Andrea Ferrari: “Cuando uno va a una escuela y a un chico le gustó un libro lo primero que te pregunta es si vas a hacer la continuación”
Comenzamos esta
segunda parte de la entrevista a Andrea Ferrari hablando de sagas. De las
suyas, desde luego (Sherlock y Sol de noche) y de las varias que hemos leído y han
influido en autores y lectores. De las continuaciones posibles, de las
sugerencias de los lectores y también del enorme peso que tiene el tema del
romance en los lectores niños y jóvenes. Continuamos con el policial y eso nos
llevó a la influencia de la formación periodística en la obra de Andrea: sus
investigaciones para las excelentes La noche del polizón, para Quizás en el tren (escrita a cuatro manos con Martín Blasco) y
la futura Las iguales, que ya tenemos
ganas de leer.
Andrea Ferrari: Sí.
MM: ¿Y cómo surge
hacer una saga cuando no tenías pensada una saga?
AF: Ese fue el caso
de Sherlock, que fue un libro que no surgió originalmente como policial, se
convirtió en policial mientras lo ideaba, porque en realidad ese libro surge
pensando en el personaje. Me interesaba esto de un pibe extremadamente
inteligente pero disfuncional en lo social.
MM: Un poco como
Sherlock Holmes.
AF: Un poco como
Sherlock Holmes, exactamente. Entonces llegué ahí a partir de algo que no tenía
nada que ver, porque periodísticamente justo estaba con una nota relacionada con
los pibes “con altas capacidades”, como los llaman. Y había visto un estudio en
el que se mostraba que muchas veces estos chicos tenían dificultades escolares.
Esto parece una contradicción, y tiene que ver con esa sensación de no encajar
en ningún lado. A partir de ahí me apareció el personaje. Y justamente, cuando
empecé a delinearlo, como un chico con dificultades, sin relación con mujeres,
solitario, brillante y yo qué sé, me apareció Sherlock Holmes. Y decidí que iba
a ser un fanático de Holmes. A partir de ahí, el libro se volvió policial. Porque
claramente, esto era lo que el pibe tenía en la cabeza: la investigación
criminal. Salió el libro, y me quedaron dando vueltas los personajes. Y ganas
de trabajar más esto, el personaje de Watson. Entonces propuse hacer un segundo
libro cambiando el punto de vista, narrado por Watson, pensando que éste era el
último. Cuando salió éste, a esa altura ya tenía más devolución de lectores que
se habían entusiasmado y demás. Entonces decidí hacer un tercero donde el punto
de vista fuera alternado, que es No me
digas Bond, donde cada uno narra un capítulo, y se ve esta confrontación de
visiones del mundo. Cómo esos dos pibes que en ese libro están terminando el
secundario difieren en sus miradas sobre el mundo, sobre las mujeres, sobre qué
es lo que quieren hacia el futuro. Ahí terminó.
MM: ¿Decrece el
interés de los lectores a medida que avanzan las sagas, o se mantiene?
AF: Si uno piensa en
cifras de ventas, decrece. Siempre el que más vende es el primero de una saga.
Siempre. El segundo, un poco menos, el tercero, un poco menos. Esto, dado que
nuestros libros se venden mucho en la escuela, también tiene que ver con eso.
Un docente que va a elegir un libro de una trilogía, obviamente va a elegir el
primero. No va a empezar por el segundo. Y después, los chicos que se
interesan, son los que buscan los otros.
MM: ¿Y el interés de
la autora decrece o se mantiene? (Risas).
AF: Para mí, se
mantuvo. En el caso de la saga de Sol de
Noche, me di cuenta de que los problemas aumentaban a medida que avanzaba.
No sé cómo harán autores que tienen sagas larguísimas, y tienen todo
absolutamente pensado. Mi caso no era así. Tenía pensadas algunas cosas, y
otras no. Entonces, de lo que te das cuenta mientras estás escribiendo es que
hay cosas que ya te condicionan. De pronto tenía una idea en el tercer libro,
pero no podía ponerla en marcha, porque ya había escrito en el primero
determinadas cosas que me condicionaban el personaje. Entonces no podía darle
una vuelta absurda, o inventar algo sobre la trayectoria de la madre y el padre
que no había puesto al principio. Te va limitando el hecho de que sea una
estructura rígida como la que tiene una trilogía.
