El escritor italiano
Gianni Rodari, nacido en la ciudad de Omegna el 23 de octubre de 1920,
tiene el mérito de haber marcado un giro significativo en el discurso
para la infancia. Sus ideas acerca de la escritura, del universo de los
niños y la enorme validez de la imaginación privilegian sus ensayos y
rezuman en sus textos de ficción.
En el centenario de su
nacimiento, que coincide con el Festival de Libros para Niños y Jóvenes
que se está celebrando, visitar la obra de Rodari desde una perspectiva
más actual sirve como tributo a un escritor que supo ponerse de forma
genuina en los zapatos de sus lectores, que alentó la capacidad para
inventar de los niños en los bordes del absurdo y desentrañó misterios
del impulso creativo. Su labor como maestro durante la Segunda
Guerra Mundial le permitió acercarse de una manera excepcional al
espíritu infantil y explorar de cerca el poder transformador del
lenguaje como un salvoconducto para cruzar el territorio devastado de la
realidad y recorrer las geografías de la imaginación.
Gianni
Rodari es ampliamente conocido en todo el mundo por sus colecciones de
cuentos y fábulas, de poemas y canciones infantiles, pero especialmente
por un libro que representó un parteaguas en el terreno de la escritura
creativa. Gramática de la fantasía, publicado por primera vez en
1973, representa hoy una referencia indispensable de cómo disparar la
creatividad a partir del lenguaje, con el fin de generar procesos de
escritura autónomos y espontáneos. Con base en la experiencia directa
en el aula, esta obra desarrolla propuestas como El binomio fantástico,
El error creativo y El prefijo arbitrario, que sirvieron como recursos
para sus propios textos. En un amplio sentido, Rodari fue un
revolucionario: en la manera como pensó la infancia frente al mundo de
los adultos, en la incorporación de fuentes diversas y personajes
inéditos en sus producciones literarias y en el protagonismo que les dio
al juego, al humor disparatado y a la invención.
Acercarse a su
obra es recuperar un espacio privilegiado y necesario opuesto a la
lógica, espacio simbólico que le sirve para cuestionar muchos
convencionalismos y la inutilidad de ideas que justifican el poder, la
acumulación de dinero, la posesión o la guerra. De carácter taciturno,
no obstante la jovialidad de su obra, Rodari les concede enorme
importancia al recuerdo y a la nostalgia en sus textos más personales.
Sin duda, el espíritu libre de sus concepciones tuvo su centro en la
infancia y el poder que tienen los niños para cambiar el mundo
imperfecto y complicado que les hemos heredado.
Gianni Rodari nació en Omegna (Italia), en 1920, y murió en Roma, en 1980. Foto:cortesía Interlinea Edizione
Música y poesía
Un
término de difícil definición es el de filastrocca, que en italiano se
refiere a las canciones populares infantiles, vinculadas con la
tradición oral, muy al estilo de nuestras retahílas. El valor
musical de estas composiciones resulta ideal para crear moldes
narrativos rimados y contar breves historiales de finales inesperados. Y
esto es precisamente lo que abre la puerta a las primeras creaciones de
Rodari, mientras trabajaba en el periódico L’Unità hacia 1947, en el
que escribe bajo un seudónimo su primera retahíla, sin sospechar que
sería el inicio de una avalancha de peticiones de los lectores
infantiles para que compusiera nuevas poesías relacionadas con su mundo
cotidiano.
La
temprana vocación musical de Rodari, quien en un momento de su juventud
participó en un grupo itinerante con otros amigos (él tocaba el
violín), lo nutrió de dos experiencias fundamentales: el conocimiento
melódico y un patrimonio de historias populares que fue escuchando en
sus periplos. Más adelante estos conocimientos afloraron, de una manera
intuitiva, en sus textos poéticos y narrativos.
En 1950 se publica El libro de las canciones, que reúne esas creaciones tempranas un tanto dispersas. Con
este título inicia su obra y le da continuidad a una maravillosa manera
de contar brevemente situaciones inesperadas y divertidas.
Sin
duda, su poema Carnaval (ver recuadro) reúne muchos rasgos de la obra
de Rodari, muy vinculada con el absurdo como una fórmula para cuestionar
la realidad. Al final, un sombrero interpela a los curiosos,
haciéndoles ver que lo cotidiano puede ser enormemente inusual.
