La infancia fugitiva de Nika Turbiná
Hoy se cumplen 20 años de la muerte de la poeta rusa Nika Turbiná. La recordamos con ésta nota de Maria Pía Chiesino, a la que se agregan algunos de sus poemas reunidos en La infancia huyó de mí, publicado por Editorial Llantén en 2018.
Por María Pía Chiesino
Hay distintas palabras que pueden asociarse con la figura de Nika Turbiná: vértigo, precocidad, fugacidad, prodigio…
Vértigo, me parece, es la que hace mayor justicia a la historia de su vida y a su obra poética.
Fue vertiginosa su poesía, y la edad que tenía cuando la escribió.
Fue vertiginoso su recorrido por los canales de televisión de la Unión Soviética.
Fue vertiginosa su trascendencia en Europa y lo fue el premio en Venecia.
Fue vertiginosa su muerte.
Una tarde de invierno, en 2019 (el año anterior a que el mundo como lo conocimos estallara por los aires), me llegó una foto por whatsapp. Era la página de un libro. En la página había un poema. Me la mandaba un amigo que estaba en plena lectura.
A la imagen se agregaba un dato inquietante: la autora del poema tenía menos de diez años y había nacido en Crimea en 1974.
De esta manera, vertiginosa también, llegué a la lectura de Nika Turbiná, Nikusha.
Cerca de mi trabajo hay una librería grande. Llamé por teléfono para saber si estaba el libro. Estaba. Fui a comprarlo en cuanto salí.
Esa noche, cuando llegué a mi casa, lo único que pude hacer fue leer ese libro.
El título, La infancia huyó de mí, cita el último verso del poema “Arrúllenme”, que conmueve desde el título, si pensamos que lo escribió a los ocho años, y que el miedo a ahogarse mientras dormía (era asmática), la llevó a padecer el insomnio durante el que escribió gran parte de su obra poética:
Arrúllenme
Arrúllenme, háganme dormir,
cúbranme con una manta
para que sienta calor,
engáñenme con una canción de cuna,
por la mañana regálenme sus sueños,
los dibujos donde el sol
es más azul que la madrugada,
pónganlos debajo de mi almohada
antes del amanecer,
pero no esperen, oigan, no esperen…
La infancia huyó de mí.
Los poemas escritos por Nikusha antes de cumplir diez años hacen un recorrido temático que va desde los que les dedica a su madre y su abuela (y que podrían hacer pensar casi en una tarea escolar que, por supuesto, desmienten), hasta los que se refieren a la contemplación del mundo que la rodea: la luna, la lluvia, los animales.
Finalmente hay una zona de su poesía que nos enfrenta con las preguntas que se hacía en esos primeros años de su corta vida: “¿Quién soy?”, “Qué quedará después de mí”.
Cuando tenía diez años, Nika Turbiná “fue descubierta” por Evtushenko, que la alentó a publicar su obra. Así se editó Cuaderno borrador, que llegó a vender 30.000 ejemplares. . El título se asociaba a la más que cuestionable opinión del poeta ruso, que veía en la infancia un borrador de la vida adulta.
A los doce años Nika dejó de escribir y Evtushenko dejó de prestarle atención. La naranja de la “niña prodigio” ya no daba jugo.
Un año antes, en el Festival Internacional de Poesía de Venecia, había recibido el León de Oro (la otra rusa que lo había ganado era Ana Ajmátova, a los sesenta años).
Con un hermoso sentido común infantil, meses después de recibir el premio usó la estatuilla para romper cáscaras de nuez y convidarle a un amigo de su edad, que estaba de visita en su casa. Esa imagen de Nikusha rompiendo nueces es un relámpago de inocencia, que nos ayuda a mirarla como la niña que era, más allá de la profundidad espiritual, y del alma angustiada, que se evidencia en lo que escribía.
En la década del noventa retomó la escritura, pero la repercusión no fue la misma.
En la adolescencia comenzó a tener trastornos nerviosos, que junto con el consumo excesivo de alcohol, la llevaron a tomar la decisión de internarse en una clínica de recuperación suiza.
Nika resolvía esos asuntos por su cuenta: había abandonado la casa de su madre cuando ésta decidió casarse nuevamente, y tener otra hija.
En Suiza conoció a un psicólogo sesenta años mayor que ella (que tenía dieciséis) con el que se casó. El matrimonio duró muy poco, y ella se refería a la experiencia como a algo “demasiado hermoso y trágico, como una rosa pisoteada”.
Regresó a Rusia y el alcohol volvió a ser un problema. En 1997 sobrevivió a la caída del balcón de un quinto piso, a la que siempre se refirió como si hubiera sido un accidente.
