Carolina Tosi: “La literatura nos aleja de la deshumanización”

En esta segunda parte de la charla con Carolina Tosi hablamos de los proyectos editoriales, y de los cambios que se avecinan en la industria editorial, en los modos de lectura, más allá de las distopías. Seguimos conversando de Ciencia Ficción y LIJ, de los libros y los autores que le gustan, y nos puede recomendar. De cómo es dar clase, escribir y leer en cuarentena. Y, entre muchas otras cosas, de los efectos muchas veces inesperados que la literatura tiene en los lectores, y que suelen ir mucho más allá de las intenciones del que cuenta una historia.





Mario Méndez: ¿Hubo algún proyecto de publicación que quedó trunco, Caro?


Carolina Tosi: No, porque justo el último libro que escribí estaba ilustrado y listo para imprenta antes de la Pandemia. Es Dinosaurios a la vista, ilustrado por Omar Aranda y editado por Riderchail, que continúa la historia de El pirata Maremoto. Solo salió un  poquito más tarde que lo planeado, en mayo, pero salió igual. Y ahora estoy terminando un libro con Del Naranjo, en una colección que a mí me encanta, Luna de Azafrán. Es el primer libro que publico en este sello. 


MM: ¿Va a ser publicación en papel? Porque sé que estaban publicando digital. 


CT: Por ahora es papel, pero no sé si por ahí no hacen los dos tipos de publicaciones. Hay muchas editoriales que están incursionando en ese sistema.


MM: ¿Cómo ves ese cambio? Ya que estamos con el futuro, y las distopías, y la ciencia ficción… ¿Cómo ves la lectura en lo que viene? Acá tenemos dos niños lectores. ¿Va a haber una irrupción de la lectura digital en los chicos también? ¿Cómo lo ves?


CT: Lo que yo veo en esta realidad que nos toca vivir es que, en los colegios, siguen con el libro impreso, pero por una cuestión económica intercalan con literatura digital. Yo soy un poco resistente a la literatura en PDF. Es una cuestión generacional, quizá los chicos no lo viven así. Me parece que pueden convivir las dos formas, pero yo soy una amante del libro impreso. A vos Mario, y al resto de los escritores que están acá les debe pasar. Cuando te leen o narran un libro impreso y los chicos lo ven, es otra cosa. Pero creo que pueden convivir. 


MM: Tenés una llegada muy grata con los chicos chiquitos. Lo vimos recién con Lauti y con Victoria. Y con los no tan chiquitos también. Lo he visto porque hemos compartido visitas a escuelas. ¿Nunca hiciste docencia primaria o secundaria?


CT: Como soy Licenciada en Letras y profesora, cuando me recibí trabajé dos años como profesora de secundaria. No soy maestra, así que en primaria no. Pero los chicos me encantan. Tengo una gran afinidad… Vos la conocés a Mariana, de La regadera literaria, que hacen ferias del libro en colegios. La primera vez fui por primaria. Y ella me dijo que yo andaría bien en jardín. Le dije que no era especialista; yo soy escritora, y tengo las limitaciones obvias  para dar talleres para nenes de inicial. Pero igual me convenció y me acuerdo que el primer taller que di en Inicial fue con chicos de salita de dos años. Cuando los vi me pregunté qué iba a hacer ahí. Pero la verdad es que, como también tengo un nene chiquito, Mateo tiene cuatro años, eso me ayudó mucho, porque sé las cosas que le gustan  a él y sus amigos. Los talleres en Inicial han funcionado muy bien. La literatura para nenes chiquitos me gusta mucho, tengo muchos libros de ese tipo. Y hay algo que pasó inadvertido y que quiero destacar, y es que la primera oportunidad en el mundo de la LIJ me la dio Mario. Cuando le llevé Cerro Dulce, el pueblo de la magia, un poco apesadumbrada, a ver qué iba a resultar, y me dio la oportunidad de publicarlo, así que soy una agradecida a Mario. Porque el primer libro es el más difícil. ¿O no?


MM: Sí, por supuesto, como en casi todos los oficios. El derecho de piso, las primeras experiencias… Libro muy exitoso, a pesar que está dentro de una editorial muy pequeñita,  como es Amauta. Cerro dulce es un libro que se ha mantenido por años, y sigue circulando.


CT: Hay un montón de colegios que lo están leyendo ahora. 


