Esteban Valentino, Paula Adamo, Inés Garland y Andrés Sobico: “Si los chicos no entienden qué fue la colimba, no entienden quiénes fueron los excombatientes”

En esta primera parte de la charla con nuestros cuatro entrevistados tuvimos el placer de escuchar y ver, como debe hacerse con un libro álbum, Como una guerra. Luego la charla derivó hacia el contexto histórico de la guerra, la mirada en el exterior, las sensaciones de los que eran más o menos grandes, más o menos chicos en 1982. Una charla que hizo eje en el conflicto.



Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? No sé si vieron la mesa en el hall de entrada, en el mostrador de la biblioteca. Paula dejó una convocatoria a una firma y me gustaría que ella les explique de qué se trata. 

Paula Epstein (Bibliotecaria de la Roffo, nuestra anfitriona de los lunes): Puntualmente, se trata de intentar que no se derogue la Ley de apoyo, no solo a bibliotecas populares sino también a pintura, cine, teatro… Hay una iniciativa de juntar firmas, para cuando llegue la Feria del Libro y cuando nos toca como biblioteca popular, como parte de CONABIP, comprar libros. Y todas las bibliotecas estamos juntando firmas de todas las personas que apoyen esta movida. Por eso dejamos las planillas ahí. Es importante para todos. Corremos riesgo, no solamente las bibliotecas sino un montón de centros culturales. 

MM: Así que después, cuando salen, si quieren, pueden firmar. Ya habrán escuchado, que hubo lío con el Instituto de Cine… hay varias instituciones que tienen esa financiación. Bueno, vamos a abrir el tercer encuentro presencial del ciclo Malvinas en nuestros libros para niños y jóvenes con cuatro invitados e invitadas. Estamos muy contentos de tenerlos aquí. De Inés y Esteban estuvimos leyendo los cuentos del libro Las otras islas, y ya me llegó una reseña que se publicó hoy en el blog del Programa Bibliotecas para Armar. Y de Paula y Andrés, estuvimos leyendo a través de la pantalla, porque fue un encuentro virtual, Como una guerra, este libro álbum. Y vamos a abrir de una manera diferente, porque Andrés y Paula propusieron algo novedoso. 

Andrés Sobico: Somos profes, y los profes, si no tenemos una actividad parece que no sabemos hacer nada. Entonces vamos a compartir una lectura colectiva. Cada uno va a tener un libro en la mano, vamos a ir avanzando en la lectura a la par, a la velocidad que más o menos pida. ¿Cuántos somos?  

MM: Yo cuento once. 

AS: Vamos a ir relativamente lento, porque vamos a dar un poquito de espacio para que vean las imágenes. El libro existe porque ella lo hizo imágenes. Vamos a ir avanzando. Si quieren me paro para que vean cuándo cambio la hoja, así cambian la hoja. Va a tardar tres o cuatro minutos nada más la lectura. Voy a hacer una pausa entre una página y la otra, para que ustedes tengan tiempo. No vamos a leer el Prólogo ahora, lo vamos a leer después, Empiezo a leer yo para dar un tempo nada más. En otros encuentros a los que fuimos con ella lo hemos leído colectivamente. No queremos perder el tiempo, porque la gente importante viene después. (Risas). ¿Listo? “Le digo a mi amigo que sí, que mi tío me contó que él sí estuvo en una guerra de verdad, y que tiraba tiros y que le explotaban las bombas alrededor, mientras estaba adentro de un pozo que había hecho con una pala chiquita. Me dijo que había humo y niebla y hielo por todos lados, que no se veía nada. Y que a él le pegó una bala de refilón en el casco, que por suerte no se agujereó, que si no, no cuenta el cuento. Mi amigo me dice que eso pasa nomás en las películas de guerra en blanco y negro. Yo le digo que justo era así, que mi tío me contó que algunas armas que ellos tenían eran igualitas a las de esas películas. Pero lo diferente era que esta vez los buenos eran los malos… o algo así. Y mi amigo, que sigue sin creerme, me dice: –A ver, ¿y qué más te contó?  Y ahí le tengo que decir que eso es todo lo que sé, que todo eso, me lo contó una vez nomás, porque la verdad es que mi tío nunca habla mucho… “. Esteban leé la dedicatoria. 

