La Literatura infantil y juvenil en Uruguay – Fortalezas y debilidades

¿Es Uruguay un país lector? ¿La LIJ uruguaya ha crecido mucho y es parte importante del mercado del libro? El escritor, guionista (y también sociólogo, dato no menor como se podrá ver en este trabajo) Federico Ivanier hace un recorrido por el presente y la historia reciente de la LIJ uruguaya, poniendo el acento en las fortalezas y debilidades del campo. Un verdadero lujo que haya escrito esta excelente nota a nuestro pedido. ¡Gracias, Federico!

Por Federico Ivanier*


Se puede decir que, hoy por hoy, la lij uruguaya tiene un cierto recorrido. Hay autores y editoriales que llevan largo tiempo trabajando, al igual que actores nuevos que se incorporan. Todo eso acontece dentro un mercado muy pequeño y con un Estado muy ausente en lo referente a políticas públicas. Mirando hoy la lij uruguaya podemos ver un camino hacia atrás, pero también un montón de desafíos por delante. 
En este artículo voy a explorar algunas fortalezas y debilidades de la lij uruguaya. Es, como especifiqué antes, apenas una exploración y, de hecho, una inevitablemente subjetiva, ya que soy parte del acontecimiento. Decidí, para lo que sigue, además, sumar las opiniones de colegas y compañeros de camino, preguntándoles qué fortalezas y debilidades ven en la lij uruguaya hoy por hoy. Estas voces conforman una lista incompleta, llena de omisiones, acorde a mi interés personal. Me hago cargo de todas las limitaciones implícitas en esto.

Un poco de historia

La lij uruguaya como la conocemos hoy tiene un punto fundacional con la aparición del Sapo Ruperto, sobre mediados de los años 90 y, junto con él, de su autor, Roy Berocay, el más importante de la historia moderna de la lij en Uruguay. 
Varias razones hacen de este personaje y de su autor unas figuras ineludibles. Por un lado, se trató de un libro (no solo el primero, sino también los demás que le siguieron) leído ampliamente por los niños uruguayos. Ruperto es un personaje de bastante incorrección política, muy uruguayo, ubicado en lugares uruguayos y dentro de una cultura muy uruguaya. Por otro lado, Roy, fue casi que el primer autor en visitar masivamente escuelas e instituciones educativas en Uruguay. Las maestras tuvieron, con la llegada de Berocay, por primera vez la posibilidad de invitar a un autor que los niños efectivamente habían leído o querían leer. Además del Sapo, Berocay publicó otro par de éxitos, como Pateando lunas y El abuelo más loco del mundo y, de alguna manera, configuró mucho de la lij de hoy. 
Esta irrupción en el panorama editorial local termina de cuajarse para el comienzo del siglo XXI, donde ya hay autores y editoriales con labor sostenida dentro de la lij. Además, con la llegada a Uruguay de Santillana cercana a la aparición de Berocay, este universo lij uruguayo se ordena y comienza a desarrollarse. Por ponerlo en las palabras de Roy: “La literatura infantil y juvenil uruguaya tuvo un gran crecimiento en los últimos 20 años, con un gran surgimiento de autores, autoras e ilustradores, y también una apuesta muy clara de parte de las editoriales, lo que generó una gran movida. Esto contó con el apoyo de docentes que desparramaron los libros por las escuelas y liceos. Eso le dio un crecimiento muy grande.” 
La identidad es un motor clave en todo el proceso. Clara Amengual, editora de Penguin Random House Mondadori dice: “La literatura nacional recoge algo que es nuestro, que nos une, nos representa y forma nuestra identidad, por eso es tan necesaria e indispensable.” Quedaría por ver, aunque excede este trabajo, en qué consiste exactamente esta identidad y cómo se refleja en el mundo lij. 
El autor y docente Sebastián Pedrozo, también creador de títulos clave dentro de la lij uruguaya, dice: “Yo creo que lo que está sucediendo ahora es la capitalización de una serie de elementos que se conjugaron a mitad de los noventa, que fue la instalación de editoriales internacionales con pequeñas editoriales uruguayas, la creación de una marca de autor, con visitas a los colegios, con incorporación de los autores nacionales en los textos escolares. Todo esto sobre mediados de los años dos mil alcanzó su punto máximo. Esa es una gran fortaleza: el autor nacional posicionado y diversificado”. Esta diversificación a la que hace referencia Pedrozo es también desde el punto de vista temático, con la aparición, desde mediados de los años dos mil, de relatos de corte fantástico, que no habían abundado hasta ese momento. 
Todo esto lleva a una idea, al menos dentro de la propia lij, acerca de la buena calidad de sus productos. Con esto, no quiero dar yo mismo una valoración a la lij uruguaya porque, como dije, soy parte de la cuestión. Sí me refiero a una autopercepción de la lij uruguaya. Clara Amengual dice: “Existe una tradición de autores que han adquirido el estatus de clásicos (…) Las fortalezas, justamente, radican en el lugar que ocupan estos autores y sus obras en nuestra comunidad.” 

