Carolina Tosi: “En la ciencia ficción hay que inventarlo todo”

En el mes dedicado a la Ciencia Ficción, en tiempos de pandemia y cuarentena, la novela de Carolina Tosi La red del miedo, distópica y a la vez muy actual, fue la excusa perfecta para convocarla a una entrevista, donde hablamos de todo: del menosprecio histórico por el género, de sus características y la necesidad de la construcción de mundos complejos, de las redes y fenómenos extraños como el de los “hikikomori”, y muchas otras cosas, entre ellas, la investigación lingüística, la ESI, el lenguaje inclusivo… Imperdible.


Mario Méndez: Hola, buenas tardes. ¿Cómo están? Un orgullo, una alegría, un honor estar con Caro Tosi en la virtualidad del Laboratorio de análisis y producción de LIJ, cerrando el mes dedicado a la ciencia ficción, como habrán visto en nuestro blog y en nuestro Facebook, por ser el centenario de Ray Bradbury. Nos dedicamos al género con reseñas, con notas, con cine, y la invitamos para el cierre a Carolina por muchas razones: porque tiene muchos libros publicados, pero la excusa principal es que Caro publicó este libro, La red del miedo, en Edebé. No solamente es muy original, sino que fue (como suele pasar, la realidad imita al arte) un anticipo en parte de lo que estamos viviendo este año, así que me imagino que los chicos de distintas escuelas con los que estás teniendo encuentros virtuales estarán un poco asombrados de esta premonición argumental tuya, Carolina. En La red del miedo, para los que no lo hayan leído, la gente, después de un gran temblor, vive bajo tierra, en túneles subterráneos. El contacto es absolutamente esporádico y la vida es otra cosa. ¿Cómo fue que surgió esta idea, Caro?


Carolina Tosi: Antes que nada, buenas tardes para todos, todas, todes. Estoy muy contenta por la invitación. La última vez fue en La Nube, así que me siento en el medio de La red del miedo, conectada con todos los usuarios, porque en la novela ya no existen los “ciudadanos”, sino los “usuarios”.  


MM: También eso es un acierto, ¿no? Hoy somos casi todos usuarios de las redes y demás. 


CT: Exacto. Les cuento un poquito: este libro, en realidad, yo lo escribí en 2012 y fue publicado ese año, o sea que ya tiene su recorrido. A mí la ciencia ficción me fascina, siempre me gustó, pero no me animaba a escribirla. Me parece que, por un lado, tiene que ver con los escritores que yo había seguido, los clásicos como Bradbury, Asimov, Orwell, Huxley, etcétera. Y después los argentinos: Gorodischer, Eduardo Abel Gimenez, un genio de la ciencia ficción, entre muchos otros. Creo que, por un lado, tenía ese prurito y, por otro lado, también me pasaba que yo le tengo mucho respeto al género. Sin embargo, hay algo que no sé si llamar menosprecio, pero sí subestimación del género. Muchas veces está esa idea de que es un género menor, de que la dimensión estética no está tan presente como en otros géneros, y yo creo que no. Muchas veces, los grandes referentes de la ciencia ficción tienen una obra muy sólida, con una dimensión estética muy importante, pero que también ponen en evidencia ciertos discursos propios de la ciencia, de las naturales, pero también de las ciencias sociales, que hacen que ese discurso tenga otra impronta. Entonces hay muchos libros que recurren a “informes preliminares”, “manuales”, “diarios de observación científica”…, hay muchos recursos a la hora de escribir ciencia ficción. Son como escenografías que se ponen en juego para lograr ese efecto de sentido. Estamos leyendo algo con ese efecto de verosimilitud, y con esa aura científica, tecnológica. Teniendo este marco me animé a escribirla, y creo que fue una de las novelas que más me costó, más que nada porque cuando se escribe ciencia ficción (no sé si acá en la sala hay gente que también lo ha hecho, después me puede comentar), es un mundo nuevo el que uno tiene que escribir. Acá la tenemos a Laura Ávila como representante de la narrativa histórica: es una realidad que ha existido, hay que documentarlo, investigar… es súper arduo también. Pero ese mundo ya está. En la ciencia ficción hay que construirlo todo. En ese sentido, creo que hay que ser muy minucioso, para que todo cuadre, para que sea lo más verosímil posible. Antes de comenzar a escribir, me hice un croquis de cómo iba a ser ese nuevo mundo, de las diferentes zonas, que en el libro está representado en una ilustración que hizo Pablo Zerda, que obviamente no se parece en nada al mío que soy muy mala dibujando. Ilustró un mapa precioso, y a partir de ese idea, primero visual, de ideas sueltas acerca de cómo iba a ser esa nueva realidad, comencé a averiguar cómo podría ser la vida bajo la tierra, estuve investigando sobre la geología, si es posible vivir mucho tiempo debajo de la tierra… Estuve investigando todas esas cuestiones. Una vez que tuve ese panorama claro me puse con la historia. Y lo que yo quería contar era justamente una historia, una trama; esto de que se produce en el futuro sería parte de la novela, pero no el eje. A veces creo que la ciencia ficción tiene esa tensión. ¿Cuál es el eje? ¿Hablar del problema de los robots? ¿Hablar de la deshumanización? Creo que esos temas son tangentes, pero que lo esencial es el relato. Porque si no, no sería literatura. Entonces traté de ser fiel a eso. No sé si lo logré. 