Esteban Valentino: “Dedicado a todos esos chicos que estuvieron y a los que, de alguna manera, aún están allá.”

(Silencio. Se escucha que los asistentes pasan las hojas del libro álbum).

AS: Decimos que este libro fabrica silencio. 

Asistente: Esa dedicatoria es muy directa… 

AS: De eso se trata. 

Asistente: Y es así, además. 

EV: ¿Cuántos hay en Darwin? Doscientos y pico, ¿no? 

MM: Es buenísimo este silencio que se produce mientras están mirando las ilustraciones. O mientras leen el texto de nuevo también. Hay muchas preguntas para hacer. La primera que se me ocurre es ¿por qué consideraron importante poner cuántos años tenían en el ’82? 

AS: ¿Sabés que nunca pensamos en eso como una pregunta? Me quedé pensando, justamente por eso. De alguna manera somos representantes. Yo soy dos años más grande que los ex combatientes. Y ella…

Paula Adamo: De las que llevaba chocolates, y escribía cartitas…

EV: ¿Escribiste cartitas? 

PA: Sí. No me acuerdo qué escribí. Pero sí.  

AS: Yo tengo hermanos de esa edad que no fueron por número bajo. Es lo primero que hay que contar. En la escuela, antes de abrir el libro hay que explicar qué era la colimba. Ya es todo un tema. Cuento que a la gente de nuestra edad la sorteaban. Lo conté hace una semana en una escuela técnica en la que soy profe, ante setecientos chicos y chicas. Que en este mundo patriarcal, el único no privilegio que teníamos los varones, era que nos sorteaban. Entonces dibujé dos bolilleros. Les cuento a los chicos que nos sorteaban y nos rifaban un año de vida. 

EV: ¿A vos te tocó?

AS: No, número bajo. El punto es ese. 

MM: Más de un año, aclara acá, uno que lo hizo en la Marina…

Alvar Torales. No te tomaban en ningún empleo. En los avisos clasificados ponían: “Se necesita empleado” y aclaraban: “Servicio militar cumplido”. 

AS: Esa no la tenía… No te tomaban, mirá vos….

MM: En la novela de la que hablamos en el primer encuentro, Nunca estuve en la guerra, Franco Vaccarini, que sí estuvo en la colimba, cuenta eso. Que lo sortearon y se quedó en un limbo seis meses, porque sabía que tenía que ir, y entonces no podía empezar a laburar, no podía empezar a estudiar, no podía nada. Tenía que esperar que llegara la cédula, o lo que fuera, que los convocaba a presentarse. 

AS: Les conté a los chicos por qué se llamaba colimba. Y después, una de mis alumnas, (tengo primero y segundo año) me preguntó cómo era que nos rifaban, que nos sorteaban para hacer eso que les había contado. Si eso era trata de personas. 

EV: Hay muchos países en los que sigue existiendo. En Israel son dos años. 

AS: Yo tengo muchos alumnos que son hijos de familias de Bolivia, y otro profe me pidió que lo explicara bien, porque para ellos es como un honor, porque hacen un servicio social. El ser colimba te da un prestigio y hacés algo por los demás. El otro día, un excombatiente decía que acá no había que llamarlo servicio militar, sino servilismo militar. Estoy buscando la manera más corta de contarlo. “Servilismo militar” está bien dicho. 

MM: El colimba hacía una servidumbre hacia los que estaban ahí. 

EV: Corra, limpie, barra. 

AS: Te entregaban a un oficial. 

