Paula Bombara y Verónica García Ontiveros: “Lo mágico de la literatura es que todo está bien”
En esta primera parte del segundo encuentro acerca de los libros para niños y jóvenes que tomaron Malvinas como tema central, hablamos con las autoras de dos bellas novelas: La lista, de Verónica García Ontiveros y La tía, la guerra, de Paula Bombara. Hablamos, por supuesto, de la guerra y de contextos políticos que la posibilitaron entonces y que hoy la traen de vuelta a la charla cotidiana. Y hablamos, sobre todo, de literatura.
Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Renovada alegría de encontrarnos presencialmente. Como decíamos recién con Paula Epstein, anfitriona de lujo de la Roffo, estamos remando para que la gente vuelva a salir de sus ámbitos personales y se acerque a los encuentros presenciales. Incluso con gente joven, de la universidad. En encuestas que se han hecho dicen que las dos terceras partes prefieren seguir con la virtualidad. Increíble, pero así es. De a poco nos vamos juntando. Este es el segundo encuentro, y es una alegría tener acá a Pau y a Vero, escritoras, queridas amigas, compañeras del Colectivo LIJ, compañeras de ALIJA… Falta que vayamos a la cancha juntos. ALIJA también es parte de la organización de estos encuentros. Junto con Bibliotecas para armar, la Asociación cultural Biblioteca Roffo. Paula y Verónica son las autoras, y por eso las convocamos especialmente, de dos novelas que toman el tema de Malvinas: La tía, la guerra, para chicos de ocho años en adelante, según la clasificación que leo, y La lista, de Estrada… está por ahí la editora… ¿La roja para qué edad es, Kari?
Karina Echevarría (editora de Estrada): A partir de once años. Sobre todo para los libreros…
MM: Claro, para libreros y algunas maestras y bibliotecarias. Las dos novelas salieron hace muy poco, Empiezo con una pregunta para las dos por igual. ¿Cuál es el origen? ¿Por qué escribir una novela que no es solamente de Malvinas sino de muchas otras cosas, pero por qué, en especial, escribir La lista y La tía, la guerra?
Paula Bombara: La tía, la guerra, surgió de una pregunta. Yo estaba (sigo estando) en un proyecto más ambicioso, que está más relacionado con la posguerra que con la guerra en sí. Y dentro de ese proyecto hay una escena que mi protagonista ve de lejos: una madre que logra despedir a su hijo, que ya está deshauciado, en el hospital de campaña de Comodoro Rivadavia, el que se montó en la pista del aeropuerto. Entonces me pregunté qué habría sido de esa madre con el paso del tiempo. Y ahí surgió La tía, la guerra. Traer a la tía al presente, contar la descendencia de esa familia. Esa madre que perdió su hijo en la guerra creció, maduró, envejeció. Quise vincular la historia a la vida de hoy. Es su sobrina nieta, su sobrinito bisnieto y todo lo que va compartiendo con ellos lo que sucede en La tía, la guerra.
MM: Bien, me deja una línea para preguntar después, pero volvamos a Vero. ¿Por qué ese primer “no”, luego fue un “sí” con la novela?VGO: Pasaron unos meses más con el cuento. Yo tengo una novela más corta, previa, que había escrito con mucho más tiempo, con años de escritura. Y para que esto fuera una novela y que además entrara dentro de lo que podía ser publicado este año, estaba muy cerca de la fecha y me iba a implicar un tiempo intenso de escritura. Lo que pasó es que ciertas circunstancias, relacionadas al derrotero de buscarle casa a los proyectos me motivó.
Sobre la frustración de otro proyecto me puse a escribir la novela. Fue casi una rebeldía.
La lista, para mí, es una excepción. Es una novela que se volvió realidad en un tiempo récord. No solo de escritura sino de edición. No todos los caminos son así, las frustraciones en otros proyectos suelen ser muchas en general para quienes escribimos. Entonces contacté a personas que creí que les podía interesar y había una posibilidad de publicación… El desafío tenía que ver con cómo hacer que un cuento creciera, se enraizara, se enramara, floreciera como una novela. De hecho no sabía que eso iba a ser un primer capítulo. Pero bueno, aproveché mis vacaciones para reflexionar mucho acerca de qué estructura de novela quería. Y cuando apareció la estructura, empecé a escribir.