Asistente: O te aparece una
precuela…
AF: Algunos lo
resuelven así.
MM: Es una
alternativa. No se te ocurrió, ¿no?
AF: No.
MM: Estaría bueno…
Asistente: Con respecto a
las sagas, vos escribís el primero, les llega a los chicos… ¿escuchás a veces
esas devoluciones que uno a veces piensa que son disparatadas pero no lo son,
son como algunos tips para retomarlos y que ingresen…
AF: Vos me decís si a
partir de lo que me dicen los lectores cambio el argumento…
Asistente: Yo soy maestra, y
noto que cuando uno les da la posibilidad de meterse en los blogs de los
escritores… me pasó a mí como adulta que me metí en un blog, y le comenté al
escritor, me contestó y casi me muero. No podía creer que me hubiera
respondido. Y a veces toman esto que uno tira como lector, y ven cómo resuelven
cosas, no sé si en las sagas, donde está todo muy armado…
AF: Difícilmente lo
tome. Lo que yo veo en los lectores chicos, adolescentes o pre adolescentes, es
un gran deseo de que todo tenga un moño. Eso me lo plantean constantemente.
¿Por qué no hay más romance entre Francisco y Violeta? Y yo les digo que
Francisco es así, que se fijen, que es un pibe al que le cuesta, y que no puedo
derivar en el romance que ellos querrían, no sería verosímil. Pero eso es lo
que quieren. Y quieren más, además. Es lo que más recibo, de la saga de
Sherlock, sobre todo. Recibo correos de los chicos, que quieren más de lo que
ya conocen. Les gusta mucho reencontrarse con los personajes. Entonces me
preguntan por qué no sigo y yo les explico que ya está. Pero el pedido viene
más por ese lado. Hace un tiempo me llegó uno divertido de un chico que estaba
leyendo la saga de Sol de noche, y
entonces me sugería que mezclara las dos, y que Sol lo conociese a Francisco.
Era divertida la idea, realmente, pero no daba.
Asistente: Eso es para la
película. (Risas).
MM: O la obra de
teatro, como Harry Potter.
AF: O la serie. Viste
que hacen el spin off…
Álvar Torales: Así se salvaba la
chica de Tatú. Tatú no me gustó. (Risas)
AF: Vos no querías
romance con Tatú.
AT: No. Tal vez
porque no me gustan los tatuajes. Hubiera preferido con el primo inglés.
MM: Pero hay mucha
diferencia de edad. Capaz que es eso lo que te jode…
AT: No hay tanta.
Cuatro o cinco años.
MM: ¿Nada más?
AF: Son cinco años. Ustedes
son padres de chicas, les molestó. (Risas).
MM: Sí, sí. Tal cual.
AF: También sucede
con este libro, con el que voy más a secundarios, me refiero a La velocidad
de la música. Son chicos de catorce o quince años, yo pensaba que los temas
de discusión iban a ser los que tienen que ver con el policial, y con qué pasó
con la madre, pero me preguntan más sobre la relación entre Sol y Tatú. Es EL
tema. Evidentemente todo el mundo romántico en esa etapa es lo que más pesa.
Incluso en los chicos, que uno piensa que son más cuidadosos para decir esto…
MM: No sé si vendrá de antes, pero me parece que la influencia de Harry Potter es fuerte. ¿no? Construir una saga en crecimiento acompañando al pibe desde los once años, hasta los dieciocho o por ahí. Y los romances. Todos esperamos que Ron y Hermione, y que Harry y Ginny… Nos ha marcado un montón.
AF: Sí, sobre todo a
esa generación.
MM: Los que tenían
once años cuando empezó la saga.
AF: Absolutamente.
Harry Potter también abrió todo el mundo de las sagas que antes eran mucho más
limitadas. Ahora hay tantas que ni conocemos, pero que los chicos consumen. Se
han acostumbrado mucho a esto que comentaba antes de la continuación. Es un
reclamo casi constante. No sé si a vos te pasa.
MM: Sí.
AF: Cuando uno va a
una escuela y a un chico le gustó un libro lo primero que te pregunta es si vas
a hacer la continuación. Y uno dice que no, que ya fue.
MM: Sí. El otro
policial que tenés, que recién lo mencionaste, claramente policial, es El hombre que quería recordar. Yo tengo una edición viejita.