MM: Bien que lo repetiste, porque muchos sabemos pero hay un compañero colombiano que por ahí no sabe. Co- lim- ba, eran los soldados. Los conscriptos. Y significa: Corre, limpia, barre. 

AS: Y pinta. Lo que está quieto lo pintabas. Los árboles…

EV: Lo que se mueve se saluda, lo que está quieto se pinta. 

AS: Claro. Les conté eso a los chicos, que simplemente nadie se los cuenta. Los varones crecimos escuchando anécdotas patriarcales de varones que hacían hecho la colimba y te contabas las dos o tres cosas buenas que les pasaban en un año. 

MM: Las repetían quinientas veces. (Risas). 

AS: Yo creo que era como un síndrome de Estocolmo. 

Inés Garland: Después estaba el tema de los padres que te decían que ya te iba a tocar la colimba y que ibas a aprender y te iban a hacer hombre. También era una gran ilusión para los padres, en el sentido que ahí ibas a enterarte de cómo eran las cosas. Estaba todo tan mezclado…

AS: A los chicos les gusta hacer puntería con una honda. Yo trabajo con niños todo el tiempo, de siete a catorce años. Y enseño técnica y enseño dispositivos y catapultas… Y a todo el mundo le gusta. Si no tuviéramos eso, no hubiéramos sobrevivido como especie. Antes de hablar, antes de escribir, ya teníamos puntería, porque si no, no comíamos. Y eso no se va del cerebro ni en un millón de años, ya está ahí. Ves los oseznos y luchan, ves los gatitos y luchan. Eso no quiere decir que de grande vayan a ser un  “psycho”. Un asesino serial. Es procesarlo. 

MM: El tema es que entre tantas perversidades es lógico que apuntes, porque en la memoria colectiva, para cazar y comer había que bajar un animalito. Pero no que aplaudas cardos…

AS: Tenías que ser humillado y demostrarlo. 

EV: Mi hermano la hizo en la policía. 

MM: ¿Había colimba en la policía? 

EV: Sí, si lo elegías. Él después iba a hacer la policía, y entonces ya no hacías la colimba. Fue antes de la dictadura. Un año antes. Y le pasaron dos cosas. Una, cuando estaba haciendo la instrucción policial, él estaba en primer año, y los de segundo que eran superiores, se burlaban de ellos. Si alguno leyó La ciudad y los perros, lo sabrá. Había una fuente de agua con pájaros esculpidos. No me acuerdo cuál era el apelativo humillante de los de segundo a los de primero… “Catrasca”, una cosa así. “Catrasca, venga para acá. Espánteme esos pájaros”. 

MM: ¿Tagarna, no era?

EV: Exacto. TagarnaTagarna, venga y espánteme esos pájaros”. “Mi teniente, no se van”. “Insista, Tagarna”, era ridículo. Después, se recibió de oficial. Empezó la policía. Mi viejo había sido cana. Lo mandaron a una comisaría, atrás de la que entonces era la tercera, y justo le tocó un comisario que era amigo de mi viejo. Al primero o segundo día van a comprar una pizza. “Che, Valentino, vamos a comprar unas pizzas”. “Buenísimo. ¿Cuánto es?” “No, Valentino. Vamos y las traemos”. Y mi hermano dijo que él pagaba. Que si no pagaba, no comía. “Bueno, no coma”. El comisario, que vio la escena, lo llamó a mi viejo, y le dijo: “Negro sacalo. Porque hoy fue la pizza, mañana es un narco y te lo voltean”. Así que mi hermano duró quince días. 