MM: Y ahí está La lista.
PB: Es impresionante eso. Cómo, cuando encontrás la estructura, el texto fluye.
MM: Es lo básico. Creo que es lo que vertebra, la estructura. Después, la verdad es que ideas tenemos a cada rato, pero el tema es cómo…
PB: Es la naturaleza, para que fluya.
MM: Está acá también Sandra Comino, que estuvo hace dos lunes y hablamos mucho. Hablaron ellos mucho (Risas) de las tres novelas que estábamos presentando. Y Sandra dijo algo muy interesante de Nadar de pie. Que quizá en el momento no se dio cuenta, pero que es un proyecto con una mirada profundamente femenina. Por Gaba y Mavi, las protagonistas y por cómo la guerra afectó y golpeó a las mujeres. Lo traigo porque acá, aunque Juli es un varoncito, hay una mirada muy femenina y hay un proyecto muy femenino…
PB: Sí. Todavía no empecé a escribir el proyecto grande pero, como dice Vero, estoy buscando una estructura y sigo investigando, porque aparte, con la ocasión de los cuarenta años surgieron un montón de textos súper interesantes, que me parece que vale la pena detenerse a leer. Sobre todo, testimonios de mujeres que participaron en la guerra, que recién este año se animaron a hablar. Entonces paré para leer esos testimonios nuevos, a ver qué pueden aportarle a mi personaje. Pero no me interesa tanto el tiempo que haya estado en la guerra, sino cómo la guerra se asentó en su cuerpo y siguió trabajado adentro. Eso es lo que a mí me interesa, y cómo siempre tuvo algo de presencia en sus decisiones posteriores. Hasta ahí puedo decir porque hasta ahí lo tengo claro. Después tengo como una nebulosa, no sé muy bien hacia dónde voy. Es un poco encontrar qué es lo que va a desatar que ella cuente. Ella nunca contó lo que vivió en esos años. ¿Qué es lo que te hace contar una vivencia tan extrema como la de la guerra? En algunos casos es la conmemoración de un número redondo. Y qué locura que por ese número redondo alguien decida que puede hablar. Quizás porque hay una contención social mayor, por la cantidad de testimonios que se van dando, el interés particular. Entonces, gente que nunca contó se anima a contar. En mi protagonista, todavía no sé qué va a ser lo que la va a llevar a contar lo que le pasó. Pero sí sé que va a ser una mujer.
MM: Ese es el otro gran punto. Uno es la estructura. El otro gran punto es la voz. ¿Quién cuenta? ¿Elegís contar desde la mirada del omnisciente, el narrador testigo o alguien en primera persona?
PB: Yo creo que ahí voy arrastrando hilos de libros anteriores. Siento que me quedan preguntas pendientes de proyectos, que llevo al siguiente proyecto. Y lo anterior es La desobediente. Una novela en la que, aunque hay un narrador masculino, las voces son femeninas. Y me parece que me quedaron preguntas de esas mujeres desobedientes y que arrastré a este nuevo personaje que todavía está desdibujado, todavía no se sabe bien quién es, pero que se impuso. Así como se impuso Juli como la voz de La tía, la guerra. Fue algo clarísimo; no tuve ninguna duda desde dónde contar. En las novelas, para mí es fundamental tener clara la estructura desde antes. Me divierto, disfruto mucho pensando en las estructuras posibles.
MM: Vamos a seguir con el tema de la estructura y las voces, pero hay una pregunta que no puedo dejar de hacer y es la de la emoción. Estrada, nada menos. Verónica es una muy buena escritora que viene haciendo sus primeros pasos. Y es muy difícil, es cada vez más difícil publicar. Y en el medio, una pandemia, que achicó muchísimo la venta. Muchos de los autores que hace rato venimos publicando bajamos nuestras ventas en un ochenta por ciento, por lo tanto las editoriales se cerraron aún más. Entonces, de pronto, una de las editoriales tradicionales, históricas del país, te dice que te va a publicar. ¿Qué sentiste, Vero?
