Andrea Ferrari: “La clave del policial está en encontrar un enigma y una resolución que esté a la altura”

Con esta segunda entrevista del Laboratorio de análisis y producción de LIJ cerramos el mes dedicado al policial. Invitamos a Andrea Ferrari porque sin duda es una referente del género. Hablamos de las diferencias entre el policial deductivo y el negro, y de los híbridos, como también de los difusos límites entre la literatura infantil, la juvenil y la destinada a adultos. De la verosimilitud como condición sine qua non del policial y, desde luego, de las sagas de Sherlock y Sol de noche y de El hombre que quería recordar, su primer policial.



Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo están? Le estaba comentando a Andrea lo que es el taller- laboratorio al que le dimos ese pomposo nombre. Aviso que Andrea hoy nos va a leer un cuento inédito, pero no hay que difundirlo. Le estaba contando del proyecto del laboratorio, y de paso les anticipo que seguimos el lunes que viene, con algo que no es un género, que es Identidad y Memoria. Va a venir al cierre Paula Bombara, que en cualquier momento llega porque es amiga. Le estaba contando también que tuvimos un primer encuentro en el que hicimos una clasificación general del policial. La consabida división entre el deductivo, el negro, y demás, y un panorama del policial en la LIJ. Como sos una representante del policial en la LIJ, además de escribir otras cosas, te invité a ti. Y además, porque tenés una paciencia infinita, (Risas), ya te invité como cinco veces.

Andrea Ferrari: Yo digo que él puede contestar mejor que yo… (Risas).

MM: La entrevisté en el ciclo que hacíamos en Mar del Plata, dos veces en el mismo día, a la mañana y a la tarde, cuando hicimos el primer ciclo en el 2007, ya hace once años, en la Biblioteca del Congreso, cuando empezamos con esta idea, y otra vez acá, que hablamos de Literatura e Inmigración. Así que esta es la quinta o sexta vez. Puedo decir su biografía de memoria.  Ustedes la conocen pero vamos a hacer la presentación como corresponde. Andrea es periodista, trabajó como periodista un par de décadas, sobre todo en Página 12; es traductora literaria de formación, y es una de las escritoras más importantes de nuestra literatura.

Álvar Torales: ¿Traductora de qué idioma?

MM: Inglés. Importante y muy premiada, es la única escritora argentina que ganó el Premio Barco de Vapor en España con su libro El complot de Las Flores. Ganó el premio Jaén, que nos interesa especialmente en este caso porque fue por El camino de Sherlock, que es el que inauguró la saga de Sherlock. Y tiene varios Destacados de ALIJA, entre ellos Zoom, La noche del polizón, y no sé si Los chimpancés miran a los ojos

AF: No; ese fue White Ravens…

MM: O sea, un lujo tenerla acá. Como soy abusivo le pedí que nos lea un cuento policial inédito, que es el que no vamos a desgrabar ni divulgar, porque justamente, la idea es hacerlo un poco diferente, y para “la cocina”. Muchos de ustedes, casi todos, me mandaron cuentos policiales, les respondí a varios, leímos acá algunos el lunes pasado, así que está bueno pensar cómo es la “cocina” de una escritora profesional, de literatura en general, y juvenil en particular. Así que si tenés ganas…

AF: (Lectura del cuento inédito) Aplausos.

MM: Muy bien. Es raro leer un cuento inédito en público, ¿no?

AF: Es raro, sí.

MM: Pero había un silencio expectante. Yo ya lo conocía, y lo primero que noto, es que desde aquella vez que me mandaste el borrador, hace un montón, hay unos cuantos cambios.

AF: No me acuerdo ya…

MM: Uno nunca se acuerda, es así. Voy a hacer algunas preguntas que tengo pensadas, y los invito a que ustedes también pregunten. Andrea: ¿Cómo es el proceso, en el caso de un cuento policial? ¿Cómo lo preparás? ¿Pensaste primero el argumento? ¿Cómo surgió?

