El policial en la literatura infantil y juvenil de la Argentina


No hace mucho, aunque parezca tanto, dimos comienzo, como siempre en La nube, al primer ciclo del Laboratorio de Análisis y Producción de LIJ de 2020, dedicado esta vez al género policial. La literatura para niños y jóvenes y la policial: dos potencias se saludan, dijera el inolvidable Gatica. En el mencionado comienzo Mario Méndez dio una pequeña charla de apertura. Compartimos aquí, un poco retocadas, las notas que le sirvieron para aquella introducción: ojalá actúen como un sortilegio que active el regreso. Hasta que la cuarentena nos lo permita, vaya por ahora un encuentro virtual.



Por Mario Méndez

Hablaremos, primero, del género policial. Del policial y sus dos grandes variantes, para ser más específicos. En primer lugar, el policial deductivo, o “inglés”, cuyos maestros y protagonistas inolvidables son Edgar Allan Poe y su caballero Dupin (el fundador), Agatha Christie y su Hércules Poirot, Arthur Conan Doyle y su maravilloso Sherlock Holmes, Chesterton y su padre Brown. Por el otro, el policial negro, o norteamericano, cuyos maestros y personajes fundantes -también inolvidables, por cierto-, son Raymond Chandler con su Phillipe Marlowe o Dashiell Hammett y su Sam Spade. Policial norteamericano de origen que repercutió mucho en el mundo europeo: ahí tenemos, por ejemplo, al español Vázquez Montalbán y su inefable detective gallego/catalán, Pepe Carvalho, que es, por añadidura, exquisito cocinero; al italiano Andrea Camilleri y su comisario Montalbano (que homenajea en el nombre a Vázquez Montalbán) o al sueco Henning Mankell y su detective Wallander.

Cabe destacar que en nuestro país el policial deductivo dio algunos detectives inolvidables, tales como don Isidro Parodi, creación de Bioy Casares y Borges que ya desde el nombre parodiaba al género: sabido es que el expeluquero don Isidro deducía y resolvía los casos desde la celda 273 de la Penitenciaría, donde purgaba una condena por un crimen que –paradójicamente- no había cometido; el comisario Laurenzi de Rodolfo Walsh o el tan querido y particular comisario don Frutos Gómez, de Velmiro Ayala Gauna. Asimismo, el policial negro también dejó su huella en nuestros escritores: ahí están Juan Sasturain con el tan querible Etchenaik, nombre que asume el jubilado Lorenzo Etchenique cuando decide convertirse en detective privado, o el comisario Croce, de Ricardo Piglia, que está más cerca del policial negro que del deductivo. Recordemos, en este punto, aunque probablemente muchos ya lo sepan, que lo que diferencia un estilo del policial del otro es la cuestión del enigma. En el policial detectivesco, a veces sin que medie acción física (como decíamos antes el caso más emblemático es don Isidro Parodi, de Borges y Bioy, que resuelve los casos sentado en su calabozo), tan solo con los poderes de deducción, el detective “a la inglesa” –generalmente, aunque no siempre, un diletante que trabaja por fuera de la organización policial- resuelve los casos valiéndose de su prodigiosa inteligencia. Poe, que lo inventó todo, en “Los crímenes de la calle Morgue” plantea el caso más difícil y paradigmático: el crimen en el cuarto cerrado. En cambio, en el policial negro, el enigma es secundario. Más descriptivo de ciertas zonas sociales marginales, anclado en la vida nocturna y delictiva, el policial negro es una novela de aventuras con un marco policial: el detective, muchas veces quijotesco a su particular manera, tiene que resolver, a fuerza de puños o balazos, un caso cuya resolución requiere más de lo físico que de lo psicológico, por así decir. Desde luego, esta regla no es estricta, como no lo es, por suerte, ninguna regla en la literatura: más de una vez Sherlock Holmes corre tras sus sospechosos, recurre a las armas o se enfrenta a golpes con su archienemigo Moriarty, así como Phillipe Marlowe, Sam Spade o Montalbano descubren –a través de la deducción-  muchas de las tramas ocultas de los crímenes que investigan.