VGO: Me va a salir una ordinariez. Me caí de pompis. (Risas). Me caí al suelo, sí. Aparte, yo tenía una lectura asegurada de una editorial amiga también, más chica, que en los meses de escritura, obviamente afectada por la pandemia y por los años del achicamiento de la industria que ya teníamos, con la novela terminada no pudo seguir con el proyecto. Fue más feliz el “sí”, entonces, porque venía de un “no” que no esperaba, y además, entendiendo que era el momento histórico para intentar publicarla. Porque posiblemente, si hubiera querido hacerlo dentro de dos años, no hubiera existido ese lugar. Entonces, la dedicatoria, a mi madre, pero después al caballero, fue primero por el incentivo de ir por la novela, pero también porque cuando con la novela terminada me encontré con ese “no”, significó salir a buscar otra editorial en tiempo récord. Mucha gente amiga del medio me fue dando contactos de distintas personas. Sí me sorprendió que era muy fácil la recepción de los originales, que usualmente no lo es. Cuando uno intenta mandar un original pueden pasar meses sin una respuesta. Sin embargo, había un interés en los materiales que tuvieran que ver con Malvinas. Estrada fue la primera en dar un “sí” definitivo, y aquí llegamos.
MM: Y además el libro está andando muy bien.
VGO: Dicen… (Risas). También me doy mucha cuenta por la repercusión en las escuelas. Yo no había publicado nunca nada en el circuito más escolar, así que es como muy novedoso para mí.
MM: Vas a empezar a visitar escuelas.
VGO: Posiblemente… Es una gran alegría.
MM: Qué lindo. Qué lindos que son esos primeros momentos, ¿no?
VGO: Sí, además, esa cosa de: “buscá, buscá, buscá”, fue del caballero, que no me dejó levantar bandera blanca, en términos bélicos. Porque casi, pero por suerte, no.
MM: Muy bien. No hay que rendirse, que la cosa llega. Eso es fundamental.
PB: La única lucha que se pierde es la que se abandona, dicen las Abuelas...
MM: Está bueno. Hablando de las Abuelas, me diste un pie. Porque tenía un pregunta, pero esta me gusta más. En La tía, la guerra, muy sutilmente, deslizás la dictadura, el exilio y los desaparecidos. ¿Cómo lograste eso? Y te pregunto una cuestión de “cocina editorial” ¿no te dijeron que era mucho, que ya estábamos con la guerra de Malvinas? Teniendo en cuenta que son pequeños lectores. ¿Cómo fue?
PB: Era todavía más sutil. Porque la familia es así: son dos hermanas. Una es la tía, la Titi, que pierde a su hijo Edu en Malvinas. Y esta señora tiene una hermana, María, que busca a su hija desaparecida. María es la abuela de Julito. No estaba dicho, pero se dejaba leer. Y María Fernanda Maquieira me preguntó por qué no lo hacía más explícito. Porque por la edad quizá convenía que fuera más explícito. Así que ella me dio vía libre para que explicara más. Me dijo que pusiera toda la carne en el asador. Hay familias que sufrieron esa doble tragedia. Y en este caso, el ir al encuentro de Edu le permitía a la hermana buscar a su hija por el sur. Y también explicitar que Julio habla con su mamá de su abuela desaparecida, entonces tiene más claro este aspecto de la dictadura, que el rol que tuvo la dictadura en la guerra, de la que no hablaba con su tíabisabuela porque no vivía en su casa. Ahora que vive con ellos se abre el espacio de conversación. Y en ese espacio, a mí me parecía interesante esto de que hay chicos que tienen mucha charla y mucha opinión formada sobre memoria-verdad-justicia, los desaparecidos, el Nunca más, el seguir buscando justicia, pero tienen silenciada la guerra. No la tienen como parte de la dictadura. Sin embargo, la decisión de ir al conflicto bélico fue de un genocida. Entonces, hacer ese puente, a mí me parecía que faltaba y me animé a escribirlo. Me animé pero con dudas. A tomar la decisión me ayudó una amiga, Anabel, por eso le dediqué el libro. Porque me resultaba complejo para lectores tan chiquitos. Ella es bibliotecaria y me dijo que iba a poder, que le diera para adelante. Y después me encontré con la sorpresa de que María Fernanda me pidiera que lo explicara mejor. Más explícito, más claro, mejor para chicos más chicos. Entonces ahí fuimos con todo.
