Magnetizado, de Carlos Busqued

Mario Méndez nos acerca su opinión sobre Magnetizado, el último e inquietante libro de Carlos Busqued.



Por Mario Méndez


Ricardo Melogno tenía apenas veinte años y era un muchachito de aspecto frágil, insignificante, cuando en 1982, en el término de una semana y sin que mediara motivación alguna, mató a cuatro taxistas, a sangre fría, de un balazo en la sien cada vez. Por esos meses, Argentina acababa de salir del horror de la guerra de Malvinas y se empezaba a vivir el año final de la dictadura genocida que se autoproclamó Proceso de Reorganización Nacional. Melogno, el joven asesino sin motivos, habría podido ir a la guerra, pero no lo hizo porque pasó la mayor parte de su tiempo como “colimba”, encarcelado en un cuartel, al parecer por un error. Tenía, eso sí, un uniforme y una cédula militar, porque todavía estaba, de alguna manera, “bajo bandera”.

Con estos ingredientes, Carlos Busqued, el autor de la celebrada Bajo este sol tremendo, ópera prima que resultó finalista del premio Herralde, podría haber escrito otra novela de “realismo sucio”, tan brutal y perturbadora como la mencionada. Sin embargo, decidió encarar la historia del asesino de taxistas como una obra de no ficción, como una obra periodística aséptica, en la que no hay juicios de valor y en la que, deliberadamente, el novelista devenido periodista se propone intervenir lo menos posible. Por ello, Magnetizado es, como dice su contratapa, un libro raro, inclasificable. Es, tal como reza el subtítulo de la portada (que los editores se cuidaron mucho de poner en la tapa) una conversación con Ricardo Melogno. Eso, nada más, nada menos: una larguísima charla –muy bien editada, por cierto- de más de noventa horas de diálogo que el escritor sostuvo, entre 2014 y 2015, con el hombre que habita una celda desde hace casi treinta y seis años, que según el autor del libro “parece más un oficinista que un asesino serial”. Un preso histórico, que casi no tiene cicatrices de cárcel, que es respetado por los otros presidiarios y que fue, sucesivamente, tildado de esquizofrénico, psicópata, parafrénico, perverso, paranoico, delirante, autista. Una charla inquietante con un asesino que sigue sin saber por qué mató, del que se muestra un poco de una niñez tremenda, llena de maltratos y miedos (“esquizofrénico se hace, no se nace” dice una de las psiquiatras citadas en el libro, también entrevistada por Busqued, y uno no puede menos que pensar en la perturbada madre del asesino), y de una adolescencia anodina, en la que lo único que sobresale fue la pertenencia a grupos espiritistas, umbandas, o similares. Además de esas semanas de vagabundeo, de joven en situación de calle, que derivó en los cuatro crímenes inexplicados.

Con estos elementos, repito, Busqued podría haber escrito una novela. No lo hizo. Escribió Magnetizado. Un libro que, sin ser pasible de clasificación, sí puede recibir, sin duda alguna para mí, el calificativo de libro memorable. No voy a olvidarme fácilmente de esta exploración extraña, sutil diría, casi impersonal, por la palabra (lo único que podemos retener) de Melogno.
Magnetizado, por sus rarezas, por su apelación al morbo, quizás, por su coqueteo con el periodismo y la investigación criminal, y por su inteligencia, es un libro de esos en los que uno se sumerge y no quiere salir hasta el fin. Aunque se emerja de la lectura un poco ahogado, y con cierto mal gusto en la boca.


Magnetizado
Carlos Busqued
Anagrama, 2018.

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