Homenaje a Almudena Grandes en la Feria del Libro: el emocionante discurso de su editora y amiga en Argentina
Con la sala colmada y la voz quebrada, Paola Lucantis recordó a la escritora española fallecida con profundas palabras. Los momentos de escritura, las visitas a Buenos Aires a “lo rockstar”, la militancia, las noches de copas y cómo “defendió a los perdedores, les dio voz a las mujeres, los viejos y los caídos”. Aquí, el discurso completo.
Participa: Luis García Montero, Paola Lucantis y otrxs
“Almudena es tierra en las manos. Me quedé pensando durante horas en esa imagen tan precisa. Tener esa tierra en las manos como símbolo de su memoria en Argentina”. La que habla es Paola Lucantis, la editora argentina sobre la escritora y periodista española fallecida Almudena Grandes. Su autora. Su amiga. En ese instante en que los presentes quedan con el corazón suspendido, palpando la nostalgia y las lágrimas del auditorio comienzan a brotar. Y Luis García Montero, su esposo, hace gestos para contener lo incontenible. Con la voz entrecortada y sorteando las emociones, Lucantis abre el homenaje en la Feria del Libro a la autora de El corazón helado, Las edades de Lulú, Te llamaré Viernes, Las tres bodas de Manolita, entre otras.
Con la sala Adolfo Bioy Casares colmada -tanto que había personas de pie y otras, sentadas en el piso- y tras agradecer la presencia de la embajadora de España, María Jesús Alonso; a Luis Marina, consejero cultural; a Coca Morazo, directora del Centro Cultural España en Buenos Aires y todo su equipo; a la Feria del Libro de Buenos Aires; a Carmen de la Osa y a Piedad Montero por sus lecturas; a Diana Fernández Irusta y a su querido Luis García Montero, Lucantis dice sus sentidas palabras, en la ciudad que tanto quería Grandes -y Buenos Aires a ella- y en la que también, se sacaron la última foto juntas.
La escritora y periodista española Almudena Grandes
El discurso completo
Gracias por invitarme a participar en este homenaje a una autora que amaba venir a la Feria del Libro.
Durante varias semanas pospuse el momento de escribir este texto, dudaba sobre el tono y la elección de los recuerdos. Lo releí varias veces intentando eliminar toda la sensiblería posible. Salir de la anécdota. El texto era correcto, contenido. Se lo di a leer a dos amigas que conocían mi relación con Almudena y una me respondió: soltalo. Almudena es tierra en las manos. Me quedé pensando durante horas en esa imagen tan precisa. Tener esa tierra en las manos como símbolo de su memoria en Argentina.
Entonces me dejé llevar por muchos recuerdos. Y no había manera de no caer en la anécdota. Recordar a Almudena era recordar cientos de momentos juntas, no solo referidos a su escritura y nuestra relación profesional, de casi 17 años. También era recordar ese lazo personal, esa confianza y complicidad. Su energía arrasadora. Su capacidad de observar. Su amistad. Su talento. Tierra generosa y fértil.
Claro que en mi rol de editora debía contarles algo de su paso por Argentina, porque para eso me habían convocado, y de esa relación tan estrecha que construyó con sus lectores.
Almudena Grandes llegó por primera vez Buenos Aires, como escritora, cuenta la gente del centro cultural España, al ICI, Instituto de Cooperación Iberoamericana (en el subsuelo de la calle Florida) en 1993, de la mano de su siempre editorial Tusquets, después de haber ganado el Premio de novela erótica La Sonrisa Vertical con Las edades de Lulú. La novela que contaba los efusivos años 80 en España y que se tradujo a más de 20 idiomas, que Bigas Luna adaptó al cine y que fue el comienzo, por cierto muy exitoso, de la carrera literaria de Almudena.
En 1991 publicó la novela Te llamaré viernes, luego vinieron Malena es un nombre de tango en 1994. En 1998 Atlas de geografía humana. Sus libros circulaban de manera tímida pero los lectores esperaban cada nuevo libro como quien espera noticias de un pariente. Luego, Los aires difíciles en 2002 y en 2003 Mercado de Barceló que reunía sus artículos publicados en El País.
En marzo de 2004, (cuando yo era una niña) Almudena anuncia su viaje a Buenos Aires para presentar la novela Castillos de cartón. Mariano Roca, el entonces director de Tusquets me llama y me propone trabajar la prensa de su visita.
Es el año en que conocí a Almudena y Luis.
La editorial Tusquets en Argentina estaba dirigida por Mariano y Santiago Roca, dos grandes editores y amigos de Almudena que estuvieron al frente de la editorial hasta su fusión con Grupo Planeta en 2014. Cada vez que Almudena venía a Buenos Aires era una fiesta. Y nos preparábamos con la misma ansiedad con la que la esperaban sus lectores. Eso sí, armábamos botiquin de antiácidos porque el rally de tragos y comidas nos dejaba a la miseria. A nosotros. Ella nos aventajaba en todo. Siempre.
En esa ocasión la acompañaron Angélica Gorodischer y Marcelo Birmajer. No había mucho público, digamos todo. Sin embargo, la prensa era un infierno. Decenas de periodistas llamaban para entrevistarla. Paciente, ella posaba para cada foto y en secreto me decía: es mejor entregarse así terminamos pronto. Su paso por Buenos Aires fue un éxito y conquistó a periodistas, fotógrafos, y libreros.