Hubo un par de episodios que me motivaron a escribir la historia. Por un lado, no sé si se acuerdan de que en el 2012 estaba vigente una premonición de los mayas, acerca de que se iba a acabar el mundo. Luego no sé qué pasó, hubo una especie de desajuste cronológico y decían que el fin del mundo iba a ser ahora, esperemos que no. La cuestión es que en ese momento estaba pronosticado en el 2012. Además, ese año hubo muchos desastres ecológicos, hubo tsunamis, terremotos, incendios, todos muy seguidos temporalmente. Entonces, eso, de alguna manera, acrecentaba esta teoría apocalíptica. Y, por otro lado, también, aparecían las redes sociales, a las que yo entré un poquito más tarde, trataba de no meterme. Creo que ese año entré a Facebook, estaba esa idea de la red social que yo empezaba a transitar. Me llamaba la atención que en Facebook se le dijera “amigo”, a alguien que no conocíamos. Y empecé a jugar con esa idea de cómo sería conectarnos y conocerlos con el otro. Después, me impactó de sobremanera un fenómeno que leí en el diario y que lo tengo acá anotado porque es en japonés: hikikomori. Los hikikomori son un grupo de personas que tienen un determinado hábito de vida. En psicología se habla del “síndrome del hikikomori”, porque son como una especie de “ermitaños modernos”, que viven recluidos en sus casas, sin salir, pero sin que haya una causa externa como la actual,  que debemos realizar aislamiento a causa de la pandemia. Esa costumbre, ese hábito, ya tiene varias décadas. Cobró fuerza en los noventa, y ya hay casi seiscientas mil personas que viven así, más que nada, en Asia. En Corea y en Japón. La noticia del diario que leí se trataba de un adolescente que había vivido cinco años encerrado en su cuarto, conectado a la computadora, sin  querer salir de allí. Por su parte, los padres tampoco activaron nada para poder sacarlo. El chico salió en un estado físico y psicológico terrible y fue internado. Esa había sido la noticia. Eso me impactó mucho, y fue uno de los elementos que tomé para hacer esta novela. Hay un temblor que hace que la gente tenga que recluirse en las profundidades porque el aire ya no se puede respirar. Odeim es el personaje malvado, el ingeniero hace todas estas casas, pero sin comunicación entre sí, por un tema geológico. Y la comunicación se logra mediante las redes. 

Si me tengo que referir a los comentarios de los lectores, veo muy clara la diferencia entre los años pasados y este. Los años anteriores me manifestaban extrañamiento. ¿Cómo puede ser que vivan bajo tierra, que no se vean, que pase todo por la computadora? Los personajes vivían mediante avatares y se relacionaban a partir de ellos en esa ciudad que tenía montañas, tenía olores, había sonidos… Entonces, comentaban que les parecía raro que no se pudieran abrazar, que controlaran las emociones… En cambio, este año observo una identificación por parte de los lectores. “Les pasa lo mismo que a mí, que no puedo abrazar a mi abuela, que no puedo salir a la calle”. A mí es la primera vez que me pasa en la literatura, que haya un cambio tan radical y es muy emocionante y movilizador transitar los diferentes efectos de lectura. Los chicos pasen de  preguntar cómo podía pasar eso,  y de decir que era demasiado imaginativo, a decir que se sienten identificados con la historia, es un gran cambio en  los lectores. Y ahí se ve cómo la misma literatura, la misma obra en diferentes contextos, llega y se interpreta de forma distinta por parte de los lectores.


