Polvo y espanto, de Abelardo Arias. Una novela histórica leída en dos momentos diferentes
En Libro de arena seguimos revisando la relación entre historia y literatura. Hoy compartimos esta nota de Mónica Tacca, en la que se refiere a la lectura y relectura de Polvo y espanto, en dos momentos de su vida. La novela de Abelardo Arias narra los enfrentamientos entre unitarios y federales en los años posteriores a la independencia.
Por Mónica Tacca*
Recrear e imaginar acontecimientos de tiempos pasados, de la mano de una novela, sin duda, me abrió puertas a lecturas apasionantes, y más aún si ese tránsito hacia el pasado recupera acontecimientos de la historia y los torna vívidos y cotidianos. La novela histórica, entonces, sería un pasaje en el que se conjugarían pasado y presente, pero no como categorías separadas y definidas sino entrelazadas en el tiempo vivido y viviente.
Soy lectora de novelas históricas y aprovecharía esta ocasión para contar mi experiencia con una novela, que me impresionó emotiva e intelectualmente, Polvo y Espanto de Abelardo Arias. Esta novela narra la guerra civil entre unitarios y federales en los años posteriores a la independencia, durante el siglo XIX, en nuestro país. La obra se divide en dos partes, el libro unitario y el libro federal.
Cuando la leí por primera vez era muy joven y recuerdo que, si bien me impactó el relato de la violencia de los enfrentamientos, los asesinatos, y la crueldad con la que el autor caracterizaba la guerra, esa trama de miedos, angustia y muerte les pertenecía a los dos bandos. No eran los héroes o los villanos que había estudiado en la escuela y de los que en mi hogar familiar de juventud, también se habían inmortalizado. Un relato descarnado de hombres y mujeres que por decisiones propias o arrastrados por conveniencia e incluso por circunstancias azarosas, debían definirse de uno u otro lado. También recuerdo de aquella primera lectura, el interés que me despertó la descripción de ciertas geografías y sus toponimias, cómo los espacios se vuelven históricos, se cargan de sentido, muchos años después lo conceptualizaría con la lectura de P. Nora, Los lugares de la memoria.
Se mataban líderes militares, caudillos populares y a sus seguidores, y la lucha política y económica evidenciaba también la tragedia de la pobreza y el conflicto por la hegemonía del poder. Polvo y espanto abrió para mí una nueva forma de entender la complejidad de los enfrentamientos políticos y de las luchas por unificar el territorio.
La segunda vez que leí esta gran novela, ya adulta, con mi primera hija muy pequeña, reparé más detenidamente en las figuras femeninas, tanto de las mujeres de clase alta urbanas como las de la aristocracia rural, las siervas, las mestizas y las llamadas “indias”. Todas estaban sometidas al poder masculino y eclesiástico. En esta novela puede apreciarse cómo algunas protagonistas sobrellevan esas desigualdades con mayor o menor tensión.
Me interesó también, en esta relectura, pensar en los ganadores y los perdedores ubicados en ciertas coyunturas históricas y cómo, diría Emir Sader, la venganza de la historia, ya que Buenos Aires logró la hegemonía política y económica desde fines del siglo XIX.
Uno de los grandes aportes que reconozco en Polvo y Espanto es que, su autor, logró situarme en la época de la guerra civil y sin embargo, reconocer tensiones y luchas que todavía no están resueltas. Esta novela tiene, además otra virtud, que es la de mostrar que los pueblos no tienen un destino sino que tienen historia, la que se construye colectivamente todos los días.
*Mónica Tacca, antropóloga, docente e investigadora de la universidad de Buenos Aires y coordinadora del espacio multidisciplinario “Arqueología, Antropología y Etnografía” en Tecnópolis.
Abelardo Arias
Sudamericana, 1983.
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