Gianni Rodari: un escritor fantástico
Por Débora Pert*
Giovanni "Gianni" Rodari nació Omegna el 23 de octubre de 1920 y falleció en Roma, el 14 de abril de 1980. Hijo de padres panaderos y huérfano de padre desde los nueve años, fue criado a partir de entonces por una tía y después educado en internados y seminarios. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, finalizó sus estudios de Magisterio y comenzó a trabajar como periodista en el diario Cinque Punte. Fue escritor pedagogo y periodista. Como pedagogo realizó una gran labor siempre al servicio de la renovación educativa.
A través de su obra Gramática de la fantasía, que es el principal exponente de las ideas que surgen usando técnicas simples para que chicos y grandes pudieran escribir sus propias historias, produjo una gran innovación mediante algo que, aunque hoy nos resulta obvio, a mitad del siglo XX –en la época de "la letra con sangre entra"– para muchos debió ser revolucionario: había que respetar a los niños y no tratarlos como si fueran tontos, pues sólo eran pequeños.
Aparentemente en el título de este libro hay una contradicción pues una gramática es una ley y la fantasía no se atiene a normas. Pero, si hasta el caos sigue una pauta, por compleja que sea, ¿por qué no ha de tenerla la fantasía?
En la Feria del Libro Internacional soy la encargada de adquirir los libros LIJ para la Biblioteca Popular Sudestada. Siempre compro algunos que sean interesantes para los mediadores de lectura. Uno de los primeros que compré fue Gramática de la Fantasía, un libro que nace de la experiencia del autor como maestro de escuela, cuando anotaba en una carpeta, no las historias que contaba, sino cómo nacían, los trucos que descubría (o creía descubrir), para poner en movimiento palabras e imágenes.
Siempre creyó en el enorme poder de las palabras. Para Rodari, una palabra lanzada a la mente de un niño era como un guijarro lanzado a un estanque: la piedra entraría en el agua formando unas ondas que moverán todo lo que hay en el estanque. Así el efecto de la palabra, igual que el de la pequeña piedra, llegaría mucho más lejos de lo que parecía y pondría en marcha procesos inesperados.
Rodari modernizó las técnicas pedagógicas estimulando la fantasía y la creatividad, y tuvo por lema una pregunta: "¿Vale la pena que un niño aprenda llorando lo que puede aprender riendo?".
Debo confesar que recién lo descubrí hace veinte años, cuando mi niñez había quedado atrás hacía rato, pero estaba muy interesada en la literatura infantil y juvenil, porque no solo era narradora, sino que dictaba algunos cursos. Siempre buscando más bibliografía lo descubrí y me enamoré de sus ideas. ¡No era yo la única que pensaba que había que acostumbrar a nuestros pequeños lectores a pensar diferente (que no era otra cosa que instarlos a pensar mejor) para que fueran capaces de construir un pensamiento autónomo!
Rodari encontró y nos transmitió en este libro una serie de “operaciones de la lógica fantástica” para construir auténticos artefactos literarios eficientes, cuentos potencialmente iluminadores y divertidos dirigidos a un público que cumple con la primera norma del buen lector: la suspensión de la incredulidad.
Hace algunos años, la Biblioteca Popular Saavedra había sufrido una inundación y muchos colegas colaboraron para salvar libros y reordenarlos. Hubo un intercambio de libros y algunos, que estaban repetidos, iban a ponerlos a disposición de los socios en una mesa de saldos. Y allí descubrí dos joyitas: Cuentos escritos a máquina y Cuentos para jugar. Ambos me llamaron la atención, no solo por haber sido escritos por él, sino por lo similar en el diseño de la cubierta. Estaban editados por Alfaguara.
Cuentos escritos a máquina son veintiséis cuentos que habían aparecido semanalmente en el diario “Paese Sera” a partir de agosto de 1972. Algunos de ellos “Los misterios de Venecia o Por qué a las palomas no les gusta la naranjada”, “Extraños azares de la Torre de Pisa”, “¿Para quién hilan las tres viejecitas?”, donde plantea y describe situaciones llenas de humor, imaginación y fantasía, para ofrecernos su visión crítica y desbordante de ironía del mundo donde vivimos.
Cuentos para jugar son veintiún cuentos que ofrecen tres finales distintos para que el chico elija cual prefiere (¿habrá tomado la idea de ellos María Inés Falconi para escribir Elige tu propia aventura?). No tiene prólogo, sino que a continuación del índice, describe qué tiene que hacer el lector. “El lector lee, mira, piensa y si no encuentra un final a su gusto puede inventarlo, escribirlo o dibujarlo por sí mismo”. Y luego de todos los cuentos están “Los finales del autor” donde explica qué final elije para cada cuento y por qué. Propone un lector activo, que culminará la obra.
En su empeño por encontrar una “fantástica”, una ciencia de la fantasía, Rodari puso a nuestra disposición una enorme cantidad de procedimientos de transformación de cualquier material en material fantástico (prefijo arbitrario, error creativo, hipótesis fantástica, inversión premeditada del tema del cuento, binomio fantástico...). Esos procedimientos los recogió a lo largo de su vida de las fuentes más variadas e inverosímiles (Max Ernst, Novalis, la lingüística de Jakobson, la semiótica de Eco, la filosofía de Dewey, la matemática de Garaner, el arte de Klee, el dadaísmo de Tzara, el surrealismo de Breton...) para inventar historias divertidas hay que aplicarse con seriedad, conscientes de que cuanto más divertida es una historia, más útil resulta. La clave está en usar las palabras con un pie en la gramática y otro en la parodia y en domesticar al azar y civilizar el significado, sin limitar las posibilidades del absurdo.
La pedagogía de hoy le debe mucho a todo lo desarrollado por Gianni Rodari.
Bibliografía:
Gramática de la fantasía –Gianni Rodari –Ed. Colihue
El rinconcito de Esther
José Casanova Lorente
7 Calderos Mágicos
CeDIE
* Débora Pert es narradora de cuentos. Coordinadora del Sector Infantil y Juvenil en la Biblioteca Popular Sudestada. Coordinadora del Rincón de Libros en la ONG Leamos un Libro. Escribió “El ovillo de Ariadna”, publicado por la Editorial Muchas Nueces
Hermosa toda la obra de Rodari.
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