Boquitas pintadas, de Oscar Araiz y Renata Schussheim: de las palabras a la danza, con puntaje perfecto

La obra de Manuel Puig tiene un hermoso correlato bailable a cargo del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín.

Una escena de "Boquitas pintadas", por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Foto: Prensa TGSM

Por Laura Falcoff

Con qué buen pie –y disculpas por lo obvio de la analogía- comenzó el Ballet Contemporáneo del San Martín su temporada 2022. Después de Cantata, del italiano Mauro Bigonzetti, que se estrenó en marzo pasado y continuó con gran éxito hasta fines de abril, la compañía que dirigen Andrea Chinetti y Diego Poblete acaba de llevar a escena el proyecto mayúsculo de Boquitas pintadas.

Esta obra, cuya dirección comparten Oscar Araiz y Renata Schussheim, fue creada para el Ballet del San Martín en 1997 y se basó en la novela homónima del escritor argentino Manuel Puig (1932-1990).

Con recursos que podrían describirse como experimentales, Puig escribió un relato pueblerino ubicado a fines de la década del ’30 y para el que utilizó sólo fuentes y citas diversas: cartas, descripciones de álbumes de fotos, monólogos interiores, artículos de revistas de modas, la crónica de una fiesta de la primavera, los vaticinios de una gitana adivina, un diálogo telefónico, un radioteatro.

Boquitas pintadas, una creación de Oscar Araiz y Renata Schussheim, sobre el libro de Manuel Puig. Foto: Prensa Teatro San Martín

Boquitas pintadas, una creación de Oscar Araiz y Renata Schussheim, sobre el libro de Manuel Puig. Foto: Prensa Teatro San Martín

Infinidad de voces

No hay un narrador en Boquitas pintadas, en absoluto, sino aquellas múltiples voces que como en un rompecabezas terminan por completar una historia que en sí misma es casi banal. Con este mismo enfoque de rompecabezas y de diferentes puntos de vista Araiz y Schussheim adaptaron la novela, transformando a la vez ese extraordinario material literario en un igualmente extraordinario material escénico.

Es el lector el que organiza, a medida que lee, esa historia creada por Puig con tan diferentes perspectivas. El espectador hace lo mismo con la Boquitas pintadas de Oscar Araiz y Renata Schussheim, mientras pasan frente a sus ojos esos fragmentos dispersos aunque conducidos por un hilo tan invisible como firme.

En la versión original de 1997 hubo actores además de bailarines y los textos grabados en aquel momento, tomados del libro de Puig, están nuevamente en esta versión.

Un elenco sólido para "Boquitas pintadas", que puede verse en el San Martín. Foto: Prensa TGSM

Un elenco sólido para "Boquitas pintadas", que puede verse en el San Martín. Foto: Prensa TGSM

El registro de un folletín

El retrato que hace la novela de personas hundidas en la pesada monotonía de ese pueblo ficticio de la provincia de Buenos Aires tiene los colores de un folletín; son personajes, casi todas ellos, egoístas, mentirosos o pusilánimes y como en un buen folletín están en el borde mismo de la caricatura.

Este registro folletinesco fue adoptado por los directores de la versión escénica. Sin embargo, igual que en la novela, hay aquí también, emociones auténticas, dolor, miedo, frustraciones y la triste conciencia de los sueños inalcanzables.

Todo esto palpita en el escenario; es cierto que con algunos trazos de humor e ironía, pero igualmente con una especie de cariño por esos seres perdidos cada uno a su manera.

Una escena de "Boquitas pintadas", el texto de Manuel Puig llevado a escena por el Ballet Contemporáneo del San Martín. Foto: Prensa TGSM

Una escena de "Boquitas pintadas", el texto de Manuel Puig llevado a escena por el Ballet Contemporáneo del San Martín. Foto: Prensa TGSM

Aunque Boquitas pintadas tiene una dirección compartida, seguramente la concepción coreográfica, de una construcción perfecta, delicada y fuerte como un encaje, sea sólo de Oscar Araiz. Y el exquisito vestuario, que recrea la hermosa moda de aquella época, sea sólo de Renata Schussheim.

El importantísimo rol del Ballet

El Ballet del San Martín profundiza aún más en este estreno sus capacidades interpretativas.

Boquitas pintadas es una obra tremendamente exigente en este aspecto y los bailarines del primer elenco (habrá cuatro repartos distintos) hacen un trabajo superlativo en todos los sentidos.

Imposible nombrar a todos, pero sería injusto no mencionar en particular a quienes hacen los personajes principales, todos ellos en un nivel expresivo muy, muy alto: Emiliano Pi Alvarez como ese vacuo donjuán que es Juan Carlos; Ivana Santaella, la sufrida Nené; Fiorella Federico, una Mabel seductora y mezquina.

También Manuela Suárez como Celina, la odiosa hermana de Juan Carlos; Carolina Capriati, en el rol de la sacrificada Viuda; la Gitana ominosa que hace Paula Ferraris; David Millán como el despreciable Pancho y la conmovedora Raba, interpretada por Lucía Bargados.

También sería injusto mencionar algunas escenas y no otras: pero ¿cómo no referirse al menos a la demoledora escena de la Gitana, que lee las cartas de su destino a Juan Carlos? ¿O la escena de los pensamientos de Juan Carlos cuando regresa en ómnibus a su pueblo? ¿O el desgarrador monólogo de la sirvienta Raba? Geniales.

¿Qué queda? Agradecer a todos estos artistas, de Manuel Puig hasta aquí. Estamos frente a un arte auténtico, tenaz, hecho de imaginación, trabajo y compromiso sin otras consideraciones.

Y finalmente, no es absolutamente imprescindible, pero sí aconsejable leer la novela de Puig antes de ver la obra. Son un poco más de doscientas páginas y una satisfacción segura que se consigue usada por un precio irrisorio en un sitio muy conocido de internet.

Ficha

Boquitas pintadas

Calificación: Excelente

Dirección: Oscar Araiz y Renata Schussheim Música: tangos y valses de época y un diseño sonoro de Edgardo Rudnitzky Elenco: Ballet Contemporáneo del San Martín dirigido por Andrea Chinetti y Diego Poblete Teatro: San Martín, Corrientes 1530 Funciones: viernes, sábados y domingos a las 20, hasta el 17 de julio 

WD

Fuente: Clarín

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