¿Uruguay país lector?

Cecilia Curbelo, autora juvenil, plantea lo siguiente: “La fortaleza mayor, creo, es que Uruguay es uno de los países más lectores de América Latina y del Caribe. Somos muy chiquitos, es un mercado chico, pero que, a diferencia de otros, es lector”. Roy, por su parte, tiene una visión que no está tan alejada. Dice, de la lij uruguaya: “Sumada es el tipo de literatura de ficción que más vende en el Uruguay”. Esta comparación es con la ficción de autores uruguayos para adultos, no con la de lij extranjera. Coincide con esto la Asesora Lij de Penguin Random House Mondadori, Silvia Hernández, que dice que “somos una sociedad lectora que apoya al autor nacional”. Lo mismo es compartido por Viviana Echeverría, editora de Loqueleo Uruguay. 
La única con una opinión un poco distinta es Julia Ortiz, editora de Criatura, emprendimiento independiente uruguayo que, además, proviene de una librería. Julia dice: “Desde el principio de la editorial había una preocupación por ocupar este segmento (la lij) que nos parecía monopolizado por la oferta extranjera”. 
Esto, que somos lectores y que apoyamos al autor nacional de lij, habla de una cierta autoimagen. Existe un relato imperante en las editoriales (o en varias) que la lij uruguaya vende potencialmente bien. Sin embargo, no tenemos ninguna evidencia científica de esto. No hay estudios realizados en nuestro país acerca de los hábitos lectores. No sabemos cuántos libros se venden en el año, no sabemos quiénes los compran, quiénes los leen, o por qué. No sabemos casi que nada. Todos los editores funcionan, por decirlo de algún modo, dentro de una habitación cerrada. 
Ni el Estado ni la Cámara Uruguaya del Libro (por mencionar dos actores, en teoría, aglutinadores) han conseguido acumular y sistematizar mucha información. En un momento, el gerente comercial de un grupo editorial internacional me dijo personalmente que él pensaba que se vendían un millón de ejemplares en Uruguay por año, incluyendo libros usados. ¿Cuán confiable es esta cifra? ¿Qué podemos afirmar de los hábitos lectores, de la verdadera circulación de los libros? 
A esto se suma que las bibliotecas públicas en muchísimos casos funcionan básicamente a partir de donaciones. Esto es, en algunos casos, percibido como algo positivo, según lo declarado esto por jerarcas: lo escuché yo de uno de ellos, mientras agradecía un premio. No hace falta abundar sobre las limitaciones de funcionar a partir de donaciones: no se elige qué se incorpora a la biblioteca, pueden ser libros con diseños anticuados y poco atractivos para los estándares de hoy, y los nuevos títulos quedan generalmente sub-representados.
El programa Aquí se lee, por ejemplo, busca apoyar a los llamados Profesores Orientadores Bibliográficos, que trabajan en las bibliotecas de las instituciones públicas de secundaria, refiere entre sus logros haber conseguido la donación de 22.000 libros en 2019 (innegablemente es un gran logro) pero no hay ninguna referencia a compras, aunque parte de lo que se quiere desde dicho programa es aumentar el acervo de las bibliotecas. El tema es, ¿cómo se hace si el Estado no destina fondos a esto? 
En particular, lo más preocupante es que desde ciertas autoridades parece no verse la complejidad de todo esto y hasta se pinta con ciertos toques heroicos el hecho de que las bibliotecas se manejen con presupuestos anuales de renovación de acervo que rondan los sesenta dólares (números reales). No discuto la valía de lo mucho que hacen de todos los que se desempeñan en las bibliotecas: muchas veces hacen trabajos increíbles para los pocos recursos que se tienen. Es más, mencionaría como fortaleza la calidad de los recursos humanos disponibles para trabajar en pos de la lij en Uruguay. Lo que resulta preocupante es la falta de recursos económicos con la que cuentan.
Por tanto, ¿somos un país tan lector como pensamos? ¿De veras la lij uruguaya tiene un peso tan grande? ¿Cómo lo sabemos? En Uruguay poseemos información insuficiente y sumamente fragmentada acerca del fenómeno lij y de la lectura en general. 
Estas preguntas debemos extenderlas también al uso de los planes lectores. En el FODA (Fortalezas, oportunidades, dificultades, amenazas) de la lij uruguaya hecho por Silvia Hernández, dice: “Tenemos en el ámbito educativo, referentes que mantienen los valores de una formación humanista, rasgos característicos de una identidad de origen europeo que le otorga más importancia a las letras que otras sociedades. Tanto para padres como para maestros, la literatura ocupa lugares de mayor relevancia comparadas con otras materias”. Sin embargo, según la propia Silvia: “Los maestros y docentes son reticentes a usar planes lectores como herramientas válidas, incluso en la educación transversal”.
A diferencia de lo que ocurre en otros países, aquí la lij uruguaya en muchos casos (quizá la mayoría) llega a salones de clase (cuando llega) por la decisión personal de ciertos docentes. Y, cuando llega, no siempre es leída, sino escuchada, porque el único ejemplar pertenece a la o el docente. Admitamos que existe una diferencia crucial entre escuchar literatura y tener que leerla. Por supuesto, esto no es negar el valor de la escucha, que en muchos casos es esencial (como en preescolares). Lo que digo es que esto no suele ser una alternativa, sino la única opción disponible. En Uruguay existe la posibilidad teórica de que un alumno pase por primaria y secundaria sin haber agarrado jamás un libro de literatura. 
Pongo aquí, entonces, como fortaleza, el hecho de que potencialmente, al menos, nos pensamos como un país donde la lectura es relevante, donde se tienen buenos hábitos lectores, donde la lij uruguaya recibe atención por parte de los lectores (y mediadores) pero, como contracara, tenemos la debilidad de que no sabemos hasta dónde eso es verdad, sobre todo, hasta dónde eso se refleja en acciones concretas. La accesibilidad de los libros y su circulación también son, hasta cierto punto, elementos que deberían ser revisados con ojo crítico y realista. 