MM: Ya tiene doce años, dos ediciones de distinto tipo y varias reimpresiones. Volvemos un poquito al tema de la ciencia ficción. Hablaste de referentes, de Asimov, de Bradbury, y acá, de Eduardo Abel Gimenez. Además de Eduardo, ¿has leído ciencia ficción infantil y juvenil que te guste y que recomiendes?


CT: Sí, como sabía que me ibas a preguntar eso me traje los últimos libros que leí y que me gustan mucho. Uno es un clásico, que en tu artículo sobre ciencia ficción lo mencionás, que es Recuerdo de Locosmos, de Ricardo Mariño, que es muy particular. Tiene episodios desopilantes, como el de la poesía infantil de Locosmos, que es una perlita. Es un libro que me encanta y que para mí tiene un condimento especial, porque yo corregí la última edición en Alfaguara. Entonces le tengo mucho cariño. Después, de Eduardo Abel Gimenez, este libro que se llama Un paseo por Camarjali, de Norma, que tiene que ver con la excursión de un grupo de expedicionarios a otro planeta. A mí me encantó la idea de que no es un planeta estático, se mueve todo el tiempo. Cuando el viajero vuelve, el planeta nunca es el mismo: los accidentes geográficos mutan. La verdad es que esa idea me parece genial. Después, este libro es para chicos un poco más grandes, Conexión Alteris, de Clara Levin, que trabaja con la temática de las dimensiones paralelas. Y en este punto, también está presente lo que había comentado acerca de que la ciencia ficción no solo tiene que ver con las ciencias duras. Porque muchas veces se queda en eso, en la Bioquímica (ahí está Paula que cualquier cosa después hará su aporte), pero también, me parece, son importantes las ciencias humanas; eso en Orwell se ve bien. O en las novelas más modernas, como Los juegos del hambre se ve la cuestión de la Sociología, en los juegos de poder. A mí me parece que para hacer ciencia ficción la lectura de Humanidades es esencial. Hay ciertos autores que son fundamentales, como Foucault, para algunas nociones que tienen  que ver con el control en las sociedades, con el Gran Hermano… Cuando hice La red del miedo, el referente era Orwell y la idea del control que ejerce el Gran Hermano fue esencial. Y más en estos momentos. Yo creo que más de uno, cuando tomó el celular y vio que le pedían una opinión sobre un restaurante del que acababa de salir, se asustó. Cuando me pasó la primera vez me sentí en una obra de Orwell: controlada, monitoreada, observada. Por eso creo que la literatura escribe temporalidades. Se construyen pasados, se construyen futuros, y con esos futuros se crean dimensiones paralelas. Y puede suceder que algún futuro que un escritor o una escritora imagine se haga realidad. Con La red del miedo es muy gracioso, porque a veces los chicos me mandan noticias o sucesos relacionados. ¿Vieron que hubo una época en que todo el mundo subía a Facebook avatares que creaba el mismo Facebook? Me decían que era como en La red del miedo, que cada uno tiene su avatar. Por otra parte, los personajes usan unos trajes para salir a la superficie, y un chico de una escuela de Berazategui me mandó una foto de un peluquero taiwanés, que era igual… con escafandra… A mí la verdad es que me sorprende que aparezcan ciertos aspectos que aparecen mencionados en el libro. La otra vez, un nene me marcó todas las veces que aparece en el libro la palabra “protocolo”. Me decía que su hermano mayor había leído el libro el año pasado y le parecía una palabra rara, en cambio, ahora es parte del léxico de la pandemia. Esos aspectos me parecen interesantes. Y por último, quiero recomendar este libro. Ya que está Paula Bombara ahí, ella quizá puede comentar algo. No es ciencia ficción, es un libro informativo, que es espectacular para los adultos también: Ciencia y superhéroes, que nos va contando las diferentes teorías y descubrimientos vinculados a los poderes de los superhéroes. La verdad es que es muy lindo este libro también.