AS: Si los chicos no entienden qué fue la colimba, no entienden quiénes fueron los excombatientes. Porque ahora parecen gente grande, y a los veintiuno, yo veía como pendejos a los de dieciocho. En 1988 ya sabía que eran unos niños. Y los chicos de ahora, que no tienen referencia alguna, creen que el ex combatiente es un viejo como nosotros Y el otro día en la escuela les dije: “Agustín, que está acá con la bandera, tiene dieciocho. Es como eran ellos”. Ese es el trabajo nuestro. Legar proporciones. Digo así porque vengo de la fotografía. Darles líneas de tiempo. ¿Cómo les contás? Es todo un trabajo, es legar líneas de tiempo. ¿Qué fue primero, la lamparita o la electricidad? Tratar de proporcionarles líneas de tiempo. Las edades…

IG: Es una forma de acercarles la historia, de que no sientan que le pasó a una gente con la que nada que ver. 

AS: Exacto 

IG: Todo puede ser mañana con alguien que vos conocés. Con tu primo de dieciocho. 

AS: Para no robar más tiempo, lo que logré que pasara en la escuela, no sé si pasa en otras escuelas. El vice director dice “Héroes de Malvinas·”.  Yo le dije que eran héroes porque hicieron cien veces más que los que les enseñaron. Pero no podemos decir que no fueran víctimas. Son héroes y víctimas. El director avaló lo que dije, por suerte. Si no, iba a tener problemas después. No podés negar que son héroes, ni que son víctimas. Y hay que decirles todo a la vez a los chicos, porque si no, parece “qué piola lo de la guerra”. Y encima les decimos “héroes”. No es que esté mal.  Si pensamos en cómo lo ve un chico, eran unos aventureros que fueron porque querían. 

MM: Qué diferencia hay con San Martín…

AS: Claro. 

MM: Paula, ¿por qué la elección de que el dibujo parezca de niños? Toda esta referencia de las cosas pegaditas y los soldaditos. 

PA: Primero, porque yo trabajo con collage. Es inevitable que aparezcan un montón de cosas al mismo tiempo. Después, yo venía trabajando con fotos de juguetes. Entre ellas los soldaditos de plástico. Me parecía que era interesante que se diferenciaran muy bien el momento en el que llegan al relato, donde están las fotos en primer plano, de otros soldaditos que son muy figurativos alrededor, de todo lo otro que era más lineal, más simple. Y porque también era el juego de dos niños, entonces me pareció que estaba buena la hoja del cuaderno, el barullo de cosas al mismo tiempo. Yo me ponía todo el tiempo en el lugar de cuando tenía ocho años, jugando. Y dibujando. 

MM: ¿Jugabas con soldaditos? 

PA: No, yo jugaba en la calle de tierra, o en el baldío de enfrente de mi casa, con los bichos, las ranas… Tenía muy pocos juguetes. Tenía martillos, cajones de madera para desarmar y arreglar, y hacer cosas…

MM: Mirá vos qué bien. Salías del estereotipo. En general les daban las muñequitas a las nenas.

PA: No. Yo tuve una Cindy Bailarina, y me regalaron una vez una muñeca gigante a la que le apretaba el ombligo y tenían unos disquitos que decían cosas. Me dio tanta emoción que la agarré y salí corriendo a mostrársela a mi amiga que vivía enfrente de mi casa, en la calle de tierra, yo en patas… me caí, la muñeca voló… Nunca más habló. (Risas). Me acuerdo de que quedaron los disquitos de colores. Yo los miraba al trasluz a ver si aparecía algo. (Risas). Eran hermosos, de acrílico transparente rosa, naranja, amarillo… Y ahí quedó la muñeca. Me tentaba más andar en bicicleta, jugar a la pelota…

Foto: Lili Morales

EV: Yo sí tenía soldaditos. Armados con bazookas y rifles. Y un castillo medieval. Entonces era curioso, porque los soldados defendían el castillo medieval. Era lo que había… (Risas).

MM: ¿Los volteabas con bolitas?

EV: No. Tenía un cañón, incluso. Entonces el cañón apuntaba a los soldados…

AS: ¿Con resortes?

EV: Con resortes. 

IG: Ahí estaba la puntería. 