AF: La primera idea fue la de una venganza. Pero quería que eso no se notara hasta llegado el final. Para mí la estrategia de un policial siempre es esa. Me gusta mucho el policial de enigma, más que el negro. Creo que lo primero es encontrar una situación enigmática que involucre al lector, e ir dándole las pistas despacito, sin que el lector se dé realmente cuenta, pero que pueda recuperarlas después. Luego ofrecer una resolución que en lo posible lo sorprenda. Para mí, ese es el motor de pensar un policial. Encontrar ese tipo de situaciones.


MM: A medida que leías yo me iba anotando las claves. La primera es el cambio de fisonomía, después que le gustaría relajarse y pensar pero no puede, luego piensa en los diez kilos que perdió, porque es otra persona. Hay también un par de falsas claves. Cuando dice que estuvo por cancelar el viaje pero que no viene sola, y además es bastante clásico, porque hay una introducción, un nudo, porque hay una especie de mazazo cuando el lector se entera de que la protagonista estuvo presa… No esperás eso en la descripción de Marcela, una chica tan linda en un hotel de lujo, de la que te enterás que estuvo presa y lo que pasa con la familia. Eso es bien identificable con el nudo. Y el desenlace bien clásico, en el que se junta todo. Además lo contás casi en paralelo, son como dos historias.

AF: Los datos que van apareciendo también tienen que ver con los robos. Conversa con una familia, se queda sentada, pone sus cosas al lado… En el momento no parece evidente, pero si uno después vuelve sobre eso, va viendo los momentos en los que se producen los robos.

MM: El gusto amargo del trago… que no sabemos qué le puso (si es que le puso algo además del alcohol).

AF: También la persona con la que convivió en la cárcel, que era punga, que le dijo que le podía enseñar…

MM: Eso me lo había olvidado. Hubo cambios. En el borrador, en uno de los primeros que me mandaste, ella escucha que gritan “Pocha”…

AF: Ah, sí. Después le cambié el nombre.

MM: No ve a alguien, escucha el grito que dice “Pocha”, un nombre que es poco usual para ese lugar, un hotel lujoso… Es cierto, vas metiendo esas claves… ¿Vos creés que este cuento es más cercano al enigmático que al negro?

AF: A ver… este no es un cuento policial del todo clásico. Después podemos hablar de lo más clásico, que tiene que ver con un investigador. Este es un cuento de gente común, no de policías ni detectives. Pero sí desde el punto de vista en que se plantea un enigma que se resuelve al final. En el policial negro, como por ejemplo en el de Philip Marlowe, no necesariamente hay un enigma. El tema es lo que va pasando. Hay muertes, y el detective va descubriendo una trama, pero no necesariamente hay una resolución al final que sorprenda al lector. En un policial negro muchas veces no te sorprendés…

MM: No, es más importante el camino…

AF: Es más importante el camino que la resolución. Mientras que en lo que sería el clásico inglés, como el de Sherlock Holmes, o el de Agatha Christie, el tema estaba en el final. Quién era el asesino. Esa es la sorpresa para el lector. Creo que el policial actual es un híbrido, que ya no existe el absolutamente de enigma o absolutamente negro.

MM: Álvar citaba el otro día a Guillermo Martínez que habla de la amplia avenida del medio, en la que andan casi todos los cuentos o novelas…

AF: Claro, pero el famoso de Martínez es bien de enigma, diría yo. Crímenes imperceptibles

MM: Cierto, ese es bien de enigma. Y con el cuento… No vamos a contar detalles, pero yo sé que este es un proyecto juvenil. Acá estamos hablando del policial infantil y juvenil, dentro de la literatura para chicos. ¿Por qué creés que funcionaría un cuento así en la literatura para jóvenes?

AF: A ver… esto le hemos hablado tantas veces en otras entrevistas…

MM: Pero cambió el público. (Risas).

AF: Cambió el público. Lo juvenil siempre está en el borde. Es tan difícil definir qué es lo juvenil y qué no… es mucho más fácil definir lo infantil. Yo creo que este cuento podría ir tranquilamente a una antología juvenil o a una antología para adultos. No me parece que sea tan marcado el tema. Pero sí creo que el policial es un género que les gusta a los adolescentes y jóvenes. En general, son lectores muy curiosos y activos, entonces les gusta esto de estar tratando de investigar y de saber el por qué. El “Quién hizo” y “Cómo hizo”, eso les gusta mucho. En ese sentido pienso que podría incluirse tranquilamente en una antología juvenil. Si bien, contrariamente a otras cosas que he hecho yo, más para chicos, acá no hay personajes niños ni adolescentes. Es un ámbito adulto.


