La música, la LIJ y yo

En este mes dedicado a la música y la literatura, en el Programa Bibliotecas para armar le pedimos una nota a nuestro compañero Mario Méndez: eligió buscar libros de LIJ que tuvieran que ver con la música. Y a medida que empezó a pensar y escribir se encontró, también, con los que él mismo había escrito.


           
Por Mario Méndez

En la Literatura infantil y juvenil de la Argentina hay muchos libros que tienen a la música como uno de sus ejes. Pienso rápido y me encuentro con Final cantado y Los músicos del Ocho, de Laura Ávila, novelas históricas en las que la música es protagonista. Sigo pensando, sin necesidad de rebuscar en la biblioteca ni meterme en Google, y me viene a la cabeza la última novela de Antonio Santa Ana, Ella cantaba (en tono menor) de la que el común amigo Martín Blasco dijo que “cuenta la historia de cómo se hace una canción”, cosa que a Antonio le gustó mucho, por cierto. Del propio Antonio, su novela más famosa, Los ojos del perro siberiano, tiene una fuerte presencia de la música: todos los que la leímos recordamos la mención a “Brothers in arms” y su correcta lectura: hermanos abrazados, no en armas. Antonio, además, lidera Unicanuez, grupo que integran, entre otros editores, Natalia Méndez, escritora y editora. Unicanuez, como su nombre lo hace prever, se ha dedicado a ponerle música a algunas de las bellas poesías de María Cristina Ramos.

De Martín Blasco, ya que estamos, deberíamos mencionar la última novela juvenil Todas las tardes de sol, que Loqueleo promociona con este párrafo: «Entonces, suena. Como abrir una ventana y que entre el sol. Es la voz de Julia. El sonido de mi guitarra la convocó. Ahí está. Trae luz». (Dicho sea de paso, Martín también es músico, como Antonio: alguna tarde no muy lejana los dos me regalaron un pequeño concierto, en mi patio, con unos vinos y el humo del asado todavía flotando en el aire), Jorge Grubissich, otro amigo, escritor, periodista, pianista y de tanto en tanto saxofonista, en tiempos más o menos lejanos fue el líder de una banda, Malvón, dedicada al tango (para muestra baste un botón, ya que seguramente no tienen a mano el cassette, como lo tengo yo: esto está en youtube, y suena muy bien: https://www.youtube.com/watch?v=6uTwID3ZruY). Jorge no ha abundado en la música en sus obras de la LIJ, al menos que yo sepa, pero sí tiene una muy recomendable novela para adultos, publicada por Simurg: Música entre sombras.

Mercedes Pérez Sabbi se ha metido con la murga en su muy celebrado Nos vamos nomás, nos vamos. Y Manuela, la del umbral, también es una futura cantante. Ni qué hablar de Adela Basch, que no solo con la musicalidad de sus versos, juegos de palabras y obras de teatro, sino también como editora, ha alentado la relación de la literatura y la música: Que la calle no calle, poemas de Adela, musicalizados, fue uno de los primeros libros de Abran cancha, con CD incluido. También han incluido CD libros de Liliana Cinetto (Canciones de cuna y luna), Silvia Schujer (Calle de rondas) y recientemente Verónica Parodi publicó Bordando nanas, bellísimo libro de poemas, con un CD en el que cantan, entre otros, León Gieco, Liliana Herrero, Teresa Parodi...

Y podría seguir durante un buen rato, porque Laura Devetach ha sido musicalizada, Gustavo Roldán no dejaba nunca de poner algo de chamamé en sus cuentos, Silvina Rocha (que canta y tiene un disco grabado) también ha apelado a la música en sus libros, lo mismo que Oche Califa (Valseado del piojo enamorado, Rimas y bailongos), Sandra Siemens, Luis Pescetti, Ángeles Durini, Laura Escudero, Margarita Mainé, Cecilia Pisos y tantos, tantísimos otros y otras.

Para finalizar, me sorprendo al ver que yo mismo, al que algún amigo malvado me ha dicho que soy sordo, he hecho de la música temática, eje u objeto de homenaje. Ahí está uno de mis primeros cuentos, “El dragón y el caballero violinista”, o “La visita”, cuento que, en ¡Todos al recreo!, relata cómo la visita de un músico a la escuela definió la carrera de vida de uno de los chicos de la escuela. Dos veranos es una novela policial que inicialmente se llamaba Blues de verano, y tiene mucho que ver con el blues y los ambientes del jazz y la noche. ¡Música, maestro!, todos relatos “musicales” nació con el recuerdo de un gran músico, Mario Corradini, que una noche, en el Boliche de Chapa, en la Mar del Plata de mi juventud, silenció y encantó a la concurrencia con un improvisado “concierto para guitarra y bota”, que todavía recuerdo. Por último, Zimmers, es una novela que, sin espoilear, cuenta la historia de una banda mixta, de adolescentes y de viejos, que tocan tango y que de alguna manera homenajea a una banda de jubilados que en Inglaterra armaron un grupo con ese nombre (traducido, zimmers quiere decir andador): véanla rockeando en esta presentación en Britain’s got talent: no tiene desperdicio.


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