MM: A ver Paula, ¿querés comentar algo acerca de ese libro? Te han puesto en el compromiso…


Paula Bombara: Para que Caro descanse un minuto… Gracias, Caro, por traerlo, es un libro de reflexión sobre las interacciones. A la hora de pensar un guion, un poco lo que Caro decía hace un rato de cuánto decidís atenerte o no a lo científico. Y cuando te dan ganas de apartarte de eso, o para cuestionarlo, o para reafirmarte pero desde otro lado. Lo hicimos con Andrés Valenzuela, fue un proceso de escritura súper divertido, pero muy reflexivo también, porque leíamos las historietas partiendo desde el enfoque científico. Lo primero que hicimos fue elaborar un índice de temas de la ciencia. Y a partir de ahí, ver qué personajes se nos vienen a la cabeza, cuando pensamos, por ejemplo en energía, o en física mecánica, o en toxicología… Íbamos haciendo listas de historietas que habíamos leído, después elaborábamos cada capítulo yendo y viniendo en la escritura. Así que fue un proceso de muchísimo aprendizaje. Estuvo re  bueno hacerlo, y nos quedaron un montón de temas afuera. Así que seguimos pensando en Ciencia y superhéroes


MM: Muy bueno. Ahí tenemos otra recomendación de lectura que excede la literatura para niños y jóvenes. Y esta idea que me anoté cuando empezaste a hablar, de las subestimaciones. Paula habla de la historieta, estamos hablando de la ciencia ficción y, sangro por la herida, la subestimación de los libros para niños y jóvenes, o de la llamada LIJ. ¿Qué reflexión te merece a vos, que sos analista del discurso y que sos escritora de este campo también? 


CT: Creo que en las últimas décadas hay un cambio, pero que todavía está latente la subestimación de la literatura infantil. Creo que ese menosprecio se debió a diferentes aspectos. Uno tiene que ver con la subestimación del destinatario, como aquel lector que no es capaz de vivenciar la experiencia estética. Entonces tenemos “libritos”, algo bien desmenuzado, simple, para que se pueda abrir la boca o los ojos, y tragar. Por eso, muchas veces, los libros que despiertan inquietudes, que pueden mover esa cuestión de los prejuicios, que proponen la estética de lo implícito son disruptivos… Yo creo que muchas veces, los libros que rompen con eso son los que tienen muchos implícitos. No está todo dicho en la historia. No voy a nombrar autores porque son muchos, y va a quedar alguno afuera, pero a partir de sus obras se ha demostrado que la literatura infantil y juvenil es para todos, que la puede leer gente de todas las edades, y que tiene un nivel literario y una dimensión estética fuerte. Eso por un lado, y también, la subestimación tiene que ver con la función que se le atribuye a la LIJ. Acá, si algún colega quiere comentar, puede hacerlo, pero cuando vamos a los colegios es frecuente que te pregunten qué quisiste decir con el libro. O que te digan que les encantó porque se ve que tu objetivo era fomentar la amistad, por ejemplo. Puede ser que eso después se produzca, y está bien que cada lector encuentre aspecto o dimensiones diferentes, pero esa cosa de buscar “lo que quiso decir” ya es anacrónica… Yo creo que el escritor quiere contar una historia, jugar con las palabras, sacar ese jugo del lenguaje para tener diferentes efectos. Algunos teóricos dicen que el mercado editorial es parte de esa subestimación. Sin embargo, para mí eso cambió en las últimas décadas, porque las editoriales se han jugado, con textos difíciles, con autores que al principio eran objetados y después fueron aceptados, como es el caso de Isol, por ejemplo. Al principio tenían ese prejuicio de que “ella es ilustradora y una ilustradora no puede escribir”. Estaba esa idea. Y ahora es quien es, pero están todos esos factores que juegan en contra. O la idea de que los escritores de literatura infantil hacemos “libritos”. Persiste esa idea, pero también, cuando voy a los colegios (aún ahora en la virtualidad) yo veo que se comparte mucho la lectura entre los chicos y los papás, que en muchos casos me dicen: “Qué bueno que está el libro. Mi nene se quedó dormido y leí el final”. Y que me digan eso…


MM: Qué bueno. ¿Y estás escribiendo algún librito? (Risas).