La circulación de los libros 

Tomo aquí nuevamente a Roy: “Otra característica de la lij uruguaya en la última etapa es que los libros salen y van a librerías. Eso es una diferencia importante que se da en Uruguay, porque en otros países los libros infantiles se miran en función de su entrada a la prescripción. Eso a los autores uruguayos les da una libertad, una independencia que les permite ir un poco más lejos y arriesgar en la temática que abordan y en la mirada que aplican”. Julia Ortiz también coincide con esta idea de “libertad”. 
Sin embargo, nuevamente, aquí nos encontramos ante una realidad que es bastante de doble filo. El hecho de que en Uruguay se lleven efectivamente adelante muy pocos planes lectores a nivel de instituciones educativas trae como consecuencia que los libros uruguayos tengan que competir pelo a pelo con tanques de ventas internacionales. Y esto requiere un mínimo análisis. ¿La comparación es texto a texto? ¿O es la campaña de marketing lo que termina siendo definitorio? Desde el punto de vista de mercadeo, la competencia es, en muchos casos, sencillamente absurda. 
¿Y el precio de los libros? Julia Ortiz, editora de Criatura, explica: “Una gran debilidad, también por la misma estructura del mercado, es que estamos compitiendo en las góndolas, en las librerías, con libros extranjeros de buena calidad a la mitad de precio (…) a un precio que para nosotros es imposible alcanzar. Es muy difícil competir con la oferta que viene de afuera. En cuanto a la calidad de la impresión, también estamos en una desventaja técnica”. 
El mercado en Uruguay es pequeño. Somos tres millones y medio de personas, por lo general, de una población más bien avejentada. Una tirada común en Uruguay de un libro lij sería de mil a mil quinientos ejemplares, también de menos, quizá de quinientos. Eso puede (o no) venderse en el primer año. Muchas veces, como dice el multipremiado autor Fernando González “la producción nacional ocupa lugares escasos y escondidos en casi todos los negocios”. ¿Cuán viable es, entonces, para un autor, o para una editorial independiente, profesionalizarse?