¿Cómo surge? Porque esto sale de tu experiencia periodística…
AF: También. Fue el primer
libro que escribí que tenía que ver con eso. Es un chico que participa en un
concurso que gana, y parte del premio es una estadía en un diario. En realidad
no le interesa mucho pero va. Y se engancha con una historia que empieza a
investigar, que tiene que ver con un hombre con amnesia. Alguien que no sabe
quién es, que ha tenido un accidente y que no sabe adónde ir, no tiene ninguna
pauta de cuál era su vida previa, y entonces quiere que el diario escriba su
historia porque piensa que así va a aparecer algo. No quiero contar, por si
alguien lo lee, cómo esta historia va cambiando después. A mí me atraía
muchísimo el tema de la amnesia, de estos fenómenos que se producen en el
cerebro. Cómo de pronto todo puede quedar en blanco. Ponerme en ese lugar. Hay
un autor que no sé si han leído que es Oliver Sacks. Tiene algunos libros
espectaculares. Era un neurólogo…
Asistente: Tiene el de la
mujer que confundió a su marido…
AF: Con un sombrero.
Ese es espectacular. Tiene varios. Él trabajó todo este tema de los fenómenos neurológicos,
a veces rarísimos como el que menciona en ese libro. Y trabajó mucho el tema de
la amnesia también. Me había gustado mucho eso, y ese fue el desencadenante.
Volviendo al tema de cómo son los personajes de los policiales, me gusta esta
posibilidad de trabajar un policial justamente sin ningún personaje
característico, sin ningún personaje estereotípico. No existe el investigador
ahí. Es un policial que le ocurre a gente como uno. Tendría un poco que ver con
este cuento, donde no hay un investigador que moviliza la narración, sino que
son sucesos que le pasan a gente común y corriente. Si bien hay un componente
periodístico, es un chico que todavía no es un periodista todavía. Es algo que
le pasa, le cae esta historia en las manos y se ve involucrado en tratar de
saber qué pasa.
MM: En eso hay un
paralelo con Sol, que también es periodista…
AF: Sol es más
periodista, ha nacido en el mundo del periodismo y tiene eso en los genes.
MM: Que se haya
criado en la redacción, la relación con las compañeras de trabajo del padre…
AT: Acá sacaste el
tema de la “niña mordedora”. ¿Vos mordías? (Risas).
AF: No, la hija de
una amiga mía mordía. Es un tema entre muchos niños de esa edad. No pueden
manejar ciertas emociones, y la manera de manejarlas es morder.
MM: Álvar había
señalado en la reseña que mostrás el mundo de cómo es el periodismo actual, que
está muy bueno. Porque en general, las películas nos muestran un periodismo
antiguo. Es difícil encontrar el periodismo de hoy.
AF: Sí, me interesaba
hablar sobre el periodismo actual, y también sobre lo otro que da vueltas en la
saga que es el tema de las pantallas, las redes sociales, y el efecto que tiene
eso en nuestras vidas. El último, El
ruido del éxito, es un caso policial que tiene que ver con un reality, que parece totalmente
disparatado, porque es un programa donde no se puede dormir. La gente tiene que
estar despierta y aguantar y aguantar. Y el que se duerme queda descalificado.
Así dicho parece insólito. Y absurdo. Pero existió. Lo hicieron, creo que en
Gran Bretaña, se llamaba Shatttered,
el programa. Me interesaba pensar el
lugar que ocupa esa fama tan fugaz en este momento. Me gustaba trabajar sobre
todo eso, como una manera de hablar de los medios más grandes.
AT: El tema de lo
verosímil. Porque a veces lo verdadero resulta inverosímil.
AF: Totalmente. A
veces hay algunas noticias que si uno las escribe en un libro no se las creen.
AT: No solo el
argumento sino también la actitud. Yo leí Sol
de noche nada más, de esos tres libros. Pero antes habías hablado de lo
juvenil y lo adulto y me parece que es difícil decir para qué está indicado.
AF: Es difícil.