MM: Bien. Antes de hacer las preguntas generales. Del cuento específicamente, ¿quieren comentar o preguntar algo?

Asistente: La idea, cuando lo pensaste, ¿se te ocurrió para publicarlo junto con otros en un conjunto de cuentos?

AF: En realidad, esto surgió de una manera simpática, charlando con unos amigos, y pensando en algún momento en armar una antología juntos. Estos proyectos surgen y después uno ve qué hace con lo que escribe. Eso fue simplemente el disparador del cuento. A mí me resulta estimulante pensar la idea de un policial.  Sin embargo lo que pasa con el policial es que es muy fácil pensar un enigma apasionante, pero si no le encontrás una resolución que esté al nivel, desilusionás al lector. A mí me ha pasado mucho leyendo policial, no sé a ustedes. Por ejemplo, pensemos una situación policial acá. Alguno de ustedes se levanta, va al baño que está a la vuelta, y dentro de quince minutos aparece el cadáver. Está cerrado. Pablo dice que no entró nadie. Clásica situación, habitación cerrada, asesinato en La Nube, ¿quién lo hizo? Está muy divertida, pero si después resulta que entró un comando iraní por el conducto del aire acondicionado… el lector te va a decir que no, que busques otra resolución. Para mí la clave del policial es esa: encontrar un enigma y encontrar una resolución que esté al nivel.

MM: La facilidad del “Deus ex machina”, o de la trampa, que muchas veces se encuentra. En muchas de las devoluciones que les he hecho a ustedes, el tema que más se repitió es “que no sea fácil”. Porque el lector se da cuenta cuando la resolución es fácil. Es curioso esto, de que el que inventa esto del cuarto cerrado, Poe, con “Los crímenes de la calle Morgue” mete un gorila. Hoy no funcionaría para nada, pero funcionó perfectamente. Es más… creó un género.

AF: Hay que pensar en la evolución del policial. A partir de la trilogía de Sherlock yo suelo hablar de esto mucho con los chicos, los lectores, sobre las historias originales de Conan Doyle. Y leído hoy, Sherlock Holmes --que para mí es una genialidad absoluta como creación de personaje-- tiene resoluciones que son tramposas, son pavas a veces, infantiles. Pero hay que ver qué antecedentes había en el momento en el que se escribió. Ahora todos hemos leído Sherlock Holmes, es muy fácil decirlo.

AT: En este cuento me parece que lo que se destaca es el argumento. La venganza, no la resolución del crimen. Eso lo hace distinto.

AF: Mi expectativa era que eso fuera lo que terminara sorprendiendo. Porque en última instancia, creo que lo que todo el mundo está pensando es quién roba, por qué roba, el motivo para robar… En realidad, acá no hay un motivo para robar. El robo es simplemente una manera de tapar otra cosa.

Asistente: Cuando empezó la descripción lo que yo pensé fue que era una compañera de celda, o que era alguna guardia de lugar en el que había estado detenida.

MM: ¿Por qué?

Asistente: Por la descripción: pelo corto, negro…

MM: Es una observación posible de tomar. Justo antes de que empezáramos te conté del cuento de Gorodischer de esa antología maravillosa… “El beguén”. Quizá ahora esté en otro libro, pero lo escribió especialmente para esa antología*. Gran parte del cuento es la relación de mujeres en la cárcel y ese miedo inicial mucho más brutal, que vos apenas insinuás. Les recomiendo el cuento y también el libro.

AF: El miedo a la cárcel, al ambiente.

MM: Además, una de las cosas más interesantes de tu cuento y que sorprende, es el clima. Y la pesadilla, que creo que todos alguna vez tuvimos. Esa mujer de clase media, oficinista, con una vida más o menos organizada…

AF: Clase media, formada…

MM: Caés en cana porque te hicieron una trampa, porque un policía se equivocó…

AF: Con los presos comunes, además…

MM: Y es lo peor de su vida, es terrible…

AT: La maquinaria de la justicia.