VGO: Yo creo que está muy acolchonada esta tragedia. Porque cuando la leía, en algún momento me hacía el mapa genealógico de las dos familias, y realmente, a esa familia le pasó de todo…
PB: En esos años… Una familia súper expuesta.
VGO: Súper. Sin embargo, hasta que no lo razoné no me dolía desde la voz. Creo que semejante tragedia está muy dosificada, muy bien acolchonada por la voz.
PB: Porque nuestros hijos crecen con nuestra historia de vida. Entonces no tienen el componente dramático que puede tener nuestra generación o la generación anterior. Desde muy chicos empiezan a preguntar, y les falta una abuela, o la abuela y el abuelo… A algunos les faltan los cuatro abuelos. Porque son parejas de hijos de desaparecidos que se encontraron y formaron sus familias. Y desde muy chiquititos lo escuchan, entonces lo hablan con una naturalidad… Bueno, sí, es triste todo, pero es lo que nos toca, dicen. Hay que salir con fuerza, hay que salir para adelante, seguir buscando justicia y encontrar los restos. Y es así, es parte de las infancias de nuestros hijos e hijas. Y Julio es uno de esos hijos.
MM: Está bueno, me parece, porque La tía, la guerra, va a acompañar tu recorrido junto con El mar y la serpiente, así que no solamente va a ser Malvinas…
PB: Y esto se dio sin buscarlo. Pero creo que tiene que ver con el otro proyecto, que todavía no escribí en donde está esa pregunta como punto de partida: ¿cómo llegamos a la democracia? Ese año de transición no está muy explorado, está bastante oscuro, porque todavía había un manto de neblina sobre la posguerra. Y esa derrota que avergonzó a tanta gente. Entonces, poner algunas preguntas ahí, investigar y ver qué sale desde lo poético, a ver qué pasa. Y en el medio apareció esta historia que tiene un montón de música, y esos diálogos entre tía bisabuela y sobrino bisnieto a veces divertido, medio absurdo por momentos, donde se salta el tiempo, caminan a la par pero en diferentes espacios... Pero salió sin buscar ese vínculo, entre los desaparecidos y los ex combatientes. Se ve que está dando vueltas en mi cabeza.
VGO: Aparte, no afecta el verosímil, porque son dos cosas tan articuladas, que no queda forzado…
PB: No. Después de que lo escribí, averigüé, y hay casos documentados, en el norte por ejemplo, familias que tenían un padre preso político o desaparecido y un hijo que estaba en la colimba convocado para ir a Malvinas.
MM: Y está bueno como metáfora, porque las dos tragedias las sufrió el pueblo argentino entero. “La familia argentina”, como esta familia, sufrió las dos tragedias.
PB: Y algo más, porque como la Titi tiene un principio de demencia senil, cuando empezaron a aparecer en mi escritura esas lagunas, en las que ella estaba como perdida, y aparecía lo de los relojes, busqué asesoramiento y tuve un par de charlas con una gerontóloga especializada en esto. Y poder conversar con ella y ver cómo esto que imaginé para la Titi, que nunca contó o le cuesta recordar, se da tanto en nuestra población más anciana me parece que también es una metáfora que tiene que ver con nuestra historia. La tragedia es silenciada, se la trata de ocultar y aparece igual. En algún momento, queramos o no, aparece lo que tanto nos duele. Por ahí también me gustaba que anduviera mi escritura, donde ese no saber de Juli, se junta con ese no poder olvidar de su tía bisabuela. Y ahí aparecen las preguntas.
MM: Volviendo a las voces… Tu novela, nos enteramos, vos y yo, Vero, gracias al trabajo de Pilar Muñoz, es estereoscópica. (Risas). Eso dice en las actividades.
VGO: Suena muy importante. (Risas).