Igual, en el caso de Sol de noche, yo
la veo más como una serie juvenil por dos o tres temitas. Uno es la edad de la
protagonista y otra es que tiene que ver con lo que sería la literatura de
iniciación. Es una persona que está asomándose al mundo adulto. Que está
descubriendo cómo son los códigos, saliendo de la adolescencia para entrar en
la adultez. En lo que significan el primer amor, la primera experiencia sexual…
Y a mí me da la impresión de que eso tiene que ver con una mirada juvenil. Esta
cuestión de la iniciación. Hay otras cosas, como en este cuento en el que
hablamos de gente adulta en el que no pasa por ahí, pero en el caso de Sol de noche me parece que sintoniza con
una mirada juvenil.
AT: Yo me refiero a
que un adulto lo lee tranquilamente.
AF: Sí, y buena parte
de la literatura de iniciación está publicada para adultos. La más clásica es
Salinger.
MM: Que es como el
padre de la literatura juvenil. El
guardián entre el centeno…
AF: Sí. Pero no está
clasificado como juvenil.
Asistente: Yo siempre digo
que todavía tengo una joven adentro, porque lo disfruto mucho.
MM: Sí. Bueno, todos
los que estamos acá somos lectores de literatura infantil y juvenil. Si no, se
equivocaron de lugar. (Risas). ¿La última es Quizás en el tren? ¿O salió algo más?
AF: ¿Mi último libro?
Sí, Quizás en el tren.
MM: Bien. ¿Lo podemos
relacionar con el policial?
AF: Yo diría que hay
un enigma, pero no significa que sea un policial. Me parece que en todo caso
está el tema de qué va a pasar con los personajes, cómo se van a ligar. Eso
creo que es un motor en la narración, pero no me parece que se pueda clasificar
como policial. Igualmente creo que en cualquier texto, para mí como autora, es
importante el tema del suspenso, y un cierto enigma. En cualquier tipo de
literatura: realista, fantástica, policial… En ese aspecto, trato de utilizar
esas herramientas para mantener el interés del lector. Podría decir que en
todos me motiva que haya un enigma.
MM: Claro. El enigma
sería transversal, más allá de que sea policial…
AF: Exacto. Alguna
vez estuve en unas charlas cuyo título era Toda
literatura es policial. Iban a eso, que me parece un concepto interesante.
No es cierto, por supuesto, es una exageración, porque no todo es policial.
Pero sí si uno lo piensa desde el punto de vista de cómo sostener el interés de
la lectura a partir del suspenso.
Alejandro Alonso:
Muchas
veces, y lo he hablado con amigos de mi edad, la literatura policial, o del
género que leíamos nosotros, era literatura que no había sido escrita para
nosotros. Conan Doyle, Poe, Agatha Christie, los leía los trece años. Por ahí
no lo entendía todo… ¿Cómo ves esto de que hoy la literatura parece escrita a
propósito? ¿Qué distancia hay entre esas dos cosas? ¿Qué cambió para que ahora el salto hacia
Agatha Christie o hacia Conan Doyle sea más mediatizado?
AF: Creo que es
básicamente una cuestión de mercado, no otra cosa. Cuando nosotros éramos
chicos no existía el concepto de literatura juvenil. Sí estaba la colección
Robin Hood, que todos hemos leído…
Asistente: La colección roja
de Billiken…
AF: Claro, pero
después uno leía efectivamente a Agatha Christie, a los doce, trece, catorce
años. Y nadie te ponía un rótulo de juvenil por eso. Ahora hay una mayor
estratificación del mercado en segmentos. Se ha convertido en un muy buen
negocio lo juvenil, y entonces aparecen estos rótulos. Pero la verdad es que no
me parece que haya un cambio de fondo. Sí en lo infantil, que creció muchísimo,
hay una producción de literatura infantil infinitamente mayor a cuando éramos
chicos. Y tiene otras características.
MM: Es más difícil
hallar “policial infantil”…
AF: Hay también.
Enigmas sencillos… Vos escribiste alguno…
MM: Sí. El papel
aguanta cualquier cosa. (Risas). ¿Leés policiales juveniles?
AF: He leído algunos.
Muchos me han decepcionado. Me gustaron los de Sergio Aguirre, no sé si lo han
leído. Es un cordobés. Los vecinos mueren
en las novelas… Sergio es una persona muy especial. Tiene un estilo de
escritura que por momentos te hace sentir que estás leyendo a un autor inglés
traducido. Y tiene buenos enigmas. Leo policial, pero no tanto. De lo que hay
en este momento, con ninguna serie me involucro hasta el final. He leído
algunos de Camilieri, algunos de Padura que tiene este personaje, Mario Conde,
me gustan pero hasta ahí.
