El sello de piedra: Aventuras en tiempos de Rosas

Publicamos la última reseña de narrativa histórica del Laboratorio de análisis y producción de LIJ de 2018. Natacha Goranski nos recomienda la lectura de El sello de piedra, de Laura Ávila.


Por Natacha Goransky*

Desde la primera línea El sello de piedra nos transporta a la Buenos Aires de 1841. La autora entreteje con habilidad hechos y personajes reales con otros inventados. De esta manera consigue crear una novela de aventuras fascinante, en la cual aprendemos sobre una etapa clave de nuestra historia.

Las descripciones del espacio son sencillas pero tan vívidas que, como lectores, no sólo nos damos una idea de cómo lucía el lugar, sino que llegamos a imaginarnos cómo era habitarlo.

Percibimos cómo era la orilla del río con la gente que trabajaba en sus costas, cómo eran las calles, cómo eran las tolderías de los indígenas, la casa-taller de un artesano o las fastuosas residencias de Rosas. La descripción de la casa de Rosas en la ciudad, con todo teñido de rojo, llena de retratos familiares, donde la cara de “el Restaurador” aparece hasta en la vajilla, transmite el clima de opresión imperante en esa época. También nos enteramos de datos sorprendentes como la obligación que había de llevar puesta la divisa punzó o de algo tan pueril cómo la importancia que tenía usar bigote (si un hombre decidía no usarlo, era sospechado de ser unitario).

Los personajes principales, un niño y dos adolescentes, son encantadores. Tienen orígenes y tipos de vida muy diferentes y el lector los va descubriendo a medida de que ellos se conocen entre sí. Los diálogos fluyen y tienen mucho humor.

El centro de la trama es un enigma que los protagonistas deben resolver. La autora nos va entregando la historia en piezas separadas, y somos nosotros los que tenemos que hacerlas encajar. Esto sucede, por ejemplo, cuando conocemos a Lucio: un niño rico, consentido, desobediente, de mente brillante. Varias páginas después, la autora nos deja saber cual es el apellido de la familia de Lucio, y es recién ahí que el lector curioso deduce qué personaje real de nuestra historia es Lucio.

A medida que avanzamos en nuestra lectura, nos vamos armando una idea de la situación política de la época. Mediante sus acciones y los diálogos que tienen entre ellos, percibimos la ideología, muchas veces contrapuesta, de los personajes principales y secundarios. Estos distintos puntos de vista, enriquecen la historia y nos da una visión más amplia de lo que ocurría. Rosas no aparece en la novela y, sin embargo, está siempre presente.

Las ilustraciones son eficaces y nos ayudan a ambientarnos en el tiempo.

El sello de piedra, aparte de ser una novela muy valiosa por sí misma, es también un buen disparador de futuras lecturas.

*Natacha Goransky es ilustradora. Ha colaborado en distintos proyectos con Bibliotecas para armar y es asidua concurrente de los encuentros con autores en La nube, así como del Laboratorio de análisis y producción de literatura infantil y juvenil.


El sello de piedra
Laura Ávila, Ilustraciones de Leicia Gotlibowsky
Editorial: Planeta Lector, 2018.

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