MM: Vos tenés ahí una multiplicidad de voces. Y de tiempos. El primero de los capítulos es muy costumbrista, es una nena a la que le piden (así como al protagonista de la novela de los Sevilla le habían pedido que hiciera empanadas de krill), que junte manteca de cacao para enviar. Y va contando sobre los boliches del barrio; el bazar, la farmacia de la que es cliente pero “la traiciona”, porque no consigue la manteca. Después las voces van cambiando; es un varón de la misma época, y después esos personajes crecen. ¿Cómo fue trabajar con toda esa difícil construcción?
VGO: Cuando yo buscaba la estructura, a partir de esa situación que les contaba, de querer pasar del cuento a la novela, el momento más epifánico fue cuando pensé que este primer cuento, el del derrotero de una madre y una niña buscando manteca de cacao, en realidad era el primer elemento de una lista mucho más larga… A nivel estructura, el “eureka” fue cuando decidí hacer los capítulos, las historias que contara cada uno, a partir de los elementos de esa lista. Por eso el título apareció en paralelo, simultáneamente, y no me lo cuestioné yo, ni me lo cuestionó la editorial. Fue, de entrada, La lista. Me centré inicialmente en los elementos, no en las voces. Hice la investigación correspondiente, porque yo me acordaba de muchas cosas, pero de otras, no. Y muchas cosas, obviamente, no sabía. A partir de la lista, empecé a pensar quiénes podrían interactuar, y de qué manera, con los elementos de esa lista. Lo que no fue inmediato fue pensar que todos los cuentos iban a relacionarse desde algún lugar, unos con otros. Podía ser en la repetición, en la aparición posterior de un personaje con otro miembro de la familia. Donde había un vecino, ese vecino reaparece y continúa con su historia familiar, siempre guiándonos por la lista. Y lo que sí me parecía interesante era que no fuera todo en el ’82. Los personajes van creciendo, las voces también van creciendo. Entonces, de repente, en un capítulo en el que la voz es la de un niño, primo de la primera niña, que tiene ocho o diez años; dos o tres capítulos después aparece la misma voz pero cuando es adolescente. Ya pasaron años, la guerra terminó, estamos en el Mundial ’86… tiene otras cosas y se relaciona de otra manera con la guerra, con los ex combatientes, etcétera. Lo de la lista fue de entrada, pero lo de la relación de las voces, lo fui construyendo de a poco, sin saber que estaba construyendo eso. Sí. me pasaba como nos pasa en el cine. Me acuerdo de una película de Tarantino, Jackie Brown, en la que hay una escena en un aeropuerto, en la que hay un hecho que ocurre, y que la cámara lo cuenta desde varias miradas distintas. Una es en el mostrador del free shop, la otra es en la sala de embarque… pero lo que ocurre es lo mismo. Yo lo vi desde ese recurso cinematográfico, y no sabía que literariamente era así.
MM: Voy a ver Jackie Brown de vuelta, no me acuerdo.
VGO: Para mí, era Jackie Brown, y como Pilar Muñoz Lascano es compañera de ALIJA, y un día me llama y me dice que hizo las actividades del libro para Estrada (yo no lo sabía), que quería felicitarme, que le había gustado la novela… Porque aparte Pilar es una compañera pero no es necesariamente amiga, y me dice que hice una novela estereoscópica y yo “Sí, sí, sí…” (Risas). Y pensaba ¿Qué es una novela estereoscópica? (Risas). Porque aparte, lo googleaba y no lo encontraba. Sí, tuve la intención de que fueran ciertas personas que se relacionan familiarmente o por amistad. Aparte la novela pasa en distintos lugares del país y en distintos tiempos. Así que tuve que mapear muchísimo, cuando ya tenía la decisión, cómo los iba a unir. Por ejemplo, si en el capítulo del programa de Pinky, se mencionaba un pueblo de la provincia de Corrientes, y en mi investigación había aparecido algo que yo no sabía, y es que Corrientes es la provincia que mayor cantidad de soldados envió a la guerra, fue por eso que decidí que cuando hablara de tal cosa quería que transcurriera en Corrientes. Fue un trabajo de línea conceptual y de mapa con flechas, de saltos en el tiempo y en la geografía… Y en el tiempo, algunos saltos cortos y otros que llegan hasta el presente.