MM: ¿El último Hammett te llegó? De
Sasturain…
AF: No, no. Acaba de
sacarlo…
MM: El otro día
María Pía, la compañera que va a desgrabar esto, lo estaba leyendo. Sasturain
es un autor que recurre a un detective con una argucia. La del jubilado que se
convierte en detective.
AT: Decías que leías
a Camilieri, y no sé a qué otro nombraste…
AF: Padura, que es el
cubano. Que tiene un personaje investigador, Mario Conde.
AT: No leés policial
negro…
AF: Policial negro no
tanto. Después hay uno que me gusta que es un forense… se me fue el nombre. Por
ahí alguno de ustedes lo ha leído o lo ha visto, porque hicieron una miniserie
también. El autor es irlandés. Es John Banville, que tiene un seudónimo para
escribir policiales… Benjamin Black. Y tiene estos policiales en los que el
investigador es un forense, y está muy bien.
MM: Como Quincy, el
de la serie. ¿No se acuerdan de la serie? Era una serie policial con un
forense.
AF: Cuando uno va a
los detalles, hay muchísimos que terminan siendo Sherlock Holmes. Cuando vos
buscás como trabaja o como deduce algún personaje…
Asistente: Bueno, Sherlock Holmes
hace experimentos que corresponden a forenses…
AF: Exacto. Empieza
así…
AT: ¿Y Simenon?
AF: Simenon nunca me
gustó mucho. El policial francés la verdad que no…
MM: Lo acabás de
lastimar. (Risas).
AF: Perdón, perdón,
la verdad es que no…
Asistente: ¿Y otros tipos de
policial no literarios? Hoy se dice que la literatura a veces se despliega más
en una serie. Que los argumentos profundos pasan mucho más por una serie, que
por una de las sagas comerciales. Por el trabajo de evolución de los personajes,
a través de las distintas temporadas. ¿Hay algunas serie que te haya llamado la
atención?
AF: Un montón.
Consumo series. Ahora estaba viendo una inglesa que se llama Unforgotten. Unos investigadores que
trabajan en un caso que ha sucedido hace muchísimo tiempo, es brillante.
Después, por supuesto, yo he sido tan adicta a Holmes… me encanta Sherlock, la de la BBC. Cómo trae los
argumentos a la actualidad…
MM: Hablábamos
justamente en uno de los encuentros, de lo que decías vos acerca del contrapeso
de la figura de Watson, en el famoso episodio del casamiento. Y eso eleva la
figura de Watson. Es un hermoso momento de la serie, ese. Una de las reseñas
que circularon acá es sobre una obra escrita a ocho manos. Vos escribiste Quizás en el tren a cuatro manos con
Martín Blasco. ¿Es difícil escribir a cuatro manos?
AF: Fue una
experiencia muy interesante, y más fácil que lo que yo esperaba. Yo me
imaginaba que iba a ser muy difícil, o que no me iba a gustar. Personalmente
soy bastante controladora con lo que hago, me cuesta soltar y aceptar por
ejemplo, la intervención de editores. Entonces pensé que escribir con otro, con
quien asumíamos una firma conjunta me iba a costar. Y sin embargo no. Con
Martín transcurrió todo muy fluidamente. El proyecto surgió a partir de que
teníamos una idea parecida y por qué no hacerlo entre los dos. Tenía que ver
con dos historias que corrieran paralelas, de dos personajes completamente
distintos, que cada tanto se cruzaran. Y que ese cruce significara un cambio en
sus vidas, que tuviera una incidencia fuerte. Cada uno eligió su personaje, a
partir de una trama que ya habíamos delineado. El mío es el de una chica
adolescente de la comunidad china. Sus padres son chinos, viven en el Barrio
Chino de Buenos Aires. Y ella está un poco a caballo entre las dos culturas, la
china y la argentina, sintiendo una incomodidad creciente con eso. Ese es el
conflicto central de mi personaje. Y el personaje de Martín es un ladrón de
unos treinta años, que roba en trenes, subtes… y sobre todo roba celulares. Dos
personas que en principio no tienen ningún punto que los contacte, hasta que
Jorge, el ladrón, le roba el celular a Alma, que es la china. A partir de ahí
sus vidas empiezan a cruzarse, él ve en el celular cosas que ella hace, y se
involucra. Fue muy estimulante el trabajo. Porque el sistema era que cada uno
escribía un capítulo y esperaba el capítulo del otro para seguir. Entonces, si
bien eran dos historias que corrían paralelas, lo que le pasaba a Jorge a mí me
generaba ideas, y me estimulaba para pensar lo que le pasaba a Alma. Hubo un
par de momentos en los que tuvimos que parar y charlar de vuelta, ver lo que
pasaba en algún nudo en el que no estábamos del todo de acuerdo, pero fueron
situaciones pequeñas. Después fluyó.
