El Muro, de Klaus Kordon
A veces, las ficciones sobre la lectura y la escritura se refieren a intercambios epistolares. En el caso de esta novela juvenil de Klaus Kordon, se parte de la situación tradicional del mensaje arrojado en una botella, para que lo reciba quien primero la encuentre. A continuación compartimos un fragmento del tercer capítulo.
“Al día siguiente amaneció soleado. Y el sol brilló
tanto en la habitación de Matu como en la de Angie. Pero mientras Angie se
levantó enseguida para poder ver a su padre por la mañana, aunque más no fuera
un ratito, Matu se quedó en la cama. Quería seguir pensando un poco en su idea.
Aunque la idea era mas bien de Pepo, no lo había dejado dormir en toda la
noche.
Primero se había pasado una hora leyendo Los hijos del Capitán Grant, un libro en
el que también había un mensaje en una botella, y luego se había quedado
todavía un rato más largo pensando en el libro. Ya lo había leído hace un año,
pero fue con un interés completamente distinto.
El mensaje en una botella del que se hablaba en el
libro procedía del desaparecido capitán Grant. El lord que encontraba la
botella con el mensaje partía en busca del capitán y llevaba a los hijos de
este con él. En su búsqueda recorrían el mundo entero, vivían aventuras
increíbles, eran acosados por salvajes tigres y lograban salvar sus vidas en
medio de la erupción de un volcán. Pero al final encontraban al capitán. Cuando
Matu cerró el libro no estaba satisfecho. Si la botella con el mensaje había
sido encontrada en la panza de un tiburón, no podía haber sufrido mucho el
impacto de las corrientes marítimas. Directamente había venido dentro de él.
Matu hubiera querido saber hasta dónde habría llegado una botella arrojada al
mar en Hamburgo.
Pero al fin de cuentas era igual. Si la botella no
llegaba hasta América, llegaría tal vez al África o a Australia. O cuanto menos
hasta Inglaterra o Noruega. Eso también
era bastante lejos. Echaría al río una botella con un mensaje, estaba decidido.
No se lo diría a nadie, porque no quería que los demás lo tomaran por loco,
pero lo haría. Y por cierto, hoy mismo.
Había ruido en el pasillo, el padre y la madre
discutían de nuevo. Matu se levantó, se sentó a la mesa del escritorio y sacó
una hoja de papel en blanco.. En el libro, el capitán había redactado su
mensaje en tres idiomas, pues no podía saber efectivamente quién lo
encontraría. Así que Matu también hizo lo mismo: en alemán, inglés y ruso.
Francés y español lamentablemente no sabía.
Primero en alemán. Mi
nombre es Matías Loerke, escribió Matu. Vivo
en la Nueva Avenida
Kruh 72, República Democrática Alemana, 1193, Berlín. Tengo casi doce años y
voy a sexto grado. Quien encuentre este mensaje escríbame. Responderé seguro.
Se quedó pensando en qué más podría agregar, pero no se ocurrió nada mejor que:
Mis amigos me llaman Matu. Muchos
saludos.Y después, directamente: Matías
Loerke,RDA.
Así, luego todo en inglés: Mi name is…
-¿No hiciste la tarea?
Su madre estaba parada en la puerta. Aún no se había
vestido, esa semana le tocaba turno tarde; llevaba sólo la bata de baño sobre
el camisón.
Matu meneó la cabeza. Era necesario que su madre se
marchase. Quería estar solo.
-¿Qué estás escribiendo?
La madre se acercó. Matu tapó rápido el bloc con el
cuaderno del colegio.
La madre rió.
-¡Qué!-dijo Matu y aguardó. La madre volvió a ponerse
seria.
-¿Estás en serio haciendo la tarea?
-¡No!-exclamó Matu.
Siempre era lo mismo. Cuando su madre iba al turno
mañana, tenía miedo de que a la mañana no fuese derecho a la escuela, ya que a
las cinco ella debía salir de su casa. Pero cuando iba al turno tarde y no
podía controlarlo, creía que no hacía la tarea. Y era aún peor cuando había
peleado con su padre. Entonces se tornaba especialmente desconfiada.
-¿Por qué no puedo ver lo que estás escribiendo?
La madre frunció el ceño. No toleraba ningún secreto;
las cosas que sucedían a su espalda la ponían nerviosa.
-Porque es precisamente una carta de amor-dijo Matu
cubriendo la hoja como si le diera vergüenza.
La madre le acarició el pelo y volvió a reír.
-¡Caramba! Pero puedo enterarme. Es totalmente normal
a tu edad.
-¡Uh!
Matu seguía aguardando a que su madre se marchase.
Comprendió que ella ahora haría gala de su gran influjo maternal y notó que le
gustaría saber a quién le estaba escribiendo una carta de amor. Y entonces vino
la pregunta:
-¿Una chica de tu año?
-¡Uh!
-¿Acaso Ilsa?
A su madre no le gustaba Ilsa; ya el nombre le parecía
tonto. En lugar de Elsa o Ilse, decía, Ilsa no era un nombre. Pero sobre todas
las cosas, Ilsa le parecía muy desfachatada; a veces se maquillaba la cara y se
pintaba las uñas de los dedos de negro.
-No-djo Matu con un suspiro.
-¿Manuela?
La voz de la madre sonaba como un taladro. A Matu le
gustaba la simpática Manuela que un día quería llegar a ser atleta y ya corría 100 metros llanos más rápido
que cualquier chico.
-No-alcanzó a decir ahora Matu.
-Está bien. Si no tenés que hacerme ninguna
infidencia…
La madre se dirigió a la puerta un poco ofendida. Pero
se dio vuelta, ya con el picaporte en la mano para agregar:
-No la hagas larga. Papá ya está listo. Después es tu
turno en el baño.
-¡Uh!-murmuró Matu una vez más, luego continuó
escribiendo. Mi name is Matías Loerke…
Luego en
ruso: Moja imja Matthias Loerke. Ja
schiwu…escribió en alfabeto cirílico debajo del texto inglés. De pronto se
sobresaltó: su padre.
-¡Vamos!
Arriba de una vez. Ya es la hora.
-¡Ya
voy!-gritó Matu, y guardó el papel con el mensaje para la botella en su
cartera.”
El Muro
Klaus Kordon
Editorial Cántaro, 2013.
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