¿La presencia del Estado?

Apenas uno piensa en Uruguay y en la presencia estatal, piensa en el Plan Ceibal (Plan de Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea), que tuvo como buque insignia la entrega de una computadora personal a cada uno de los niños de primaria. Dice Viviana Echeverría, editora de Loqueleo Uruguay: “La acción de Ceibal (…) está dentro de las fortalezas y las debilidades. Una fortaleza es que este es un país en el que hay un gran alcance de lo digital (…) hay una propuesta desde Ceibal de integrar y que todos sean partícipes (…) Pero por otro lado, también es cierto que las brechas se agrandan mucho en esos sectores que tienen problemas de conectividad”. 
Luego agrega: “Por otro lado, parece que las políticas de Estado se han focalizado en el tema de lo digital y no le han dado tanta importancia a libro papel, que es una industria que necesita apoyo. Sobre todo para la primera infancia. En los primeros años de los lectores, el libro de papel sigue siendo muy importante en el vínculo afectivo para la estimulación a la lectura. Eso no lo digo yo, hay estudios que me respaldan. Ese sí es un debe y una debilidad muy grande”. 
Sobre esto, un estudio hecho por el Plan Nacional de Lectura y Edúcate Uruguay a niños de tercero a sexto en escuelas rurales, reveló que solamente uno en cinco de estos niños prefiere leer libros en formato digital. Si bien no es una muestra concluyente (110 niños), tampoco se debería desdeñar. También, en este mismo estudio, se evidenció que los que dicen leer libros en digital, han obtenido resultados magros en competencia lectora.
Además, el centro del Plan Ceibal es la conectividad, no la circulación de bienes culturales. Por ejemplo, pone libros a disposición, en formato digital. Ahora bien, ¿cuáles son los niveles de lectura? ¿Se encarga el Plan Ceibal de promover la lectura de dichos libros? La respuesta es que no. 
No existen en Uruguay verdaderas políticas públicas en torno al libro, ese es el tema. Lo poco que hay, tiene un impacto limitado. En particular, no hay compras. Dice Fernando González: “Hace años que no se compran libros, hablo de compras en serio y no saludos a la bandera. Las que hubo han sido compras puntuales y que no mueven la aguja.” 
Para dar cuenta de esto, basta un dato. El presupuesto el último año para el Plan Nacional de Lectura, la organización gubernamental que es la encargada de hacer que los libros lleguen a la población (en particular a los niños y adolescentes, en particular para aquellos de contextos desfavorables) fue de unos nueve mil dólares. La educación pública cuenta, según la propia ANEP (Administración Nacional de Educación Primaria) con unos trescientos treinta y ocho mil niños en edad primaria. Olvidemos secundaria. El dinero destinado a que estos niños accedan a libros es de menos de tres centavos de dólar por niño. 
Roy Berocay lo explica: “En cuanto al Estado y la difusión, yo diría que el rol que ha jugado el Estado ha sido mínimo o nulo (…) Hubo un impulso más bien individual por parte de los docentes, que fueron esparciendo los libros por las instituciones educativas a medida que fueron saliendo (…) pero que no fue algo organizado, ni venido por directivas del Ministerio o las autoridades de la educación”.
 Sebastián Pedrozo lleva esto un poco más allá, también: “El Estado no se hace cargo de la difusión y distribución de material literario de calidad. Es decir, no solo de comprar libros, sino que tampoco se encarga de que haya una formación intensiva de docentes en literatura infantil y juvenil”. Si son los docentes los que deben seleccionar materiales, pero no son formados para esto, ¿hacia dónde nos lleva el modelo? 
Esto también se vincula con una debilidad por el lado de la crítica. Según Fernando González: “No existe una crítica contundente, metódica (…) la ausencia de esa crítica (…) salvando (…) escasas excepciones deja a los autores bastante huérfanos (…)”. Fernando menciona que también los mediadores terminan, como consecuencia, bastante huérfanos y también las bibliotecas, ya que hay muy pocas especializadas en lij. 
Finalmente, el Estado tampoco ha hecho esfuerzos claros por promover la lij uruguaya fuera de fronteras. Hay presencia en los stands de ferias internacionales (algunas pocas, no muchas) pero no se llevan autores y los impactos de estos movimientos no han sido determinantes (a excepción, quizá, de los ilustradores). 