Finalmente, un 11 de mayo de 2002 la caída desde una ventana se repitió, pero esta vez fue definitiva. Hoy se cumplen, entonces, veinte años de la muerte de Nika Turbiná, a los veintisiete años de edad.
Le lectura de sus poemas sigue siendo conmovedora e impactante. Y es inevitable pensar la relación de lo que dicen, con la edad que tenía cuando “le llegaban”, (según le dijo a su abuela), y los dictaba, cuando aún no sabía escribir.
En YouTube hay algunos videos en los que se la ve y se la escucha recitar sus textos. A la luz de su historia posterior, son imágenes tristes, a pesar del entusiasmo de su voz. Me hacen pensar en “el niño triste”, al que se refiere Adorno (cuando escribe sobre Ravel) en uno de los textos de Reacción y progreso, para hablar justamente de los llamados “niños prodigio”. Dice además: “De ahí procede quizá su juego de máscaras, se enmascara como por una vergüenza, que las formas de las que extrae su vida no le permiten vencer” (…) “tener todo esto y sin embargo estar inexorablemente encerrado en límites naturales”.
Dejo para el final algunos de los poemas que dan cuenta del enorme talento de Nikusha Turbiná. Esos poemas que nos acercan a una infancia habitada por fantasmas que, por lo general, llegan a la vida de las personas en la adultez. Cuando llegan.
¿Saben escuchar la lluvia con los dedos?
Es muy fácil.
Toquen con la mano la corteza del árbol,
temblará bajo sus yemas
como un caballo mojado.
Toquen con la mano
el vidrio de la ventana por la noche,
¿lo escuchan?
Le teme a la lluvia
pero debe protegerme
de las gotas.
Las acariciaré con mis dedos
a través del cristal.
¡Lluvia!
Puerta,
escuchame puerta,
¡dejame salir!
El murmullo de los ríos invadió la avenida.
Quiero escuchar la lluvia con los dedos
para componer música.
(1981)
La lluvia, La noche. La ventana rota.
La lluvia. La noche. La ventana rota.
Y los trozos de cristal
congelados en el aire
como las hojas
que no alcanza el viento.
Y de pronto, el estrépito…
Exactamente así
se rompe la vida de una persona.
(1981)
A mamá
Me falta
tu ternura
como el aire
al pájaro moribundo
me falta
el temblor inquietante
de tus labios
cuando estoy sola.
Me falta
la chispa alegre
de tus ojos
que al mirarme
lloran.
¿Por qué en este mundo
el dolor es tan negro?
¿Será porque estás sola?
(1981)
Los caballos en el campo
Los caballos en el campo,
el pasto alto.
Los caballos en el campo
bajo la luz de la madrugada.
El rocío corre rápido,
tiene que saciar toda la hierba
antes de que amanezca.
Los caballos en el campo,
el chasquido de sus cascos.
El relincho silencioso,
el roce de la montura.
El sol como un globo
alejándose de la Tierra,
tiende hacia las crines
sus dedos calientes.
Los caballos dejarán el campo
pero hasta la noche
en el pasto aplastado
quedarán las huellas
de sus cascos.
(1981)
El nacimiento del poema
Son pesados mis poemas:
piedras cuesta arriba.
Las llevaré
hasta el pie del monte,
caeré con el rostro en la hierba
no habrá lágrimas suficientes.
Romperé la estrofa
y llorará el verso.
La ortiga
se clavará con dolor
en mi mano.
La amargura del día
se convertirá en palabras.
(1982)
¿Quién soy?
¿Con los ojos de quién miro este mundo?
a los amigos, los parientes, los animales,
los árboles, los pájaros?
¿Con los labios de quién libo el rocío
de la hoja caída en la vereda?
¿Con los brazos de quién rodeo esta tierra,
tan indefenso y frágil?
Pierdo mi voz entre las voces de los bosques,
los campos, las lluvias, la ventisca, la noche
¿Entonces, quién soy?
¿En quién debo buscarme?
¿Cómo responder a todos
con la voz de la naturaleza?
(1982)
Algo más sobre Nika Turbiná, acá: https://www.jotdown.es/2012/04/nika-turbina-historia-de-un-destello/
La infancia huyó de mí
Nika Turbiná
Traducción de Natalia Litvinova
Editorial Llantén, 2018.
En ocasiones como estas uno cae en el precipicio oscuro y sin fin de su ignorancia con respecto al todo...No la conocía ni por nombre, y es una grata sorpresa saber de ella...Tuve la misma sensación como la que cuando conocí a Rimbaud, que no encontraba manos amigas...En este caso una mano amiga me llevó hasta ella, y este comentario es en agradecimiento por eso...Tremendo semblante de una poeta y su obra...
ResponderBorrarNo había visto este comentario en su momento. ¡Muchas gracias!
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