MM: Bueno, Caro, me dejaste un montón de líneas para tomar. No sé si habrán notado con esta exposición de Carolina, que ella es docente. Está clarísimo. Esto me da pie para hacer algo que hago siempre y cometí el olvido, que es contar un poco de la biografía de nuestros invitados e invitadas. Caro es Licenciada en Letras, Magister en Análisis del discurso, se notó bastante en lo que dijo recién, profesora de la carrera de Edición en Corrección de Estilo, y editora. Yo la conocí cuando todavía era editora en Santillana. Y escritora, no solamente de libros de ficción para niños sino también de libros de Teoría, como por ejemplo Escritos para enseñar, que es todo un recorrido a partir de los libros de texto. Muchos de los títulos que van a ir saliendo, La red del miedo, Cuando llegamos, que lo edité en Amauta (tengo también el pequeño orgullo de que el primero de los libros de Caro, Cerro dulce, el pueblo de la magia, que todavía sigue circulando, fue publicado por Amauta). Nos dejaste un montón de líneas. Una de las que nos dejaste, que la anoté es la de que “en la ciencia ficción hay que inventarlo todo”. Ya es un título para la entrevista…


CT: Hay que inventarlo todo, obviamente, siempre a partir de una base de investigación. Lo que pasa es que eso va variando, según como se posiciona el escritor. Hay escritores que son más “fantásticos”, toman algún suceso científico, y a partir de este hacen una ficción, quizá no tan apegada a ese elemento científico. Y hay otros que no, que son más fieles, investigan más y recrean el evento científico con más rigurosidad, etc. Yo creo que estoy como en el medio, porque empecé con una base y la escritura me fue llevando. Acá hay muchos escritores que me van a entender, porque uno empieza con una idea, pero la escritura te lleva. A mí, con La red del miedo, me pasó un poco eso. Perdón, Mario, que te interrumpí…


MM: No, está perfecto. Acá, Paula Bombara dice que sos Doctora en Lingüística. Yo dije Magister porque soy un poco bruto…


CT: Está bien, soy las dos cosas. Hice la maestría en la UBA y después el doctorado con una beca de CONICET. 


MM: Sos también investigadora de CONICET…


CT: Exacto. Investigadora adjunta. 


MM: ¿Qué estás investigando?


CT: Estamos en un grupo de investigación al que se sumó Paula, en el que estamos analizando los géneros infantiles y juveniles. Más que nada, los géneros editoriales con destinatario infantil y juvenil. Lo planteamos así, porque pensamos que no hay géneros infantiles y juveniles, creemos que todos los lectores, de cualquier edad, los pueden leer, pero pretendemos analizar las configuraciones discursivas de  esos géneros específicos, y las políticas editoriales y ministeriales… Ver ese cruce. Yo ahora estoy trabajando sobre las diferencias entre el soporte libro y soportes digitales en la enseñanza, que es algo que se está pidiendo mucho por este nuevo contexto. Y el otro punto (hay un libro en prensa que la pandemia lo retuvo un poco) sobre lenguaje inclusivo y  ESI, que lo produjimos con Valeria Sardi. Fue muy interesante hacerlo.



MM: Sobre lenguaje inclusivo, vos que sos colaboradora en varias publicaciones, entre ellas la Ñ, tenías una nota muy interesante…

CT: Nunca me insultaron tanto en la vida como en esa nota. Ni siquiera había una bajada de línea para que se hablara el lenguaje inclusivo, porque esa tampoco es mi perspectiva. Lo que hago es analizar el lenguaje inclusivo, los recursos, ver las características, las complejidades en la escritura, etc. El lenguaje inclusivo tiene muchas complejidades, muchas tensiones. Yo por lo menos no tengo nada claro, voy construyendo mi propia perspectiva. Y en esa nota, que era para presentar el tema, por el solo hecho de hablar del tema salieron posturas muy violentas. 


MM: Estabas como en la tribuna de Banfield…


CT: (Se ríe) Claro. 


MM: Para los que no conozcan la interna futbolística, Caro es hincha de Lanús. Tiene esa rareza también… Y esto de la ESI… no hay casualidades. Justo el boletín que estamos pensando en ALIJA va a tener como eje la sexualidad en la literatura infantil y juvenil. No tanto desde la teoría de los libros sobre ESI, que hay unos cuantos, sino sobre todo en la ficción. No sé si lo estuvieron analizando. ¿Por qué pensás que hay tan poco sexo en los libros para niños y jóvenes? 


CT: Creo que tiene que ver con temas tabúes que todavía están muy sólidos. Y creo que también tiene que ver con la ligazón que siempre hay entre la edición y la escuela. Por ahí hay ciertos libros, con ciertas temáticas que hacen que sea  más difícil que entren a las escuelas. En los libros juveniles ya hay un poco más de porosidad, pero sigue habiendo problemas. Creo que Zona Libre es una de las colecciones pioneras en colocar esas temáticas. También puede ser que cuando entra en la escuela el docente no sabe cómo abordarlo. Creo que ahora, con  la ESI va a estar mucho más acompañado. 