¿Los actores en todo esto?

Viviana Echeverría manifiesta que una de las más fuertes debilidades que tenemos es la desintegración que hay dentro de todo el mundo lij. No hay una organización que unifique y lidere a la lij uruguaya. Viviana dice: “La gran debilidad es la desintegración que tiene la lij en Uruguay (…) Mediadores, editores, autores, ilustradores… no existe en Uruguay una organización que nuclee a la lij como lo hace por ejemplo ALIJA en Argentina. Ibby Uruguay cumple un papel distinto. No digo que mejor o peor, digo que distinto. (…) Hace falta en Uruguay una asociación u organismo que pueda nuclear a todos los que están trabajando dentro de la lij uruguaya”.
Uno podría pensar que este rol le caería como anillo al dedo a la Cámara Uruguaya del Libro, pero se trata de organismo que nuclea solamente libreros, multinacionales, importadoras y algunas pocas editoriales uruguayas. Muchas veces (las más) la defensa de un libro de autor uruguayo, y más de lij, no está entre sus prioridades. 
Esta misma desconexión es percibida por Evelyn Aixalá, autora española radicada en Uruguay, doctora en letras y, además, directora del Plan Nacional de Lectura. En el centro de su percepción, está la falta liderazgos (o la dificultad para que se creen), ya que no hay un paraguas a cargo de promover la lectura debajo del cual se puedan colocar todos quienes trabajan en a lij y funcionar en bloque. 
Esto ocurre también dentro de los escritores en particular y Cecilia Curbelo lo exterioriza así: “No hay una organización fuerte entre los autores. Sí ha habido intentos de unión, pero las visiones son, de repente, diferentes, y han terminado todos disgregados. Al no haber una verdadera unión es muy difícil exigir nada. Cada uno hace un trabajo de hormiga en solitario y, bueno, peleás contra monstruos”. Los autores uruguayos tienen dificultades para profesionalizarse, dedican tiempo y energía a otras actividades, no como un complemento o un deseo de desarrollo profesional, sino como un medio de vida, relegando la literatura a los tiempos libres.
Quizá el ejemplo a seguir aquí sea el de los ilustradores, que han conformado ILUYOS, un movimiento de ilustradores uruguayos que ha conseguido presionar y obtener resultados: han viajado sostenidamente a la Feria de Bologna con apoyo estatal, al mismo tiempo que han logrado establecer un premio anual de ilustración organizado por el Ministerio de Educación y Cultura. Esto ha generado, por ejemplo, una mejor visibilización del excelente trabajo de estos artistas, al punto que Virginia Mórtola, autora y columnista radial dice: “Mi percepción es que el mayor movimiento de la última década está en el universo de la ilustración y el crecimiento que los ilustradores han logrado como autores”.