MM: Claro. Eso también está muy bien descripto. Después se descubre que es mala la instrucción, que hay una serie de claves policiales para tener en cuenta. Pero ya le cagaron la vida.

AF: Que son situaciones que uno lee en los diarios…

MM: Uno sabe que pasan, no son para nada inverosímiles. No hay nada inverosímil en el cuento.

AF: Ese es otro tema del policial que me parece central, que tiene que ver con la verosimilitud, y con cómo se construye. Me parece que para que uno se meta en un policial y se sorprenda, y se involucre, todo el contexto tiene que ser verosímil. Cuando empieza a ser inverosímil, te salís de cuento, o de la novela. Me parece que esa verosimilitud se construye a partir del realismo. De generar situaciones cotidianas que son creíbles.

MM: Cuando empieza a hacerte ruido, ya empezás a alejarte como lector. Lo decíamos en el primer encuentro y todos lo saben… Esto de que el lector de policiales se mete en el libro con una preparación para ir a encontrar la clave. Y no quiere encontrarlas…

AF: Quiere y no quiere. Porque por un lado quiere ser más vivo que el autor, pero por otro se desilusiona.

AT: Lo inverosímil puede estar en la resolución. Yo leí Sol de noche, el caso de A. L .Timón…

AF: Eso no está resuelto en el primer libro. Está resuelto en el tercero, recién.

AT: Es bastante inverosímil. ¿Quién es ese tipo que sabe todo, y que tiene informaciones imposibles? Y después bueno…

MM: No spoilee, no spoilee, que todavía hay gente que el tercero no lo leyó. (Risas).

Asistente: A mí me generó empatía la situación de los ocho meses, lo de la percepción del tiempo. Para uno ocho meses quizá no es nada, pero la percepción del tiempo en ese lugar, con hambre… ¿Vos decías dos historias por eso que pasa por el costado?

MM: Hay una historia que subyace, que la descubrimos al final, cuando vemos que fue una venganza. Porque cuando empieza a decirte que estuvo presa, vos no relacionás eso con el momento del hotel. Casi te diría que hay tres, porque está la historia de Mili, que fue victimaria y ahora es víctima. Que está ahí y que al principio a uno hasta le cae simpática. Es una piba que está ahí, que se ganó un premio y que está disfrutando de la pileta.

AF: Y está la historia de los robos. Puntualmente te vas enterando de que hay robos, pero no sabés si es culpable Mili, si es culpable una tercera persona. No me acuerdo qué teórico decía que en el cuento nunca se habla de lo que realmente se habla.

MM: Piglia creo que era.

AF: Piglia, sí. De qué se está hablando en la superficie, y de qué se está hablando en verdad, por abajo.

Asistente: ¿Investigaste el tema específico de la prisión preventiva, si el crimen de ella había cometido daba para que la mantuvieran encarcelada?

AF: No es que investigué especialmente para este cuento; yo trabajé veinte años como periodista, y buena parte en la sección Sociedad, que incluía policiales. Y la Justicia argentina es tan desastrosa, que hay infinidad de casos en los que vos decís que la preventiva no debería mantenerse, y se mantiene…

AT: Por la discrecionalidad del juez…

AF: Es totalmente discrecional, como el caso el que tomó Piñeiro después para la película. El tipo que no me acuerdo de la cantidad de años que estuvo preso, y después le anularon todo. Sin ir más lejos, García Belsunce, el viudo, estuvo una cantidad de años acusado de homicidio, y hoy ni siquiera está acusado de ser partícipe.

Asistente: La protagonista que es Marcela, ¿no se cambia el nombre?

AF: No se cambia el nombre. Yo eso lo pensé cuando construí el cuento. Vos en un hotel tenés que presentar documentos y lo que pensé fue que había muy pocas probabilidades de que la otra chica, Mili, la única que podría identificarla, oyese su nombre y su apellido en el hotel. ¿Cómo se va a enterar en el hotel de cómo se llama ella? Me pareció que no tenía sentido cambiarle el nombre, porque eso implicaba obtener documentos falsos y una cantidad de cosas que era poco verosímil. A esta mujer, Marcela, generar toda esta estrategia no le resulta tan difícil. ¿Por qué? Porque es una experta en informática, entonces armar un sitio Web falso, para una persona que hace eso es una pavada. Simplemente tuvo que armar ese sitio, llamar a esta persona, decirle que ganó el concurso y pagar una habitación de hotel. Era fácil. La verosimilitud también se construye así. Conseguir documentos falsos es otra cosa. Es muy difícil.