MM: Y en este libro que escribieron a cuatro manos y que está en prensa, ¿vos te dedicás al análisis del discurso? 


CT: Valeria es especialista en ESI y en género. Es de la Universidad de La Plata, es una genia; yo aprendí un montón con ella.  Analiza la ESI en diferentes ámbitos educativos… Yo me dediqué más a la parte lingüística, a caracterizar el lenguaje inclusivo, diferenciarlo del lenguaje no sexista, también del lenguaje inclusivo en términos generales, que tiene que ver con incorporar una perspectiva más abierta a los grupos que tradicionalmente fueron marginados, no solamente por el género: los afroamericanos, los pueblos originarios, los adultos mayores… El INADI tiene muchas resoluciones, muchas guías para comunicar en medios, en editoriales, cuidando las formas lexicales para tratar a esos grupos. Lo que planteamos en el libro es que ahí sale el debate de lo políticamente correcto. ¿Yo uso esta forma y ya está? No, el uso tiene que venir acompañado del devenir discursivo. Porque si hablo de “los pueblos originarios”, pero en toda mi explicación los caracterizo como “salvajes” (tradicionalmente, ha estado esa caracterización en los libros de texto), no sirve de nada. Hicimos toda una reflexión, no solo quedarnos con la descripción del fenómeno, sino profundizamos en las tensiones, vimos las dificultades, los problemas… También nos ocupamos de qué pasa con el lenguaje inclusivo y las personas con discapacidad. En eso nos dio una mano Verónica Sukaczer. Creo que el libro va a ayudar mucho a los docentes, más que nada. La otra parte a la que me dediqué tiene más que ver con la escritura. Qué pasa a la hora de escribir en los diferentes medios. Por ejemplo, en la prensa nos dimos cuenta de que en general evitan el lenguaje inclusivo, porque el público que no es adepto al uso del lenguaje inclusivo deja de leer el medio. Entonces apelan a otros recursos. También vimos que hay literatura en lenguaje inclusivo… Y lo que hace Valeria tiene que ver más que ver con los vínculos entre lenguaje inclusivo, ESI a nivel secundario, terciario y en la universidad. 


MM: ¿Cómo se resuelve? Porque este es un tema dificilísimo, acá habemos unos cuentos que escribimos y se presenta la duda. ¿Cómo se resuelve desde lo literario el tema del lenguaje inclusivo? ¿Vos ves mucha literatura, o ves una tendencia a que se haga literatura con lenguaje inclusivo? Más allá de las notas periodísticas o científicas. 

CT: Creo que tiene que pasar siempre por una decisión personal. Me parece que está muy polarizado. El que no lo usa muchas veces es cuestionado por no usarlo. Esa sería una regulación del lenguaje inclusivo que objeta el sentido en sí. En literatura, hay algunos casos de textos escritos con lenguaje inclusivo. Creo que tiene que ver con que la voz narrativa lo activa. No, que sea una imposición, sino un recurso de sentido, sin sentido efectista. Creo que tiene que ver con cada escritor, con cada historia y con cómo va pensando la novela. Hay algunos casos muy interesantes, por ejemplo, el de Ana Ojeda, que escribió una primera novela en lenguaje inclusivo. Después hay casos en teatro, intentando producir un determinado efecto. Por ahí ciertas partes de la obra están en lenguaje inclusivo, para provocar un efecto en el espectador, que a veces, no siempre, se siente identificado. Esto lo vimos en algunas entrevistas. 


MM: Victoria quiere decir algo…


Victoria (niña lectora): Me gustó el libro Aprendiz de héroe. Lo leímos en nuestro
colegio.


CT: ¡Qué bueno! ¿Qué fue lo que más te gustó de Aprendiz de héroe?


Victoria: Las aventuras. 


CT: ¿Las aventuras de Aquiles? 


Victoria: Sí.


CT: ¿Y te gustó el personaje de Violeta?


Victoria: Sí. Mi color preferido también es el violeta.


CT: ¡Qué bueno! ¡Me alegro mucho, Victoria!


Débora Pert: Quería comentar que me parece que estamos en un momento de transición con el tema de ESI. Nada está claro. Soy narradora, estoy en contacto con escuelas, con chicos, y todavía no está claro qué se usa y qué no. Se va probando. 


