es una reacción generalizada. La autora de El trabajo de los ojos (Entropía),
Mercedes Halfon, tuiteó por ejemplo: "No puedo explicar por qué pero
abandoné mi diario cuando empezó la cuarentena". Ese mismo día otro
diario se presentaba. Fue el del escritor y editor Christian Kupchik,
aunque advirtió: "No se tratará de un diario, sino de un conjunto de
misceláneas. Un 'gabinete de
curiosidades', si se quiere, como corresponde a una peste medieval. El
título general será Poundemonium, a tenor con las motivaciones del
encierro y la escritura", escribió en su cuenta de Facebook, donde se puede seguir día a día.
Otro de los escritores que llevan
diario es Daniel Saldaña París, a quien le pedimos prestada la imagen de
esta nota. El autor de El nervio principal cuenta que la
escritura sostenida de un diario lo acompaña desde hace años. La
pandemia lo encontró en Londres, de viaje por el Premio de Literatura
Eccles Centre & Hay Festival, y tuvo que volver a México
prácticamete directo de la British Library, donde estaba trabajando en
su próximo libro. Ya desde su casa en el DF, dice: "En estos días
escribo sobre todo el diario y a veces un poco de la novela. Escribo un
diario para hablarme a mí mismo como otro, para desdoblarme en el que
vive y el que se observa vivir con vistas a escribirlo, porque esa
distancia me permite respirar un poco y descansar de ser siempre el que
soy".
También está disponible el Diario de la peste de Daniel Link en su página web:
"La Cruz, nuestra cruz, es la pandemia (consecuencia de un régimen de
acumulación insensato, intolerable y suicida). Pensar una salida, eso
nos toca...", leemos en el final de su primera entrega.
Eso nos toca y quizás no sea cosa que
se pueda escribir de un tirón, ni por una sola mano, sino en conjunto,
pieza a pieza, hasta que encastremos algún sentido, por muy precario que
sea. Casualidad o no, uno de los juegos de mesa que volvió a la carga
en estos días de encierro es el viejo y querido rompecabezas...
Fuente: Eterna Cadencia
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