CT: Miguel levantó la mano…


Miguel: Esta es una de las cosas… desde chiquitos, tanto a  mi hijo mayor como ahora a Lautaro, les gustaba que les contara cuentos. Pero uno va descubriendo mucho más que contar un cuento. Muchas veces uno descubre que es parte de esa historia y que se transforma en el personaje de la historia y puede transmitirlo desde la lectura. Y eso pasa a veces. Cuando se duerme el nene y uno queda atrapado por la lectura…


Compañera de Miguel: Pero no fue el caso…


Miguel: No, no se quería dormir. Eran las tres y media de la mañana y aparte lo teatralizábamos. Creábamos las voces de los personajes, la voz de la abuela… Me acuerdo de ese libro porque es el último que leyó, Aprendiz de héroe, escrito por Carolina. Y era eso también, teatralizarlo. Hacer las voces de la abuela, de Ramiro, de Aquiles, de Violeta… Crear esa fantasía en la lectura. Y muchas veces transforma al lector. Porque puede pasar como una lectura más, para que se duerma y listo, “te leo hasta que te aburras”… Y acá pasa lo contrario, te leo hasta que veamos cómo termina. Eso es lo que nosotros rescatamos de la literatura infantil. Cuando más allá de la lectura se transforma en la aventura del momento. En la recreación de esa aventura. De hecho, con Lautaro una noche no teníamos para leer, estábamos acostados e inventamos una historia. En base a eso. Una historia en la que un superhéroe era una pulga. Esa pulga termina siendo amiga de una ballena… Para cerrar el comentario, es lo que vos decías, Caro, que a veces uno, como papá, y que ahora tuvimos que transformarnos en maestros, nos cambia el sentido de la lectura que en un  año regular, sin pandemia, se nos escapa, se nos pasa por alto.


Emilce: Además, la literatura no tiene edad. Yo a Carolina la conocí en la Maestría que tenía la sede en Adrogué…


CT: ¡Sí! No me había dado cuenta de que eras vos. Ahora cuando hablaste sí. 


Emilce: Ella vino a dar un seminario que disfrutamos muchísimo, y se apareció con un montón de libros álbum. Nosotros nos quedamos mirando, sin entender qué hacían los libros álbum en medio de la Maestría. Y después no nos alcanzaba el tiempo. Nos olvidábamos de ir a almorzar. Ahí aprendimos eso que ella nos comentaba, que la literatura no tiene edad. Esa fue una gran enseñanza. 


MM: Buenísimo, gracias Emilce. Mercedes Pérez Sabbi quiere hacer una pregunta. 



MPS: ¡Hola Caro! Te quiero preguntar acerca de La red del miedo. Hay una palabra, “avatar”, “avatares”, que últimamente comenzó a extenderse en el uso digital, pero que vos estás usando hace mucho tiempo, porque el libro es de 2012 y cuando empezaste a escribir la novela se supone que siempre es un tiempo más prolongado. Para mí la palabra “avatares” es “vicisitudes”… ¿de dónde viene esa palabra que ahora tiene esa dimensión de que es como un reflejo del humano?


CT: Habría que buscarlo. Lo voy a tener como tarea. Creo que se difundió más a partir de la película, “Avatar”. La de los seres azules. Lo que yo traté de imaginarme fue no solamente esa representación gráfica en una pantalla, sino que los chicos, mediante el avatar, vivían, entonces ellos iban de excursión, subían una montaña, estaban en el recreo… Como que hacen una proyección con ese avatar. Con los peligros que eso puede tener, porque su avatar podía no tener nada que ver con ellos. Está la parte física y la parte más emocional, donde se puede mentir más. Eso lo vemos en las redes, cuando desde el anonimato la gente dice barbaridades. Traté de jugar un poco con esto, pero no sé cuál es el origen. Voy a buscarlo. Ahí la veo a Paula que se mueve, me parece que lo está buscando porque no se queda quieta. Yo no tengo la biblioteca cerca. 


MM: Bueno, mientras esperamos que llegue esa respuesta, les comento que de este segundo zoom quedan cinco minutos. No sé si quieren entrar otra vez… no sé Caro si podés…


CT: Yo no tengo problemas. Como ustedes quieran…


MM: ¿Alguien más tiene alguna pregunta? Levante la mano o habilite el micrófono. Horrible palabra esa de “mutearse”, o “desmutearse” que hemos incorporado en esta cuarentena…


CT: Bueno, la UNTREF tiene un diccionario que se va actualizando, en el que hay especialistas que se ocupan de los neologismos, y están haciendo una especie de lista lexical de palabras propias de la pandemia, vocablos a las que no estábamos habituados, empezando por “barbijo” o “tapabocas”. Es muy interesante para los que quieran chusmear se meten en el sitio y hay un espacio específico para los vocablos de pandemia. Es muy interesante, porque al ser digital se van introduciendo las entradas, entonces está siempre activo.  