En la LIJ argentina el policial tiene fuerte presencia. Género muy estudiado, en los libros de texto para los chicos más grandes de la primaria suelen aparecer cuentos policiales de autores consagrados a la literatura para grandes, tal como “Tres portugueses bajo un paraguas”, de Rodolfo Walsh, todo un clásico, o de los mencionados Borges o Velmiro Ayala Gauna. Además, es habitual encontrarse con autores que, como Pablo de Santis, Franco Vaccarini, Olga Drennen, etc. han transitado mucho el género. Yo mismo comencé la serie de mi propio detective, el comisario retirado Amigorena, escribiendo algunas de sus historias para manuales, cuentos que después retomé en el libro Frente al tablero. El policial negro, por más violento, quizás, suele aparecer menos. Casi no aparece en los manuales y en la LIJ se lo ubica, fundamentalmente, en literatura juvenil. Laura Escudero y su El botín, es un buen ejemplo. En mi propio caso, Dos veranos y La casona de los experimentos son policiales que podríamos llamar negros, con sus personajes y situaciones arquetípicas. Y también los hay híbridos: policiales que coquetean con el humor y la parodia, o la sátira, como los casos de Armando Stori, de Franco Vaccarini, o Emilio Casis, caso raro de un hijo de cuatro autores: en La katana perdida, en tono humorístico, Graciela Repún, Ángeles Durini, Franco Vaccarini y yo desarrollamos una novela policial en clave de humor, con un personaje central, un detective que se cree una lumbrera y es básicamente tonto, al estilo de Maxwell Smart o el Inspector Clouzou. Otro caso de cierta hibridez son los policiales de mi amigo Jorge Grubissich (escritor que nos visitará cuando cerremos el ciclo) que, como a Chesterton, le gusta jugar con lo fantástico dentro de lo policial: así lo hace en El caso de la casa paralela, Los dragones de cristal o El misterio de la cueva suspendida, por dar algunos ejemplos.

Propongo, a modo de cierre de este panorama, un recorrido por algunas obras y autores. 

Andrea Ferrari. Premiada con el premio Barco de Vapor de España por su novela El complot de Las Flores, obtuvo además el premio Jaén por El camino de Sherlock, policial juvenil que dio pie a la saga protagonizada por dos adolescentes, uno de ellos  el superdotado Francisco Méndez (apodado Sherlock) y su amigo Arturo Ibáñez, que por ser su amigo recibe el apodo de Watson. A la primera novela la continuaron otras dos: No es fácil ser Watson y No me digas Bond
Años después de esta trilogía, la autora repetiría el éxito con la saga de Sol de noche, protagonizada por una joven aspirante a periodista que, mientras investiga casos periodísticos que se vuelven policiales, busca develar el asesinato de su propia madre, ocurrido cuando era una bebé. La trilogía está compuesta por  El ruido del éxito, La velocidad de la música y Las marcas de la mentira.

Norma Huidobro.  Su novela policial  Octubre, un crimen obtuvo el  Premio Barco de Vapor 2004 SM y se convirtió en un enorme éxito. La historia de Inés, que encuentra, en el ruedo de un vestido una carta de 1958 en la que una adolescente pide ayuda a una amiga para evitar el asesinato de su padre y tal vez su propia muerte, da pie a una búsqueda detectivesca que la llevará al barrio de San Telmo, a una casa antigua y a dos asesinatos sin resolver.
Otros policiales de la reconocida autora ¿Quien Conoce a Greta Garbo? El misterio del mayordomo, El misterio de la casa verde, El sospechoso viste de negro. Y la saga de Anita Demare.

Olga Drennen. Antóloga y escritora, su novela Asesinatos en la escuela del perro fue pionera del género en la LIJ, originalmente publicada por El quirquincho, actualmente se la halla en Quipu. En esta novela, una periodista realiza un reportaje al comisario Quinteros, que le cuenta el primer caso con el que estuvo vinculado cuando terminaba la escuela primaria.
Además ha antologado libros como La suerte dobló la esquina, recopilación de cuentos policiales.

Sergio Aguirre. Ganador del último Premio Nacional de Literatura infantil por su novela La señora Pinkerton ha desaparecido, tiene en su haber un exitosísimo policial a la inglesa, Los vecinos mueren en las novelas, que recuerda los mejores relatos de misterio y suspenso de Patricia Highsmith o los cuentos para adultos de Roald Dahl.