AS: Hay una casualidad que no dijimos. Yo estaba con Graciela Repún en el taller, hace dos o tres años, y vos estabas con Itsvansch. Una vez por año nos juntábamos. Los que escribíamos, llevábamos dos o tres cuentos, y los que dibujaban llevaban dos o tres ilustraciones. En el barajamiento, a ella le tocó mi cuento, este cuento, y a mí me tocaron unos soldaditos que hizo ella. Año 2006.

MM: Y después dicen que el destino no existe. 

AS: Ahí nació. Y se publicó en 2012. Hablando de líneas de tiempo…

MM: Los dos se publicaron en 2012 me parece, ¿no? Las otras islas y Como una guerra, para los treinta años. El otro día, cuando leíamos y charlábamos con el grupito de los lunes, con Las otras islas yo arriesgué que en algunos casos me parecía que eran cuentos a pedido, a propósito del tema. Otros ya eran previos, porque el de Esteban ya estaba publicado en Un desierto lleno de gente, así que te pregunto a vos, Inés, para empezar a preguntarte, ¿cómo surge el cuento “Las otras islas”, que es el que le da título a la antología. 

IG: El mío fue a pedido. Yo venía de haber escrito unos años antes Piedra, papel o tijera, y volví a entrar en ese universo, aunque la protagonista de “Las otras islas” es mucho más joven, es más chiquita que la del final de Piedra, papel o tijera. Son distintos igual, es otra situación y la misma geografía. Pensé en contar esa historia. Como nunca sé adónde voy, empiezo y me sale…

EV: ¿Con los cuentos tampoco?

IG: Nunca sé adónde voy. Empiezo y no sé qué va a pasar. 

AS: Complicado pasear con vos… (Risas).

IG: Te perdés mucho. Empiezo y a veces sigue. De hecho, Piedra papel o tijera iba a ser un cuento corto, y terminó siendo una novela. Pero este fue para donde fue. Era la misma geografía pero con mucha más gente. Inventé unos vecinos ahí, y puse a unos ingleses, pero fue así. En realidad, lo que me apareció inmediatamente fue lo de “las otras islas”, como que son unas islas que no son estas a las que va la protagonista.

AS: ¿Por qué es tan fuerte el Tigre en vos? 

IG: Porque fui toda la vida, desde que nací hasta los treinta años. Después dejé de ir y ahora empecé a ir de vuelta. Es el lugar de la infancia. Tiene los sonidos, los olores, el paisaje… Cierro los ojos y estoy ahí. Y huelo, siento, miro, entonces me es muy fácil armar cualquier cosa en esa geografía. Y armé “Las otras islas”; y ahí aparecieron esos ingleses vecinos, y aparecieron los chicos que vienen en la colectiva y empezó toda una historia y yo la seguí nomás. No sabía muy bien de dónde había salido todo. Ahí empezaron a entrar cosas que yo me acordaba. Por ejemplo, como mi apellido es Garland, durante la guerra de las Malvinas mi padre decía que era una locura. Y justamente, los vecinos de la isla le dijeron de todo. Que era un apátrida, y tuvo discusiones muy feas en esa época. Y lo único que él decía era que era una locura declararle la guerra a Inglaterra. Y que cómo podía ser. Y veía lo que estaba pasando y no entendía cómo la gente podía ir a la Plaza. 

AS: Mi mamá decía lo mismo. 

IG: Como era apellido inglés le decían lo de los ingleses, y él era re argentino, y siempre se sintió re argentino. Y apareció esa parte. Entonces eso entró también en la historia. 