Juan: Quería hacer una pregunta. Caro, vos te referís a esto del análisis del lenguaje, que a mí como maestro me parece muy interesante. Me pasa que cuando estoy con el grupo de los chicos y las chicas, escucho los insultos que dicen. Y empecé, como profe de Lengua, a analizarlos con ellos. Para no utilizar una cosa represiva decía: “Siempre con la madre. Pobre madre”. Y me parece interesante esto que se propone de analizar el lenguaje desde el género, me parece que queda claro que tenemos un lenguaje machista, cuando analizamos un detalle como el de los insultos. Quería preguntarte qué opinabas de eso. 


CT: Es tal cual, Juan. Hay muchos estudios de eso, relacionados con los refranes, las frases hechas,  eso de “llorar como una mujer”. Y en los insultos, siempre la connotación negativa se la lleva la mujer, el ámbito femenino. No sé si se acuerdan, hace poco, el año pasado, hubo una polémica porque en el diccionario de la RAE aparecía, por ejemplo “mujer fácil”. Como se objetó ese uso, la RAE lo que hizo fue sacar “mujer” y poner “fácil”, directamente. Y ahí se desdibujaba más. ¿Ustedes escucharon alguna vez decir que un hombre es “fácil”?  No. Ahí hay todo un prejuicio relacionado con la mujer. Me parece espectacular lo que hacés, Juan, de ver justamente cómo los estereotipos y ese basamento patriarcal está también en el lenguaje. Hay que ver cómo hacer para deconstruirlo, para no dejarlo naturalizado, ¿no?


Juan: Claro. Me imaginaba ahora, pensando en la ciencia ficción, cómo sería un texto escrito para público infantil o juvenil, teniendo la posibilidad, desde la ciencia ficción y no tanto desde ella solamente, ya, en cuanto al cambio de los sexos, o a la mezcla, a que se genere casi una situación humorística, de mezcla caótica o anárquica de estas situaciones. A medida que íbamos hablando pensaba en eso también. 


MM: Juan viene al taller y escribe muy buenas historias. Reseñas muy graciosas. ¿Cómo es dar clase de Corrección de estilo en cuarentena, Caro? ¿Te queda tiempo para leer y escribir?


CT: Estamos a través del campus, y ya desde el primer día hubo muchos problemas, para hacer ejercicios. Entonces, al trabajar, se complica (por lo menos a mí) el poder encontrar un tiempo para la escritura y tengo algunos pedidos pendientes. Espero tener un parate en estos meses como para poder comenzar. Pero leer sí, es parte de mí. No puedo no leer. Puede haber diez mil pandemias, mientras tenga un libro lo voy a leer. Me hago ese espacio, a veces más, a veces menos. Veo la pregunta de Brenda en el chat, sobre las recepciones por lecturas que me llamaron la atención de La red del miedo. A mí lo que me pasa, es que es un libro de hace bastantes años y que siempre tuvo buena recepción. Se imprimió muchas veces, tuvo una aceptación muy buena. No sé qué pasará ahora, ya que se parece tanto a esta realidad. No sé si se va a seguir leyendo como ciencia ficción, espero que sí. Algo que me pasó con La red del miedo y que alguna vez lo conté, y que es algo que me pasó en Arroyo Dulce. Cuando fui por primera vez, me esperaban con un mural en el patio, impresionante, sobre el libro. Pero lo más lindo fue la historia que estaba detrás. La red del miedo habla, justamente, de una situación de aislamiento, de protocolos, de estar encerrados, de no poder abrazarse. Y lo que pasó es que había una chica que tenía (no me acuerdo ahora del nombre de la patología), una especie de “fobia social”. No iba al colegio y estaba recluida en su casa. Empezó a leer La red del miedo, le gustó, lo comentó con los compañeros, y la invitaron para que fuera a pintar el mural los sábados a la mañana. Entonces, de a poquito, empezó a salir de la casa. El día que yo fui a la escuela, ella ya estaba con su guardapolvo blanco cursando todos los días. Eso me pareció algo lindísimo, cómo una novela que habla del aislamiento produce otro sentido, el opuesto. En estos años hubo lecturas lindísimas de La red del miedo. La leen en muchos niveles, en primaria, en secundaria, y las interpretaciones que hacen son muy diferentes de un nivel a otro. Pero siempre estoy contenta con esa recepción. 