MM: Qué lindo cuando se van llenando esos espacios.
Foto: Lili Morales |
PB: Además, de ser testigos, como lectores y lectoras del crecimiento de los personajes. A mí eso me emociona mucho. Y esas decisiones que te das cuenta de que tal personaje las tomó porque antes habló de tal otra cosa… Eso, a mí me encantó de La lista.
MM: Qué bueno. En La tía, la guerra, además de la historia terrible de esta familia, que es la historia terrible de la Argentina, la tía tiene un inicio de demencia senil, y está contado con muchísima ternura. Es muy tierno y es muy fuerte, porque es una viejita que está un poco perdida, viviendo en la casa de su sobrina nieta, que la quiere muchísimo y le tiene una paciencia increíble. Eso también es muy fuerte. Me imagino que en la devolución de los lectores va a ser muy fuerte. Casualmente, o no, en Malvina, historias en papel de chocolate, de Fabián y Ariel Sevilla, hay un abuelo, al que amenazan con llevarlo a un geriátrico, y el chico, un poco inicia la aventura para que no se lleven al abuelo. Pero acá, en ningún momento hay ni un atisbo de que la tía, la Titi, puede ir a otro lugar.
Olga Kennedy: No, porque hay un agradecimiento de la sobrina, por todo lo que la acompañó y la cuidó.
PB: Exacto.
Olga Kennedy: A mí, particularmente me llevó a mi infancia, porque los chicos naturalizan. A mí me pasó con mi abuela. Quizá un hijo recibe el impacto de ver a su mamá o a su papá retroceder en el tiempo. O no saber dónde está. Mi abuela, un día se encaprichó en que quería una muñequita negra. Para mis tíos y mi papá era una cosa… “Por qué estás encaprichada con eso”. Y nosotros salimos a comprar la muñequita negra. Mis hermanos eran más grandes. Las mellizas éramos más chicas. Y era natural. La abuela quería una muñeca y era eso. Para un hijo el impacto es otro. Entonces es muy real que Juli lo tome naturalmente y le haga las preguntas que no le haría a la sobrina.
PB: Sí, y es una sobrina nieta muy agradecida, porque en momentos muy duros la Titi le alegró la vida. Entonces lo que ella quiere es que su hijo la vea alegre. Y Juli lo logra… bueno… estoy contando de más… La Titi me generó esa ternura a mí. Supongo que también es por todo lo que yo quise a mi bisabuela, y todo lo que quiero a las Abuelas, que me genera ese modo de escucharlas y de tratarlas. La madre de Juli salió con los modos que a mí me nacen. Ni siquiera tiene nombre la mamá, acompaña. Lo que quiere es que se genere un lazo ahí. Las Abuelas siempre nos hablan a nosotros del legado. Para pasarnos a las hijas y los hijos la búsqueda de los nietos y nietas y de los restos de nuestros seres queridos. Y nosotros a su vez, a nuestros hijos, porque con el paso de las generaciones, y las dificultades cada vez mayores para encontrar los restos, y a los nietos y nietas, hace falta ir pasando este legado. Y, para mí, tiene que ser desde la emoción y la ternura. Porque si no, ¿cómo generás deseos de encuentro? Es siempre desde la alegría, la emoción y la ternura. Yo coordiné el proyecto de Historias de Abuelas y hablábamos, justamente, de esto mismo. De cuán importante es la ternura para el proceso de la restitución de la identidad, de qué importante es para la búsqueda. Ir, desde el lugar de la ternura y el amor.
Asistente: ¿Te puedo hacer una pregunta? Yo lo trabajé en clase, y los chicos y las chicas no lo vieron desde el lugar de la enfermedad de la abuela, sino que lo tomaron desde la gran tristeza.
PB: Lo mágico de la literatura es que todo está bien. (Risas).
Asistente: Vos me das el okey… Porque entre las maestras se habló sobre si era Alzheimer o demencia senil y con mis alumnos no lo trabajamos como enfermedad, sino como el gran dolor que ha vivido esa madre, por su hijo y sus compañeros y todo lo vivido en esa época de horror.