Eduardo González. Autor de la saga protagonizada por Pilo Montaliú, serie de policiales que rondan el relato de espías, muy exitosos. González se acerca a los jóvenes lectores con un protagonista con el que pueden identificarse: hacker, surfer y detective privado, a Pilo, sin embargo, su madre “lo tiene cortito”. Entre los títulos de la saga encontramos El fantasma de Gardel ataca el abasto, El secreto de Leonardo da Vinci, El regreso del fantasma de Gardel.

Martín Blasco. Dos policiales tiene entre sus obras este premiado autor. Mi nombre es Bonzi, Aldo Bonzi, policial humorístico, paródico, y más cercano a la novela de espías que al policial clásico. Aldo Bonzi es un temido agente secreto del conurbano bonaerense, que tiene como archienemigo al villano Florencio Varela. En la trama de la novela, Bonzi deberá enfrentar a un desopilante ejército de helechos dispuestos a  conquistar el mundo.
En un tono absolutamente diferente, Blasco es el autor, también, de La oscuridad de los colores, un juvenil de policial cercano al negro, premiado y traducido a varios idiomas, exitoso en nuestro país y en Latinoamérica. La historia está ambientada en el Centenario de la Revolución de Mayo, con los fastuosos festejos que se sucedieron en Buenos Aires en 1910 como marco. Cuenta la historia de Alejandro, un joven periodista que investiga la desaparición de cinco niños, hijos de inmigrantes, ocurridas más de dos décadas atrás. Por momentos muy oscura, la novela es sin dudas atrapante.

Carlos Schlaen. Autor de dos sagas policiales: la saga de Osiris, compuesta por tres títulos: Un medallón para Osiris, El escorpión de Osiris y la reina de la televisión y La sombra de Osiris. La protagonista de la serie es una chica llamada Jose, cuyo padre era un detective retirado (dueño de la agencia Osiris). Jose utiliza la oficina abandonada para estudiar, y se ve involucrada, un poco de casualidad y bastante a su pesar (al menos en principio) en casos policiales, como si tuviera que seguir la huella de su padre.
La otra saga de Schlaen es la protagonizada por el joven abogado Nico, que para en un bar de la zona de Tribunales (homenaje a Marlowe) y que, como abogado, se involucra en casos detectivescos negros. Los títulos que la componen son cuatro: 
El caso de la modelo y los lentes de Elvis, El caso del cantante de rock, El caso del futbolista enmascarado y El caso del videojuego.

Pablo De Santis premiado y reconocidísimo autor, tanto en su obra dedicada a adultos como para jóvenes y niños, ha transitado la novela, el cuento y el guión de cine e historieta. Entre sus policiales dentro de la LIJ, muy cercanos al deductivo, podemos mencionar la saga de Lucas Lenz (Lucas Lenz y el Museo del Universo, Lucas Lenz y la mano del emperador), El Último Espía, Enciclopedia en la hoguera, Páginas mezcladas y –aunque no sea un policial clásico, por su cercanía al género, las premiadas El inventor de juegos y El buscador de finales.

Franco Vaccarini autor que ha recorrido mucho el camino del policial con una marca personal: sus detectives, por lo general, rozan lo humorístico y paródico, son por lo general queribles perdedores que resuelven los casos casi sin darse cuenta. Entre sus títulos policiales podemos mencionar La mujer de la casa sin puerta, El centinela en el jardín, El contrabandista de huesos, Los socios del club de Pescadores y la ya mencionada La katana perdida, escrita en coautoría.

Jorge Grubissich futuro invitado del ciclo, este autor comenzó su carrera en la LIJ con un policial clásico: El caso del robo al correo, en el cual tres preadolescentes y el hermanito de uno de ellos deciden fundar, como un juego de vacaciones, una agencia de detectives, para luego verse involucrados en un caso real que los pone en un serio peligro. A esta novela le siguieron otras dos, también policiales, en las que inauguró una búsqueda personal: sus policiales se mezclan con lo fantástico. Es el caso de las ya mencionadas El misterio de la casa paralela,  El misterio de la cueva suspendida y Los dragones de cristal, así como de La senda del puñal, en la que participa un detective que protagoniza varias de sus obras: Anselmo Benegas.

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