En el año 2007 llegó El corazón helado. Un libro de 1000 páginas que podía amedrentar a cualquier editor. Con Mariano Roca nos miramos con pavor! Repito: el libro tenía 1000 páginas!!. Durante algunos meses se vendía lento pero nosotros confiábamos. Claro, casi todos los que trabajábamos en Tusquets éramos hijos o nietos de españoles y ese corazón helado estaba en nuestras casas, en las historias de nuestros padres y abuelos. Un libro monumental que nos permitía entender las heridas de tantas familias. La historia. La literatura entonces era también resistencia y memoria.
Una mañana cualquiera de ese 2007 sonó el teléfono de la vieja oficina de Tusquets en la calle Venezuela. El corazón helado estaba agotado. Un par de periodistas lo estaban leyendo en la radio y fue una ola expansiva. Corrimos a reimprimir y a reimprimir. El libro de 1000 páginas se vendía como pan caliente. En Argentina.
Desde ese momento algo cambió. Sus siguientes visitas a Argentina fueron categoría “rockstar”, así le decía yo y ella se reía. Pero era verdad. Abrir la agenda de Almudena era recibir toneladas de pedidos imposibles de cumplir, y buscar lugares para las presentaciones cada vez más grandes. La Biblioteca Nacional, el teatro Don Bosco en San Isidro, el Día de España en la Feria, el Malba. Filas y filas de lectores con sus libros bajo el brazo para que Almudena se los firmara. Cada una de esas personas se acercaba con el libro subrayado, con fotos de sus abuelos, con cartas de parientes exiliados durante el franquismo, con miles de historias personales que encontraban el retrato de su propia historia en las palabras que Almudena había podido darles.
En los años de la crisis española Almudena escribió Los besos en el pan. Ese Madrid solidario y triste era también Buenos Aires y su gente. Y besar el pan era una tradición bastante conocida para los argentinos. Al igual que las crisis.
Después vinieron los Episodios de una Guerra interminable. Y debo confesar una infidencia. Cada nuevo libro de Almudena que recibía, lo primero que hacía era mirar la dedicatoria, siempre a Luis, porque nunca era suficiente. Entonces les avisaba a mis amigas Carolina y Paulina, y solo les decía: otra vez a Luis. Y moríamos de amor, por cursi que parezca.
Con ese mismo amor, no tenía ningún reparo en interrumpir, respetuosamente, una entrevista para atender un llamado desde su casa en Madrid. Sus hijos que se peleaban, Elisa que no quería hacer la tarea, el dentista dando el parte de la consulta. Su maternidad nos abrazaba a todos.
Una escritora ambiciosa y comprometida. Recorrió el mundo entero de la mano de sus libros. De sus traducciones y de las miles de participaciones en festivales y ferias. Recibió los premios más importantes a la literatura contemporánea: el Sor Juana, el iberoamericano de novela Elena Poniatowska, el premio de la crítica de Madrid, el premio Nacional de Narrativa, entre varios más.
Rigurosa en sus investigaciones históricas. Detallista en su mirada sobre la vida cotidiana de la gente común y corriente. De los que vamos a pie.
Observadora tenaz de los contextos sociales y políticos, deslumbraba por su pensamiento inteligente y sensible a la vez. Una síntesis poco frecuente.
Generosa con cada uno de los que tuvimos el placer de trabajar con ella: editores, jefes de prensa, periodistas, fotógrafos, críticos literarios, libreros y libreras, vendedores. Ella entendía y respetaba cada eslabón y cada tarea. Y nos lo hacía fácil.
Con esa energía vital y esa sonrisa tan auténtica recorrió librerías, participó en campañas para la promoción de la lectura junto a la CONABIP, fue jurado del Premio Clarín de novela, tomó el té con un grupo de fans en Córdoba, caminamos juntas las calles de Balvanera para chequear parte de los paisajes donde transcurre Los pacientes del Dr. García.
Una mujer consecuente con sus pensamientos e ideales, que defendió a los perdedores, que le dio voces a las mujeres y a sus deseos, que no se olvidó de los viejos ni de los caídos. Y que siempre, siempre, tuvo lugar para las historias de amor.
Lulú, Malena, Inés, Benito, Nino, Pepe, resisten. Somos cada uno de sus personajes, porque fue Almudena quien nos enseñó también a creer en la memoria colectiva.
La última vez que nos visitó apoyó la campaña para la legalización del aborto, participó en un acto en la embajada de España, firmó libros en una librería de Recoleta. Comimos en una parrillita de San Telmo y nos enseñó las canciones para las marchas del 8M. Hablamos sobre feminismo, política y fútbol, claro que sí. El Cholo y el Atletic.
El domingo antes de volver a España me pidió que la acompañara al Parque de la Memoria.
Poco tiempo después supe que estaba enferma. Hablamos varias veces durante la pandemia. Estaba animada. Le conté de varios proyectos que tenía en mente. Me dio consejos. Y me hizo un regalo muy especial.
Ahora sé que esa foto que nos tomamos en el Parque de la Memoria es también nuestra última foto juntas.
Gracias.
Fuente: Infobae
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