MM: A mí me da mucha
curiosidad y no sé si ya fuiste, cómo es la recepción de éste libro en
colegios. Con los pibes y pibas y con los profes.
AF: En algo en lo que
nos pusimos de acuerdo fue que en el libro no hubiera una visión moral acerca
de que Jorge roba. Tampoco hay una intención de “salvar” al personaje de esto,
ni que sea una historia de superación. Entonces nos preguntamos qué iba a pasar
con ese tema en los colegios. Y la verdad es que por ahora no es un tema que se
haya presentado. Los pibes se enganchan con la relación entre ellos, se
enganchan con el modo en como Jorge roba, con la psicología del ladrón, que está
muy desarrollada por Martín. Y es un ladrón peculiar, porque es un tipo que
viene más bien de clase media. Se enganchan más bien con eso, no tanto con el
fondo moral del robo. El otro día fui a un colegio donde me preguntaron si
nuestra intención al escribir este libro era hablar de que los celulares eran
demasiado importantes. (Risas). Dije que no…
MM: Es interesante
como lectura. Porque realmente les cambia la vida a partir de lo que él
encuentra en el celular. No es una mala pregunta.
AF: No, pero la
pregunta venía por el lado de algo que sucede mucho en las escuelas, que es
intentar encontrar un “mensaje”. Como que el mensaje era que no estemos tan
pendientes de las marcas de los celulares.
MM: ¡Ah! Que leamos
más… No, no, eso no. ¿Y no produce rechazo Jorge? Porque es desagradable… Un
tipo que te afana el celular, da mucha bronca.
AF: La verdad que sí,
pero al mismo tiempo este personaje es un poco querible, creo yo. Porque tiene
todo esto que le pasa con las mujeres, con la mamá… No es un tipo que aparezca
como feliz. Es un tipo que roba y miente, pero esto es un pesar en su vida. Es
algo con lo que no está del todo satisfecho, y al mismo tiempo tampoco está
dispuesto a cambiarlo.
MM: Bien. Yo te hago la última y abro al amable público. ¿Algún proyecto en camino? Y si es el caso, ¿policial?
AF: Policial, por
ahora nada. Estoy descansando un poco después de la última serie. Tengo un libro
terminado que es para más chiquitos, que va a salir el año que viene y se llama
Las iguales. Es una historia de dos
gemelas, de cómo se vive al tener un igual, alguien que es casi igual… pero que
no es igual. Es un libro que me resultó muy divertido escribir. Está
estructurado también como un contrapunto, son dos nenas que se llaman Vicky y
Vivi, y se alternan para narrar cada capítulo. Son dos voces muy distintas y le
hablan a una tercera persona que es una psicóloga. Esto también se va
construyendo en el proceso. Hasta que el lector va entendiendo qué función
tiene esta mujer a la que le hablan. El libro está trabajado en segunda
persona, todo el tiempo ellas se dirigen a esta mujer. Eso por ahora. No estoy
con nada más que sea “contable”. Va a salir en Loqueleo, en la Serie Naranja.
MM: Bueno, no sé si
quieren hacerle alguna pregunta más… Guillermo…
Guillermo: Yo quería
preguntarte de qué manera el trabajo periodístico y la formación en el oficio
influyó o sigue influyendo en la manera en que escribís.
AF: Muchísimo…
MM: Una interrupción:
Guillermo es periodista y todos los lunes hay textos donde se habla mal de los
periodistas. (Risas). Así que viene bien la pregunta.
AF: Te vienen dando
cachetazos… ¿Sos periodista de gráfica?