EV: Yo era periodista en México en esa época; un querido editor de una de las secciones (yo trabajaba en un diario que sería una especie de Página 12 de acá), Antonio Marimón, (se llamaba como el corredor de autos) vino para la época. Vino de casualidad, llegó al país el 20 de marzo, y le tocó la invasión de las islas. Y estuvo en la Plaza el 2 de abril, y después volvió a México. Los dos habíamos sido militantes de la izquierda peronista. Él bastante más grande que yo. Yo había sido un militante adolescente. Y él me decía que en ese momento sintió que se había acabado su vida política. “Yo veía a mi pueblo vitoreando a ese ser siniestro que estaba en el balcón y dije: listo, no tengo nada más que hacer acá”, me decía. Y se volvió a México y un nunca volvió. Murió en México. 

AS: No lo soportó.

EV: Es difícil de soportar.

IG: Lo que pasa es que a mí también me interesa, porque con la escritura salen cosas que yo no planeo. Esto de cuando decís “los ingleses” y metés a todos en una bolsa. Y ahí es donde empiezan todos los quilombos de este mundo. 

AS: Incluso la misma plaza, porque en esa plaza no había cuarenta millones de personas. Había mucha gente que decía que eso era una locura.

Asistente: Y teniendo en cuenta que dos días antes nos habíamos estado manifestando con la CGT y nos habían dado para que tuviéramos. Dos días después, ver eso, yo que estuve el 30… fue terrible.

AT: Marimón decía que se le acabó la política porque no podía aceptar toda la gente vitoreando y me parece que hay un error ahí. Yo creo que la gente no vitoreaba a Galtieri. Vitoreaba la gesta, vitoreaba la épica. 

AS: Yo hice el ejercicio de volver a escuchar eso, que te pone los pelos de punta, y no son todos los vítores para allá arriba. Según lo que decía Galtieri iban para abajo o para arriba. Es interesante escuchar eso. 

EV: Yo entiendo lo que vos decís; y para mi habría sido también muy difícil. Y en alguna parte acuerdo, y lo relaciono con lo que decía él, sobre que en la Plaza habría quinientas mil personas. Y éramos treinta millones. O un poco menos. Es cierto. Tampoco deja de ser cierto que, (estoy convencido) si ganaban la guerra se quedaban.

AT: Diez años más.

MM: Igual, es otra generalización. Yo estoy haciendo un ciclo de cine, además de este. Cine y literatura para adultos sobre Malvinas. Y vimos un documental de Jorge Denti, militante trotskista, que había estado en Cine para la Liberación, con Gleyzer. Y Denti hace dos cosas interesantes. Ese documental es del ’83, el año en el que vuelve la democracia. Por un lado, diferencia esto de “los ingleses”. ¿Qué es lo que hace? Va a entrevistar obreros ingleses, en esos años. A ver qué decían de la guerra. Y entonces encontrabas a montones de obreros ingleses diciendo que no había que ir a la guerra; que habían intentado hacer una cosa transversal, unirse con la CGT argentina en plena guerra. No eran todos “los ingleses”. Y lo otro, interesantísimo, en relación a lo que estamos diciendo, es que entrevistan a unos obreros militantes en el año ’83, creo que de la Ford. Y no estaban de acuerdo con esto que muchos decimos como cosa juzgada, de que si ganaban la guerra se quedaban. El discurso de estos militantes gremialistas de la Ford, era que el triunfo hubiera demostrado que también caen los imperios. La mirada era otra. Galtieri no iba a durar aunque ganáramos la guerra. Yo pienso como vos, pero hay muchas miradas.

IG: En realidad, no lo sabemos. 

EV: Recordemos que en los Sudetes checoslovacos Hitler gana con el noventa y siete de los votos. 

MM: Yo estoy de acuerdo con lo que dijo Alvar, si hubieran ganado se quedaban diez años más. Pero es incomprobable. 

AS: Ninguna dictadura duró diez años. Después del ’83 no siguió ninguna dictadura. 

EV: La chilena sí. 

MM: El voto por el “NO” fue ya en nuestra democracia. 

AT: La brasileña duró como veinte años. 

AS: Y la paraguaya, ni hablar. 

