La tregua: de la novela a la película

Hoy se cumplen cien años del nacimiento del poeta y novelista uruguayo Mario Benedetti. La adaptación al cine de su novela La tregua, le dio, una enorme popularidad en nuestro país. A eso se agregó que el film fuera nominado al Oscar a la mejor película extranjera, que finalmente ganó Amarcord, de Federico Fellini. En esta nota, Belén González revisa la novela de Mario Benedetti y las particularidades de la adaptación cinematográfica dirigida por Sergio Renán.



Por Belén González


La tregua es una novela de Mario Benedetti, publicada en 1960, sobre la vida de Martín Santomé, un uruguayo de cuarenta y nueve años que vive con sus tres hijos (Blanca, Esteban y Jaime) ya crecidos. Santomé es viudo y tiene una vida monótona: hace treinta años que trabaja en la misma oficina y su día a día transcurre sin sobresaltos, esperando los pocos meses que le quedan para jubilarse. 
La característica principal de esta novela es que está escrita a modo de diario personal. Es el personaje de Martín quien narra cada uno de los acontecimientos que suceden durante casi un año, por lo que solamente conocemos los hechos desde su perspectiva. La cotidianidad gris y rutinaria, marcada por la frustración y la ausencia de proyectos a futuro, domina la vida del protagonista, cuya existencia se divide entre la oficina, la casa, el café y una precaria vida familiar dominada por una difícil relación con hijos adultos. 
Esta vida, aburrida y predecible, cobra un nuevo rumbo cuando entra a trabajar a la oficina una nueva empleada, Laura Avellaneda, de veinticuatro años. Santomé se enamora de esta joven y, al poco tiempo, comienzan a vivir una relación amorosa. Dada la época y la diferencia de edad, el romance permanece oculto a casi todos ( los compañeros de trabajo y la familia de Laura). Los únicos que acceden a la información son los hijos de Santomé que, conforme avanza la trama, van generando una relación más sincera con su propio padre. 
Este amor, esta nueva experiencia, le devuelve a Martín las ganas de vivir, de reír y la motivación necesaria para perseguir no solo este, sino también otros sueños. 
Es la tregua que le dio la vida. 
Dentro de esta vorágine de felicidad, Laura enferma repentinamente y muere. 

Hasta acá el libro, ¿y la película? Conocida por ser la primera película argentina en ser nominada al Oscar, "La tregua" de Sergio Renán toma esta historia y la lleva a la pantalla grande. Como toda transposición hay ganancias y hay pérdidas. Al fin y al cabo, manejan lenguajes muy distintos: "Pocas historias me parecen maravillosas para convertirse en una película. Obviamente, el cine no es literatura visualizada. A tal punto que 'La tregua' provocó distanciamiento con Mario Benedetti por las diferencias entre su mirada y la mía", declaró Renán en su momento. 
Más allá de que la película se presenta mucho más fiel al libro de lo que estamos acostumbrados a ver en este tipo de pasajes, (exceptuando el hecho de que transcurre en Buenos Aires y no en Uruguay), hay algo fundamental que se pierde: la primera persona. En la novela sólo conocemos los hechos a través de la mirada de Martín. En la película no es así, cada personaje presenta un mundo que le es propio. Y más si tenemos en cuenta al panel de actores que trabajaron en el proyecto: Hector Alterio, Ana Maria Picchio, Luis Brandoni, Antonio Gasalla, Oscar Martínez, Marilina Ross, China Zorrilla, Sergio Renán, Norma Aleandro, Juan José Camero, Cipe Lincovsky y Hugo Arana. 
Un aspecto que gana fuerza en esta película es la banda musical de Julián Plaza. La música acompaña los modos de sentir de Santomé; trata de ocupar el espacio de su subjetividad que toma toda la novela. Contrapesa el hecho que la obra fue escrita como diario de vida, y que aquí se encuentra engarzada en base a reflexiones y frases cortas, pero en forma lineal, aunque, de manera muy original, Renán fragmenta la película en cuatro "actos" marcados por una fotografía del protagonista.
Más allá de estas particularidades, la película mantiene la esencia del libro. Nos deja con la misma sensación: un poco triste y angustiante, pero también el impulso por aprovechar aquellas treguas que nos presentan en la vida.
“Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era sólo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más”, finaliza Benedetti en la voz de Santomé. 


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