Guillermo: Sí, soy Licenciado
en Periodismo, y más que nada me dedico a la parte gráfica.
AF: Yo siento que
muchísimo. Ya no trabajo como periodista pero me condicionó la mirada en la
literatura. Para empezar, dónde encuentro mis temas. Muchas veces es en la
realidad y en lo que leo en los medios. Muchísimos de mis libros han surgido
así, a partir de algo que leí, una noticia o cualquier detalle, un aspecto de
una entrevista. Y después en la manera en que trabajo, también, porque a mí me
gusta mucho hacer una investigación, no en todos los libros, pero en muchos.
Hacer una investigación previa, porque siento que eso me da elementos y me
dispara ideas para la ficción. En algunos, son puntuales. En un policial
entrevisté a un especialista en venenos porque quería saber exactamente algo
sobre el efecto de un veneno. Esa fue una investigación pequeña, pero en otros
ha sido mucho más larga. Por ejemplo, La
noche del polizón, que se trata de chicos africanos que vienen al país
escondidos en barcos, es una novela que surgió primero como una entrevista que
hice, con tres chicos que habían venido de esa manera. Y después, cuando decidí
que iba a escribir un libro, entrevisté muchos más chicos, especialistas y
demás, y todo eso para mí me resultó muy estimulante. Ese proceso que sería entre
periodístico e investigativo. Y lo hago incluso en situaciones en las que no
hace ninguna falta. Esta novelita de la que hablaba recién, Las iguales, que trata
sobre gemelos. Cuando empecé con la idea necesité escuchar hablar a gemelos
antes de escribir. Quería que me contaran qué es lo que sienten. Entonces hice
tres entrevistas con tres pares de hermanos. Unos, amigos de la hija de Mario,
adolescentes; otras, chicas de unos veintipico de años, y unos gemelos de
cincuenta y algo. Me resultó súper interesante toda esta reflexión sobre lo que
significa tener un igual, y cómo eso incide en tu vida. Podría haber escrito el
libro sin hacer eso, pero a mí eso me resulta estimulante.
Asistente: Tanto para Las
iguales como para los otros libros, ¿primero te surge la idea y después la
presentás en editoriales o lo escribís, lo pensás y te fijás a qué editorial se
lo acercás?
AF: En general,
escribo sin consultar a nadie, y cuando ya lo tengo más o menos listo se lo
comento a los editores. También pasa que a veces los editores te preguntan qué
estás haciendo. Y entonces sí uno lo comenta antes, porque te preguntaron, al
editor le interesó y terminás con el proyecto amarrado. Solo lo hice de otra manera con la saga,
porque necesitaba saber, antes de ponerme a escribir tres libros, que había una
editorial que se interesaba en ese proyecto. No en un libro, sino en un
proyecto más largo. Ahí sí se lo conté a una editora que me dio el aval como
para que me lanzara.
Asistente: Y de las
editoriales con las que trabajás, ¿cómo decidís a cuál llevarle cada material?
AF: En realidad no
trabajo con tantas editoriales. Básicamente tengo libros en
Santillana-Loqueleo, en SM y dos en Norma. Tampoco me interesa ampliarme mucho
más.
Asistente: Sobre el tema de
la investigación, en el libro que mencionaste que hay un personaje que es de la
comunidad china, ¿cómo abordaste eso? Porque es un tema que da para que uno se
preste a prejuicios… se necesita un nivel de entendimiento de la crisis que
está teniendo el personaje. Necesitás una visión muy clara de cómo es esa
crisis, ¿Cómo abordaste esa investigación?
AF: Primero leí todo
lo que encontré, sobre la comunidad china en Argentina, no había tanto escrito.