MM: Qué buena esa anécdota, qué gratificante son estas cosas fuertes que a veces ocurren, para los que escribimos, ¿no? Aunque como bien dijiste al principio, uno no escribe con un objetivo. No queremos decir tal cosa, ni que los chicos hagan tal otra, pero cuando pasan cosas como esta es muy gratificante.


CT: Sí, es que cuando uno escribe no piensa en la recepción. Hay un libro, El sol escondido, que le gusta mucho a la nieta de Mercedes (Pérez Sabbi), que es un libro que a mí me  impactó. Porque cuando voy a los colegios, los primeros comentarios me los hacen los adultos. Y me dicen que es su historia, que conté su historia. Eso es algo que sucede con ese libro. Uno sabe sin saber lo que va a pasar, lo que va a provocar en el otro. 


MM: Acá Brenda te pregunta por tus mecanismos creativos, si en la mente te aparecen los recursos retóricos con los que vas a construir el texto.


CT: Lo que pasa es que a veces uno no es tan consciente… A mí, lo que me pasa es que tengo una historia para contar. Hay escritores que empiezan con la voz narrativa, con algún  efecto estético. A mí no me pasa eso. Primero me aparece la historia que quiero contar, y después van apareciendo las diferentes capas de esa historia. Cuando empecé a escribir La red del miedo, ya tenía la historia más o menos armada, pero ustedes habrán visto que hay un montón de referencias relacionadas con la literatura. Al principio yo no lo había pensado. Y con esta cuestión mágica de la escritura es como que se fue dando. Y después entendí por qué: porque justamente yo siento que la literatura nos aleja de la deshumanización. Los personajes están deshumanizados, y en la literatura y en el arte en general (Xul Solar, el cine de Tim Burton o los cuentos maravillosos que aparecen en la novela), están las respuestas a la deshumanización, de los encuentros que pueden tener lugar a pesar de la distancia física. Que creo que es lo que ahora nos pasa a nosotros, poder encontrarnos, aunque sea de esta manera, y hablar de literatura, ver gente de diferentes partes del país. A Pablo, por ejemplo, lo conocí en el congreso del Chaco del año pasado. Y la verdad es que es lindísimo reencontrarlo así. Con cada uno pasa eso. 


MM: Una pregunta que me olvidé de hacerte antes. ¿Al final qué pasó con el sorteo? ¿Nora te dijo que podemos sortear un libro?


CT: Sí, sí. Dos libros. Están muy generosos en Edebé. 


MM: Bueno. Van a tener que creer en mi ecuanimidad. En este momento yo tengo dos pantallas, y tengo veintiséis participantes. Lástima que muchos se han ido desconectado por varias razones. Me saco a mí y a vos, quedan veinticuatro. Tendríamos que tirar un número, y en el cuadradito que caiga, cae. 


CT: Yo digo el número y vos decís a quién le toca en la pantalla, porque cada pantalla es diferente. El día de mi cumpleaños, catorce.


MM: Catorce… Débora Pert. Es la primera ganadora.


CT: Lo único, tengan paciencia, porque Edebé lo manda por correo. Depende de dónde estén, puede que tarde un poquito. Débora está en Buenos Aires, ¿no?


MM: En Vicente López. Si no, de últimas se lo llevo yo cuando nos reencontremos en La Nube. Decí otro número, Caro. 


CT: El día en que cumple años Mateo, el dieciocho. 


MM: Carmen, que está sin cámara. Bueno, nos escribís al mail de Bibliotecas para armar, y arreglamos para que te llegue el libro sorteado. Alguna vez regalamos libros, pero es la primera vez que hacemos un sorteo. Es la imposición de los medios. Acá Laura dice que la charla estuvo buenísima, y la verdad es que sí. Nos ha gustado a todos, hablamos de distopías, de ciencia ficción, de lenguaje inclusivo. Después la charla se desgrava y la publicamos en el blog. ¿Querés decir algo más, Caro, antes de despedirnos? 


CT: Simplemente quiero agradecerles por haber estado, por compartir este ratito. Hay que seguir cuidándonos, es la mejor forma. Y con un libro cerca creo que se hace más llevadero. 


MM: Bueno, vamos cerrando la reunión. Acá hay saludos que nos agradecen a Caro y a mí, y a Bibliotecas para armar. Muchas gracias a todos.


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