Asistente: A veces tener una historia, y tenés la trama, los personajes, y en algún punto esto del verosímil ¿qué tan trabajoso de satisfacer te resulta? ¿Cuando no querés caer en el lugar común o en una salida fácil?

AF: Si es un cuento, lo dejo. No escribo tanto cuento. En el caso de las de las novelas lo que hago es darle vueltas y vueltas, dejar de escribir, dar a leer… Me pasó sobre todo con la trilogía de Sol de Noche, que implicó un desafío importante, porque planifiqué la trilogía antes de empezar, pero no todos los casos, sino el arco grande, es decir, el enigma en torno a la madre de Sol, el rol de Timón, y demás. Pero los casos puntuales los fui armando mientras escribía. Sobre todo con el tercero me pasó que me trabé, que no me convencía, o sea que lo esperé hasta que maduró, se lo di a leer a un par de personas, a partir de los comentarios volví a trabajarlo… Y finalmente logré una versión que me gustó.


Asistente: Y la trilogía Sol de noche, ¿fue desde el vamos idea tuya o fue una propuesta?

AF: Fue una idea mía. Como policiales yo había escrito la trilogía de Sherlock, y El hombre que quería recordar, que también es un policial, y la verdad es que tenía ganas de volver al género. Hay un tema interesante cuando uno piensa en el policial: quién conduce el hilo del enigma. Tenemos lo más clásico del mundo, que son policías y detectives. Pero eso plantea un problema. Por un lado, que justamente es lo más clásico del mundo, por lo cual, aburre. Por otro lado, pensado acá, en Argentina, es un problemón. Porque los policías son poco confiables, porque nunca resuelven nada, o resuelven mal… Corruptos… Tener un policía de héroe investigador, acá es complicado…

Asistente: Hay un famoso decálogo, del que ahora no recuerdo el autor, de la literatura policial argentina, que justamente dice esto. Y dice que el detective puede ser un periodista…

MM: Martínez es el autor. Le agregó algunos puntos al decálogo de Borges…

AF: Mallo, que organizaba el festival Buenos Aires Negra, tiene un policía como investigador. Que no está mal, es un personaje súper interesante, lo trabajó mucho. Era un tipo que en la dictadura se había abierto, que era crítico de sus pares… es un personaje especial, pero si no realmente, un policía es difícil. Después, la opción B de toda la literatura anglosajona, el detective privado. Acá no tenemos tradición de detectives. Acá, los pocos detectives que hay son de adulterios. Persiguen para sacarle fotos al que cornea a su pareja. No hay una tradición del detective investigador, entonces también es poco creíble, salvo que uno lo trabaje a partir de la parodia, pero encontrar ese personaje es difícil. El periodista, de alguna manera, es un personaje interesante, en el sentido de que él también trabaja como un investigador en su vida cotidiana, en su trabajo cotidiano. Busca pistas, arma historias. Lo que hace naturalmente un periodista de investigación.

AT: El abogado también.

AF: También podrían ser abogados, exacto. Como además yo tengo un bagaje periodístico y no necesito investigar tanto, me gustó la idea de pensar el policial dentro de un medio periodístico, a partir de una chica que está creciendo como periodista. Y eso me dio para hablar no solo del policial en cada caso, sino también hablar de lo que es un medio, de lo que son las pantallas…

MM: Bueno… ¿con el cuento ya estamos? Igual pueden volver. Porque está buenísimo charlar de “la cocina”. Incluso algo más antes de pasar, el personaje. ¿Las ves a Marcela y a Mili cuando escribís? ¿O partís de otro tipo de construcción?

AF: ¿Vos decís la imagen en la cabeza? Sí, yo en general a los personajes los veo. Acá aparece algo en el comienzo del cuento, el pelo. En general, el pelo para las mujeres (no sé si coinciden las presentes), es un tema importante siempre. Es como algo que “te hace”. Cuando uno se cambia el color o el largo de pelo es otra persona. Y ella se ha cambiado todo en el pelo: ahora es lacio, es rubio, es largo… Entonces, esa sensación del pelo que se mueve y que ella no maneja, porque ha cambiado, fue lo primero que vi.  Lo que te convierte en otro.