Y a partir de ahí busqué testimonios, y encontré uno, de una persona que me dio
mucho acceso, que es una profesora que nació en China pero vino en la
adolescencia. Y tiene un instituto de enseñanza de chino. Se casó acá y tiene
hijas argentinas. Entonces era una mirada muy interesante, porque tenía la
visión de cuando vino, pero a la vez
tenía la visión de “madre de”. Y a través de ella encontré dos hermanas, de
diecisiete y diecinueve, para tener una visión más adolescente. Nacieron acá
pero están profundamente involucradas en la comunidad china. De hecho, todos
sus amigos son de la comunidad, se mueven ahí, digamos. Esos testimonios me hablaron
de la cosa cotidiana que es lo más interesante para mí para poder escribir. Por
ejemplo, los chicos de la comunidad china van de lunes a viernes a colegio
argentino, y los sábados a la escuela china. El tipo de comida, la relación
entre padres e hijos es distinta de la que estamos acostumbrados…
Asistente: Cuando Mario empezó a hablar del personaje y vos lo describiste, de repente se me presentó el supermercado chino en el que hay una chica a la que no me cuesta imaginarla con este conflicto interno. Esto no tiene nada que ver pero creo que hace al caso, había empezado a estudiar a García Márquez, y me preguntaba cosas. Cuando lo mencionaron me pareció que el del conflicto interno es un gran tema. Pero si yo tuviera que escribirlo la verdad es que no sé nada. Los tengo adelante todos los días, nos vemos todos los días, pero no sé nada.
AF: Eso me pareció
interesante, justamente. Que es una comunidad con la que todos nos relacionamos
todo el tiempo, y sin embargo no sabemos casi nada. Cuando surgió esta idea con
Martín, yo le dije que a mí me interesaba trabajar con alguien de una comunidad
que estuviera en la Argentina y fuera cerrada. Había otras posibilidades.
Podían ser la comunidad gitana, por ejemplo. Pero después me pareció que lo
chino era más interesante para el lector por esto que vos decís, por esa
cotidianeidad que tenemos. Y que nunca te paraste a conversar y a ver cómo vive
esa persona.
AT: Ya hay una
primera generación de adolescentes argentinos, hijos de chinos…
AF: Sí, pero por eso
yo digo que son mezclas de culturas. Son argentinos porque nacieron acá, pero
no son “tan” argentinos. La palabra chistosa que corre es “argenchinos”. Por un
lado son absolutamente argentinos, pero por otro han crecido con pautas
culturales diferentes. Fueron a la escuela acá, pero cuando les preguntás por
sus mejores amigos, son todos de la comunidad china. Y el casamiento, las parejas… hay pocas que se
dan fuera de la comunidad.
AT: Pero esa
endogamia se da en casi todas las colectividades.
AF: Depende, algunas
son más abiertas, otras más cerradas. Cada historia…
Asistente: Es como un
instinto de conservación…
AF: La manera de
pararse de la comunidad. Si uno pregunta acá, seguro que muchos somos
descendientes de italianos. Y sin embargo los italianos que vinieron acá, lo
hicieron con la idea de integrarse, no de generar una comunidad separada.
Mientras que hay otras comunidades que no, que mantienen esa cosa de la propia
cultura.
Asistente: Creo que eso
también viene del momento histórico que se vive en su país. Mi chinita de
enfrente, los sábados le doy clases de castellano, y a veces los domingos,
porque ella va los sábados. Ahora tiene una prueba, y me pregunta si puedo los
martes a las siete y media. Obviamente, yo le digo que sí a todo, pero me pongo
en ese lugar, y todos sus amigos y relaciones son de la colectividad. Pero si
vos hablás de la crisis que tuvo cuando vino de la China… yo la vi a la par con
nuestra comunidad. Y ahora, sus hijos a los que yo les doy clases, tiene un
grupo de amigos argentinos, que es muy lindo ver cómo se relacionan. Ella me
enseña algo de chino (obviamente no entiendo nada), pero yo no leí el libro y
ya me imagino a mi vecina…
AF: ¡Qué bien me
hubiese venido hablar con vos cuando estaba haciendo la investigación!
Asistente: Es muy
interesante ver su cultura y ver cómo tratan de conectarse con los otros.
AF: A mí me interesa
mucho el cruce de culturas. Lo trabajé en La
noche del polizón a partir de estos chicos africanos. Ese sí que es un
shock, porque son chicos que han venido sin saber adónde iban. De pronto se
suben a un barco, solos, sin familia, y donde caen, caen, sin saber
absolutamente nada, sin saber qué idioma se habla, cómo es la comunidad, nada.
Se bajan del barco y es todo nuevo.
MM: Muy
recomendables. Las dos: Quizás en el tren
y La noche del polizón, para ver
estas cuestiones. Y esperaremos la de las gemelas. Bueno, te despedimos con un
aplauso grande.
APLAUSO FINAL.
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