Donde la verdad nos mira

Mañana, 10 de octubre se cumplen 90 años del nacimiento de Harold Pinter, dramaturgo inglés fallecido en 2007 autor, entre muchas otras, de obras como La habitación, Traición, y El amante. Recordamos a quien fue ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 2005, con esta nota de María Trombetta.



Por María Trombetta


Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo -porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros.


Harold Pinter tuvo una vida que podría calificarse de película. Hijo único de una familia amorosa, tuvo que separarse de sus padres durante la guerra para vivir protegido junto a otros niños y niñas en un castillo en el campo. Durante su juventud, se declaró objetor de conciencia ante el servicio militar, y desarrolló múltiples ocupaciones hasta que descubrió su vocación por el teatro, convirtiéndose en un actor de módico suceso encasillado en personajes de villano y posteriormente devenido en autor aclamado. Estuvo casado durante varias décadas con la actriz que protagonizaría sus obras más reconocidas, alcanzando junto a ella la categoría de estrellas del espectáculo británico. Se volvió a casar, escándalo mediante, con una intelectual descendiente de la nobleza británica. Como muchos otros artistas, comprometido con su tiempo y, fundamentalmente, comprometido con su obra, en los últimos años de su vida, y tal vez buscando una forma de llegar a un público que no accedía a su teatro, se inclinó hacia la actividad política directa.

Al momento de recibir el Premio Nobel de Literatura, en el año 2005, Pinter estaba muy enfermo. No pudo asistir a la ceremonia; lo representó su editor. Su discurso se emitió grabado en video: el texto, disponible en la Web para quien quiera leerlo, tiene una extensión de once páginas, menos de tres de ellas ocupadas por sus reflexiones sobre sus procesos creativos, el lenguaje (tema central en el teatro del absurdo, género en el que se lo ubica) y el teatro político en general. El resto, el autor lo aprovecha para dejar en claro cuál es  su mirada sobre el mundo, la política, y la incidencia de los Estados Unidos en múltiples conflictos, en el que fue, probablemente, uno de los momentos de mayor exposición de su vida. 

Entre 2004 y 2005, la Editorial Losada publicó una colección de las obras de Pinter. En uno de sus volúmenes, Rafael Spregelburd, quien tuvo a cargo la traducción al castellano, comenta una historia prácticamente calcada ocurrida en un festival dedicado al autor en Barcelona, a fines de los ‘90: en la conferencia pública que lo tendría como obvio protagonista, Pinter aclaró que no hablaría de teatro, sino exclusivamente de política.

Sin embargo, en sus obras los que hablan (y callan) son sus personajes. Personas comunes en situaciones cotidianas, cuya historia previa al momento en que comienza la pieza no sabemos nada,  ubicadas en general en espacios reducidos (una de sus obras más conocidas se llama, precisamente La habitación). Dignos representantes del absurdo, seres ocupando su lugar insignificante en un universo cuyas normas están siendo puestas en cuestión (recordemos que este género alcanzó su momento canónico durante la posguerra, en la década de los ’50 del siglo XX). Personajes que, con sus diálogos aparentemente banales, denuncian, justamente, los límites del lenguaje y la comunicación. 

El propio dramaturgo lo explica en un discurso de 1962, también incluido en la colección de Losada como prólogo de otro de sus volúmenes: “El lenguaje, bajo estas condiciones, es un asunto altamente ambiguo. Muy a menudo, bajo la palabra dicha, está aquello conocido y no dicho. Mis personajes me dicen tanto y no más, con respecto a su experiencia, sus aspiraciones, sus motivaciones, su historia. Entre mi falta de datos biográficos sobre ellos y la ambigüedad de lo que dicen se extiende un territorio que no sólo es digno de exploración, sino que es obligatorio explorar. Ustedes y yo, los personajes que crecen en una página, la mayor parte del tiempo somos inexpresivos, poco confiables, elusivos, evasivos, obstructivos, renuentes. Pero es de estos atributos que emerge un lenguaje. Un lenguaje, repito, donde, debajo de lo que se dice, se está diciendo otra cosa.”

El compromiso político de los artistas ha sido una cuestión que ocupó infinidad de páginas, debates y reflexiones, con diversas formas e intensidades. Aún hoy, cada tanto, suelen elevarse voces que vuelven a traer a discusión el tema. Por suerte, los artistas, más o menos involucrados, politizados, o desinteresados, se han ocupado siglo tras siglo de hacer el mundo más bello con sus creaciones, sin olvidar que las mismas hablan de sus autores tanto como ellos mismos.


1 Discurso de aceptación de Harold Pinter del Premio Nobel de Literatura, año 2005 http://biblio3.url.edu.gt/Discursos/14.pdf

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