MM: Lo que pasa es que estaban disfrazados de otra cosa. Como no tengo guion y me gusta abrir, ¿cómo lo veían los mexicanos (no ustedes, los exiliados)? ¿Qué veían?

EV: Los mexicanos veían un acto ridículo. Recuerden que yo formaba parte de un diario “progresista”. Decir “progresista” en México tiene sus bemoles. Significa mucho en materia de política exterior. Y no mucho más. Entonces el progresismo se reducía mucho al debate sobre el afuera. No tanto al debate sobre la política interna. Sobre el afuera se permitían ser profundos y discutir a fondo. Lo que se veía, incluso en los debates más institucionalizados, que se hicieron en la televisión, con expertos, era el disparate bélico. ¿Se acuerdan de esa película, en la que creo que estaba Peter Sellers, en la que San Marino le declara la guerra a los Estados Unidos? Una nación ridícula, como si fueran San Marino, o Liechtenstein, dice que les va mal económicamente pero que si le declaran la guerra a los Estados Unidos van a perder, obviamente, y los americanos, después de que derrotan a un país siempre le ponen plata. Un poco hacía esa lectura. 

AT: Un absurdo… 

EV: Me acuerdo de que en mi diario salió una comparación de los dos arsenales que se iban a enfrentar y era gracioso. No era el Paris Saint Germain contra Boca. Era el Paris Saint Germain contra nosotros. 

MM: Arsenal de Sarandí. 

EV: Era ridículo. Estaba muy centrado en esta cuestión del disparate, que después se comprobó. Yo no creo que sea un imposible que cualquier estado periférico derrote a un imperio. Porque en la historia de la humanidad ha pasado. En Vietnam, ¿no? Pero exigía un   compromiso que yo creo que acá no hubo, de ninguna manera, en la población. Yo me acuerdo que veía imágenes (todos los canales mandaron enviados), y veía, en la calle Corrientes, un sábado a la noche, los restoranes llenos. Así no se gana una guerra. 

AT: En Vietnam había un elemento ideológico en el que estaban muy comprometidos, no solo las fuerzas militares sino las civiles también. Por eso vencen. 

EV: Claro. A eso me refiero. Vos no podés ganar una guerra en esas condiciones. No soy un teórico de la guerra, pero me imagino que una guerra es posible de ganar en la medida en que el conjunto de la Nación esté comprometido con el triunfo bélico. Y esto acá no pasaba, la gente seguía comiendo en los restoranes. Yo recuerdo un diálogo de Agatha Christie, mujer conservadora si las hay. En una de sus novelas, me confieso conspicuo lector… también me gusta Tolkien alguna vez voy a tener que analizar mi opción ideológica (Risas). Hay un crimen en unos de estos castillos, y por supuesto, lo convocan a Poirot para que investigue. Va Poirot, a un castillo espectacular, con una lady de ochenta años, que lo recibe, le indica sus habitaciones y le dice que va a empezar a trabajar al día siguiente, a ver quién mató al conde. Y entonces Poirot pregunta (1942): “¿A qué hora es el almuerzo, milady? Y la vieja de ochenta años le responde: “Monsieur Poirot, Inglaterra está en guerra. Cenamos a las ocho”. Me parece que eso es un país en guerra. No se almuerza. Y esto, hablando de la más rancia aristocracia, que podía desayunar, almorzar, cenar y lo que se le cantara el traste. 

IG: Debe haber pasado en el libro de Agatha Christie nomás. (Risas).

EV: No creo. Me parece que en ese sentido el pueblo inglés tiene la cosa bélica metida. Por eso no había que declararle la guerra a un tipo que tenía alguna experiencia. 

MM: Qué necesidad…

AS: Con colimbas además 

EV: Además con colimbas. 

MM: Y con ese arsenal. 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El crimen casi perfecto, de Roberto Arlt, Ilustrado por Decur

“Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, por Ricardo Piglia

"El libro", un cuento breve de Sylvia Iparraguirre