CT: Exacto. Más en las escuelas. Por eso se nos ocurrió este libro que vamos a sacar por Paidós. Íbamos a sacarlo en la Feria del Libro y se paró todo por la pandemia hasta el año que viene. La idea es instalar el debate. Llevarle al docente herramientas lingüísticas de ESI para poder encarar el tema, porque sabemos que el lenguaje inclusivo irrumpe en las instituciones educativas. Desde la voz de los estudiantes, en los directivos y en los docentes, pero también hay mucha reticencia. Lo que no queremos es decir si está bien o está mal, sino ver la perspectiva del enfoque de género en el lenguaje y tener más argumentos para sostener el debate. La perspectiva de Valeria me complementó mucho, porque había muchas cosas que no sabía. Fue muy enriquecedor. 


MM: María Rosa levantó la mano. 


María Rosa: Ya que sos especialista en Lingüística, ¿irrumpe más en el castellano que en otras lenguas? Y el tema de que hay más activismo en México, en Argentina… El inglés tiene más palabras en neutro que nuestro idioma. 


CT: No soy experta en muchas lenguas, pero el inglés no tiene tantas marcas que exhiben lo que se le achaca al español con el asunto del sexismo. Por ahí las lenguas latinas como el portugués o el español, tienen más aspectos asociados al sexismo. Lo que sí estuvimos analizando también fue que el lenguaje inclusivo en el ámbito hispano, por ejemplo, en España o Latinoamérica, estaba  limitado a los espacios de los estudios de género, o la administración, o la militancia. Acá en Argentina, a partir de las marchas por el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo, empezó a surgir. A partir de la discusión de una estudiante del Pellegrini con Eduardo Feinmann, se armó un revuelo por cómo la trataba él. Y desde entonces, irrumpió en todos los espacios en la Argentina, y también en Chile, con los movimientos sociales del año pasado. Se dio un fenómeno diferente en Argentina. Eso no quiere decir que haya una mayor aceptación. Lo que sí vemos, es que, a diferencia de otros países, en las universidades hay muchas resoluciones que avalan el uso del lenguaje inclusivo. No es que lo imponen, pero aquel que quiere, por una cuestión de tema, de militancia…, puede usarlo. Hace poco hablé con un chico que estaba con una tesis sobre la diversidad de género. Obviamente, ahí lo pedía la misma tesis. Son interesantes esas regulaciones para aquellos que quieran escribir en lenguaje inclusivo, lo que no es fácil. Porque como doy talleres, muchas veces me hacen consultas, y a veces me hacen consultas precisas sobre cómo resolver determinadas cuestiones. Y a veces es difícil. Lo que siempre digo (he sido correctora, me sale la correctora de estilo), es que tiene que ser  consensuado hasta con uno mismo. “Voy a usar tal recurso por tal cosa”. Y reflexionar sobre este recurso, para ver para qué me sirve y para qué no. Si prefiero la “e”, si prefiero la “x”… Yo lo que veo es que la “e” es muy complicada porque cambia la morfología y puede ser difícil de seguir. Quizá la “X” no tenga tanto ese efecto. Pero son decisiones que tienen que ver con la escritura. También está el desdoblamiento, el “todos y todas”, el uso de barras… Ahí lo que se hace  ya no es romper el sistema binario femenino-masculino, sino visibilizar a la mujer. El lenguaje inclusivo siempre despierta pasiones. 


MM: Iba a hablar Lauti…


Lauti (niño lector): Carolina, me gustó Aprendiz de héroe, lo leí y me gustó. Ya sé que te lo dije, pero bueno…


CT: Sí, porque Lauti me mandó un video donde me contó que le gustaba mucho. Lauti, ¿cuál fue el episodio que más te gustó? Porque Aquiles, el protagonista, vive muchas aventuras. ¿Cuál te gustó más? 


Lauti: Cuando Aquiles le regaló un monstruo a Milo. 


CT: Porque le regaló una luciérnaga-monstruo. ¡Muy bien! Yo le contaba a Lauti que mi historia favorita de ahí es Anita de las flores”, que es una señora que inventa aromas, y que me gusta mucho porque me hace acordar a mi mamá que siempre anda con flores. Me alegro mucho que te haya gustado. Gran lector, Lauti. Gran lector. 


MM: Ahora sí, Débora…


Débora Pert: Si podés reiterar el título del libro del que estás hablando.


CT: Lo que pasa es que no salió todavía. Se llama Lenguaje inclusivo y ESI en las aulas. Aportes teórico-prácticos para un debate en curso, editado por Paidós, nos dijeron que el año que viene. Les cuento esto: en general, todos los libros dedicados a la educación pospusieron edición o publicación para el año que viene.

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