Asistente: A propósito de los personajes, ¿cómo manejás el tema de los personajes secundarios? Porque en el policial el personaje secundario también es importante. Porque puede ser el culpable, porque tiene que desviar… porque tiene una agenda secreta y entonces hace algo que lo inculpa pero en realidad es el amante de… Todos esconden un secreto. En otros géneros por ahí el personaje secundario puede manejarse de otra manera, pero acá tiene que hacer otro trabajo.

AF: Yo diría que los personajes secundarios surgen a partir de la trama. A medida que uno va construyendo la historia te van a apareciendo los personajes secundarios que necesitás. Y está bueno esto que vos decís, de poder mantener la ambigüedad todo el tiempo. ¿Será o no será? ¿Estará o no estará involucrado? Generar esos personajes un poco enigmáticos, por ahí sin llegar tan a fondo con ninguno de ellos. Justamente, eso deja que el lector sospeche y te permite mandar las pistas falsas, lo que los anglosajones llaman red herrings que son esas cosas que hacen que el lector agarre por un camino equivocado.

AT: Esa es la ventaja que tiene el lector para sentirse más vivo que el autor. El autor está limitado porque son pocos. Los sospechosos también. Si no es un libro como La colmena, que tiene ciento veinte personajes, en una novela común, ¿cuántos son? ¿Cuatro, cinco? Y de ahí no salís. Alguno de ellos tiene que ser.

AF: ¿Vieron que en las novelas de Agatha Christie a veces venía atrás la lista de personajes, que eran como treinta?

AT: Y alguno ni aparecía… la mucama…

AF: Claro. Estaban todos para que sospecharas, básicamente. Y después también es interesante, pensando en los personajes, la existencia en muchos policiales de lo que sería “el Watson”. Ese segundo que no es sospechoso porque es el contrapunto del investigador. Es el que lo baja a tierra y el que le hace de oreja. De alguna manera, mi sensación es que toma el lugar del lector en el texto. Porque le está explicando a él, pero te está explicando a vos. Es una estrategia que sirve.


MM: Nos reíamos en el primer encuentro porque Borges decía que Watson, y los segundos en general, siempre son un poquito menos inteligentes que el lector. (Risas). Es un ayudante, y es obviamente mucho más tonto que Sherlock, pero además es más tonto que el lector medio.

AF: Hasta un punto. Y después demuestran ser más inteligentes de lo que uno piensa.

MM: Sí, cuando reaparecen.

AF: Claro. Para mí, en la serie de Sol, ese lugar, con matices un poco lo ocupa Timón. Es el contrapunto de ella…

AT: Pero Timón no tiene nada de tonto.

AF: No tiene nada de tonto, es brillante, pero también le sirve de esto, le sirve de contrapunto, es alguien más que aparece con ideas sobre el enigma.

Asistente: También lo habías desarrollado en la serie de Sherlock.

AF: Claro. En esa serie el referente de Sherlock es mucho más central, y es también un poco paródico, pero tiene el amigo que es el Watson, que a mí me gustaba para explorarlo como personaje. Cómo se siente el perpetuo segundón, esa sensación de estar siempre al lado del brillante. Por eso, en  el segundo libro, No es fácil ser Watson, justamente el título viene de ahí, y cambia el narrador. Pasa a ser Arturo, y es eso lo que explora un poco el libro.

Asistente: Estructuralmente también te sirve para que puedas pasar información sin que sea un pase de información. Porque si no, en los policiales hay mucho para explicar, y que vos como autora le estés pasando data al lector a través de este personaje. O a través de cartas, o de documentación…

AF: Sí, sí, porque además, si no muchas veces, estas largas parrafadas de los investigadores, suenan profesorales, pesadas. Por eso yo a Arturo, el Watson en la serie de Sherlock, lo hago burlarse de Sherlock todo el tiempo. Porque es una manera de cortar con la solemnidad… Francisco pronuncia citas célebres y el otro le dice que lo deje de joder.


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