A modo de reflexión final

La realidad de la lij uruguaya, es peculiar y, por supuesto, compleja. Sin embargo, la sensación final que queda es la de muchas preguntas para las que hoy, en mi opinión, no hay muchas respuestas. 
He aquí algunas de esas preguntas:
¿De veras tenemos en Uruguay una sociedad lectora o eso pertenece al mundo de una autopercepción engañosa? ¿Es una sociedad lectora y/o defensora de autores uruguayos? De ser así, ¿por qué en muchas librerías la presencia de lij extranjera parece mayor que la uruguaya?
Como sociedad, ¿qué importancia le damos a la literatura y, en particular, la destinada a niños y jóvenes? ¿Verdaderamente les damos importancia o declaramos darle importancia, especialmente a nivel gubernamental?
¿Queremos un Estado proactivo en la promoción del libro y la lectura? ¿Queremos políticas en torno al libro? ¿Cuáles? ¿Cómo se unen los privados a todo esto?
¿Desde el gobierno, se percibe que los libros y la literatura infantil y juvenil pueden ser centrales para la identidad de nuestro país y, por si fuera poco, para el éxito en las trayectorias educativas de los niños y adolescentes involucrados? 
¿Qué se podría hacer para dejar atrás esta desintegración actual de la lij uruguaya? ¿Qué organismo podría unificarla? ¿Cómo funcionaría?
¿Realmente creemos, como sociedad, que debemos destinar parte de nuestras energías humanas, intelectuales y económicas que apunten a una promoción de la lij en Uruguay y al estudio sistemático de la lij uruguaya, en particular en los institutos de formación docente?
¿Qué perspectivas reales de profesionalización hay para los autores uruguayos y, por tanto, de generar consistentemente literatura de alta calidad?
¿Cómo y cuándo se va a generar información certera, científica, acerca de los hábitos lectores en Uruguay y, en particular, de la lij uruguaya?

*Federico Ivanier nació en Montevideo, Uruguay, en 1972. Estudió guión en la UCLA y literatura creativa en la Escuela Tai de Madrid. Ha publicado una veintena de novelas infantiles y juveniles entre Uruguay, Argentina y Colombia, y ha ganado el Premio Nacional de Literatura en Uruguay y el Bartolomé Hidalgo de la Cámara Uruguaya del Libro en varias ocasiones. También trabajó como guionista para radio en los Estados Unidos para Family Theater Productions, escribió el guión del largometraje animado Anina (2013) y el de la serie animada Willy en el espacio (en producción), donde también trabaja como productor ejecutivo. Es egresado de la Licenciatura en Sociología de la UDELAR. Ha dado clases de Guión Cinematográfico en la UCUDAL y actualmente da clases de Guión Cinematográfico en la Escuela de Artes Visuales A+ y seminarios de Literatura Infantil y Juvenil.  

Entre sus libros se pueden mencionar: Martina Valiente, Lo que aprendí acerca de novias y fútbol, El colegio de los chicos perfectos, Alas en los pies, Los viajes del Capitán Tortilla, El secuestro de Lucía Star, Centro del Universo, Música de vampyros, El bosque, Tatuajes Rojos, Papá no es punk y Las ventanas invisibles.

Comentarios

  1. Opino. Hay en Uruguay muy buenos autores infantiles y juveniles. Desde la década de los 90. Renovando la producción infantil anterior (también buena) con Juana, Morosoli, Julio Da Rosa, Quiroga (que sí sigue con gran vigencia). En todo este informe (muy bueno y cierto) veo dos ausencias. No se hace mención a los BIBLIOTECOLOGOS. ¿no existimos? Falta presencia del Estado. No hay políticas de promoción de la lectura. El Plan Nacional de Lectura es un chiste. Nunca hay recursos para el libro infantil uruguayo...ni para fomentar la lectura. NO hay un programa o sistema educativo de fomento de la lectura. Hay aislados y muy buenos impulsos individuales de algunos muy buenos docentes. Plan Ceibal no tiene un gran plan de fomento de la lectura. Las colecciones de las bibliotecas públicas uruguayas son bastante obsoletas, dpendiendiendo muchas veces de donaciones. Con todo este panorama, digo que leer es un milagro. Y BIEN MOTIVADOS Y CONTANDO CON INSUMOS ADECUADOS LOS NIÑOS SI SON BUENOS LECTORES.

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