PB: Claro. Creo que lo de la salud y la enfermedad es muy complejo, ¿por qué perdemos nuestra salud? Es multicausal, pero eso que ellos interpretaron de que está así por un gran dolor, me parece perfecto. Me parece una muy buena lectura, muy aguda también.
MM: Posible título para la entrevista. Lo mágico de la literatura es que todo está bien. ¿Chicos de qué grado?
Asistente: Quinto grado. Se quedaron impactados, me emocionó mal…
MM: ¡Qué rápido, porque estamos recién en abril!
PB: ¡Gracias!
Asistente: Lo leímos la semana pasada en la biblioteca del colegio. Yo trabajo en el Millán, acá a la vuelta. Nos lo propuso la bibliotecaria en los archivos que nos mandó. Ella en su colegio particular, acá en Villa del Parque, Nuevo Pensar, se los dio el colegio a los docentes para que lo trabajen. Ella ya lo trabajó con un tercer grado y a los nenes les encantó.
PB Qué bueno… Tengo que aprenderme de memoria una receta de galletitas de avena, para compartir en los colegios.
Alvar Torales: Lo que dijo Paula me hizo acordar… Una vez publicado, el libro es del lector.
PB: Totalmente.
VGO: Aparte, el libro no dice si tiene Alzheimer, si tiene demencia senil…
PB: Eso es algo que ya me pasó en Lo que guarda un caracol. Elijo no diagnosticar. ¿Yo quién soy para diagnosticar a un personaje? Que vayan al psicólogo (Risas). No, en serio: me resulta mucho más interesante dejar eso en manos del lector. Y eso se lo comenté a la especialista cuando le comenté el proyecto de La tía, la guerra y le di el borrador. Que no me interesaba que fuera un personaje que se ajustara a un diagnóstico. Es la Titi. Lo que le pasa es a ella.
Asistente: Lo que pasa es que cada lector lo va tomando con su experiencia.
PB: Es lo que nos gusta que nos pase a los lectores. Poder apropiarnos de la historia como queramos y que no venga nadie, ni siquiera el autor, a decirnos “es así”.
Asistente: Que les haya llegado así a chicos de nueve o diez años… Quizá porque yo se los transmití, yo viví la época muy a fondo y eso influye. Pero a ellos les llegó. Y eso es lo que vale de este libro. Que hayas podido transmitirlo a quienes ni vivieron esa época.
PB: Yo arriesgo. Y ahí está también la mirada de las editoriales, de las editoras, de reconocer qué libros van a calar en las emociones de alguien nacido hace pocos años. Porque ese vínculo emocional no sabemos si se va a dar o no cuando pensamos un proyecto. Nos arriesgamos a ver si funciona. Pero nunca sabemos. Eso se verá después, con el vuelo del libro. Es como si fueran seres vivos, los libros. Salen y ya, ahora tienen su vida. Una acompaña, va a las escuelas…
Asistente: Yo creo que uno como docente incentiva eso.
PB: Por supuesto. La vida de la obra está hecha de los lectores que la nutren y vuelven a hacer latir los corazones de los personajes. Si los libros no son leídos, los corazones de los personajes no laten. En cuanto hay un lector, ese personaje se enciende, y es la mente de cada uno de nosotros cuando leemos lo que le da cuerpo y voz. Y siempre es distinta a lo que el autor o la autora pensó. Con suerte, supera las dimensiones de lectura que una pensó cuando lo hizo.
VGO: Es que en realidad, que estos alumnos hayan leído el dolor por sobre la enfermedad, es superador. Porque a veces pensamos que la enfermedad conlleva un dolor físico, y acá no.
Asistente: Ellos se referían al dolor del alma.
PB: Las preguntas sobre dónde están los relojes del alma... ¿En el corazón, en los pies, en la memoria? Esos son lazos que funcionan como disparadores para que se activen esas preguntas. Yo me las hago cuando escribo, también.
muy interesante ,felicito a las autoras y seguramente tendrán una gran llegada tanto a niños y jóvenes.
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