Poema ‘Carnaval’Había una vez un sombrero sin cabeza, se paseaba por la calle durante un día de fiesta.
Además de sin cabeza
tampoco tenía panza.
Sin los pies y sin las manos
se paseaba en la vía Francia.
La gente al verlo comentaba:
-Se ha escapado de la vitrina.
-Sí, es un sombrero de ladrón.
-Llévenlo a la comisaría.
-Calma -dice el sombrero.
-Hoy cualquier broma es normal.
Mucha gente va por ahí sin cabeza
aunque no sea carnaval.
'Uno y 7', de Gianni Rodari, publicado por Editorial Norma. Foto: Archivo particular
El juego y la inventiva
En
el terreno de la narrativa, Rodari exploró la relación inquieta entre
realidad y fantasía; dejó entrar en sus historias una gama de personajes
muy distintos, de naturaleza humilde, como obreros, pescadores, niños
errantes, soldados... incluso números y animales, y se apropió del juego
como un mecanismo para experimentar con el lenguaje y las estructuras.
Dos de sus más importantes colecciones de relatos son Cuentos por
teléfono (Favole al telefono), de 1962, y Cuentos para jugar (Tante
storie per giocare), de 1971.
Cuentos por teléfono parte de una idea muy original:
un padre que es vendedor ambulante le promete a su hija que todas las
noches la llamará por teléfono para contarle una historia antes de
dormirse... pero cada historia debe ser breve porque llamar desde larga
distancia cuesta mucho dinero. De este modo se hilan sesenta y siete
historias cortas, una constelación de narraciones que exploran distintas
posibilidades de lo fantástico para cuestionar la realidad. Mecanismos
como la transformación de relatos tradicionales, la irrupción de
elementos extraños en la cotidianidad y la humanización de objetos
inanimados sirven como recursos para cuestionar situaciones como la
opresión, la ambición, la enemistad y la guerra; para darles poder a los
niños y ensalzar su derecho a ser niños y, muy especialmente, para
revelar la fuerza de la invención.
Otro de sus originales aportes
toma protagonismo en Cuentos para jugar, donde se proponen varios
finales para cada historia. La idea del cuento que se arma a la medida
refuerza la idea de participación del lector y el azar para construir
sentido.
'Gramática de la fantasía' publicada por Panamericana Editorial. Foto: Archivo particular
¿Cómo surge la fantasía?
La obra de Rodari estuvo impregnada por lo disparatado. Muchas
de las ideas que fue anotando durante su trabajo directo en las aulas
se cocinaron lentamente hasta consolidar una didáctica de la escritura
creativa. Así surge su libro Gramática de la fantasía. Introducción
al arte de inventar historias, en el cual propone ideas inspiradas en
principios del surrealismo, como el azar, el extrañamiento, la
exploración del mundo de los sueños y la reversión de la lógica. Justo
en esta obra se pregunta si debería existir una “fantástica” en
oposición al pensamiento estructurado y racional.
Imágenes
poéticas como la piedra que cae en el estanque y genera ondas
concéntricas en la superficie del agua son oportunas para explicar la
resonancia que una palabra genera en la mente de quien la escucha o la
lee. Ideas desafiantes, como crear a partir de los errores, inventar
hipótesis del tipo “¿Qué pasaría si...?”, o alterar el uso corriente de
un objeto promueven caminos inesperados para la creación. Muy embebido
de las técnicas desarrolladas por el surrealismo, este excepcional
manual de sugerencias rompió un dique para la producción escrita en el
universo de la infancia.
Con seguridad, este libro ha sido un
legado robusto que surgió de un trabajo de campo y de una concepción muy
gloriosa de la niñez, un momento de la vida en que el ser humano es más
pleno, más sabio y más propenso a la creatividad. Adentrarse en los
misterios de la fantasía supuso en este contexto asegurar un camino
renovador para la escuela.
Ciertamente, Gianni Rodari se adelantó
a su tiempo. Dio protagonismo a condiciones inherentes de la infancia
como la inventiva, la empatía y la felicidad que el adulto ha olvidado o
menosprecia, pero que son absolutamente necesarias para preservar el
futuro de la humanidad.
FANUEL HANÁN DÍAZ*
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
* Editor e investigador experto en literatura infantil
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